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O12


( CAPÍTULO DOCE )

epifanía, pánico y confusión.

LAS HOJAS CRUJEN BAJO LOS
cascos de los caballos, añadiendo ambiente a la charla que mantienen Dina y Ellie. Talia aún no se había unido a ellas porque estaba demasiado atormentada por preocupaciones acerca de qué iban a hacer después. No tenían ningún plan, ni aliados, nada, sólo eran tres chicas y sus caballos contra el mundo. La única esperanza y ayuda de Tommy, lo cual empeoraba el asunto.

Llevaban sobre sí la inmensa carga de la venganza y contra un grupo tan grande como lo eran los Lobos. Eso no desalentaba a Talia, más sí le preocupaba; de verdad no quería perder más gente.

Ella deja salir un extenso suspiro que parece sostener en él todo su desasosiego y acaricia la mejilla de Blaze durante un breve instante.

   "¿Y tú, Talia?"

   La voz de Ellie la saca de su ensimismamiento. Talia la mira, arrugando la nariz. "Lo siento, no estaba escuchando, ¿Qué decías?"

   "¿Cuántos años tenías cuando mataste a alguien por primera vez?", responde, manteniendo su atención en el bosque que tenían delante.

Talia sopesa la pregunta durante un momento, dudando si debía compartir esa experiencia con ella. No estaba acostumbrada a relatar ninguna información privada a nadie más que no fuese Dina. De todas formas, era raro que Ellie le dirigiera la palabra, así que no quería ser borde y quedarse callada ante la cuestión.

   "Tenía 9", replica. "Un chico de masomenos diecisiete intentaba agarrar a Dina y matarla para robar la comida que llevaba encima". Dina la sigue, asintiendo con la cabeza. "Él no sabía que yo estaba cerca, se llevó una gran sorpresa".

   Ellie frunce un poco los labios. "Creo que todos hemos matado para proteger a alguien."

La espesura del bosque pareció extenderse hasta el infinito hasta que por fin las muchachas alcanzaron ver edificaciones. Tuvieron que cruzar muchos coches destruidos y desperdiciados y la hierba se mantenía tan alta y molestosa como podía ser. Dina y Ellie se quedan charlando por el camino mientras Talia intenta buscar todo lo que fuera remotamente útil: medicinas, herramientas de sutura, vendas, frutas, quizá algo de comida que no estuviera pudriéndose.

Cuando veía algún bien u objeto abandonado, solo ahí, tirado, dejado atrás por no ser ya útil, sentía una sensación terrible en los huesos. Siempre le había dado escalofríos ver la decadencia del mundo en el que vivía, muy diferente al que veía en las películas y grabaciones antiguas. Era lamentable. De igual manera, algo termina sacándole una gran sonrisa.

   "¡Dina, Ellie! Miren esto", las llama corriendo hacia ellas, sosteniendo una mochila vieja y destartalada. "Hemos ganado la lotería", la mochila estaba cubierta de sangre seca, tenía marcas de manos que alguna vez habían intentado salvar lo que había dentro. "Está llena de comida. He contado algunas seis latas, frutas secas, vegetales mixtos, frutos secos, frijoles . . . Podremos comer decentemente estos días, al menos".

El trío comparte miradas cómplices, Ellie asiente con la cabeza y le ofrece una sonrisa.
   
   "Gracias," dice.

   Talia asiente con la cabeza. "Pasaré lo que contiene a mí mochila y luego continuamos".

Tardan alguna media hora más explorando sus alrededores, casi dándose por vencido entre tantos autos y la falta de asentamientos humanos. Su esperanza cobra vida al llegar a una portería y de ella a muchos más edificios y locales. Exploraron todo lo que pudieron, recogieron y leyeron documentos, contraseñas, abriéndose paso por Seattle. Habían entrado a varias construcciones que alguna vez brillaron entre la gente, tiendas ya no más usadas que para dejar notas crípticas llenas de dolor y sufrimiento. A Talia le resultaba extrañamente entretenido leerlas; le hacía sentir lástima por alguien más que no fuera ella misma y eso de alguna manera la reconfortaba.

Mientras se encuentra ofuscada en la inspección de una caja de primeros auxilios, el súbito y alarmante sonido de disparos le causa un sobresalto. Suelta con rapidez la caja -que golpea el suelo con un sonido metálico- y corre hacia el sonido del estrépito y de las agitadas voces. Tenía el corazón a mil, se agitaba como un animal salvaje en su tórax. Con los nervios a flor de piel, ella llega a un local que ni siquiera logra identificar. Poco importaba, quería únicamente llegar a su hermana lo más pronto posible.

Sacando sus cuchillos y armándose con uno en cada mano, comienza a abrirse tras los corredores y acechadores que se le vienen encima como deprededador a presa. Los cuerpos empiezan a caer como pajaritos al ser golpeados por piedras. Le resulta extraño lo fácil que es asesinar.

El sonido asqueroso de los chasqueadores la hace rechinar los dientes, provoca que acabe con ellos con tal rabia que sus manos se tornan blancas por la fuerza que ejerce al apretar los cuchillos. La brutalidad y salvajería con la que arremete contra los muertos brota de sus poros como oxígeno de la atmósfera, ella ve las caras chamuscadas y destruidas de los infectados y, sin remedio, se reconoce a sí misma en ellas. Una epifania la ataca sin aviso.

¿Y si hubiera acabado como ellos? Tras el peso de sus nervios y el miedo en su interior, se halla preguntándose qué había salido mal -no era ni la última ni la primera vez-.

¿Acaso vale la pena? Resistir y ver a las personas que te importan morir, caer el uno detrás del otro como meros maniquíes, mientras tú prevaleces con tu estupido privilegio y tus estupidas habilidades. ¿Y para qué?

El pensamiento la deja temblando aún más que antes, tiene el corazón muy acelerado y un mareo la corroe sin misericordia. Odiaba sentirse así, incapaz de controlar el brebaje caótico de su mente. Ella se reprocha y se insulta mentalmente, repetidas veces, al encontrarse a sí misma agachada en el suelo. Se siente humillada, perdida y enojada. La sangre de sus victimas la rodea y le recuerda cosas amargas, le impide salir de aquel encierro.

¿Es esto lo que soy?

Sus cuchillos han caído derrotados a sus lados, así como ella. Hace lo posible por responder a la voz en su cabeza que grita el nombre de Dina, pero, horrorizada, se da cuenta de que se ha quedado atada a sus recuerdos y a escenas que, si bien aún no habían ocurrido, con toda seguridad se unirían a su inminente, lamentable futuro.

El mareo empeorece, sus emociones son un remolino feroz en su cabeza y ella no puede hacer nada al respecto. El olor de la sangre, irónicamente, le provoca arcadas. Con los ojos borrosos se observa a sí misma en un cristal de enfrente, intenta darse fuerzas para reaccionar. Su cabeza baila con alelamiento, puede sentir que se mece de lado a lado repetidas veces, una y otra vez, como un son exasperante y mortal. Su vista era ocupada por la sangre y la propia neblina de sus ojos; lágrimas que empezaban a acumularse.

Las paredes dan vueltas, ella siente que el sol entrando por las ventanas casi le calcina la piel. Las náuseas empeoran y ella tiene que llevarse una mano a la boca para no vomitar. De pronto todo se siente abrasador y, sin saber cómo, el suelo cada vez más cerca suyo, más inaplazable, más inmediato. Su cara va a tocar la frígida baldosa, tan cerca, puede sentir el frío emanante acercándose. De repente, cuando su cabeza está a punto de hacer contacto con el suelo, un par de manos se cierran alrededor de sus brazos y la levantan. El súbito movimiento la saca del estupor de su mente en cuestión de segundos. Pero solo por un momento, pues sus pies parecen no recordar cumplir su función; no tenía fuerzas.

Su cabeza todavía se siente tan nublada como un día gris y todo a su alrededor sigue meneándose. No puede dejar de pensar en Dina, en cómo le había fallado. Había sido demasiado débil.

Lo único que logra mantenerla en el ambiente de lo que estaba ocurriendo eran aquellas manos que bien se aferraban a sus muñecas como si fuesen su único propósito. Sus piernas son, en este momento, temblorosas e inútiles. Ella reconoce que necesita apoyo, que debe parar de luchar, así que Talia se permite ser sostenida.

Se recuesta contra lo que sea que la agarraba. Su espalda se siente ligera como una pluma, tan suave como la lana ante la dureza de un pecho y el compás de una respiración. La tibieza y comodidad de unas telas la arrullan y el roce de cabellos ajenos acarician su frente. Las manos que la sostienen se aflojan pero no abandonan su agarre firme. Ella siente la respiración de alguien contra su frente, como si la estuvieran mirando desde arriba. Era una sensación relajante: tibia, calma, aquella respiración.

Maldición.

Talia da un salto que casi hace que caiga de cara y se da la vuelta con tal agresividad que ve manchas rojas por unos segundos efímeros. Ellie está ahí, con las manos cerradas en puños a sus costados y los labios apretados en una línea. Entonces, con mucha vergüenza, Talia repara en que había sido ella quien la tomó de las muñecas y la sostuvo cerca suyo, apoyada a su pecho. Entonces, otra pregunta ataca su mente:

¿Por qué hizo eso?

La pelinegra intenta controlar su respiración y, mientras lo hace, se agarra de la pared para no caerse debido al mareo. Gradualmente consigue ser sacada de aquel estado de pánico.

Durante aquellos segundos no logra abrir los ojos. Cuando lo hace, no mira a Ellie, sino sus cuchillos. Los recoge e, inhalando profundamente, los devuelve a su sitio. Era como iniciar desde cero.

   "¿Dónde. . . dónde está. . . Dina?" Su voz resulta ser muy temblorosa, Talia resiste la urgencia de abofetearse.

   Ellie no mueve un dedo, sólo la mira. Finalmente, da una vista a los cuerpos tirados en el suelo y responde, "afuera. Te está buscando". En sus ojos ya no hay ni confusión ni curiosidad, solo un mínimo, casi imperceptible relumbre de entendimiento que es reemplazado rápidamente por una expresión impasible. Talia se siente aliviada. Eso necesitaba ahora: nada de lástima, nada de compasión. Haría las cosas tan fácil.

Ella no tiene ganas de hablar más, realmente necesitaba un respiro de aquella situación, así que no dice más y simplemente sale del lugar dando pasos pesados y apresurados. Afuera, envuelve a una exaltada Dina en sus brazos y se siente en calma de nuevo. Mientras acaricia el cabello de su hermana menor, se pregunta si debió haber dicho gracias.

























































LIVING DEAD

Les traigo dos capítulos para compensar por mi desaparición<3

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