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O11

( CAPÍTULO ONCE )

recuerdos en el tiempo.


LA CASA DE JOEL LE PROVOCÓ A TALIA un sentimiento de vacío y angustia, por más pacífica que se veía. Se asegura de tomar en sí cada detalle, cada textura de las maderas, los detalles de los muebles, las vajillas . . . Quizá sea la última vez que tenga la oportunidad de hacerlo y quería aprovecharla.

Cada rincón del hogar se sentía como Joel. Había un deje de olor a café en el aire, todo estaba ordenado. Ellie decide irse arriba y Talia explora la cocina. Ve allí una taza, la que siempre usaba Joel . . . La que usó la noche anterior a su asesinato. Ella pasa los dedos por la cerámica y recuerda lo alegre que estaba él esa noche luego de su conversación con Ellie.

Después, Talia observa el resto de la cocina y la respiración se le atasca en la garganta al encontrarse con algo valioso. Cerca del fregadero, apoyada en una esquina, se encontraba la bolsa de café que le había regalado a Joel por su cumpleaños. Su mano tiembla cuando lo agarra e inmediatamente el olor a café inunda sus fosas nasales, brindándole un comfort inimaginable. Estrecha por un momento la bolsa contra su pecho y suspira, antes de guardarla en el bolsillo más grande de su chaqueta.

( )

1 MES ANTES - jackson, wyoming.

Talia toca la puerta de aquella gran casa de madera, sosteniendo una bolsa que desprendía maravillosas fragancias de fuerte café. No responden a la puerta inmediatamente, ella tiene que esperar unos momentos balanceándose de un pie a otro en el porche. Luego de unos momentos, se oyen pasos pesados aproximarse. Del otro lado de la entrada la recibe Joel, el hombre con el que había logrado entablar una relación masomenos estable gracias a los horarios de patrulla que compartían.

El mayor la mira y luego la bolsa, en silencio, con los labios presionados en una fina línea, aquella expresión estoica y dura que hacía temblar de miedo a la mayoría de ciudadanos de Jackson.

   "Qué tal, Joel", saluda la azabache, tamborileando la bolsa inconscientemente. No sabía si Joel recibiría su regalo, no tenían una confianza maravillosa. Pero recordaba los momentos de charla sobre el amor que compartían por el café y le pareció un buen detalle.

   "Hola, Talia . . . ¿Qué es esto?", hizo un ademán señalando la bolsa.

   "Es para ti. Lo conseguí hoy de patrulla y, eh, pues, me acordé de ti", Talia le extiende la bolsa y él la toma dudosamente. "Tranquilo, que no es una bomba".

Joel deja salir aire por la nariz, como si se riera silenciosamente. Con lentitud empieza a abrir el paquete y el aroma a café llega como una explosión a sus fosas nasales. Talia captura su labio inferior entre los dientes mientras espera con impaciencia la reacción del hombre.

Joel abre los ojos exageradamente -aunque solo por una fracción de segundo- y abre y cierra la boca repetidas veces.

   "¿Entonces?". Presiona Talia.

   "Es que . . . Talia, ¿cómo has conseguido esto?".

   "No, no te preocupes por eso. Fue fácil".

   "Gracias. ¿Estás segura de que no lo quieres?".

   "No, ya tengo mi bolsa", ella miente, estupendamente. Valía la pena, pues ver a Joel, un hombre tan solitario y usualmente decaído, con aquel brillo -aunque sea momentáneo- en los ojos era más que suficiente.

   "Gracias de nuevo". Joel parece quedarse sin palabras y Talia toma ese momento para terminar la conversación, lo que parecía adecuado.

   "Por nada, eh, vale, entonces, nos vemos. ¡No lo termines tan rápido!".

Talia se va por donde vino, sin mirar atrás y sin ver la leve sonrisa que decora la cara de Joel al cerrar su puerta.

( )

Talia camina hacia el comedor, donde se encuentra Dina jugando con sus manos. La mayor se sienta a su lado, saca algo del bolsillo de su pantalón y toma la mano de su hermana.

   "¿Qué haces?", cuestiona Dina con ojos curiosos antes de que se ensancharan al ver lo que Talia tenía en la mano. "Mi brazalete".

   "Te pertenece, me ayudó a encontrarte. Como es un Hamsa . . . pues tal vez me haya dado suerte . . . Quiero que esa suerte la tengas tú". Talia le asegura el brazalete en la muñeca. 

   "No, quédatelo tú, Talia . . .".

   "Tú eres mi prioridad, Di, además, es tuyo", responde, sacudiendo la cabeza.

   Dina esboza una leve sonrisa y la mira con dulzura. "Gracias".


En ese momento alguien entra a la casa. Las chicas se sorprenden al ver a María, que sostiene un papel en la mano y se ve más consternada que nunca. Ella camina hasta las hermanas y apoya las manos en la mesa de enfrente.

   "María, ¿qué haces aquí?" Pregunta Talia.

   "Necesito hablar con ustedes y Ellie. ¿Dónde está?".

   "Está arriba", responde Dina. "¡Ellie! ¡Oye! ¿Puedes bajar?".

   "¿Está todo bien?", replica Ellie desde arriba.

   "¡Sí, solo . . .! ¡Solo ven aquí!".

Se escuchan pasos que hacen crujir la madera y Ellie se acerca. En cuanto se detiene frente a la mesa, Maria comienza a recitar lo que dice el papel:

   "María, voy hacia Seattle. Quisiera olvidarlo . . . pero no puedo. Tengo que hacer justicia. Ellie intentará seguirme, detenla, quítale las armas, encierra a los caballos, enciérrala a ella. Dame tiempo para acabar con esto. Con amor, siempre, Tommy".

Talia suelta un suspiro lleno de molestia y masajea sus sienes, repentinamente estresada y preocupada por Tommy.

¿En qué se habrá metido? Pudo habernos avisado. ¿En serio cree que uno es mejor que cuatro?

Si a Tommy le pasaba algo también, no sabría qué carajos hacer.

María da unos cuantos pasos de aquí para allá en el comedor y, con voz temblorosa, habla de nuevo:

   "Va a hacer que lo maten".

   "Debió llevarme con él", reclama Ellie. "Debiste darnos un grupo para perseguirlos".

   "Ojalá pudiera".

   "¿Me vas a encerrar?".


   "Prefiero que te quedes . . ."

   "Ni lo sueñes".

   "Prefiero que te quedes, pero te conozco", de pronto, María dirige su mirada a las hermanas. "¿Irán con ella?".

   "Sí", responden las hermanas al unísono.

   "¿Así que piensan escabullirse?", María retoma su leve andar. "¿Hm?".

   "Sí". Ellie se cruza de brazos.

   "¿A pie?".

   "Sí".

La rubia suspira y se apoya en la mesa, negando lentamente con la cabeza, como si estuviera dándose fuerzas para continuar.

   "Ordené a los establos que les dejaran sus caballos. Lleven municiones".

Un largo silencio toma lugar después de esas palabras. Talia se siente aliviada pero también nerviosa. Tantas cosas podrían salir mal . . . Todos podrían morir, incluyéndola a ella. Aunque su propia muerte era lo que menos le preocupaba.

   "Gracias, Maria", agradece Dina después de compartir miradas asombradas con las demás.

   "Solo . . . háganme un favor. Traigan al idiota de mi marido en una pieza, ¿sí?".

   "Claro", responde Talia suavemente, sintiendo empatía por la mujer frente suyo.

   "Está bien. Váyanse, están . . . perdiendo luz". Con esa última frase, María sale de la casa.

Para Talia, este había sido, oficialmente, el momento que declaraba sus trayectorias fuera de Jackson y en busca de venganza.


















































































LIVING DEAD

Por fin, ya en el próximo capitulo iniciamos con el Acto II de la historia: "Lo sucedido en Seattle". Estoy muy emocionada de escribir y narrar todo aquello, pues será una parte realmente interesante, que desarrollará y marcará la relación de Ellie y Talia para siempre.

Como siempre, gracias por leer.

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