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𝐜𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐝𝐨𝐬

Todavía no había amanecido, pero el maestro de la gran ciudad de Piltover había hecho llamar a dos jóvenes. Thomas Hotchner, y Jayce Talis.

El sonido de la puerta crujió al hacerlos pasar. —¿Quería vernos, profesor? —preguntó el más adusto, Jayce.

A su lado, un chico más joven y de cabellos rubios lo acompañaba. 

—¡Ah! —exclamó el profesor—. Adelante, Jayce, Thomas. ¿Os lo podéis creer? Nuestra ciudad va a cumplir 200 años.

Ambos chicos, al adentrarse, observaron al pequeño maestro que los veía, con sus pelajes anaranjados, y ojos cariñosos. Un ser de inmortal alma.

—¡Será bicentaria, señor! —acompasa Thomas, quien tenía unos veintiún años recién cumplidos.

Se acercaron hacia el maestro, quien estaba al frente de una estatua dorada. Un hombre de gafas y traje se mostraba en ella. Jayce, echó una risa baja y añadió: —Será un gran día del progreso, profesor.

Thomas, aprovechando, se acerca a la placa de metal que decía el nombre. —¿Stanwick Padidly? No sé mucho sobre él.

El profesor se rio. —Todo lo que construía se destruía o explotaba, y aún así, véanlo. Está aquí. Él dejó sus ambiciones personales de lado —señaló el profesor a ambos jóvenes que veían curiosos—, y se concentró en algo mucho más importante. En nuestro futuro. Dándose cuenta de que no podría aportar cosas mejores, que las que hacían sus alumnos.

—No tenía idea —respondió el de piel morena, llamado Jayce.

—Ese fue su sacrifico —secundó el profesor de nuevo—. Mi querido amigo... —musitó, negando rápidamente—. El Consejo te ha nombrado elegido este año, Jayce, para dar el discurso del Día del Progreso.

—¿Qué? —se mostró extrañado—. Eso siempre lo hace usted, y yo no podría ocupar su lugar.

—Yo estoy de acuerdo con ellos —respondió el profesor bajo la mirada secundaria de Thomas—. Tus Hexportales han hecho maravillas con nuestra ciudad. Han traído eruditos de tierras lejanas..., reavivado pasiones por arte y ciencia,  te mereces ese honor.

Jayce sonrió algo tímido. —Haré lo que pueda, para que Piltover se sienta orgulloso, maestro.

—Es algo precipitado —añadió apresuradamente el maestro—, pero quizá haya algo en el laboratorio que puedas enseñar. A la gente le gustará ver avances y sorpresas.

—¡Sí! —emocionado secundó Thomas—. Jayce esta es una gran oportunidad para enseñar lo que estabas trabajando con Viktor.

El chico ilusionado miró al joven rubio. —¡El nuevo capítulo de Hextech! ¡Bien dicho, Tommy! —se dirigió al profesor Jayce con una sonrisa más emocionado—. Venga al laboratorio más tarde, se lo enseñaremos.

—Estaré encantado. Thomas, por cierto, me han pedido que te coloques hoy con Caitlyn, a las afueras del recinto para protección.

—A sus órdenes, señor. —respondió el chico alegre—. Aunque a Cait dudo que le guste no estar en la zona interesante.

—Su madre lo hace para protegerla —añadió Jayce con una sonrisa curiosa.

—Sé que daréis la talla, muchachos —les dijo el maestro, abriendo las puertas de la terraza para ver la ciudad activarse con los primeros rayos del sol. Iniciaba un gran día, en el que habrían muchos cambios importantes.

El murmullo de un día emocionante empezaba a escucharse entre las callejuelas.







El cielo brillaba con su incandescencia, las nubes rozaban lo más azul del marino océano que levitaba sobre sus cabezas, e iluminaba sus corazones con esperanzas, sueños, futuros felices. Las montañas se veían a lo lejos, pintadas de marrón y colores ocre que se distinguían a través de los altos edificios. Piltover. Piltover. Se trata de una ciudad progresiva, con un poder e influencia que nada más iba en auge. La cultura, el arte, artesanía, el comercio y la innovación siempre iban de la mano. Se sitúa en los acantilados que separan de la ciudad de Zaun, por el océano. 

Piltover acoge a flotas enteras de barcos mercantiles que cruzan las gigantescas puertas marítimas para traer bienes provenientes del resto del mundo. Esa riqueza ha provocado un crecimiento sin precedentes. Es una ciudad en la que se puede hacer una fortuna, y cumplir tus sueños. 

Los clanes mercantiles aportan los fondos necesarios para desarrollar las empresas más increíbles: desde enormes locuras artísticas a investigaciones esotéricas hextech, pasando por monumentos arquitectónicos en honor a su poder. 

La ciudad nunca dormía, siempre despierta y en búsqueda de nuevos saberes. 

La brisa fresca del amanecer, pincelado con una broche gigante en su cielo hermoso, acariciaba las estructuras de cristal y metal. El sol, aquella estrella ardiente, reflejaba sus primeros rayos sobre las torres de Viktor y Jayce Talis, dos de los más brillantes inventores de la ciudad. En su laboratorio, rodeados de dispositivos hextech y planos de tecnología avanzada, Caitlyn Kiramann y Violet trabajaban con ellos.

Otro que los acompañaba, estaba de pie junto a una mesa llena de planos y herramientas. Miraba de vez en cuándo el cielo, y los papeles llenos de dibujos y escritos que sobrepasaban inteligencias 

Thomas, el joven de Piltover de cabello rubio, piel blanca y cicatriz sobre su labio pensaba en lo mucho que había cambiado la ciudad desde que aquellos dos chicos se convirtieron en los cambiadores de la ciudad..., aunque Viktor estaba más en las sombras y los que no pertenecían a su círculo cercano, ni siquiera sabían de su existencia.

Según tenía entendido, Viktor era un chico de la ciudad de Zaun, y que por milagros del destino, el maestro de la ciudad, lo acogió entre los suyos. Era un chico escuálido, algo más bajo que Jayce o él mismo, de cabello moreno, y piel algo pálida. Eso se debía a la enfermedad que recorría cada centímetro de su cuerpo, y que con el tiempo, iba a más.

Jayce, por otro lado, era un joven alto, corpulento, y amable. El tipo perfecto que volaba en las caras de toda la ciudad. De cabello oscuro, piel morena y ojos marrones. Se llevaba bien con todo el mundo, era ese tipo de persona. A nadie podía caerle mal. Pero sobre todo se llevaba increíble con Viktor, al ser compañeros, y con la señorita Medarda. Pero eso era ya otra historia. 

Su mirada avellana brillaba al verlos trabajar. Thomas Hotchner, nombre del chico que los veía trabajar, tampoco se quedaba atrás. Era robusto, tenía su cierta gracia de músculos, aunque gran mayoría de sus compañeros soldados, se burlaban de su cintura tan estrecha. No entendía que era debido a su fuerte entrenamiento, que le permitía tener fuerza y ser ágil en muchas zonas, que sus demás compañeros no podrían ni alcanzar a estirar. Lo que era vital para la lucha cuerpo a cuerpo.

Había un brillo serio en su mirada, y su postura dejaba claro que no era un simple espectador. Él no era parte del círculo exclusivo de Viktor y Jayce, pero en el fondo, se sentía más cercano a sus ideales, y a la forma en que su tecnología podía cambiar el futuro.

Vi, una de sus compañeras de trabajo, permanecía con sus puños listos para lo que fuera, y se apoyó contra la pared, observando a Caitlyn. Violet también pertenecía a la ciudad de Zaun, y eso compartía con el chico llamad Viktor, aunque nunca los había visto hablando de ello o de antigua memorias.

Desconoce la llegada de la chica, pero fue el último año. Caitlyn, hija de una de los líderes de la ciudad y perteneciente a la gran familia Kiramann, la había sacado de la cárcel, por razones que no conocía, y acabó formando equipo con todos. Al principio la chica robusta, de cuerpo estilizado y trabajado, con tatuajes por su cuerpo y cabello rosado rapado por un lado, odiaba estar cerca de ellos; los veía con repudio, pero al querer estar con la chica Kiramann, supo adaptarse. Al final descubriendo que no eran tan malos como aparentaban.

—Esto huele a jodido peligro, ¿verdad? —preguntó Vi, con la luz del sol alumbrado las letras romanas, que señalizaban en su rostro su nombre; mientras miraba los dispositivos en la mesa con desconfianza.

Aún no se acostumbraba a su hablar, tampoco el de Viktor. En Piltover la gente era muy educada, y solían decir pocas palabras vulgares o mal sonantes, además estaba la diferencia de timbres, de pronunciaciones; pero la de Vi no estaba tan marcada como la de Viktor. Sin embargo, debía admitir que Viktor poseía una voz muy relajante y adictiva de escuchar.

La naturaleza cosmopolitita de Piltover se basaba en hacer a sus habitantes tan diversos como su ciudad, pero sus gentes, aún así, tenían un carácter particular. Son muy independientes, no esperan ninguna ayuda y siempre aspiran a mejorar. Rechazan las intromisiones de foráneos, y consideran que un mercado libre y abierto es esencia para continuar prosperando. 

La moda varía mucho, pero se decantan por lo formal y funcional, aunque había algunos que sobrepasaban el límite del buen gusto y el sentido común, exhibiendo de forma exagerada su riqueza. Él no era de esos. Y no podía hablar de Zaun, ya que no los conocía, y tanto Vi como Viktor no decía nada. Muchas veces quiso preguntarle de su vida en Zaun, de saber de un mismo zaunita como era la vida allí abajo, ya que siempre estaba destinado a la superficie; pero, ella no abría la boca más que para mandarlo a la mierda.

No estaba de acuerdo con lo que decía la gente de Zaun, o de como infravaloraban a los zaunitas, es decir, no los conocían y, aquí tenían el ejemplo de gente dolida, notablemente, pero inteligente, noble y valiente como lo eran Viktor y Violet.

Caitlyn, la chica de delgada figura curvilínea, completamente equilibrada; de blanca piel y largo cabello azul ajustó su chaqueta, manteniendo la calma.

—Es solo una prueba, Vi —le dijo, viéndola con sus azules ojos—. Pero sé lo que piensas. Si el hextech se usa de manera equivocada, podría causar un caos, y nadie busca que eso pase. —Caitlyn miró a Viktor y Jayce, que discutían animadamente sobre los próximos pasos en su investigación.

—Esta noche yo daré el discurso, así que debemos trabajar mucho en hacerlo presentable —animó Jayce.

—Sí que ha descendido mucho la anarquía entonces... —bromeó Caitlyn.

—Cait... —simuló advertencia Jayce, mientras todos reían.

Tanto Vi, como Caitlyn y él, eran guardianes de la ciudad. Estos eran mujeres y hombres que se encargaban de mantener la supremacía de la ley en Piltover. La organización se financia con los impuestos comerciales y contribuciones "voluntarias" de los clanes mercantiles, que dotan a los Guardianes como él, de uniformes y equipamientos. Muchas de estas donaciones consisten en armamento especializado o exclusivos artefactos hextech, en los que aún trabajaban. Solían llevar los distintivos colores de azul, con dorado. 

Si querían las mujeres, habitualmente iban de vestido, pero a diferencia de Vi, que llevaba pantalones con un florete en su costado, asimilando la feminidad de la que no era muy característica.

Viktor estaba absorto en su trabajo, observando un cristal hextech que brillaba suavemente.
—Este cristal tiene un potencial aún mayor que cualquier otro. Con él, podríamos desbloquear nuevas formas de energía, no solo para Piltover, sino para todo el mundo —le dijo entre murmullos alegres a Jayce—, que es lo que buscamos.

Thomas se acercó, tocando ligeramente el cristal.

—El problema es que siempre hay un precio que pagar por esos avances. Lo que hacemos en Piltover puede tener repercusiones... incluso para los más pobres en Zaun, que son los que más quieres proteger, Viktor —lo miró con sus avellanas—. Hermendinger ya lo ha comentado antes, hay que dejar nuestros deseos atrás y mirar al futuro de ambos.

Ese era el nombre del maestro de tanto Viktor, como Jayce. 

Jayce lo miró, entrecerrando los ojos, e interponiéndose en la cercanía que había tomado con el más escuálido de todos, y que sostenía una muleta curveada en su regazo. 

—La tecnología puede mejorar a todos, si la usamos correctamente. No debemos preocuparnos por las consecuencias de nuestra visión, Thomas.

Vi se cruzó de brazos, claramente molesta por la conversación.
—Siempre dicen eso. Pero nosotros, los de Zaun, sabemos lo que pasa cuando los de arriba "mejoran" las cosas. Nos afecta a nosotros primero, y eso lo sabes, Viktor.

Thomas no dijo nada, pero su mirada de preocupación dejó en claro que no era ajeno a las tensiones entre Piltover y Zaun. Caitlyn lo observó, comprendiendo la inquietud de su amigo.

Thomas no pertenecía a ninguna familia poderosa, pero era un buen amigo de la chica de cabello azabache.

Antes de que pudieran seguir discutiendo, Jayce golpeó la mesa con los puños.
—Lo que necesitamos es progreso. Si no lo conseguimos, Zaun nunca dejará de arrastrarnos hacia abajo.

Inmediatamente, Viktor lo tomó del brazo. Jayce se giró casi de inmediato, algo airado ante la negativa de Thomas hacia su compañero.

Muy interiormente, Thomas tenía la sensación de que Viktor tenía sentimientos mucho más fuertes por su... compañero, y aunque parecía que Jayce también, no se daba cuenta. Sobre todo, tras estar de relación con la joven Medarda.

—¡Creamos hextech con la intención de mejorar, ambas ciudades, Jayce! —vociferó, con el cejo fruncido—. Zaun está y permanece de esta forma, porque no hacemos nada. Ya hemos mejorado demasiado esta ciudad, nuestra intención ahora es focalizarnos en mi hogar.

—¿Tu hogar? —replicó Jayce, apretando sus puños—. Naciste allí, y mira la enfermedad que te han provocado; hasta el punto de tener que abandonar ese sitio, en búsqueda de salvación, de una vida mejor. ¡Este es tu hogar, un sitio dónde las personas te quieren y están contigo! —replicó—. Sanaremos Zaun, pero todavía no es el momento; es el Día del Progreso, y debemos centrarnos en cosas más importantes.

Viktor lo vio de forma incomprensible. No había forma humana de expresar lo que reflejaba su cara, inclusive Vi, se vio afectada.

—No seas tan fatalista —le respondió Caitlyn, con un tono suave pero firme—. Viktor, sanaremos Zaun llegado el momento, pero primero terminemos con todo esto.

—Espero que no olvides, cuáles eran nuestras principales ideas, y que este barullo de idealistas, no te hayan comido la cabeza  —respondió malhumorado, y tomando su bastón para levantarse. Jayce se reflejó molesto por lo que había dicho, y queriendo ayudarle, el más delgado, lo apartó bruscamente.

—Vik... —musitó Jayce—, perdona... no era lo que quería decir. Yo... —pero Viktor salió airado de la habitación, realmente molesto y con su típico repiquetear metálico del bastón.

Thomas suspiró exhausto, y miró al hombre de cara en toda su ciudad. Se veía... molesto consigo mismo, parecía que la mentalidad de su novia, afectaba bastante en quién era en verdad.

Vi suspiró, mirando a Caitlyn. —Yo solo espero que no te olvides de la gente que tiene que sufrir las consecuencias de todo esto, está muy bien que celebréis este día y toda esa mierda, pero la gente allí abajo, se muere todos los días —respondió, agotada—. Iré por él antes de que venga vuestro maestro —y con eso, la joven Vi salió en búsqueda del chico de cabello castaño, que no andaría muy lejos.

Thomas observó todo en silencio, preguntándose si alguna vez habría una verdadera reconciliación entre ambos mundos. Es decir, si lo podía haber entre sus mismas personas, porque las ciudades no dejaba esa lucha impenetrable y cansina de años anteriores.

Aunque en el fondo sabía..., que todo era culpa de Piltover y sus líderes que buscaban sólo sus beneficios. Si hubieran querido ayudar, hacía tiempo que Zaun habría dejado de ser un sitio de podredumbre. 

Podía escuchar a la gente animada calles abajo, gritando sobre este día, festejando, riendo y vendiendo como siempre. Vi tenía razón.

Mirando al cielo, mientras Caitlyn calmaba a Jayce, se preguntó entonces si habría alguien, al igual que él, exhausto de este tipo de vida. De las cosas horribles y de los secretos que se ocultaban bajo la alfombra. ¿Podría existir una verdadera paz? ¿Habría más gente en Zaun como Vi y Viktor, que buscara otro tipo de vida, lejos de este lugar?








Zaun. Zaun. Zaun es una ciudad por la que transcurren escasas personas, acompañadas de una pestilente ventilación a hielo seco y roedores muertos en las alcantarillas. Rochelle miraba hacia arriba, entre aquella maraña de tubos y humaradas verdes, tóxicas en su mayoría. Su mirada cítrica reflejaba inquietudes, que Sylus, a su lado, es incapaz de comprender. Sin embargo, los pensamientos que pudiese tener la chica, se ven interrumpidos cuando se encuentra sobre el asfalto, tras dejar de correr, el viento, por otro lado; parece querer romper sus pieles a capas.

Hoy Zaun nadaba en la bruma niebla que la llevaba a recordar los sueños que Silco tuvo una vez. Sylus escuchó alguna vez a Sevika hablar de los ideales que tenía su padre antes, junto a su amigo Vander. Se sintió seducido por la forma en que lo grotesco que querían hacer, resultaba un poema visual, repentino y excitantemente horroroso. Para él, fue un gran descubrimiento dar con las ideas que tuvo Silco una vez. El sentido de llegar al pueblo, era pura y exclusivamente personal.

Pero tras el accidente en el puente, dónde murieron los padres de Jinx, eso ya estaba muy lejos de su realidad. Sabía que Silco quería una mejoría para Zaun, todo el mundo lo apoyaba, pero no comprendía del todo sus planes para conseguirlo. Ahora estaba lleno de rabia y miseria; y sabía que no harían falta bestias grotescas que hicieran saltar las alarmas en la ciudadela de la superficie, ya habían muchas criaturas en ellos. Tanto en su padre, como en él mismo... incluso en Rochelle.

En las sombrías y retorcidas calles, Sylus, Alexander, Jinx y Rochelle se movían en la oscuridad, ágiles y sombríos.

La misión que Silco les había asignado no era de las más sencillas, y todos lo sabían. Debían acatar al completo, y no fallar pues eso ocasionaría fatales consecuencias para todos; ya lo sabían.

Cruzando el lugar, llegaron a una nave que estaban cargando con cosas y materiales para la ciudad, y por el día del progreso. Escondidos, acechaban la oportunidad perfecta, aunque no eran los únicos que estaban por ahí.

Como pudieron, se metieron Sylus y Jinx en la parte del sótano inferior de la nave, mientras Rochelle y Alexander, ayudaban a cargar a Sevika, con sus compañeros y cómo les había mandado Silco, bidones de material.

Justo cuándo llegaron, guardianes de la ciudadela llegaron al momento. Dispuestos a inspeccionar la carga, y viendo con caras algo mortificadas la apariencia de esos zaunitas. Sylus quiso quedarse arriba, pero su padre le obligó a estar con Jinx.

Rochelle, a un lado de Sevika, su madre, terminaba de cargar esos bidones que Jinx había pintarrajeado con neón. Un oficial de bigote anaranjado, se dirigió a la segunda al mando de Silco.

—¿Manifiesto de carga? —preguntó, y Alex miró a Roch.

Sevika, con su apariencia oscura le puso una bolsa de dinero en la tabla del oficial. —De su amigo del centro —le musitó imperturbable, y con una sonrisa llena de autosuficiencia.

El oficial la miró indiscreto y agarró el dinero con una sonrisa. Sellado el papel, el trato estaba hecho. 

Rochelle y Alex, permanecían endebles, con las manos a la espalda, eran obedientes y estaban preparados para todo. Sin embargo, y cómo habían recalcado, no eran los únicos por ahí. 

Ajenos a todo, Rochelle veía a su madre de forma discreta; desde su porte, su expresión impasible, hasta la herida de una cicatriz color morado, que cruzaba su mejilla. Eso había sido obra del día que Jinx se unió a ellos, y el día en el que su madre perdió un brazo al proteger a Silco. Hasta ese punto iba la fidelidad de la mujer, y su hija, como no, quería alcanzar tales puntos de amistad, de profesión.

Sevika tomó los panfletos, y cuando el oficial estaba por marcharse, en patinetas voladoras bajaron varias personas, con sus habituales máscaras, reconocibles para todo el que los viese.

—¡Abajo! —gritó Rochelle, mandando a todos a agacharse y tras empujar a Alexander contra los bidones, buscando protegerlo.

—¡Mierda, los Firelights! —gritó el oficial dispuesto a esconderse.

Estos nuevos intrusos comenzaron a lanzar artefactos que congelaban con piedra a todo el que se movía en el barco, por lo que, los zaunitas comenzaron a huir. Rochelle se fijo en cómo Sevika fue aprisionada contra un baúl, y ella no pudo hacer más que esconderse detrás de los baúles con Alex. 

—Cinco minutos para que se liberen —dijo el que parecía el líder.

Rochelle, y Alex, estaban preparados para luchar, pero debían esperar hasta que se dirigieran al sótano.

Abrieron los bidones, y se quedaron viéndolos por unos segundos.

—¿Alguna vez habías visto tanto Shimmer? —cuestionó uno de ellos.

Pero el líder inmediatamente negó, con una voz modulada les dijo: —Se expanden. Buscad más abajo. ¡Quemadlo todo! —ordenó.

Por supuesto que Rochelle, ni Sylus en concreto dejarían que eso pasase y, que la misión encomendada de proteger la mercancía se fuera al garete.

A los pocos segundos, en los que, Rochelle le decía a Alex que se quedase ahí sentado, se escucharon golpes y gente quejándose, para seguido, una explosión que hizo resonar toda la nave. Rochelle protegía a Alex muchísimo, y aunque este no estaba de acuerdo, tampoco era tan bueno en la lucha como el resto de su familia.

El humo comenzó a salir de la trampilla, y Rochelle aprovechó para tomar ventaja y golpear con sus botas pesadas el estómago de uno de esos Firelights. El líder se vio sorprendido, y al momento salió Sylus, golpeando a diestra y siniestra, y Jinx lanzando explosiones. Con prisa, cada uno se ocupó de un hombre, pero Jinx dándose cuenta que el líder junto a otro estaban queriendo quemar los baúles, tomó de la mano a la mandada de este extraño grupo.

Golpeando en la cara, le quitó la máscara y el rostro de una chica de cabello rosado se mostró. Sylus se fijó en como la expresión de la chica cambió amargamente, intentó llamarla mientras se ocupaba de un buen luchador de ese grupo, pero no pudo escuchar más que sus labios pronunciando un:

—¿Vi?

Reconociblemente, no se parecían. Y Sylus sabía de la historia de su chica Jinx. 

—¡No es ella, concéntrate Jinx! —le gritó el hombre de cabellos platinados, mientras con un golpe terminaba de noquear al tipo que lo molestaba.

Corriendo hacia ella, se fijo en cómo la otra soltaba la llama. Se notaba claramente que la joven de largas trenzas azules había perdido el sentido en sus memorias de cenizas. 

—¡Jinx, cuidado! —le gritó.

El fuego de tono rosado se incendió en segundos, y todo se iluminó de una crisálida que subía y aumentaba por el Shimmer, con una terrible paciencia. La chica que sostenía Jinx trataba de huir y para cuando Sylus iba a llegar, Jinx pareció entrar en razón y mató a la chica.

El líder gritó molesto, y acudió entre las llamas al cuerpo inerte de su compañera. Miró el reloj, miró a Jinx, y miró a Sylus que terminaba de acercarse. Sabía que el tiempo se acababa, y que Sevika y los demás no tardarían en llegar, pero pareció importarle poco cuando se lanzó contra ellos, recibiendo un puñetazo por parte de Sylus, quien protegió a la chica, y de un momento a otro, el que estaba luchando contra Rochelle, tomó su patineta, golpeó a la chica en la ceja, sacándole sangre, y tomó a su líder para salir volando.

Jinx inestable, alzó su arma y entre gritos comenzó a disparar. 

—¡Joder! —gritó Sylus poniéndose a cubierto al estar junto a ella.

Pero, lastimosamente, la carga estaba incendiándose, y el líder de los Firelights alcanzó a escapar con su compañero. Cuando Jinx dejó de disparar, como una completa desquiciada y poniendo al resto en peligro, Sevika se soltó de su prisión de colores.

Inmediatamente se acercó a la de trenzas azules.

—¡Debías vigilar la carga! —tiró del cuello de la camisa a Jinx. Esta no hizo más que enfrentarle con la mirada y reírse sutilmente en su cara, lo que hizo enfadar aún más a Sevika.

La mitad de los bidones estaban quemándose, y claramente, iban a recibir una gran represalia por Silco, sobre todo lo que conformaba a Sylus y Sevika.

Sylus se levantó, viendo aluciando como a veces se le iba demasiado la pinza a Jinx, y de repente Rochelle pasó por su lado.

—¡Señora! —la llamó ella con su fleco rosado, reluciendo entre las llamas—. ¡Ha sido culpa mía, llegamos tarde y no estábamos listos!

Sylus quería refutar, pero inmediatamente vio como un puño de Sevika golpeó a Rochelle, tirándola al suelo. Sabía que Jinx no podía ser golpeada al ser una favorita de Silco, pero al contrario de la morena, que era su hija, descargó su ira en ella. Sylus nunca estaba de acuerdo con que la chica siempre tomase la culpabilidad de todo.

Y sabía que lo había hecho por Jinx. No por temor a que fuera golpeada, cosa que nunca podría ser; sino por el miedo, la confusión en sus ojos..., las lágrimas que brillaban. La estaba protegiendo de los propios demonios que Jinx veía, y que en el fondo, temía que alzase el arma y matase a su madre.

Quizá también lo hacía por la misma Jinx. A veces había que tener cuidado al tratar con ella.

—¡No vuelvas a tocarla! —gritó Alexander, quién acudió a Rochelle en el suelo, antes de siquiera Sylus poder abrir la boca—. O le diré a padre que la próxima vez, sea yo quién te arranque tu otro brazo.

Rochelle vio impresionada a Alex, después de todo, solía ser muy tranquilo y manso. Pero era notable, la quería mucho, la protegía.

Jinx también vio de forma rancia a Sevika, y cuándo cruzó mirada con los bordos rojos de Sylus, dio media vuelta y salió de la nave. La misión se había ido a la mierda definitivamente.

Rochelle observó el fuego, y apartando la mano de Alexander se levantó. Tenía la ceja aún chorreando, era probable que le quedase cicatriz.

—No necesito que me protejáis, y mucho menos que amenazáis a mi ma-, a la jefa —replicó la chica morena, corrigiéndose ante los otros tres que la veían—. Nada de esto habría pasado sino hubiéramos regresado tan tarde ayer, y ahora, todo se ha ido a la mierda.

Sylus se acercó, y apoyó su mano en el hombre de la chica. No era que Rochelle no aceptase el apoyo o la protección de sus queridos, o de Alex, pero sentía que era ella quien debía protegerlos. 

El de reflejos azules y cabello oscuro no hacía más que ver el moratón de la chica en su mejilla.

—Ya verás cuándo hablemos con tu padre... —musitó la morena.









Sylus caminaba al frente, con su chaqueta de cuero desgastada y su actitud siempre desafiante. Rochelle caminaba a su lado, manteniendo los ojos alerta mientras pasaban entre los desechos de la ciudad. Alexander, con su característica calma, estaba atrás, mirando por encima del hombro, y Jinx, como siempre, era impredecible, y había desaparecido en su regreso.

Silco había dado instrucciones claras: robar una carga de Shimmer que iba a ser transportada por un pequeño grupo al gran día en la ciudad. Pero como siempre, todo les salía mal. 

Al entrar en el local y subir al despecho entre la música y el bullicio, Silco estaba en su habitual silla frente al escritorio, y Sevika ya estaba ahí sentada. 

Escupió el tapón de la botella, y vio con sus oscuros ojos a los tres jóvenes entrar, incluida su hija.

—¡Nos disparó! —gritó Sevika hacia Silco.

Él como siempre defendiendo a su hija, añadió de espaldas: —Siempre hay contratiempos en batallas. Su objetivos eran los Firelights, y ahora están casi todos muertos.

Sevika le pegó otro trago, y se limpió la boca al hablar. —No fue un contratiempo. Se bloqueó y perdió el control. Podría haberme ocupado de esos mocosos, es un problema y todos lo sabemos.

Los chicos entre tanto escuchaban la conversación en silencio.

—¿"Todos"? —se giró al mirarla—. ¿Cómo qué todos? —le dijo molesto—. De ti espero más que excusas. Tu trabajo era asegurarte de que no hubieran incidentes, y de que los chicos estuvieran ilesos. —Miró a Sylus, herido en el labio, y a Rochelle con la ceja aún abierta, magullada. Dando un suspiro vio a Alex bien—. Y has fracasado. No vuelvas a fallarme.

Volvió a girarse con mala cara tras decir eso, y Sevika no hizo más que levantarse, mirar a su hija y decir: —Contigo hablaré después —para salir como si nada.

Todo quedó en silencio tras eso.

—El mundo cada día se hace más pequeño gracias a los Hexportales —suspiró exhausto Silco—. Y ahora estamos aislados, los de arriba nos dejan cada vez más atrás —decía colocando aquel artefacto que iba para su ojo—. ¿Qué ocurrió?

Sylus carraspeó, fijándose en que Jinx no estaba arriba como siempre. No estaba por ninguna parte.

—Ya te lo ha dicho ella..., más es raro que no preguntes por tu hija idílica que casi nos mata a todos —replicó molesto.

Silco negó. —Ella ya vino antes, y me dijo que me contaría después. Pero ahora te pregunto a ti —dijo—. Alex ven.

El de cabello oscuro y reflejos azules no tardó en acercarse a su padre.

—Uno de esos Firelights tenía el pelo rosa, una pirada. Y..., Jinx se bloqueó —respondió Sylus, mientras tomaba la mano de Rochelle y la invitaba a sentarse.

Ella accedió, y se sentó en el sofá, al parecer algo afectada por las palabras de su madre.

Silco suspiró, mientras Alex le inyectaba aquella cosa en el ojo.

—Este error nos afectará por semanas —dijo exhausto, al lagrimear morado con la medicina.

—Lo sé..., pero no podemos hacer más —respondió, sacando de un botiquín algodón y agua oxigenada. —Te va a doler un poco, roch.

Ella accedió, dejando que el chico alto, musculoso y de ojos rojos le curase la herida en su ceja. 

—Dijiste que no me fallarías, y he aquí de nuevo, Sylus. —lo regañó tras agradecer a Alex y mandarlo a su habitación.

Alex no quería irse sin roch, pero cuando su padre lo mandaba, él debía acatar. Ahora sólo quedaban Sylus, Rochelle y Alex.

—Necesito saber que puedo confiar en ti, Sylus. Hago esto por nosotros. Por todos nosotros.

Rochelle vio las palabras, simuladamente de cariño de un padre a su hijo de sangre. Pero Sylus se mantenía fijo tratando las heridas de la chica, con el ceño fruncido.

Mordiendo sutilmente su labio, Sylus respondió. —Lo sé. No volverá a pasar, lo prometo.

Silco se quedó mirando al chico arrodillado, que cuidaba de la morena de reflejos rosados. La trataba con cuidado, y con cierto cariño.

—Sevika limpiará el desastre de hoy —añadió de nuevo el hombre de traje sobrio.

—Sevika, y con mucho respeto a mi madre, no podrá limpiar una mierda —replicó la morena, quejándose por el alcohol en la ceja.

—Será suficiente, Rochelle. Sylus, ocúpate de que Jinx arregle sus artilugios, y que esté mejor para mañana. Que se tome el tiempo que necesite.

Entonces, el chico de cabellos platinados pareció explotar, se levantó airado. 

—¿Y qué hay de mí?  Siempre estás con Jinx, Jinx o Alex. ¡Yo soy tu hijo de sangre y parezco más otro zaunita que mandas para cualquier mierda y que te importa poco si me muero o sigo en esta mierda de puesto! —le gritó con las venas marcadas en su cuello.

Silco le dedicó una mirada sutil, llena de advertencia y, Sylus molesto tomó a Rochelle y sin decir nada más, los sacó a ambos del despacho.



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nuevo capítulooo, ¡sí! 

en el siguiente seguiremos con el final de este día del progreso, y avanzando un poco más la historia. de momento, les dejo con estas cinco mil palabras. un besazo, y díganme que opinan y si aman a Sylus tanto como yoooooo.

también conocemos Piltover y sus personajes siiiii, poco a pocooo.

all the love, 

ella.

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