O3 ੭୧ 𝓕𝗿𝗮𝗴𝗶𝗹𝗶𝘁𝘆
﹙晴香﹚ㅤִㅤ۫ 𝓕𝗿𝗮𝗴𝗶𝗹𝗶𝗱𝗮𝗱
—Me quiero ir a casa.
Haruka dejo de observar el cielo nublado para centrar su atención en su hermano, quien a pesar de los regaños de Hana, insistía en quedarse junto a ella en aquel extraño lugar.
Algunos días habían transcurrido desde que había despertado en ese albergue que mas que parecerle confiable, le parecía tétrico. Todo eran sonrisas y palabras que desbordaban alegría que no hacían otra cosa que causarle nauseas.
Tanta positividad le daba mala espina.
—Yo también, pero tenemos que aguantar un poco más —trato de razonar, incorporándose de la camilla y caminando hasta la del muchacho que aun se mantenía en su letargo. Su cortina fue desplazada por una de las enfermeras que vigilaban su progreso y por fin podía ver quién se escondía detrás.
Dos días atrás, había escuchado de Hana que llevaba un poco mas de dos años en un especie de coma inducido por sus heridas mortales. Al parecer, era un milagro que hubiera sobrevivido.
Su cabello blanco le recordaba a la nieve que se acumulaba en el patio de su casa y que su padre se encargaba de limpiar después de que ella y Haruo terminaban de jugar afuera.
Miro sus cicatrices que se extendían por su piel desnuda, sintiendo un dolor a la altura de su pecho al intentar imaginar por todo lo que el joven había pasado antes de terminar ahí, al igual que ellos.
Haruo dejó de trazar líneas sin forma sobre las hojas blancas que se le asignaron en su área de la guardería y miró la tenue mueca que adornaba el rostro de su hermana.
—¿Te gusta?
La mayor volteó a mirarlo tan rápido que sintió su cuello doler.
—Por supuesto que no.
—Está bien, no sé lo diré a papá —dijo entre susurros, regresando su mirada a sus trazos de colores con una pequeña sonrisa en sus labios.
—Dije que no —se alejó del muchacho y camino hasta la única ventana en la habitación, estaba protegida por unos barrotes que le impedieron a ambos hermanos escapar la primera noche en ese lugar.
—Te creeré.
Haruka se limito a bufar y a cruzarse de brazos mientras sus ojos verdes se clavaban en la persona que atravesaba el jardín bajo la tenue lluvia de esa tarde oscura. Su porte igual a la de un hombre pero con una cabeza en forma de girasol que solo le hacía preguntar cuál sería su Kosei. Touji sabía que él era el director de ese sitio, el mismo nombre de este le causaba gracia al ser tan obvio.
Pero Haruka sabía que aquella persona no era el él del que Hana hablaba entre murmullos cada que sus fríos ojos recaían sobre Haruo.
Y mentiría si dijera que no temía al descubrir el por qué.
Su cuerpo temblaba cada que recordaba las palabras de la mujer.
Casi los había nombrado su gran descubrimiento, que no tardaría en entregar en bandeja de oro a su mejor postor.
Él.
—Hana se acerca —musitó su hermano levantándose del suelo y corriendo hasta ella para refugiarse a su lado.
Haruka no se movió, solo activo su Kosei y dejó que unas cuantas flores se elevarán hasta al techo antes de que la mujer entrará por la puerta y les sonriera con cinismo.
Un paso en falso y la pondría a dormir con su toxina.
—Es hora de la cena —anunció antes de retroceder dos pasos y dejarle la entrada a una chiquilla que presumía a la altura de su pecho un gafete de voluntaria mientras empujaba un carrito de comida—. Te queda una hora, Haruo.
El mencionado se tensó en su lugar sin querer quitar la mirada de las gotas de lluvia que se deslizaban por el cristal de la ventana. No le gustaba estar alejado de su hermana en un sitio extraño y tendía a escabullirse en cada oportunidad que tenía.
Ambos habían tenido problemas con la gente del albergue por ello, pero a Haruka poco le importaba que pudieran hacerle si con eso su hermano quedaba libre de los castigos.
No dejaría que nada ni nadie le tocará un solo cabello, era una promesa no dicha hasta que sus padres los encontrarán.
Por qué si, ambos hermanos Touji mantenían la esperanza de que sus progenitores estuviera allá afuera siguiendo cada pista que hubieran dejado para hallarlos.
Por eso tenían que aguantar.
—Lo sabemos —respondió Haruka por él, desviando su mirada al muchacho inconsciente en la habitación. No pidiendo evitar sentir empatía por el extraño que descansa a su lado desde su primer día en el albergue.
—Eso me alegra —sonrió, haciéndole una seña a la otra chica para que se retirará—. Disfruten la comida, más tarde pasaré a recoger todo.
Los hermanos asintieron, esperando impacientes a que la presencia de Hana se esfumará por el pasillo. Y fue solo cuando Haruo ya no pudo sentirla más allá de los 8 metros que su Kosei le permitía por ahora.
—Ya no está.
—Bien —Haruka le sonrió, queriendo romper la tensión en el ambiente antes de regresar su atención al carrito. Sus pétalos regresaron a ella, desactivando su Kosei y acercándose a la comida cubierta por los domos de metal—. Si sientes algo raro no dudes en tirarlo, ¿entendido?
—Entendido —Haruo la siguió de cerca, fijando sus ojos azules con violeta en la jarra de jugo—. ¿Hoy también le darás de beber a tu novio?
Cuestiono con inocencia, recordando los anteriores días en que su hermana tomaba un poco de la bebida que siempre acompañaba sus comidas para remojar dos de sus dedos, limpios, y delinear con el líquido los labios del muchacho a su lado.
Haruka le había dicho que con eso el chico podría probar algo dulce después de estar tanto tiempo en un sueño profundo.
—¡Haruo! —el menor río por lo bajo, acercándose con más confianza al carrito y quitando el domo que escondía su alimento, dejo salir un chillido al encontrar una torre de 4 panqueques apilados en su plato.
Sin embargo, en cuestión de segundos sus ojos se cristalizaron, amenazando con dejar salir unas cuántas lágrimas.
Haruka aplanó las labios, no necesitaba preguntar la razón de su tristeza repentina.
—Los extraño, Haruka —la susodicha asintió, tomando la mano de su pequeño hermano entre la suya.
Sabía que esa simple comida le recordaba a la que su madre les cocinaba cada noche, los cuatro juntos en su hogar cálido.
Ella también los extrañaba y no dudaba en que sus padres también lo hacían, ese era uno de sus consuelo en ese sitio desconocido.
Pero le rompía el alma que lo único que podía hacer por Haruo era sonreír, manteniéndose fuerte para él.
Solo dejaría salir esa frágil apariencia cuando estuviera sola en aquella habitación, pero no completamente. Aunque el chico con el que comparte cuarto sabía muy bien guardar secretos, lastimosamente.
No podía permitir que su pequeño hermano la viera desmoronarse, no dejaría que sus esperanzas se les escaparán de entre sus dedos como la arena.
Esos eran los sacrificios de un héroe.
Sus orbes jade se movieron hacia la ventana, queriendo desaparecer con la lluvia.
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