Four: Sortilegios Weasley
Una semana después.
Maela se encontraba caminado por las calles del Callejón Diagon, muchas personas la saludaban y ella devolvía los saludos con una pequeña sonrisa, algunos niños la abrazaba y le daban algunos dulces o flores, eso le enternecia, pero saber que lo hacían solo por ser la hermana del Elegido y el que derrotó a Voldemort, le dejaba un mal sabor de boca.
Soltó un pequeño suspiro mientras seguía caminando, tenía un destino en mente, visitar la famosa tienda de bromas de gran Bretaña, ¡Sortilegios Weasley!, desde donde estaba podía escuchar las risas de las personas que estaban en la tienda.
Una vez que llego a su destino, entró, pero se tuvo que agachar cuando una luz de bengala se fue hacia su dirección, después se levantó con cuidado soltando un suspiro.
—¡Lo siento! — grito un niño de unos ocho o nueve años.
—Descuida — le dice ella, mientras negaba con una pequeña sonrisa, y después vio como el niño corría con los que parecían que eran sus amigos.
Ella comenzó a caminar, mirando toda la tienda, ese lugar simplemente era como estar en un sueño hecho realidad, muchas veces se imaginaba a su padre y tíos siendo como niños en este lugar.
Sonrió cuando vio a sus gemelas favoritos mostrando uno de sus nuevos productos a la gente, gente que miraba todo maravillados.
—¡Maela! — la voz de un conocido hizo que ella diera la vuelta y una sonrisa creció en sus labios.
—¡Blaise! — dijo ella con una sonrisa, mientras abrazaba a uno de sus amigos.
—Mirate cada vez más hermosa — halago el Zabini con una sonrisa coqueta en sus labios.
Maela redeo los ojos ante eso, pero sonrió, amaba que Blaise no hubiera cambiado en nada, por que si lo hacía sería el fin del mundo.
—¿Que haces aquí, Zaza? — preguntó la pelirroja mirándolo.
—Soy uno de los inversionistas — respondió mientras se alzaba de hombros.
—Conque tu eres el Italiano —dijo entendiendo todo.
Blaise sintio con una pequeña sonrisa, para después los dos mirar a los gemelos qué seguían en su presentación, pero el moreno se volteo a ver a la pelirroja, notaba algo diferente en ella, su piel estaba un poco más pálida, y unas pequeñas ojeras estaban en su rostro, aunque estaban tapadas con maquillaje.
—Maela — llamó a la pelirroja, que lo volteo a ver —¿Estas bien?, te noto un poco diferente —dijo en tono preocupado.
La Perevell-Potter soltó un pequeño suspiro, tomo la mano del moreno y lo llevó aun lugar de la tienda un poco alejado de las personas.
—Zaza, hace una semana me diagnósticaron Leucemia — soltó Maela con los ojos aguados en lágrimas.
Blaise sintió como si el suelo se desmoronara bajo sus pies. Su corazón se aceleró y una mezcla de incredulidad y dolor se reflejó en sus ojos oscuros. Miró a Maela, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. La noticia lo golpeó con una fuerza inesperada, dejándolo sin palabras por un momento.
—Maela... —susurró, su voz quebrada por la emoción. Apretó suavemente la mano de su amiga, buscando transmitirle algo de consuelo y fuerza—. No sé qué decir... Esto es... —se interrumpió, incapaz de encontrar las palabras adecuadas.
Maela bajó la mirada, las lágrimas comenzando a rodar por sus mejillas. Blaise, sintiendo una oleada de protectividad, la atrajo hacia sí en un abrazo firme y reconfortante. Podía sentir su fragilidad, pero también la fuerza que siempre había admirado en ella.
—Vamos a superar esto juntos, Maela —dijo finalmente, con una determinación renovada en su voz—. No estás sola en esto. Voy a estar contigo en cada paso del camino, ¿de acuerdo?
Maela asintió contra su pecho, sintiendo un pequeño alivio al escuchar las palabras de su amigo. Blaise se apartó un poco, lo suficiente para mirarla a los ojos, y le dio una sonrisa tranquilizadora.
—Eres una de las personas más fuertes que conozco —continuó—. Y sé que tienes la fuerza para enfrentar esto. Y si alguna vez sientes que no puedes, recuerda que tienes a mucha gente que te quiere y te apoyará, incluyéndome a mí.
Maela intentó sonreír a través de las lágrimas, agradecida por tener a alguien como Blaise a su lado. En ese momento, el bullicio de la tienda de bromas parecía lejano, como si el mundo exterior hubiera quedado en pausa, permitiéndoles a ambos encontrar un momento de consuelo y esperanza en medio de la adversidad.
Maela se encontraba ahora en la casa Tonks, en sus brazos sujetaba al pequeño Teddy, quien jugaba muy animadamente con el collar que llevaba la pelirroja, un bello collar con las iniciales "M". La casa estaba llena de una calidez acogedora, y el aroma a galletas recién horneadas llenaba el aire.
Andromeda Tonks, con su cabello plateado y su porte elegante, observaba a Maela con una sonrisa tierna. Para Maela, Andromeda era más que una amiga; era como una abuela, siempre dispuesta a ofrecerle un consejo o un abrazo reconfortante.
—Andromeda, necesito contarte algo —dijo Maela, su voz temblando ligeramente mientras acariciaba la cabecita de Teddy.
Andromeda se acercó y tomó asiento junto a Maela, su expresión se volvió seria y preocupada.
—¿Qué sucede, querida? —preguntó con suavidad, tomando la mano de Maela entre las suyas.
Maela respiró hondo, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
—He estado sintiéndome muy cansada últimamente, y fui al médico... —hizo una pausa, sus ojos llenándose de lágrimas—. Me diagnosticaron leucemia.
El rostro de Andromeda se llenó de dolor y preocupación, pero también de una determinación feroz.
—Oh, Maela... —susurró, abrazándola con fuerza—. Vamos a superar esto juntas, ¿de acuerdo? No estás sola.
Maela asintió, sintiendo el consuelo y la fuerza en el abrazo de Andromeda. En ese momento, supo que, a pesar de la oscuridad que enfrentaba, tenía una familia que la apoyaría en cada paso del camino.
967 palabras
Ya volví.
A la tarde esta historia será editada, (ya que haré los gif como de mis otras historias)
Nos vemos.
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