Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

❪ 👑 ❫ 04. the pride of the lion.

FUEGO Y SANGRE
ACTO I: EL CORTEJO DORADO

♟️📜♟️

━─────╮✦╭─────━

CAPÍTULO IV:
El orgullo del león

📍DESEMBARCO DEL REY
TYMOND | ( AÑO 80 D.C )

( . . . )

EL ESTRUENDOSO VOZARRÓN DEL BARATHEON llegó a oídos de Tymond antes de que pudiera ver su fornida figura rodeada de sus abanderados de Bastión de Tormentas.

─Le dije: «¡En Bastión de Tormentas te cebarán como a un jabalí, pues tan delgada y frágil como estas, no podrás darme herederos!». Y entonces, ella huyó de mí, toda sonrojada, sin mediar palabra.

En respuesta a estas palabras, un coro de risotadas estalló entre los hombres reunidos. Tymond, que permanecía a un lado con gesto pétreo, apretó los dientes, conteniendo apenas una mordaz respuesta dirigida a Boremund que pugnaba por salir de sus labios.

─Aunque, si no fuera por esa Lannister que la sigue como una sombra, quizá la princesa no habría huido. Estoy seguro de que le habría robado un par de besos ─continuó fanfarroneando el Baratheon, y esas palabras fueron la gota que colmó la paciencia de Tymond.

Dio un paso al frente, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y desdén. ─Mi hermana simplemente resguardaba a su señora de un destino terrible: soportar tus torpes avances, Baratheon ─replicó Tymond, disfrutando de la perplejidad que se dibujó en el rostro de Boremund─. Temo que un beso tuyo habría disuadido a la Princesa Daella de tratar con cualquier hombre para siempre.

El silencio que siguió a su réplica se vio roto por un par de risas ahogadas de los más cercanos a Tymond. El rostro de Boremund se endureció un instante, pero luego una sonrisa torcida curvó sus labios.

─Ah, Lannister ─dijo con un deje burlón─. ¿Acaso enviaste a tu dulce hermana para custodiar a la princesa en tu ausencia? ¿O acaso era un espía con faldas?

Tymond no se inmutó y avanzó un paso más. ─No lo hice, pero ahora creo que debería agradecer y elogiar su lealtad. Ha servido a su princesa con más honor del que algunos hombres aquí podrían reunir en una vida, protegiéndola de atenciones... no solicitadas ─respondió Tymond, acercándose al Baratheon y su séquito. Las palabras cayeron como un látigo, y Tymond no pudo evitar que una sonrisa afilada curvase sus labios. Tommen Marbrand y Lewys Lydden estaban detrás de él, como de costumbre, listos para cubrirle las espaldas.

─¡Cómo te atreves! ─estalló Boremund, mirándolo con desprecio en sus ojos azules─. ¡La reina Alysanne me invitó personalmente a la corte para presentarme a la princesa Daella! ¿Y tú qué? Seguro tu madre compadeció a la reina para convencerla de invitarte también. Pero ya te digo que has venido en vano, Lannister. Seré yo quien me case con la princesa.

Tymond, sintiendo la sangre hervirle en las venas, apretó los puños, tensos y listos para estamparse contra el rostro del arrogante Baratheon, pero en el último momento, la voz de su madre resonó en su memoria, firme y severa, como si nunca hubiera dejado de ser un niño.

«Los grandes señores no se rebajan a darse puñetazos como los plebeyos. Golpea con palabras, no con puños».

Inspiró hondo y dejó que una sonrisa sardónica se dibujara en su rostro. Su tono fue suave, casi amistoso, pero cada palabra tenía el filo de una daga bien afilada.

─¿Dices que la reina te invitó personalmente? ─preguntó, alzando las cejas con fingido asombro─. Lo que yo oí es que Lady Jocelyn pasó días enteros en el solario de la reina, alabando tus supuestas virtudes. Y, si no me falla la memoria, esa carta que tanto presumes que recibiste no vino de la reina, sino de tu hermana.

El golpe fue certero, y Tymond apenas pudo ocultar su satisfacción al ver el cambio en el semblante de Boremund. Le gustaba provocar al Baratheon. Sus reacciones eran predecibles y claras, permitiéndole divertirse un poco antes de tener que enfrentarse a su madre. Como era de esperar, el Baratheon mostró los dientes como un perro rabioso y avanzó un paso hacia él, con sus grandes manos apretándose en sus costados. Tymond no se movió, salvo para flexionar ligeramente las rodillas, anticipándose a la inevitable arremetida del ciervo, pero entonces alguien les interrumpió.

─¡Hermano!

La voz arrastrada de Gerion hizo que todo el variopinto grupo se diera la vuelta. El hermano menor de Tymond apareció de pronto, tambaleándose como un barco en aguas revueltas, con una jarra de vino en cada mano y una sonrisa traviesa que iluminaba su rostro juvenil.

─¡Lord Baratheon, qué bueno verlo! ─exclamó Gerion, acercándose a la compañía con una mezcla de desenfado y embriaguez apenas contenida─. Le imploro que se una a mí ─Gotas de vino salpicaban el suelo mientras agitaba las jarras como si fueran trofeos conquistados en alguna batalla─. Me he conseguido no una, sino dos jarras del mejor Dorado del Rejo que haya llegado a la capital. Además, puedo llevarlos a todos a la taberna donde sirven la cerveza más exquisita de todo Desembarco del Rey. ¡Un encuentro como este no puede pasar sin celebrarse! ─continuó, su voz resonando con una teatralidad que arrancó más de una sonrisa entre los presentes.

El espectáculo de Gerion, con su actitud despreocupada y su lengua suelta, contrastaba de manera tan amena con la tensión que acababa de inundar el aire, que incluso Tymond se permitió un destello de diversión en sus ojos. Boremund, aunque todavía enfurecido, no pudo evitar mirar al joven león con una mezcla de incredulidad y desconcierto, mientras qué los compinches del Baratheon animaban a su señor a aceptar la tentadora oferta.

Tymond se detuvo un instante, sus ojos grises escudriñando el rostro de su hermano con la perspicacia de un halcón. En ese momento, comprendió que Gerion estaba absolutamente sobrio. «¡Sigue la corriente!», leyó en los ojos de su hermano.

─Mi hermano tiene la razón, Lord Boremund ─Tymond ofreció su habitual sonrisa de cortesía, sabiendo que el Baratheon no entendería el subtexto detrás de ella─. ¿Por qué habríamos de desgastarnos en peleas innecesarias cuando el problema podría resolverse con unas jarras de vino?

Boremund soltó una carcajada que resonó como un trueno en el lugar. ─Un par de jarras apenas serán suficientes para soportar tu presencia, Lannister ─gruñó Boremund, aunque su tono ya carecía de la mordacidad inicial.

─No es mi intención perturbar tu paz con mi presencia, Baratheon ─Tymond inclinó ligeramente la cabeza, como si se tratara de una reverencia burlona, y con unas palmaditas en su hombro, empujó a Gerion hacia adelante─. De hecho, si de encantos se trata, siempre ha sido mi hermano quien ha llevado la bandera.

Una sonrisa, carente de malicia, cruzó el rostro de Boremund mientras replicaba con una chispa de camaradería en los ojos. ─Roca Casterly ciertamente perdió un gran señor cuando tú fuiste el primero en nacer.

─¡Siempre se lo digo yo! ─corroboró Gerion con fingida ebriedad, levantando ambas jarras como si brindara al cielo, dejando escapar más del precioso líquido─. ¡Los dioses son crueles!

─Vamos a beber por tu desdicha, joven Lannister ─Boremund le arrebató una jarra a Gerion y lo arrastró hacia la salida del castillo.

Tymond, con la previsión de un general en el campo de batalla, envió a Tommen tras el grupo y dispuso que un par de caballeros que habían venido con él a la capital se unieran a ellos. Lo único que faltaba era que su hermano se viera arrastrado a algún problema por un arrebato del imprudente Baratheon.

─Madre no estará contenta.

La voz de Marissa resonó a su espalda, tan cerca que al volverse la encontró a escasos pasos de distancia.

Con el ceño fruncido y los labios apretados en una línea, la chica le recordaba a una versión más joven de su madre, lo que hizo que Tymond sonriera. Abrió los brazos, y Marissa se lanzó a ellos un momento después. Tymond abrazó a su hermana con fuerza y depositó un beso en su coronilla dorada.

─Ni siquiera me has dado el lujo de cambiarme de ropa, y ya estás peleando con Boremund Baratheon ─prosiguió Marissa, con su habitual tono de reproche─. Menos mal que Gerion estaba cerca para mediar en tus asuntos.

─Me habría quedado callado si Boremund no hubiera empezado a decir tonterías ─se defendió Tymond, mientras seguía a su hermana por los casi desiertos corredores de la Fortaleza Roja. Había llegado tarde en la noche, y la mayoría de los habitantes del castillo ya se encontraban descansando en sus lechos.

─¿Y qué dijo que te hizo querer pelear con él? ─Marissa arqueó una ceja inquisitivamente.

Tymond soltó un suspiro, su irritación apenas contenida. ─Afirmó que había enviado a mi propia hermana para mantener a raya a los pretendientes de la princesa en mi ausencia.

Mientras pronunciaba estas palabras, un pensamiento mordaz cruzó su mente. «Como si me interesara desposar a esa simplona que no tiene nada de especial salvo el apellido y su relación con la familia real», pensó Tymond para sí, lamentándose del tiempo precioso que se vería obligado a perder en la capital.

Marissa soltó una carcajada breve, pero cargada de un desafío que se sentía en cada sílaba, y su voz vibrando con una beligerancia casi tangible. ─¡Ja! La Princesa Daella es demasiado buena para cualquiera de ustedes, un grupo de vanidosos empedernidos e incorregibles ─Su mirada se volvió acerada y, con un aire de protección que brotaba del fondo de su corazón, añadió─: La protegí, sí, pero no por ti, sino por ella misma. Ninguno de ustedes, necios arrogantes, es digno de ella. Bueno... tal vez, solo tal vez, Lord Arryn podría ser la rara excepción.

─¿Lord Arryn? ¿Ese vejestorio que podría ser su padre? ─replicó Tymond, con una mezcla de sorpresa y ligera burla. La incredulidad se reflejó en sus ojos mientras contemplaba a su hermana, esperando que le estuviera tomando el pelo─. Debes estar bromeando.

─No estoy en disposición de hacer bromas, hermano. Me he encariñado profundamente con la princesa y no pienso tomar a la ligera las decisiones que afecten su futuro. Ella merece lo mejor, nada menos.

Tymond, sintiendo una inesperada punzada de inseguridad, intentó retomar el control de la conversación con un tono jovial que no logró ocultar del todo su vacilación. ─Entonces, supongo que debés querer que se case conmigo, ¿no es así? ─preguntó, esbozando una sonrisa que pretendía ser encantadora─. Al fin y al cabo, pasar de ser una princesa sin mucho renombre a convertirse en la Señora de Roca Casterly, ¿no sería, sin duda, el mejor futuro para ella?

El aire entre ellos se llenó de una tensión suave, como el preludio a una tormenta. Las palabras de Tymond buscaban afirmar su posición, pero en el fondo, resonaban con la duda de un hombre acostumbrado a conseguir lo que quiere, pero que frente a los sentimientos de su hermana, se encontraba desarmado.

─¿Y esperar que viva toda su vida contemplando cómo cambias de una amante a otra? ─replicó Marissa, rodando los ojos con la exasperación típica de quien conoce demasiado bien las debilidades de su interlocutor─. Eres mi hermano, y te quiero tal cual eres, con todas tus virtudes y defectos ─continuó, su voz llevaba un tono de afecto fraternal, pero también una sinceridad punzante que Tymond no podía ignorar─. Pero no voy a engañar a nadie alabándote como el modelo de un esposo ejemplar.

─Pero... ─intentó defenderse, buscando alguna justificación que suavizara el juicio de su hermana. Sin embargo, Marissa lo silenciaba con un gesto decidido de su mano.

─Informen a Lady Lannister de la llegada del Señor de Roca Casterly ─ordenó al guardia con la autoridad de quien sabe que sus palabras serán atendidas con una calculada prontitud.

Poco tiempo después, ambos fueron conducidos a los aposentos de su madre, donde el ambiente estaba impregnado de la elegancia y el protocolo que caracterizaba a la Señora de Roca Casterly.

─Hijo mío ─la voz de su madre resonó con calidez y orgullo al extender las manos hacia él, su sonrisa iluminando la estancia.

─Madre ─respondió Tymond, inclinándose respetuosamente para presionar sus labios contra su mano, sintiendo la otra acariciando con ternura su cabello.

─¿Te has vuelto a cortar el cabello? ─preguntó ella, con un matiz de desilusión que no pasó desapercibido para él─. Sabes que me gusta cuando lo dejas crecer.

Tymond sonrió, con la familiaridad de la conversación brindándole un momento de tranquilidad. ─Pero solías regañar a Gerion por dejarse el cabello largo.

Su madre soltó una risa suave, sus ojos brillando con complicidad. ─Eso era porque siempre volvía cubierto de polvo del campo de entrenamiento, y al final era yo quien tenía que lidiar con la tarea de limpiar su melena llena de suciedad. Por suerte, ahora ha crecido y puede cuidar de su cabello él mismo

─Y yo también puedo cuidar del mío, Madre.

─Madre, iré con la Princesa Daella ahora. Pronto comenzará a prepararse para dormir y, como bien sabes, ella precisa de mí en esos momentos ─anunció Marissa con suavidad y cariño, la devoción por su amiga era evidente en su voz.

─Por supuesto, querida ─respondió su madre, con una sonrisa comprensiva.

Marissa hizo una elegante reverencia hacia su madre y su hermano antes de retirarse. Una vez que la puerta se cerró tras ella, Kenna señaló una lujosa silla junto a su cama, invitando a su hijo a tomar asiento.

─He oído que ya has tenido un pequeño enfrentamiento con Lord Baratheon ─mencionó su madre, su tono era sereno y carente de reproche, aunque Tymond no pudo evitar sentir una punzada de culpabilidad─. ¿Qué ocurrió? Siempre has sido comedido y no es propio de ti buscar problemas sin motivo.

─Es simplemente irresistible provocar a Lord Boremund. Es que sus fosas nasales se dilatan de una manera tan cómica cuando se enfurece ─intentó Tymond aligerar la situación con una broma, aunque sabía bien que su madre no se dejaría engañar tan fácilmente.

Kenna, con una mirada que mezclaba sabiduría y paciencia, replicó─: Y también he oído que estuvieron a punto de abalanzarse el uno contra el otro a golpes.

─¿Cómo pudieron los rumores llegar hasta ti tan rápido?

─No pasé cuatro años en la Fortaleza Roja por nada. Aquí hasta las paredes tienen oídos.

Tymond asintió lentamente, recordando que no estaba en la seguridad de Roca Casterly, donde conocía cada piedra y almena, sino en la compleja telaraña de intrigas que era la capital, un lugar donde se decidía el destino de todo un reino.

─Ese idiota presumía a todo el castillo de cómo logró encantar a la Princesa Daella y que habría conseguido besarla si no fuera por la intervención de Marissa ─admitió Tymond con un suspiro, la irritación aún era latente en su voz.

─¿Y por qué eso te molestó tanto? ─preguntó Kenna, dando un tranquilo sorbo a su copa de vino mientras observaba a su hijo con una mezcla de curiosidad y diversión─. ¿Acaso tú no presumías de tus conquistas amorosas a cualquiera que quisiera escuchar?

─¡Era apenas un muchacho en aquel entonces! ─se defendió Tymond, con un matiz de indignación coloreando sus palabras─. Y mis conquistas eran chicas normales y corrientes de Lannisport, no una princesa.

Kenna soltó una risa ligera, con la chispa de la burla brillando en sus ojos. ─¿Así que casi te arrojaste sobre Lord Baratheon para proteger el honor y el buen nombre de la Princesa Daella? ─La incredulidad teñía su voz─. No lo creo.

Tymond, sintiéndose herido en su orgullo, replicó rápidamente─: ¿Y por qué no? ─preguntó, evidentemente ofendido─. ¿No crees que tu propio hijo sea capaz de realizar actos de nobleza?

─Por supuesto que eres capaz de nobleza. Al fin y al cabo, fui yo quien te crió, no tu padre, quien no tenía interés alguno más allá de la bebida y las mujeres vulgares. Pero normalmente, tu nobleza se limita a nuestra familia y a tus amigos. Y la Princesa Daella, como expresaste en tu última carta, fue precisamente la razón por la que te arrancaron de tu hogar y te obligaron a venir a la capital, donde consideras que estás desperdiciando tu tiempo, ¿no es cierto?

Tymond se obligó a sostener la mirada de su madre, aunque deseaba bajar la vista, avergonzado de lo bien que recordaba sus palabras.

─Sin embargo, no importa. Tienes razón, realmente estás desperdiciando tu tiempo aquí. Pero fue el deseo de la reina, así que solo nos queda aceptarlo ─suspiró su madre.

Tymond frunció el ceño, con la confusión nublando su comprensión. ─¿Qué quieres decir? ─preguntó, sintiendo que se le escapaban los verdaderos hilos de la conversación.

─Boremund no carecía de respaldo cuando comentaba sobre la receptividad de sus atenciones hacia la Princesa Daella.

─Pero Marissa dijo...

─Marissa habla desde el corazón, no desde la razón. Pero si miras esta situación con la cabeza fría, todo quedará claro.

Tymond sacudió la cabeza, aún perdido en las implicaciones de sus palabras. ─No entiendo...

─Tymond, no me decepciones ─
Kenna negó suavemente con la cabeza, una ligera sombra de desaprobación cruzando su rostro─. Todo está casi decidido. Lord Boremund es hermano de madre del rey y la reina. Su hermana, Lady Jocelyn, es la esposa del heredero al trono. Y, aunque lo niegues, Boremund es atractivo, fuerte y joven. Es uno de los grandes señores, y lleva sangre valyria en sus venas.

La revelación golpeó a Tymond con la fuerza de un puñetazo, y su frustración se hizo evidente mientras se levantaba abruptamente de la silla. ─Entonces, ¿para qué toda esta farsa? ─estalló, sorprendido por la intensidad de su propia furia─. ¿Por qué tuve que cruzar medio reino para esto?

Kenna, inmutable ante la tormenta de emociones de su hijo, acarició su mejilla con cariño. ─Podemos usar este tiempo en nuestro beneficio, hijo mío. Aquí hay muchas damas nobles en edad de casarse. Es hora de que consideres el matrimonio. Y cualquiera de estas jóvenes de alta cuna sería feliz de convertirse en la esposa del Guardián del Occidente. Incluso tu largo mostacho no les restaría ganas de casarse contigo. Aunque a la Princesa Daella seguramente le asustaría, pero ella es una princesa, y se le pueden perdonar esos caprichos.

Su madre le sonrió, una sonrisa que contenía el orgullo y el pragmatismo característicos de la Casa Lannister. ─Somos Lannisters, querido. Siempre encontramos cómo sacar ventaja de cualquier situación.

«─¡De ninguna manera, Madre! No voy a conformarme con la hija de un mero señor cuando mi valía me hace merecedor de una princesa ─pensó Tymond con el fuego de la indignación ardiendo en su interior, mientras sus pensamientos comenzaban a trazar un plan con la rapidez de un relámpago─. Jamás permitiré que ese tosco Baratheon me aventaje en la lucha por el amor de una doncella. ¡Pronto veremos a quién elige la princesa!

─Debo meditar sobre tus palabras, Madre ─dijo Tymond con un tono reflexivo, inclinándose para depositar un beso respetuoso en la mejilla de la mujer que le había dado la vida─. Que tengas buenas noches.

─Buenas noches, mi pequeño león.

Tymond salió de los aposentos de su madre con pasos apresurados y su mente siendo un torbellino de pensamientos. En su precipitada salida, no alcanzó a notar la enigmática sonrisa que se dibujó en el rostro de Lady Kenna al verlo partir.

[ ⚔️ ]

NO TE OLVIDES DE:
votar, comentar y seguirme.
▬▬⠀ 𝒋_𝒎𝒐𝒓𝒏𝒊𝒏𝒈𝒔𝒕𝒂𝒓 , © 2024⠀▬▬

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro