
Capitulo 6
Shinobu retrocedió un paso, sintiendo como si el suelo temblara bajo sus pies.
Shinobu: ¿Mafioso? —susurró, apenas pudiendo pronunciar la palabra. Su corazón latía con fuerza, no de miedo... sino de confusión, rabia y algo más que ni siquiera podía nombrar— No... no puede ser cierto.
Kanae dio un paso hacia ella, preocupada, sus manos temblaban mientras hablaba:
Kanae: Sí es cierto. Lo investigaron después de que Giyu lo denunciara. Resulta que el tal Douma tiene antecedentes bajo otro nombre. Cambió su identidad hace unos años. Está vinculado con desapariciones, lavado de dinero, sobornos y tráfico de información confidencial. Es peligroso, Shinobu. No sabes cuánto.
Shinobu negó con la cabeza una y otra vez.
Shinobu: No... No, él... puede que sea extraño, que me haya incomodado hoy, que no sepa respetar límites, pero nunca me hizo daño antes. Yo... yo no sabía nada de eso. Nunca me lo imaginé.
Kanae tomó sus manos con fuerza.
Kanae: Y no tenías por qué saberlo. No es tu culpa, ¿me escuchas? Te manipuló. Así trabajan estas personas. Se acercan, te estudian, fingen afecto, se hacen necesarios... y cuando ya están en tu cabeza, todo se desmorona.
Shinobu bajó la mirada. Las palabras de Kanae pesaban como piedras sobre sus hombros.
Shinobu: Lo peor de todo —murmuró Shinobu— es que parte de mí no quiere creerlo. ¿Eso me hace una tonta?
Kanae: No. Eso te hace humana —respondió Kanae, abrazándola con fuerza— Pero no puedes volver a verlo. Te lo prohíbo. Esta vez, no como tu hermana, sino como tu tutora legal. ¿Entendido?
Shinobu no respondió, solo asintió débilmente. Estaba rota por dentro.
POV DOUMA
En la oscuridad de su apartamento, Douma encendió un cigarrillo y observó por la ventana mientras la ciudad se llenaba de luces nocturnas. Su mandíbula seguía tensa por el puñetazo de Giyu, pero lo que más ardía no era su cara... sino su orgullo.
Douma: Así que ya lo saben —murmuró para sí mismo, dejando escapar una risa baja, hueca— Tsk, demasiado pronto. No pensé que ese bastardo de Tomioka sería tan rápido.
Se acercó a un archivador, lo abrió, y sacó un expediente delgado. En la portada: "Kocho, Shinobu". Lo acarició con los dedos como si fuese un tesoro frágil.
Douma: ¿Qué vas a hacer ahora, mariposita? ¿Creerás todo lo que te digan?
Sus ojos, fríos como el hielo, se clavaron en una fotografía en la que Shinobu sonreía en la biblioteca. La había tomado él mismo, sin que ella lo notara, semanas atrás.
Douma: No puedes huir de mí. Aunque lo intentes... ya estoy dentro de ti.
La risa se volvió más siniestra.
Douma: Y si van a usar la ley... que la usen. Tengo amigos en todos lados. Si me quitan lo único que deseo, no quedará nadie en pie.
El humo del cigarrillo se elevaba perezoso en el aire mientras Douma tomaba su celular y marcaba un número guardado bajo el nombre "G.". Esperó solo un par de tonos antes de que una voz áspera y baja respondiera del otro lado.
Gyutaro: ¿Qué mierda quieres? —gruñó Gyutaro, entre el ruido metálico de algún taller subterráneo o una cloaca, su ambiente habitual.
Douma sonrió. Le gustaba ese tono: salvaje, visceral... útil.
Douma: Siempre tan cálido conmigo, Gyutaro. No es una llamada de cortesía, por supuesto. Necesito un favor.
Gyutaro: Tú no pides favores, Douma. Tú das órdenes disfrazadas de poesía —espetó Gyutaro, escupiendo al suelo— ¿Qué pasó? ¿Alguien te hizo llorar?
Douma: Digamos que me quitaron un juguete. Uno... especial. Muy especial.
Hubo un breve silencio antes de que Gyutaro bufara por la nariz.
Gyutaro: ¿La chica del instituto, Kocho? Ya me llegó el rumor. Giyu Tomioka la sacó de tus garras. Qué lástima... y tú que te creías invencible.
Douma se quedó en silencio unos segundos. Luego, su voz cambió. Se volvió más aguda, más tensa.
Douma: Giyu fue un error de cálculo. No volveré a cometerlo.
Gyutaro: ¿Y qué quieres de mí? ¿Que lo borre del mapa? ¿O a la mariposita?
Douma: No seas vulgar. No toques a Shinobu. No aún. Pero necesito que pongas tus ojos en Tomioka. Rastrea sus movimientos, vigila su casa, sus horarios... y si se reúne con la policía, me lo dices al instante. Él es el mayor problema ahora. No puede seguir hablando.
Gyutaro soltó una risa rasposa.
Gyutaro: Sabía que no ibas a dejarlo ir tan fácil. ¿Y si se pone duro? ¿Si se mete con tu gente?
Douma: Entonces lo destruimos. Pero con calma. Este juego se gana con inteligencia, no con sangre inmediata. Mientras más tiempo pase, más parecerá que él está obsesionado conmigo... no al revés.
Gyutaro: Manipulación. Clásico Douma —murmuró Gyutaro con cierto respeto retorcido— ¿Y si Kocho decide hablar? Si va con su hermana o con el consejo escolar, ¿qué harás?
Douma: Ya tiene dudas. Su moral es frágil... como el cristal. Solo necesita un empujón más y volverá. Porque aunque tenga miedo... también me desea. Lo vi en sus ojos.
Gyutaro: ¿Estás seguro de eso? —preguntó Gyutaro con un dejo de burla— A veces lo que ves es solo reflejo de lo que quieres.
Douma dejó caer la colilla del cigarro y la aplastó con el pie. Su sonrisa había desaparecido.
Douma: Ella regresará. Si no por voluntad... será por necesidad. Las personas como ella no sobreviven mucho en un mundo de tiburones. Y si Giyu la aleja, la va a dejar sola. Sin defensa.
Un silencio denso llenó la llamada. Gyutaro comprendió. El juego no era venganza. Era posesión.
Gyutaro: Muy bien. Lo vigilaré. Pero si esto se pone feo, me pagas el doble —gruñó al final.
Douma: Te pagaré con lo que quieras. Siempre lo hago —dijo Douma, retomando su sonrisa, aunque sin alegría— Y Gyutaro... si algo le pasa a Shinobu antes de tiempo... tú serás el siguiente en mi lista.
La llamada se cortó.
Douma permaneció en silencio unos segundos, mirando el celular. Luego volvió al archivador, abrió una gaveta secreta y sacó un sobre con fotos recientes de Giyu y Shinobu en la entrada del instituto. Las observó como quien estudia un mapa de guerra.
Douma: No estoy fuera de juego. Solo estoy empezando.
Dicho esto, caminó hacia la pared y descorrió un panel, revelando una pequeña sala con pantallas de vigilancia. En una de ellas: el frente de la casa de las Kocho. En otra: la entrada trasera del instituto.
Y en la tercera... la imagen congelada de Shinobu, mirando hacia la cámara con expresión de miedo.
Douma: Pronto, mariposita —susurró, y las luces de su apartamento parpadearon como si algo oscuro acabara de despertarse.
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