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16 | La última canción


El acceso al estadio fue una locura. Las inmediaciones estaban hasta arriba, con unas colas kilométricas que Jimin no había visto jamás y que daban toda la vuelta a la manzana y habían obligado a cortar el tráfico en algunas zonas. Había gente de todas las edades desperdigadas por cada rincón, algunos con camisetas del artista, otros con pancartas y, la mayoría, con unas bolitas luminosas de mano que vendían en la tienda anexa a las taquillas de las entrada. Ello conllevaba, claro, una presencia policial abrumadora y también mucho caos. Aunque algunos mantenían su orden en la fila, había bastantes que discutían por el lugar y otros tantos que corrían hacia las puertas, que ya se habían abierto, como si eso les fuera a servir para que les dejaran entrar antes.

Jimin se detuvo en medio del gentío. Se sentía perdido y, además, desbordado. Jamás había asistido a un concierto como espectador, no sabía en qué cola situarse para ir a los palcos y tampoco podía preguntar porque el punto de información estaba colapsado. Para colmo, las aglomeraciones le agobiaban mucho.

Por eso, tras cerca de quince minutos bloqueado, mirando a la gente ir y venir y ganarse un par de empujones por no moverse, guardó la invitación el bolsillo interior de la chaqueta y se dio la vuelta, con la intención de volver a casa. Al fin de cuentas, en cuanto viera a Yoon Gi rompería a llorar. Notaría más que nunca la diferencia de posiciones, de estar en dimensiones diferentes y se deprimiría al extremo.

—¡Ey!

El pitido de un auto lujoso de color negro y con los vidrios tintados le detuvo en uno de los semáforos.

—¿Cómo tu por aquí, amor? —Tae Hyung abrió una minúscula rendija de su cristal, lo justo para que se le vieran los ojos—. ¿Vas al concierto?

—No es asunto tuyo.

—¡Ay, de verdad, cómo eres! —El cantante soltó una par de risillas traviesas—. Pero, ¿sabes? En verdad no te culpo de que me hables así —continuó—. Sigue detestándome todo lo que quieras pero, por favor, entra al coche —le indicó—. Yo también voy. Te meteré.

—Prefiero que me pise una avalancha de gente antes que sentarme contigo.

—¡Oh, vamos, no adoptes tanto drama, que eso se me da mejor a mí! —El cantante bajó un poco más el vidrio y le mostró un rostro sonriente—. Me han encargado que te recoja.

—¿Encargado? —Jimin parpadeó—. ¿Quién?

La puerta del auto se abrió. El semáforo cambió a verde. El tráfico comenzó a circular.

—¡Vamos! —El coche se llevó un par de bocinazos y unas cuantas maldiciones por no arrancar—. ¡Entra ya, que no podemos quedarnos parados en plena avenida con tanta gente! ¡Me van a reconocer!

Jimin no lo tenía para nada claro pero al final se introdujo en el vehículo y se dejó llevar por su ex, eso sí, en el más completo de los silencios, primero por una bocacalle de acceso cortado que se abrió para ellos hasta el interior del estadio y después, ya dentro, por la zona privada, hasta los palcos.

—Es ahí. —Le señaló una amplio espacio cerrado habilitado como una especie de terraza individual cuya vista daba justo frente al escenario—. Disfruta del espectáculo, amor.

—Gracias por facilitarme la entrada. —El joven dejó de lado que estaba tratando con el hombre que le había traicionado y reaccionó con amabilidad—. Sin ti me habría ido a casa.

—¡Por Dios, nene! ¡No agradezcas siempre por todo, que te ves muy patético!

Tae Hyung se estiró su traje de terciopelo granate con altanería, le dio la espalda e hizo ademán de marcharse pero, ya con los pies en el pasillo, se volvió.

—Por cierto, lamento lo que te hice.

Jimin, que se estaba sentando ya en la grada, dio un respingo y le miró, con la sorpresa en los ojos y, en general, en todo el cuerpo. De todos los escenarios trazados en su mente nunca había contemplado uno en donde su ex prometido se disculpara por engañarle, menos aún después de tanto tiempo.

—Quiero que sepas que, aunque no lo reconocí en su momento ni lo volveré a reconocer nunca, no me sentí para nada orgulloso —siguió—. Por eso he accedido a traerte. —Sus labios esbozaron una tenue sonrisa—. Me alegro de que hayas encontrado a alguien que te valore como yo no lo hice.

¿Eh?

Iba a preguntar al respecto pero entonces las luces se apagaron y el estadio entero empezó a gritar, en una marabunta ensordecedora. Jimin regresó la vista al escenario. Los focos se movieron. El vídeo - presentación de Agust D, nombre artístico de Yoon Gi, se visionó en las enormes pantallas. Después llegó la música. Una fuerte, de ritmo marcado que dio paso al grupo de baile, luego al artista y, a partir de ahí, comenzó el espectáculo. Y él, sentado en su palco, lo vio todo sin perder ni un solo detalle.

Hubo algunos momentos en los que lloró. Al principio porque, tal y como temía, ver a Yoon Gi en su faceta de artista en vivo y en directo le recordó no solo el muro que los separaba sino también lo mal que lo había pasado esperando sin saber nada de él. Pero después fue el clamor del público, el sentir de primera mano cómo la gente le quería y apoyaba, lo que le emocionó al punto de desbordarse en lágrimas. Se quedó alucinado al verle tocar el piano y la guitarra, dio botes con el mismo rap que anteriormente había tachado de malsonante y aplaudió. Aplaudió hasta que, al final del evento, el recinto quedó a oscuras y los focos se centraron en el idol.

—Gracias por venir, me siento muy honrado y agradecido. —El sonido del micrófono retumbó, alto y claro—. He aprendido mucho a lo largo de todos estos años y he disfrutado también mucho creando música para ustedes.

Una oleada de aplausos le interrumpió. Jimin se pegó a la valla.

—Los llevo en mi corazón y son muy importantes así que seguiré trabajando duro y dando lo mejor de mí aunque a partir lo ahora lo haré desde la producción y no desde el escenario —continuó Yoon Gi—. Espero hacerlo bien.

La mente del camarero se disparó. ¿Qué era eso? ¿Una despedida?

—Este es mi último concierto. —La frase le despejó todas las dudas—. Y esta es mi última canción.

Los acordes del piano, en la cálida melodía que tanto había estado trabajando, resonaron en el ambiente.

—Me has enseñado mucho —continuó el discurso, sin mirar ningún punto concreto—. Perteneces a un entorno diferente en el que hasta entonces no había encontrado nada válido y me hiciste entender.

Las lágrimas se agolparon en las pupilas de Jimin y le interfirieron la visión. ¿Era de él de quien hablaba?

—Creía saberlo todo pero en verdad no sabía nada —siguió—. Había dejado de ser yo mas me devolviste mi esencia, sin preferencias ni idolatrías, y eso me enamoró. —Y añadió—: Tu me enamoraste.

La canción arrancó. Entonces Jimin, emocionado como nunca, recibió el regalo más hermoso del mundo: el corazón de un artista que, con su rap, había puesto palabras a cada sentimiento enganchado por casualidad. A los momentos que habían compartido desde el día en el que se habían conocido hasta su ruptura. A los besos, enfados y tiranteces. A todo. Y además estaba dispuesto a dejar de ser quien era por él.

N/A: 30/01/2025
Nadie me preguntó pero les cuento que andaba yo escribiendo este fic durante la gira de conciertos que dio Yoon Gi. Son obvias las alusiones a imágenes que vi mientras le iba siguiendo como la fan que soy de él. Cuando mi otro adorado, Jimin, fue a verle actuar cogí la tablet y me dije: "Mathaaa, ¡que ya tengo el final de la historia!".

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