15 | Un plan para arreglarlo
No le fue bien.
Lo primero que se le ocurrió fue volver a reservar la cafetería y acudir cada mañana a desayunar. Cabe decir que recibió una excelente acogida, sobretodo por parte del jefe, que estuvo a punto de ponerse de rodillas como muestra de gratitud al verle de nuevo en su establecimiento. Sin embargo, Jimin no le dedicó ni una sola mirada. Ni una palabra. Ni un gesto. Nada. Y lo peor fue cuando encargó su orden y un camarero desconocido acudió a servirle.
—¿Y el chico que elegí? —se hizo el tonto—. ¿Por qué no me lo trae él?
—Está ocupado en la cocina, señor.
—Puedo esperar. —Yoon Gi empujó el plato—. Prefiero que te lo lleves. Cuando se desocupe, pediré.
—Es que... —El pobre empleado se echó a temblar—. Perdón, señor Min, pero... —Bajó la voz—. La verdad es que se ha negado a servirle. Le ha dicho al jefe que le da igual que lo despida.
Yoon Gi arqueó la ceja. Vaya; con eso no había contado.
—¿Y Jung Kook? —improvisó un plan alternativo. Quizás pudiera hablar con él y convencerle de que le echara una mano—. Dile que venga.
—Es que... —Su interlocutor se retorció la manos—. Tampoco quiere.
¿Eh?
—Voy a poner una reclamación. —Al artista el enojo se le salió por los cuatro costados—. Esto es inaceptable.
—Sí, señor.
—No pueden tratarme así.
—Claro que no, señor.
—¡Y deja de darme la razón! —bramó—. ¿No ves que no voy a a hacer nada? —se contradijo—. ¡Joder, lo entiendo! ¡Entiendo que no me quieran ver!
—Sí, señor... O sea, no señor... —El camarero, que no tenía ni idea de nada, solo balbuceó—. No sé, señor...
Uf.
Qué desesperante. Y qué mal también porque, al día siguiente, se encontró con que el joven le había dejado el bonsái en la mesa, junto a una nota muy parca: "Se te olvidó".
Ay; mierda.
Pero no, se negaba a rendirse. Tenía que luchar por enmendarlo así que continuó presentándose allí. Siempre le recibía el mismo empleado y Yoon Gi le hacía también las mismas preguntas. Y al final se conformaba con desayunar en silencio mientras revisaba el proyecto de su canción de amor, que había tenido que dejar aparcada durante la gira y que ahora buscaba terminar, con un ojo sobre la letra y otro sobre Jimin, que iba y venía por el lugar como si él no existiera. Hasta que la suerte quiso que un día se levantara al baño y, al volver, se lo topara de frente.
—Oye, mira, lamento lo que dije sobre irme a follar por ahí. —El rapero obvió el saludo y fue directo al grano—. Solo estaba enfadado.
—Últimamente lo único que sabes hacer es perdir perdón. —El joven le mostró un rostro pétreo.
—Por lo menos lo pido.
—Sí, bueno, me parece un buena práctica.
—Jimin, por favor —siguió—. Dame un momento para que...
—No puedo, tengo cosas que hacer. —El aludido no le permitió terminar—. Le deseo un buen día, señor Min.
¿Un buen día, decía? ¡Y encima le había llamado de usted! ¡De usted!
¡Bah!
Qué coraje.
—No tenía ni idea de que al final hubieras conseguido el corazón de ese chico.
Nam Joon hizo un mohín cuando Yoon Gi, cansado de que el tiempo pasara, decidió cambiar de estrategia y le confió su secreto.
—Tendrías que habérmelo dicho —prosiguió en su regaño—. Te habría guardado las espaldas ante todos.
El idol se dejó caer sobre la mesa, frente a la taza de café que aún no había tocado.
—Es que, como solo he tenido rollos pero nunca pareja, no he sabido gestionarlo —continuó—. Me daba terror que nos descubrieran y le atacaran por estar conmigo y ese terror hizo que prefiriera no llamarle porque, la verdad, aunque tanto Seok Jin como tu estuvierais al tanto al principio, una cosa es deciros que alguien me gusta y otra muy diferente confesaros que me he enamorado.
—En eso no te voy a replicar. —Su amigo asintió—. Si lo supiera, Seok Jin pondría el grito en el cielo y la empresa perdería muchas acciones. Tu eres el soltero de oro de la música.
—Pues por eso no le llamé durante la gira. Luego no sé qué ocurrió. Supongo que para no pensar me dejé absorber por la agenda de trabajo y me abstraí.
—¿Y eso se lo has explicado así?
—Lo he intentado —admitió—. Pero dice que podría haberlo hecho en la soledad de mi habitación.
—Ahí tiene razón. —Nam Joon le dio un largo sorbo a su café—. Lo hiciste fatal. No me extraña que haya roto contigo.
El artista levantó levemente la cabeza, asqueado.
—Gracias por tu innecesaria sinceridad —le dedicó una mueca desdeñosa—. Tu consuelo y ayuda son inigualables.
—¿Y qué esperas que te diga? —El compositor se estiró en la silla y se bajó un poco las gafas, a fin de volverse hacia la barra y distinguir mejor al camarero, que alistaba tazas, a lo suyo—. Lo veo caso perdido.
—Yo no. —La respuesta del idol fue contundente—. Tengo algo en mente con lo que podría lograr que me perdonara aunque, para llevarlo a cabo, te voy a necesitar.
Así fue como Nam Joon, que tenía un carácter fuerte pero el problema de no negar nunca una petición de auxilio, terminó a las dos la tarde frente al establecimiento con cara de "no sé qué pinto yo aquí" hasta que Jimin terminó su turno y salió.
—¡Ey! ¡Hola! —Se le acercó—. ¿Qué tal te trata la vida, Park Jimin? ¿Todo en orden?
El joven parpadeó, pillado de sorpresa.
—He venido a buscarte en representación de Kim Seok Jin —mintió—. Resulta que nuestro afable y entregado manager de eventos se ha sentido muy bien tratado en tu negocio por ti en particular y, como es muy dado a las parafernalias, me ha pedido que te traiga esto.
Jimin entrecerró los ojos al recibir el sobre rectangular. No entendía muy bien lo que ocurría pero se imaginaba lo que contenía.
—Es una invitación para el último concierto que Yoon Gi dará aquí, en la ciudad —expuso—. Puedes usarla o no pero te animo a que vayas porque es de palco privado, de las buenas, y, además, creo que te sorprenderás mucho.
—Yo... — El camarero titubeó—. Verás... Agradezco el detalle pero...
—Si lo agradeces, ven —le interrumpió—. Ya conoces a Seok Jin. Se llevará un disgusto de campeonato si no apareces, y no porque seas especial ni nada de eso sino porque se toma muy a pecho que no le admitan una invitación. —Y añadió, en tono simpático—: Se le sube un color rojo tremendo a la cara y luego se pone a gritar como un desquiciado.
—¿Y...? —El chico miró el sobre, después a su interlocutor y de nuevo al sobre—. ¿Y Yoon Gi? —preguntó, al final—. ¿Él...? ¿Lo sabe?
—No. —Nam Joon siguió con la farsa—. Se lo podríamos haber dicho pero nos lo hemos saltado porque está intratable.
—¿Intratable?
—Sí, no hace nada en todo día salvo protestar, gruñir y llorar sin motivo, ¿sabes? —dijo, como si nada—. Creo que es culpa del estrés de la gira.
—Ya.
Una balsa de agua empañó los ojos de Jimin. Él también estaba mal. Fingía indiferencia pero lo único que sentía eran ganas de meterse en la cama, cubrirse la cabeza con la almohada y sollozar por haber tenido que romper con el que sabía era el gran amor de su vida.
Y, quizás por eso, por lo que le quiso y también por lo que aún le quería, aceptó el sobre y, el día señalado, se presentó en el estadio.
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