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13 | Rumores


Esperar.

Esa fue la palabra que definió los días de Jimin desde el instante en el que le abrió por segunda vez la puerta de su departamento a Yoon Gi, esta vez con la intención de permitir que formara parte de su vida. Aunque, todo hay que decirlo, al principio las cosas fueron a las mil maravillas.

Yoon Gi estaba cada vez más cerca de lanzar su álbum de modo que se mantenía encerrado en el estudio de la empresa desde el alba hasta el anochecer. Sin embargo, cuando salía, en vez de volver a su lujosa vivienda, donde todos le conocían y los guardias de seguridad incluso le espiaban en busca de alguna novedad jugosa que vender, tomó por costumbre quedarse en la del joven camarero, ubicada en un barrio sencillo sin cámaras de vigilancia de ningún tipo.

Ahí tenían "sus momentos".

Cenaban juntos, se contaban los diferentes chismes y situaciones que les habían sucedido durante el día y después se acomodaban en el sofá. A veces veían series. Otras optaban por apagar las luces y amarse con lo mejor de ellos mismos hasta que el sueño les vencía. Y, como ambos se levantaban temprano, volvían a coincidir a la hora del desayuno y también en la ducha, en donde solían divertirse intercambiando trastadas infantiles hasta que daban las seis y se despedían con un beso hasta la noche.

Cuadraban a la perfección.

Tenían caracteres muy diferentes pero una compatibilidad que se notaba en cuanto intercambiaban una simple mirada así que, con solo estar juntos, ambos se sentían en plenitud. Jimin dejó a un lado sus inseguridades y un día, por fin, le confesó a Yoon Gi que también le amaba. Y éste, eufórico, mudó todo su armario al apartamento y colocó el bonsái junto a la maceta de gladiolos.

Era como un sueño.

Pero, como en ellos, hubo un momento en el que la realidad imperó y tuvieron que despertar.

Yoon Gi aterrizó de bruces en el mundo cuando grabó el vídeo, sacó el álbum al mercado y empezó con las promociones. Tuvo que moverse por diferentes ciudades, hacer un montón de entrevistas y un sin fin de sesiones fotográficas y, de paso, mantenerse activo en público de forma continua. Viajó a París para acudir a un evento de Valentino y después a USA para convertirse en embajador de la NBA. Actuó en varios programas de televisión internacional, programó una gira de conciertos mundial y entabló relaciones con otros artistas de cara a organizar diferentes colaboraciones. Y, claro, con todo eso encima, no solo dejó de acudir a casa de Jimin sino que, poco a poco, también empezó a dejar de telefonearle y hasta de escribirle mensajes.

A veces no podía porque estaba rodeado de personas que le obligaban a aparentar que se mantenía soltero como, por ejemplo, su propio manager Seok Jin, lo chismosos maquilladores que vendían cualquier tipo de información, los periodistas que le seguían la pista, los fotógrafos de incógnito e incluso los mismos fans.

Otras tenía más intimidad pero los eventos nocturnos que debía realizar le dejaban tan agotado que se dormía sin pretenderlo nada más llegar a la habitación del hotel. Y no faltaban las ocasiones en las que simplemente se reunía con personas de la industria para comer o cenar, se investía del ego de estrella que antes tanto le había caracterizado y se olvidaba de todo lo concerniente al mundo normal.

Sin embargo, en ese mundo normal, a muchos kilómetros de donde el rapero se encontraba y en el mismo lugar en donde antes acostumbraba a desayunar, Jimin no le olvidaba. Revisaba el teléfono cada dos por tres. Veía todas las actuaciones, conciertos y fotos. Esperaba un mensaje que no llegaba. Y, con el pasar de los días, la ausencia fue pesando y el joven fue encontrándose cada vez peor. Estaba triste, decepcionado y se sentía como si hubiera caído en un precipicio muy pero que muy profundo.

¿Acaso su miedo se había hecho realidad?

—Aparecerá —le solía decir Jung Kook, que había vuelto a cambiar de turno para hacerle compañía—. No te preocupes. Estará muy liado pero seguro que no te ha olvidado.

—No me llama. —El aludido replicó con voz queda—. Tampoco me ha escrito ni un mensaje desde hace casi quince días.

—¿Y si le llamas tu a él?

—Lo he intentado muchas veces pero me salta el buzón de voz.

—Bueno... —La cara Jung Kook reflejó cierta decepción—. Hace de conciertos y la diferencia horaria...

—Lo sé. —Jimin soltó el trapo de limpiar mesas y se dejó caer en la banqueta de la barra—. Trato de entender que atraviesa por un momento complicado.

—Pero ahora te acuerdas más de lo que te hizo Tae Hyung —dedujo su amigo.

—En parte o... —El joven se llevó las manos a la cabeza y se mesó el cabello, como si con ello quisiera alejar su inseguridad—. No, tampoco es así. Yoon Gi no es Tae.

Fue entonces cuando Hoseok, amigo de ambos desde hace años y, en especial, de Jimin, puesto que habían estudiado juntos, entró como una exhalación, con el rostro desencajado, el cabello castaño despeinado debido a la gorra que se acababa de quitar y un teléfono en la mano.

—¡Jimin! —exclamó, fuera de sí—. ¡Ay, mierda! ¡No te vas a creer lo que...! —La mirada apesadumbrada que le dirigió el chico le hizo frenar y cambiar de registro—. V- Verás... Yo... Esto...

—¿Qué pasa?

El recién llegado depositó el celular sobre la encimera. En él se reproducía un vídeo, que se notaba había sido tomado a escondidas, en donde se veía a alguien muy parecido a Yoon Gi sentado en la lujosa mesa de un restaurante, comiendo con una idol muy conocida que se mantenía en una actitud de clara proximidad y a la que tomaba la mano.

—¿Qué es? —Jimin parpadeó, atrasó el vídeo y después lo adelantó, hasta el instante en el que ambos se levantaron y la chica le echó los brazos al cuello—. ¿De dónde...? —La imagen le descompuso el alma, el cerebro y el corazón—. ¿De dónde lo has sacado?

—Es una grabación de un periodista de Los Ángeles que está circulando por internet. —Hoseok respondió con pesadumbre—. Se rumorea que se han conocido mediante un trabajo común, que se han flechado y que están empezando a salir.

—No es posible —intervino Jung Kook—. Todos aquí sabemos lo que Yoon Gi insistió para que Jimin le hiciera caso. —Miró al aludido; las lágrimas ya se empezaban a deslizar por el rostro—. No llores. Recuerda que estuvo detrás de ti mucho tiempo hasta...

—Hasta que me consiguió. —El camarero completó la frase—. Se me acercó porque estaba herido en el ego al comprobar que yo no le prestaba la atención que creía merecer pero... —El sollozo se le escapó—. Ya me tiene.

—Jimin...

—Con esto tampoco quiero decir que no me haya querido, Kook —matizó—. Sé que lo hizo pero el mundo de la música es tan intenso que en él los sentimientos son cambiantes y efímeros —explicó—. Duran solo un tiempo y eso era precisamente lo que yo tanto temía.

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