002
- ¿Tú crees que Jihyo está bien, Dahyun?- Momo llamó la atención de la pelinegra, que engullía como si no hubiese un mañana ramen instantáneo y le prestaba poca atención a algo que no fuese su comida.
Levantó la vista cuando su mejor amiga le llamó, y la rubia le apuntó a Jihyo con unos de sus palillos mientras levantaba una ceja.
Dahyun se fijó, con la boca llena, en Jihyo. Frente a ellas, Jihyo miraba un punto muerto entre ellas dos, con un envase de arroz con kimchi a medio comer y tan ensimismada que Dahyun por un momento pensó que estaba durmiendo, ya que no le veía los ojos por el largo cerquillo. Pero Jihyo, lenta como una tortuga, tomó entre sus palillos un poco de arroz y lo subió lentamente hasta la altura de su boca, intentando comerlo. pero antes de si quiera llegar a sus labios, el arroz se había escurrido hasta el envase nuevamente, parte de la mesa y de sus pantalones, y Jihyo ni si quiera había puesto los palillos en su boca cuando ya había masticado.
Dahyun miró a Momo, masticando todo el ramen que tenía en la boca antes de hablarle.
-Si, claro que si- Dahyun asintió, con los ojos abiertos y volviendo a su comida, esta vez para llevarse un par de salchichas a la boca.
Momo miró a Jihyo por dos segundos más, la coreana ni cuenta se había dado que el arroz había caído a su pantalón, pero tal vez estaba tan acostumbrada a Jihyo con su torpeza, que se encogió de hombros y se llevó una porción de fideos a la boca, sin dejar de mirar con una sonrisa tierna la actitud de Jihyo e ignorando olímpicamente a la pelinegra por la coreana, escuchando a duras penas a Momo y respondiéndole con monosilabos.
Jihyo, mientras tanto, se sentía tan ensimismada que las voces de sus dos mejores amigas se escucharon tan lejanas para ella, como pequeños murmullos indescifrables.
¿Por qué carajos esa tal Sana le había dejado tan mal? Jamás le había pasado anteriormente, ni si quiera con sus ex novias y novios.
Y Jihyo realmente no lo entendía, no entendía por qué había encontrado tan bonita a Sana, cuando no era para nada su tipo.
Sana era no mucho más alta que ella, lo había comprobado cuando la chica le extendió la mano y notó que era alrededor de uno o dos centímetros más alta que ella, cuando a Jihyo le gustaba que sus parejas sean mucho más alta y apoyaran la barbilla en su cabeza cuando le abrazaban. Sana tenía las manos más grandes que ella, cuando a ella le gustaba envolver la mano contraria al tomarse de las manos.
Sana era una mujer, y Jihyo nunca antes había sentido todo eso tan rápido por una mujer, ni tan profundo, con solo haberla visto 10 minutos. Ni si quiera con un hombre había caido tan rápido
Jihyo sacudió la cabeza, saliendo de sus pensamientos al sentir como algo impactaba contra su mejilla derecha, y fijó su vista en Dahyun, que con una ceja arqueada y una uva en la boca, le miraba extrañada, mientras tanto, Momo se engullia tres de las uvas que Dahyun tenía en la mano de una, aspirándolas desde su propia mano como una aspiradora.
-¿Qué pasó?-preguntó extrañada, y mirando como sus dos amigas rodaban los ojos. Dahyun le apuntó con uno de sus palillos sus propios pantalones, y ella, bajando la vista, quiso realmente golpearse el rostro hasta sacarse un diente al ver su pantalón favorito manchado con el aceite del arroz.
-No sé, dinos tú- Dahyun se encogió de hombros, recibiendo un golpe de Momo cuando volvió a robarle una de sus uvas verdes. Estás más rara de lo normal.
Momo asintió. Y Jihyo negó con la cabeza mientras tomaba una servilleta y se quitaba los granos de arroz de su pantalón con cuidado e intentaba limpiar la pequeña manchita, rindiéndose al cabo de unos segundos al darse cuenta de que solo saldría si su madre la metía a la lavadora.
Miró su teléfono por curiosidad. Percatándose de que ya eran más de las cuatro de la tarde.
Yunjin.
Se levantó de golpe, golpeándo la silla que rechinó cacofónicamente en el suelo y cayó
luego de eso, asustando a Dahyun de paso y sobresaltando Momo .
-¡Se me olvidó ir a buscar a Yunjin!- exclamó, tomándo su bolso con una de sus manos y el arroz con otra, porque no se iría sin comer, claro que no.
Y sin si quiera mirar a sus dos mejores amigas, se fue del casino de la universidad a paso tan rápido como se lo permitieran sus piernas para no seguir derramando arroz.
Momo y Dahyun le miraron irse y perderse entre toda la gente que esperaba o compraba para comer, hasta que su pelinegra cabellera ya no se hizo visible al salir por la puerta del establecimiento. Luego de aquello, ambas amigas se miraron extrañadas y confundidas, sin saber qué mosca le había picado a Jihyo.
-¿Desde cuando Jihyo preocupa por su hermanita?- Momo se encogió de hombros, sin saber que responderle a Dahyun, y gritándole mientras volvía a pegarle cuando vió la escurridiza mano del mayor intentar robar otra de sus uvas.
Jihyo se estacionó torpemente en el misma lugar de aquella mañana. Se había olvidado por completo el ir a buscar a Yunjin a las cuatro de la tarde, estuvo tan perdida en sus pensamientos que si no veía la hora se le habría pasado volando.
Salió del auto dando un portazo y pasándose una mano por el cabello mientras comenzaba a trotar hasta la puerta del jardín de su hermanita pequeña. Ya eran las cuatro y media, y por más que Yunjin fuese un dolor de cabeza, no podía deiarla esperando más tiempo Tiró de la puerta y se metió rápidamente hacia el interior, volviendo a ver esas paredes verdes, antes de que sus ojos se posaran en la pequeña niña que estaba sentada en una de las sillas de espera, con la mochila puesta en su espalda y la loncherita abrazada entre los rechonchos bracitos.
Yunjin estaba solita, esperándole, con un pequeño puchero en los labios y la mirada gacha.
-Hey, bestia-suspiró Jihyo, sintiendo un peso en el estómago.
Formó una pequeña sonrisa apenada al ver el rostro de Yunjin elevarse, e iluminarse al reparar en su presencia. La niña rápidamente bajó de la silla con algo de dificultad y corrió con las cortitas piernas hasta donde estaba ella, soltando la lonchera y abrazándose a su pierna con fuerza.
-¡Jihyo unnie!-escuchó, y solo pudo soltar una risita antes de agacharse lo suficiente para acariciarle el castaño cabello a su hermana.
-Oh, llegaste- escuchó a su costado, y girándo su rostro, volvió a quedar pasmada ante la adorable y sonriente Sana, apoyada en el escritorio. Ya se había quitado las orejitas, pero no por eso se veía menos tierna que en la mañana. ‐Yunjin estuvo esperando un buen rato a que le vinieras a recoger.-
No había sido un regaño, pero Jihyo se sintió peor al ser Sana quien le decíal aquello, ¿y si Sana la veía como una irresponsable? No quería formar una mala impresión en la adorable chica sonriente y castaña, pero ella era demasiado torpe y olvidadiza
-Si, lo lamento, vine corriendo hacia acá- se excusó de la mejor forma posible, desestabilizándose mínimamente al sentir a Yunjin apretar la tela de sus pantalones entre sus manitas y esconder su rostro en su muslo.
Sana miró a Yunjin con ternura, antes de elevar la mirada hacia la coreana sin cambiar su expresión.
-No te preocupes, Jihyo, no me iba a ir hasta que viniesen a buscar a Yunjin- le tranquilizó, o al menos lo intentó, porque Jihyo se seguía sintiendo tan mal como antes.
La coreana asintió sin saber que más decir, y antes de quedarse embobada con lo majestuosa que era la de sonrisa de goma y volver incómoda la situación, bajó su mirada hasta su hermanita, y volvió a acariciarle el cabello.
- Es hora de irnos, bestia, despidete de Sana unnie.
La niña se separó suavemente de Jihyo, antes de correr hacia Sana y lanzarse a sus brazos, los cuales Sana tenía completamente extendidos para recibirle.
-Adiós, Sana unnie-murmuró Yunjin, sin dejar ese pequeño puchero con los labios.
- Adiós, pequeña, te veré mañana, ¿si? la niña asintió, y Jihyo tomó la lonchera del suelo antes de extender su mano libre y esperar a que Yunjin se la tomara.
Se despidió de Sana con una sonrisa que intentó ser cautivadora y un agitón de manos. Se sentia ahogada y necesitaba salir al infernal frio antes de cometer una estupidez, y sintiendo la manito de Yunjin agarrarle tres dedos con fuerza, empujó la puerta de salida y salió después de la niña
Caminó agarrando con fuerza la mano de Yunjin hacia el auto para ir a casa, donde su madre estaba esperando la llegada de su hija menor. Ayudó a Yunjin a subirse al su sillita en los asientos traseros, notando la carita adormilada que traía y como los ojos de Yunjin se cerraban lentamente al pestañear.
- Así que... ¿Sana unnie te dio un dulce?- preguntó.
¿Realmente preguntó eso? Jihyo no lo podía creer, ¿qué rayos le pasaba hoy?
La niña le miró entre los ojitos entrecerrados, antes de asentir suavemente mientras apretaba la correa de su lonchera.
-Si... me dió un cocholate por llegar antes que Chaewon tonta - bostezó luego de hablar.
- Es chocolate, bestia- corrigió Jihyo, ajustando el cinturón de seguridad por encima de la pancita de su hermana.
Cuando se aseguró que Yunjin estaba bien sujetada, le tocó la nariz con la punta de su dedo, y la castañita soltó una risita antes de volver a mirarle entre sus rizadas pestañas.
-Sana unnie tambien dijo que eras muy linda, Jihyo unnie- rió, pasándose un puñito por su ojo derecho-. Pero Jihyo unnie no es linda- volvió a reir.
Jihyo miró a Yunjin con los ojos abiertos como plato.
-¿De verdad dijo eso?
- Sipi- Yunjin volvió a bostezar, recostando su cabecita en el respaldo de su silla.
Jihyo pestañeó un par de veces, antes de cerrar la puerta y caminar hasta la parte trasera del auto. Se apoyó en el maletero mirando hacia el suelo.
Sana le había dicho a su hermana que ella era linda.
Jihyo gritó.
Soltó un grito hacia la nada completamente inesperado hasta para ella en plena avenida. La gente que pasaba por la vereda a su costado le miró como si estuviese loca, pero Jihyo sentía una pequeña euforia que si o si debía sacar de alguna forma, y su cabeza al parecer había dejado de funcionar, haciéndole soltar un grito en la calle sin contexto alguno.
Jihyo sabía que era guapa, ella misma se esmeraba en serlo porque le gustaba sentirse así. Pero de alguna manera, que Sana se lo haya comentado a su hermana había resultado tan inesperado y extraño, Jihyo podia decir que hasta bonito
La coreana les sonrió avergonzadamente a la gente que le miró extrañada, y luego se pasó bruscamente ambas manos por el rostro y cabello. Se separó del auto, y caminando rápidamente hacia la puerta del piloto, se metió al auto y lo puso en marcha, relamiendose los labios y con ese "Sana unnie dijo que eras muy linda" rondando por su cabeza como una montaña rusa.
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