
07.
Mi pesadilla viviente
El reloj marcaba las 10:43 p.m, la habitación de Nova estaba en silencio, apenas iluminada por la luz tenue que entraba desde el pasillo.
Hanna y Xavier ya se habían ido hacía un par de horas. Claudia había entrado con una pequeña toalla húmeda, un vaso de agua y el frasco con la pomada y las pastillas recetadas por la enfermera del instituto.
—Solo debes descansar, cielo. Si la fiebre no sube más, en una semana estarás bien.
—Gracias, mamá.
Claudia la arropó cuidadosamente, acomodó el vendaje sobre su brazo y le besó la frente con dulzura. Nova sintió la calidez del momento, pero también una punzada extraña en el pecho.
Una inquietud silenciosa que no lograba nombrar.
—Descansa —le susurró Claudia antes de apagar la luz de la mesita y cerrar la puerta con suavidad.
Nova se giró sobre su lado derecho, mirando hacia la pared. El sueño la arrastró en pocos minutos. La fatiga era más fuerte que la ansiedad.
Pero a las 3:30 a.m., algo cambió.
El viento golpeó las ventanas con fuerza. Un sonido seco, repetitivo, como si alguien desde afuera quisiera entrar o como si algo... ya lo hubiese hecho. La cerradura de la ventana cedió sin ruido. La hoja se abrió lentamente, dejando que el viento helado acariciara la cortina.
Y Bill Kaulitz entró.
Pero no como un ser humano.
Su cuerpo se deslizó hacia adentro como un depredador, caminando en cuatro patas, los dedos de sus manos deformados como garras negras que se arrastraban sobre el suelo de madera sin emitir un solo crujido.
No usaba gafas. No llevaba su capucha.
Su rostro era una máscara cadavérica, pálida y siniestro. Las venas negras en su cuello latían, como si tuvieran vida propia. Su boca parecía cerrada en una sonrisa macabra que se estiraba demasiado, como si la piel no estuviera diseñada para sujetarla.
Cuando llegó junto a la cama, trepó sobre ella sin hacer un solo sonido. Nova respiraba con suavidad, sin saber lo que se cernía sobre ella.
Bill se acomodó sobre su cuerpo, apoyando sus manos a cada lado de la almohada. Su rostro quedó justo encima del de ella.
Y entonces... pasó un dedo por su cuello. La marca que él mismo había hecho como un pintor acariciando su obra.
La piel de Nova se estremeció.
Bill bajó la mirada hacia su rostro, más cerca, más invasivo, más imposible de ignorar.
Pero entonces, los ojos de Nova se abrieron. Lo vio y quiso gritar, pero no pudo. Un pánico invisible se ancló en su garganta, apagándole la voz, paralizándole los músculos. Solo los ojos de ella se movían.
Bill notó la reacción. Se inclinó aún más y colocó un dedo sobre sus labios.
—Shhh...
Pero no dijo nada, ese gesto bastó. La sonrisa de Bill se abrió más.
Un gesto antinatural, imposible para un humano. Su boca se extendió más allá de las mejillas. Sus dientes eran largos, irregulares, filosos como agujas, relucientes en la oscuridad. Nova lloraba en silencio, sin saber si estaba despierta, soñando, o atrapada entre ambos.
Bill bajó lentamente por su cuerpo, con movimientos que parecían coreografiados, como una danza invertida del infierno. Se detuvo a la altura de su abdomen, apoyó una de sus manos sobre la piel desnuda del muslo derecho de ella, justo donde el short del pijama se alzaba por la postura y entonces, su boca se abrió aún más, como una serpiente a punto de engullir. Los colmillos se desplegaron y mordió. El grito de Nova fue interno, un estruendo ahogado. No podía mover ni sus brazos ni sus piernas, pero el dolor la atravesó como fuego líquido.
La marca volvió a brillar.
El líquido negro brotó de la mordida y corrió por su pierna, como si la piel no lo pudiera contener. Bill levantó la cabeza lentamente. La sonrisa seguía ahí con sus labios manchados del veneno que ahora vivía en ella. Le acarició el rostro suavemente, como si fuera un amante que se despide y desapareció.
Como si nunca hubiera estado.
Nova se incorporó de golpe, jadeando. Su respiración era entrecortada, su frente estaba empapada en sudor. Tocó su pierna temblando... y sintió la herida.
La sábana tenía una mancha oscura y en el espejo de su habitación... una frase estaba escrita con algo que parecía sangre oscura.
"Siente lo que es mío."
Su pecho subía y bajaba con rapidez. El sudor frío pegaba su camiseta al cuerpo, y las manos le temblaban sobre el colchón.
El viento soplaba con una fuerza irregular, como si respirara. Como si estuviera vivo. Entonces, bajó la mirada a su muslo. Donde Bill la había mordido. Esperaba ver la herida, la sangre, la marca de sus dientes afilados.
Pero no había nada.
Nada.
La piel estaba limpia. Ni rastro de veneno. Ni moretón. Ni enrojecimiento. Como si todo hubiera sido un mal sueño. Una pesadilla. Nova se cubrió la boca con una mano, tratando de ahogar los sollozos que empezaban a romperse en su pecho. Lágrimas gruesas le caían por las mejillas, pero no eran solo de miedo: eran de agotamiento. De impotencia. De terror sin nombre.
—Por favor... que esta pesadilla acabe —susurró una y otra vez, casi en trance.
Ya no podía fingir, ya no podía negar. Estaba harta. Tan harta que por primera vez en su vida... empezó a creer. No quería. No quería caer en lo mismo que Hanna y Xavier pero algo dentro de ella gritaba que ya no había vuelta atrás.
Se levantó de la cama. Temblorosa.
Tomó su celular del buró, el mismo que había ignorado tantas veces durante los últimos días. Lo desbloqueó. Sus dedos se movieron torpes entre contactos hasta encontrar el nombre:
"Georg Listing 🔻"
No era amigo suyo exactamente. Era el mejor amigo de su tío muerto, un tipo raro que vivía a las afueras del pueblo. Uno de esos sujetos que creen en conspiraciones, símbolos antiguos y posesiones. Un loco, dirían otros pero ahora... ahora Nova necesitaba un loco.
Presionó llamar y entonces, una voz áspera, ronca por el sueño, se coló por el auricular:
—¿Nova?
Ella tragó saliva.
—Georg... —susurró con dificultad. La voz le temblaba— Te... necesito.
Un pequeño silencio al otro lado.
—Ey, tranquila, niña. Respira. ¿Qué pasó?
—No sé... no sé cómo explicarlo. Pero algo me está pasando. Algo real.
—¿Real cómo? —su voz se volvió alerta, más despierta— ¿Esas marcas de las que tu madre me dijo? ¿Volvieron?
—No —dijo ella, negando aunque él no podía verla— No exactamente. Hay alguien o algo. Me está siguiendo. Se está metiendo en mi cabeza y en mi cuerpo, esta noche... —su voz se rompió— esta noche me atacó. En mi cama.
Georg no respondió enseguida.
Se escuchó un clic metálico, como si encendiera un encendedor. Luego, una respiración lenta y contenida.
—¿Te mordió?
Nova se quedó en silencio. Un escalofrío le recorrió la espalda.
—¿Cómo... lo sabes?
—Porque si lo hizo y la herida desapareció, no te atacó. Te reclamó.
Nova se sentó de nuevo, sintiendo que el mundo giraba.
—¿Qué significa eso?
Georg suspiró, como si llevara tiempo esperando esa pregunta.
—Significa que ya no eres completamente tú. Significa que si no hacemos algo ya, en pocos días vas a empezar a pensar como él. A sentir como él y cuando te mires al espejo... vas a ver sus ojos.
Nova se cubrió la boca, llorando otra vez.
—¿Puedes ayudarme?
—Claro que sí pero necesito que vengas a mi casa mañana al anochecer. No antes. No después y ven sola.
—¿Sola?
—Si alguien te acompaña, podría ver cosas que no debe. Si de verdad estás marcada por él, Nova... vamos a necesitar abrirte. No físicamente. Mentalmente. Espiritualmente y eso no es algo para espectadores.
Ella asintió, más para convencerse que por certeza.
—De acuerdo.
—Una cosa más.
—¿Qué?
—Dime el nombre, del que te atacó.
Nova dudó. Sus labios temblaban y finalmente, murmuró.
—Bill... Bill Kaulitz.
Del otro lado del teléfono, Georg enmudeció. Solo el zumbido de la línea abierta llenaba el silencio y entonces, casi en un susurro, Georg dijo.
—Entonces estás jodidamente metida en algo que lleva más de dos siglos caminando entre nosotros.
La llamada terminó.
Nova dejó caer el teléfono y deseó por última vez... que todo fuera solo una pesadilla.
. . .
El sol entraba tímido por las ventanas de la cocina. Era sábado y por una vez en días, todo parecía estar en calma.
Nova estaba sentada a la mesa desayunando un par de tostadas con mantequilla, aunque no tenía hambre. Tenía la mirada perdida en el plato, y el vendaje del brazo apenas sostenido por cinta nueva. Cada tanto sentía que algo se movía debajo de su piel, justo en la zona donde Bill había marcado.
Su madre, Claudia, estaba hablando por teléfono en otra habitación. Mencionaba algo sobre la oficina, un papeleo importante. Iba a salir por unas horas.
El clic de la cerradura la sacó del trance. La puerta principal se abrió y Nova no necesitó girarse para saber quién era.
—Tengo llave, ¿recuerdas? —anunció Hanna con tono seco.
—Hola a ti también —respondió Nova, apenas levantando la mirada
Xavier entró detrás. Se veía incómodo. Llevaba su laptop colgada como siempre, pero no sonreía. Ni siquiera saludó con un gesto.
Ambos caminaron hacia la cocina. Hanna se cruzó de brazos.
—¿Qué querías contarnos?
Nova tragó saliva.
—¿Van a sentarse o...?
—No —cortó Hanna— Estamos bien así.
Xavier solo la miraba. No con rabia, pero sí con una mezcla de confusión y decepción. Nova dejó el cuchillo sobre el plato. El sonido metálico fue lo único que se escuchó por un segundo.
—Sé que ayer me pasé. Lo que dije... llamarles locos y raros. Sé que estuvo mal.
—¿Solo mal? —bufó Hanna— Nova, ¡te mordieron! ¡Te desmayaste frente a todos! Te salió líquido negro por la boca. ¡¿Y aún así seguías burlándote de nosotros?!
—No me burlaba... solo tenía miedo —dijo Nova con sinceridad, mirando a Hanna por primera vez— ¿Acaso ustedes no tienen miedo?
Hanna abrió la boca, pero no dijo nada. Xavier se acomodó la mochila y murmuró.
—Claro que tenemos miedo, pero por eso estamos juntos en esto o eso pensábamos...
Nova se levantó de su silla.
—¡Yo también quiero estarlo! Pero no sabía cómo.
—¿Cómo qué? —preguntó Hanna, herida.
—Cómo aceptar que todo esto sí es real —dijo Nova, su voz quebrándose— Cómo dejar de pensar que me estoy volviendo loca. Porque no lo entiendo, Hanna. No sé por qué me eligieron. No sé qué me hizo Bill. ¡No sé qué me está pasando!
Xavier bajó la mirada. Su postura se suavizó.
—¿Te volvió a pasar algo?
Nova asintió con lentitud.
—Anoche. Después de que ustedes se fueron.
Hanna y Xavier se miraron.
—¿Qué pasó?
Nova dudó. Tragó saliva.
—Él volvió. Entró a mi habitación. No... se veia como una persona. Era como un animal y se metió en mi cama. Se subió sobre mí. No pude moverme. No pude gritar. Me mordió... aquí —señaló el muslo— Y dolió. Dolió tanto que sentí que me estaba arrancando el alma. Pero luego... desapareció y la herida también.
Xavier retrocedió un paso, impactado.
—¿No quedó marca?
—No. Pero estaba. No lo imaginé. No fue un sueño.
Hanna, en silencio, se acercó y la abrazó. Al principio Nova no supo cómo reaccionar. Pero luego, se aferró a su amiga como si fuera la única cuerda que la mantenía a salvo.
—Lo siento —susurró Nova contra su hombro— Lo siento por no creerles. Lo siento por dudar de ustedes.
—Te creemos —murmuró Hanna— Solo queríamos que tú también nos creyeras.
Xavier se acercó, cruzó los brazos.
—¿Y qué vas a hacer?
Nova respiró hondo.
—Anoche llamé a alguien.
—¿A quién?
—Georg Listing. El amigo de mi tío. El que siempre habla de "puertas abiertas" y símbolos antiguos.
Hanna se separó un poco.
—¿El tipo raro que vive en la carretera vieja?
—Sí. Me dijo que vaya a verlo esta noche. Sola. Dice que si Bill me "reclamó", entonces necesito una apertura mental, espiritual, o algo así. Que si no, voy a empezar a cambiar.
Xavier levantó las cejas.
—¿Y vas a ir?
Nova asintió.
—Sí. Tengo que hacerlo. Quiero entender. Quiero detener esto... antes de que sea demasiado tarde.
Hanna no parecía convencida.
—¿Y si es una trampa? ¿Y si ese Georg no sabe nada? ¿Y si terminas peor?
Nova se limpió los ojos.
—Peor que tener a un demonio encima en medio de la noche... no creo que haya.
Xavier se sentó finalmente a la mesa. Sacó su laptop y la abrió.
—Entonces... tenemos unas horas antes de que anochezca. Propongo que busquemos más sobre él. Sobre Bill. Sobre qué es exactamente lo que te está marcando.
Nova asintió.
—Gracias.
—No lo hagas por agradecimiento —dijo Hanna, sentándose junto a ella— Hazlo por ti, porque vamos a luchar contigo. Te guste o no.
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