Capítulo IX: Mí hogar
Capítulo IX: Mí hogar. Nos pasábamos tanto tiempo buscando una estructura, que olvidamos que el hogar podría ser «una persona».
La casa de Kakashi Hatake había dejado de ser deplorable. Antes tenía un aspecto apagado, habían habitaciones que reunían polvo, cortinas que nunca eran abiertas y un silencio que solo la lectura podía hacer menos notorio. Antes claramente solo eran Kakashi y recurrentemente sus perros, a quienes sacaba a pasear al extenso patio de la casa. Ahora, son esos perros, Kakashi y Sasuke.
—Entonces yo le dije y él me dijo que sentía lo mismo. Más o menos. —terminó Sasuke de contar lo sucedido aquel día.
Kakashi asintió, mientras el sonido de frituras hacia eco en la cocina. Hoy cenarían pescado frito con arroz y verduras.
El hombre asintió antes de sonreír con alegría, al parecer estaba mucho más contento que Sasuke. O quizá estaba contento y triste. Esa tarde se había despedido con un fuerte abrazo de su preciado equipo 7, porque los ojos de personas fuertes habían estado observando en esa dirección.
Cuando Tsunade Senju y Jiraiya se acercaron a él sintió esa picazón que seguramentr Iruka- sensei había sentido. El miedo, la incertidumbre y el cariño pegaban un precio fuerte a la hora de la separación. ¿Por qué se los querían llevar? Pero sabía, desde su mente fría que tanto Naruto como Sakura necesitaban mucho más que solo los entrenamientos que él les estaba enseñando, porque los niños tenían otras habilidades que él no comprendía del todo.
Solo debía despedirse.
—¿Está seguro de lo que ha dicho, Kakashi-sensei? —había cuestionado la vocecita de Sakura. Sus ojos verdes le miraron a través de la máscara.
—Totalmente. —comentó sonriendo.
—Pero Kakashi-sensei, usted hasta ya me caía bien. —añadió Naruto, sorbiendo la nariz mientras había refregado su brazo en sus ojos.
Kakashi se sintió profundamente colapsado por eso, pero se tragó las emociones y les dió la mejor sonrisa que su ojo podía reflejar.
—No es un adiós chicos, es un hasta pronto.
Porque lo que había ocurrido hacía unas semanas atrás era la prueba suficiente de que el mundo ninja necesitaba de shinobis fuertes, que evolucionaran para proteger a las aldeas y las personas de ataques terroristas. Si eso formaría un mundo mejor que el actual, entonces valdría la pena.
Tenía que admitir que los extrañaría. Extrañaría llegar tarde y ver sus caras furiosas, los entrenamientos y las misiones que vivieron juntos, más que eso, la historia que formaron.
—¿Estás triste? —preguntó Sasuke cuando se sentaron a comer.
Kakashi parpadeó un poco, hasta entender su punto.
—No. Estoy tranquilo. Y oye, sé que no tengo el nivel de un seinen pero seguro podremos entrenar bien.
—Claro. Pero será invención mía.
–Oh, pequeño Sasuke, te falta mucho para superar al maestro.
—Presumido.
Kakashi rio.
Naruto estaba muy contento, pero también medio triste y en realidad sentía como si mil emociones jugaran dentro de él. Estaba tan confuso, sus manos habían sostenido su cabeza mientras negava rapidamente, Iruka- sensei tuvo que tranquilizarlo porque, sino, se iba a hacer daño. Entonces el niño no paró de hablar sobre como de pronto cumplir trece significava hacer cosas nuevas y de como su camino para ser Hokage ahora estaba evolucionando para bien pero eso no significaba que estuviera tan feliz. Para Naruto gestionar la tristeza de una despedida y la felicidad de un logro situados a la par era demasiado complicado.
—Recuerda, Naruto. Puedes ir con Sakura y Sasuke a comer a Ichiraku, podrán juntarse todas las tardes y si quieres, están invitados aquí.
—¡¿De verdad?! Ay, Iruka- sensei, usted es increíble. Mucho mejor que Kakashi- sensei, por eso lo quiero. —añadió sonriendo.
Iruka solo sonrió de manera diminuta antes de servir el ramen. Durante su comida, Naruto le explicó algo que lo había dejado sorprendido, porque Sasuke tenía un valor para las peleas que solía menguar ante la vida. Ahora supo, que tener valor cuesta cuando se esta pérdido y el camino a un hogar nublado.
Más adelante cuando la gente viera ambos niños tomados de la mano, no murmurarían —aunque hubieran algunos ojos que sí estarían desconcertados, aterrados— porque sencillamente en el mundo hay miles de amantes secretos que se esconden en las sombras y nacen a la luz de un poema, que quizá siglos más tarde se comprendería para quién fue escrito.
Sí. De esos amantes que se miran de lejitos, como quien teme que alguien les haga daño. Y Naruto pensaría, que una persona es mala por las acciones que comente, los actos y sus daños, pero jamás una persona será mala por ser quien es.
Para Naruto es sencillo entender eso, después de todo en la soledad de una casa agobiante, en las calles despojadas de humildad, nacen los niños que piensan sabiamente, porque el mundo los hizo crecer de un salto hacia un vacío sin amortiguador.
Eso entiende Sasuke cuando lo ve, porque Naruto es más que el niño gritón o grosero, Naruto es un amigo y el chico del que esta enamorado.
Esa noche Naruto duerme con calma, su cama parece más calentita que otras noches, pero es porque aparte de todas las cosas que le han pasado en el día sabe que Iruka- sensei ha estado cuidandolo todo lo que puede, y que esta noche se ha quedado en su casa y que él tiene una llave de emergencia del profesor por si necesita consultarle algo o solo estar ahí con él. Sabe que así debe ser tener una familia y su casa, llena de rincones sombríos tiene por fin una vibra a paz.
Tanto Kakashi como Naruto saben que un hogar se construye desde los sentimientos, y sin ese amor incondicional no hay más que una estructura hueca.
—Tengo a mis personas especiales. —susurra Naruto a la nada. O hacia alguien que le escuche.
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