❪ ⛓️💥 ❫ 054: Rhaenyra.
FUEGO Y SANGRE
ACTO II: MAREAS TORMENTOSAS
🏰🔥👑🗡️🌊
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CAPÍTULO LIV:
Padres e hijos
RHAENYRA JAMÁS HABRÍA ANTICIPADO las repercusiones que la dimisión de Otto como Mano del Rey y su regreso a Antigua tendrían sobre toda su familia. Aunque se sentía complacida de que esa serpiente finalmente abandonara la Fortaleza Roja y dejara de envenenar las mentes de la reina y sus nietos, no esperaba que, con su partida, el Hightower se llevaran consigo a dos de los hijos de Alicent.
Toda la familia real se reunió para despedir a Otto y a los príncipes Aemond y Daeron. Viserys se despidió de sus hijos con una moderación característica. Depositó un breve beso en la frente de Daeron, quien dormía plácidamente en los brazos de su nodriza, y obsequió a Aemond un raro libro en valyrio, para que continuara practicando el idioma y pudiera manejar a su dragón con destreza en el futuro. Desde su posición, Rhaenyra observaba cómo el niño de cuatro años contenía las lágrimas de descontento mientras su padre lo abrazaba. Un sentimiento de culpa la invadió, llevándola a aferrarse a la mano de Laenor.
━━No quería esto. Necesitábamos deshacernos de Otto. Pero los niños no tenían nada que ver. No quería privarlos de su madre y su padre ━━susurró en alto valyrio, apoyándose en su esposo.
━━Lo sé, mi amor. Fue decisión de Otto. No es tu culpa que tu padre y su esposa hayan accedido a esto ━━respondió Laenor en un susurro, acariciando suavemente su mano.
El padre apartó la vista de los niños y la dirigió a su hija mayor. Rhaenyra descendió los escalones con la solemnidad de una sacerdotisa en un altar. Se acercó a la nodriza y, con un leve gesto, pidió permiso para envolver al pequeño Daeron en una manta negra, bordada con un dragón rojo. Cada puntada había sido cosida con esmero por sus propias manos, con algo de ayuda de Laena. El niño dormía plácidamente, ajeno a que lo estaban apartando de su hogar y de su familia. Rhaenyra sintió un nudo formarse en su garganta y, sin poder evitarlo, sollozó. Se recompuso de inmediato. No podía permitirse flaquezas. Depositó un beso en su mejilla suave y luego lo devolvió con cuidado a la nodriza.
Arreglándose las faldas, se agachó frente a Aemond. Con su vientre abultado le costó un poco de esfuerzo, pero ignoró la punzada de incomodidad. Los ojos violetas del niño la miraron, anegados en lágrimas. La culpa la mordió como un sabueso rabioso que se abalanza bajo los cascos de un corcel al galope.
━━Una vez, Lord Jason me aseguró que poseía suficiente oro y tierras como para construir una inmensa guarida para un dragón ━━musitó, con una sonrisa nostálgica━━. En aquel entonces, pensaba que me casaría con él y que Syrax viviría conmigo en Roca Casterly. Aunque ahora serás tú quien viva allí ━━Aemond no apartaba la vista de ella, escuchándola con atención━━. Pero al menos tu dragón tendrá todo el espacio que los Lannister han prometido. Cuando los dragones son muchos y sus cuevas pequeñas, crecen más lento. En Roca Casterly, tu dragón podrá extender las alas sin que nada le limite.
El niño parpadeó, secándose las mejillas con el dorso de la mano.
━━¿Entonces mi Jaelarys será el dragón más grande? ¿Más grande que Fuegosol de Aegon? ━━preguntó con voz temblorosa.
Rhaenyra alzó las cejas. No había escuchado el nombre de la pequeña dragona hasta ese momento. Jaelarys. En valyrio, significaba «esperanza». Sus ojos se posaron en el pequeño reptil color crema dorado, que se enroscaba con ternura en la pierna de Aemond, y comprendió lo mucho que su hermano había anhelado un dragón propio para llamarle de esa manera.
Se forzó a sonreír.
━━Así es ━━asintió━━. Allí tendrá espacio y libertad, y nada impedirá que crezca grande y fuerte.
Aemond pareció tranquilizarse, pero Rhaenyra no había terminado.
━━Además, encontré un nuevo maestre de valyrio para ti. Irá contigo a Roca Casterly y se asegurará de que domines el idioma de nuestros ancestros. También estarán allí los mejores guardianes de dragones para Jaelarys. Cuando nos volvamos a ver, ya serás el mejor jinete de dragón. ¿De acuerdo?
El niño no respondió. En su lugar, se lanzó a sus brazos. Rhaenyra lo sostuvo con fuerza, acariciando su cabello claro, tan parecido al suyo. No había imaginado que despedirse de su hermano sería tan difícil. Cuando Aemond la soltó, vio las lágrimas corriendo por su rostro infantil. Con cuidado, las secó con los pulgares. Se obligó a levantarse, a pesar de que cada movimiento le resultaba un suplicio. Regresó junto a Laenor, Daemon y Laena, quienes la miraban con expresión comprensiva. Luego llegó el turno para ellos.
Laena se acercó a Daeron y, con una sonrisa cálida, deslizó un anillo de acero valyrio con la efigie de un dragón en su diminuta mano. Por el momento, le quedaba demasiado grande, así que lo colgó de una cadena y se lo ajustó al cuello.
Daemon, por su parte, le entregó a Aemond una montura para Jaelarys, para cuando la joven dragona fuera lo suficientemente grande para ser montada. También les obsequió a ambos niños dagas de acero valyrio. Los sirvientes las guardaron con recelo en los baúles, junto a las pertenencias de los príncipes.
Cuando llegó el momento de los hermanos mayores, la nodriza se arrodilló para que Aegon y Helaena pudieran despedirse de Daeron. Helaena sollozaba sin vergüenza, dejando besos en el diminuto rostro de su hermano. Aegon intentaba mantenerse firme, pero Rhaenyra vio las lágrimas luchando por brotar en sus ojos. Cuando abrazó a Aemond, su contención se quebró. Helaena lloró con más fuerza, aferrándose a su hermano menor como si esperara que, si lo sujetaba lo suficientemente fuerte, impediría que se lo llevaran. Jaelarys gimoteó y bufó, sintiendo la tristeza de su jinete.
El sonido se le clavó a Rhaenyra como un puñal en el corazón.
━━Recuerda, no es tu culpa. No fue tu elección ━━le repitió Laenor al ver su estado.
Aegon, pese a todas las disputas que había tenido con Aemond en el pasado, lo sostuvo con fuerza, escondiendo el rostro en su hombro para que nadie lo viera llorar. Cuando finalmente se separaron, Rhaenyra esperó que los niños se dirigieran hacia su madre o sus amas de cría. Para su sorpresa, tanto Aegon como Helaena corrieron a ella.
Rhaenyra los atrajo contra su cuerpo sin dudarlo, sintiendo sus manitas aferrándose a sus faldas. Viserys la miró con aprobación, pero la expresión en su rostro solo la irritó.
«¿De qué te alegras? -quería preguntar-. ¿Cómo puedes permitir que hermanos sean separados? ¿Cómo puedes arrebatar a un niño de apenas un año de los brazos de su madre? ¿Por qué no consuelas a tus hijos, que han perdido la mitad de su familia?»
No dijo nada.
Solo deslizó los dedos por el cabello de Aegon y Helaena, intentando brindarles el consuelo que su propio padre les negaba. Laena se arrodilló junto a ellos y, con un pañuelo de seda, secó el rostro empapado de Helaena. La niña le dedicó una débil sonrisa de agradecimiento. Laenor hizo lo mismo con Aegon, pasando los dedos entre sus cabellos rubios en un intento de reconfortarlo. Rhaenyra los miró con gratitud antes de dirigir su vista a Alicent.
La reina sostenía a Daeron en brazos, murmurándole palabras tiernas y llenándolo de besos. Sus lágrimas caían sobre su rostro pálido mientras lo devolvía a la nodriza. Luego, en lugar de arrodillarse ante Aemond, lo levantó en brazos y lo abrazó con todas sus fuerzas. El niño se aferró a su cuello, escondiendo el rostro entre sus rizos castaños y sollozando con desconsuelo. Al escucharlo, Aegon y Helaena se apretaron más contra su hermana. Ella sintió cómo las lágrimas le corrían por las mejillas. Imaginó lo que sería si le arrebataran a sus propios hijos.
Y entonces sollozó en silencio.
«Esto no debería haber sido así. Los niños no deberían ser separados de su madre. Yo solo quería deshacerme de Otto», pensó, con la mirada pasando entre Alicent y la antigua Mano del Rey.
Otto Hightower contemplaba toda la escena con su habitual expresión inescrutable. Rhaenyra no pudo evitar sentir que, una vez más, el hombre veía en su hija y en los hijos de está no una familia, sino meros peones en su juego de ambición. Se encontró con su mirada afilada, oscura como las profundidades del mar en tempestad. Durante un instante, la sombra de una sonrisa serpenteó por los labios del viejo zorro. Un mal presentimiento se enroscó en el pecho de Rhaenyra como una sierpe fría y venenosa. Otto no se marchaba derrotado.
«Otto Hightower nos recordará su existencia durante mucho tiempo, Rhaenyra. Ten por seguro que, incluso desde Antigua, podrá envenenar nuestras vidas. Las serpientes como él no mueren con facilidad. Mantén la guardia alta y nunca le des la espalda». Las palabras de la Princesa Rhaenys resonaron en su mente, dichas el mismo día en que la Fortaleza Roja se estremeció con la inesperada renuncia voluntaria de la Mano del Rey.
Ahora, al ver el destello acerado en los ojos de Otto, Rhaenyra comprendía que su suegra no se había equivocado.
Alicent finalmente soltó a su hijo, con manos temblorosas, y lo dejó en el suelo. Viserys se acercó a su esposa y, con una ternura que rara vez mostraba en público, la tomó por el brazo y la guió unos pasos hacia atrás. Otto inclinó la cabeza con fingida deferencia ante la pareja real y montó a caballo con la destreza de un hombre que había cabalgado a la guerra en su juventud. La enorme carroza, reforzada con gruesos tablones de roble y hierro, aguardaba a los príncipes. Las amas de cría subieron con los niños, y un contingente de treinta guardias los rodeó; un escudo de lanzas y cotas de malla que garantizaría su seguridad en el camino.
Laenor apretó la mano de Rhaenyra con suavidad, un recordatorio silencioso de que no estaba sola.
━━Debo ir a Pozo Dragón, elilla ━━murmuró.
━━Ten cuidado ━━respondió ella, con el ceño fruncido.
━━Como siempre.
Laenor depositó un beso en su mejilla y partió al galope, alejándose hacia Pozo Dragón. Al ver cómo la culpa consumía a su esposa, le había propuesto a Rhaenyra acompañar a la procesión hasta Roca Casterly, para que su esposa no sintiera que entregaba a sus hermanos sin defensa. Ella había estado tentada de permitir que los acompañara hasta Antigua, pero el nacimiento de su hijo se acercaba, y Laenor se negaba a dejarla sola por demasiado tiempo.
Viserys tomó la delantera del séquito, y con el crujir de ruedas y el resonar de cascos, la procesión se puso en marcha hacia la Puerta Real, qué conducía hacia el Camino del Río. Desde los escalones del castillo, Alicent la observaba con los ojos enrojecidos, el rostro pálido y marcado por las huellas del llanto. Rhaenyra nunca la había visto tan ajada. Su madrastra no tenía necesidad de hablar para expresar lo que sentía; su mirada, cargada de rencor, decía más que cualquier palabra.
━━Espero que estés satisfecha ━━susurró Alicent con voz quebrada.
Rhaenyra sostuvo su mirada sin ceder un ápice.
━━No me culpes por lo que fue obra de tu padre y de tu esposo. Yo no fui quien decidió apartar a mis hermanos de su hogar.
Alicent dejó escapar una risa amarga y seca.
━━Por supuesto. La santa princesa Rhaenyra jamás es culpable de nada. Se te permite todo, ¿verdad? Privar a los niños de sus hermanos, arrancar a un bebé de los brazos de su madre, ¡destruir a mi familia! ━━Su voz se alzó, quebrando el aire de la plaza con la furia de una madre herida. No le importó que la escucharan los testigos a su alrededor: los sirvientes, los guardias, las amas de cría.
Daemon se movió con rapidez, situándose frente a Rhaenyra como un escudo viviente. Laena la abrazó por los hombros, como un ancla de calma en medio de la tormenta. Rhaenyra luchó contra las lágrimas. En su mente se grabó el rostro de Aemond, desfigurado por el dolor, los ojos vidriosos de Aegon, los sollozos inconsolables de Helaena.
━━Su Majestad ━━intervino la voz templada de Rhaenys, con la gravedad de una reina━━, permítame acompañarla a sus aposentos. Los príncipes han partido y esta desconsolada, pero sus hijos mayores aún necesitan de usted.
Alicent, aún temblorosa, no se atrevió a discutir. Bajó la cabeza y se dejó guiar por la princesa y sus damas. Rhaenyra permaneció inmóvil, con la mirada fija en el séquito que desaparecía más allá de la gran puerta.
━━Vamos, Rhaenyra. Necesitas descansar ━━murmuró Laena, con su tono cargado de preocupación.
━━No. Necesito hablar con mi padre.
Daemon suspiró, cruzando los brazos sobre el pecho.
━━Está acompañando la procesión hasta la Puerta Real.
━━Pronto volverá ━━insistió Rhaenyra con terquedad━━. No quiero esperar más.
Laena intercambió una mirada con Daemon antes de asentir.
━━Iré a ver a Aegon y Helaena. Dudo que su madre esté en condiciones de consolarlos ahora ━━declaró, dedicándole una última mirada a su esposo━━. Y tú, acompaña a Rhaenyra.
Daemon alzó una ceja, sorprendido por la firmeza de su esposa. Aquel no era un hombre que aceptara órdenes con facilidad, pero con Laena era diferente. Una media sonrisa curvó sus labios antes de asentir con resignación.
Los tres se separaron. Laena se dirigió a la habitación de los príncipes, mientras Rhaenyra y Daemon se encaminaron a los aposentos del rey. Caminaron en silencio por los pasillos de la fortaleza, cada uno sumido en sus propios pensamientos.
La mente de Rhaenyra estaba hecha un torbellino sobre la conversación que tendría con su padre. Pero si algo tenía claro, era que debía influir en la elección de la nueva Mano del Rey. Sabía que su padre se inclinaba por Lord Lyonel Strong, quien hasta el momento servía como Consejero de Edictos. En otro tiempo, ella misma habría apoyado esa decisión. Pero después del complot entre Alicent y Larys Strong, la confianza de la princesa en él ya no era la misma.
Consideró entonces a Lord Corlys, pero Rhaenys la disuadió con palabras llenas de sensatez. «Mi esposo es un hombre sabio y experimentado, pero él mismo me ha confesado más de una vez que la cercanía con el poder lo tienta demasiado. Además, ama demasiado el mar para permanecer por mucho tiempo al lado del rey en la Fortaleza Roja. Ya cuentas con nuestro apoyo incondicional, Rhaenyra. Somos familia. Corlys te será más útil protegiendo las rutas marítimas del reino y enriqueciendo la fortuna de los Velaryon que sentado en el Consejo Privado», le había dicho ella cuando Rhaenyra sugirió hablar con su esposo sobre el tema.
Ella aceptó los argumentos de su suegra y descartó la idea. Pero su mente siguió maquinando, hasta que una posibilidad más audaz tomó forma: Daemon.
Recordaba bien que, antes de su primer exilio, una de las acusaciones contra su padre había sido que, en todos sus años de reinado, Viserys jamás había considerado nombrar a su hermano menor como Mano del Rey.
━━¿Te gustaría ser la Mano de mi padre? ━━le preguntó sin rodeos cuando quedaron a solas en los aposentos reales.
Daemon guardó silencio por un momento. Se acercó al enorme mapa en relieve de la Antigua Valyria, ahora cubierto de polvo y telarañas tras meses de abandono. Desde la boda de su hija y luego la suya propia, Viserys apenas se había preocupado por su preciada maqueta. Daemon recorrió con la mirada las ruinas en miniatura, acarició con los dedos una pequeña estatua de un dragón y luego se volvió hacia su sobrina. Rhaenyra ya conocía la respuesta; la veía ardiendo en sus ojos.
━━Hubo un tiempo en que lo deseé ━━Sus dedos juguetearon con la figura de piedra, dándole vueltas entre sus manos━━. Soñaba con estar junto a mi hermano, con impartir justicia en su nombre, con proteger su legado.
━━¿Y qué ha cambiado? ¿Ya no deseas proteger su legado? ━━inquirió ella.
Daemon esbozó una sonrisa torcida.
━━Su legado, ahora, son esos engendros Hightower, cuya sangre su abuelo anhela ver sobre el Trono de Hierro.
━━Cuando despedías a los príncipes, parecías afectado ━━replicó Rhaenyra, sin dejarse engañar.
━━Solo porque su partida entristeció a Laena y a ti ━━replicó él sin titubear━━. No me atribuyas más bondad de la que poseo, Rhaenyra. Tal vez Laenor logró convencerte de que esos mestizos merecen amor, pero yo jamás olvidaré quién es su abuelo.
━━Ni yo ━━aseguró ella con firmeza.
Daemon la observó con una mezcla de burla y escepticismo.
━━Por mucho que Rhaenys intente moldearte a su imagen, tu corazón sigue siendo demasiado blando para albergar verdadero odio. Antes, tu desprecio por los hijos de Alicent era solo el reflejo de tu resentimiento hacia tu padre y tu antigua amiga. Pero ahora, gracias a tu piadoso esposo, te has encariñado con ellos. Y ahí estabas, llorando al despedirlos. No te traerá nada bueno, Rhaenyra.
━━Siguen siendo solo niños... ━━murmuró ella.
Daemon entrecerró los ojos, su mirada centelleando con un peligroso fulgor.
━━Los niños inocentes crecen y se convierten en adultos no tan inocentes, Rhaenyra. Dime, sobrina... ¿cuánto tardarán los jóvenes príncipes en olvidar tu amabilidad cuando sean criados en Antigua y Roca Casterly? ¿Recordarán tus regalos cuando Lord Jason, ofendido por tu rechazo, y Ser Otto, que nos detesta con cada fibra de su ser, pasen sus días susurrándoles veneno en los oídos?
Rhaenyra deseaba refutar a Daemon, pero era consciente de que él tenía razón. No tendría la capacidad de influir en sus hermanos estando a tanta distancia. La frustración por la pusilanimidad de su padre resurgió intensamente en su interior. Y entonces, sus ojos se cruzaron con los de Daemon.
━━Entonces, ¿por qué no quieres ser la Mano de mi padre? ¿Por qué no quedarte a su lado y al mío, protegiéndonos de los sucios tentáculos de Otto? ━━insistió Rhaenyra.
Daemon suspiró con pesadez, como si hablara con una niña testaruda.
━━Porque ahora tengo mi propia familia, Rhaenyra. Antes ansiaba estar con Viserys y contigo porque no conocía nada más allá de ustedes. Pero ahora tengo a Laena. Pronto me dará un hijo. Tengo un castillo, tierras que algún día legaré a mi heredero.
Rhaenyra guardó silencio, sabiendo que no tenía derecho a exigirle que renunciara a su propia vida.
━━Además, no estoy hecho para ser la Mano. Me faltaría paciencia para soportar interminables reuniones con ese hatajo de lordzuelos engreídos. Ese puesto requiere a alguien más templado y sabio que yo ━━Daemon le dedicó una sonrisa socarrona━━. Pero desde mi castillo puedo servirte mejor.
━━¿Cómo? ━━preguntó ella.
━━Laena y yo fortaleceremos la casa Targaryen y tendrás más aliados con dragones de tu lado ━━replicó él, como si fuera lo más obvio.
«El muy canalla», pensó Rhaenyra, mirándolo con los ojos entrecerrados.
━━Aún no tienes hijos. Ni siquiera un huevo de dragón para ellos. Vhagar es demasiado vieja para engendrar nuevas crías.
━━En Rocadragón hay dragones salvajes de sobra. Si mis hijos no reciben huevos en sus cunas, podrán reclamar a uno de ellos y ganarse el derecho de ser jinetes de dragón. Además, me prometiste un huevo de Syrax para mi primogénito ━━le recordó, divertido por la mirada que le dirigía su sobrina.
━━Y mantengo mi palabra. Cuando Laena tenga a su hijo, yo misma colocaré el huevo en su cuna.
━━Entonces, déjame serte útil a mi manera. Mis hijos te serán leales a ti y a tu heredero. Incluso no me opondré al arreglo con los Martell que tú y Laena han estado negociando a mis espaldas ━━soltó con una risa burlona.
━━No consideraría tal arreglo si no supiera que no te opondrías, tío ━━se excusó ella con tono inocente.
━━Lo sé, por eso te digo que no me opongo ━━Daemon entrecerró los ojos con un destello calculador━━. Entrenaré guerreros en Dracamar. No importa qué esperen Laenor y tú, después de la muerte de mi hermano, habrá una guerra. Y cuando llegue el momento, necesitarás soldados curtidos que muestren al reino tu fuerza. En eso, no te defraudaré.
━━Confío en ti, Daemon.
━━Me alegra oírlo, Rhaenyra.
La puerta se abrió con un crujido, dejando entrar a Viserys. No parecía sorprendido de verlos allí; sin duda, el guardia ya le había anunciado su presencia. Sus ojos, apagados por el cansancio, recorrieron la estancia sin verdadero interés. Daemon se inclinó con la cortesía de un guerrero ante su hermano y se encaminó hacia la salida.
━━¿Nos dejas tan pronto? ━━preguntó Viserys.
Daemon se encogió de hombros con esa displicencia tan suya.
━━Solo hacía compañía a Rhaenyra mientras te esperaba, hermano. No me gustaría entrometerme en un asunto tan... personal ━━Con eso, Daemon abandonó el lugar, dejándolos a solas.
Viserys avanzó con pasos pesados hasta la mesa y se dejó caer en una silla con la torpeza de un hombre fatigado. Rhaenyra observó la palidez de su rostro, el modo en que sus hombros parecían vencerse bajo un peso invisible. Se giró hacia la ventana, esperando ver la silueta de Bruma, vigilando desde los cielos a los príncipes en su viaje, pero solo encontró nubes grises, espesas y lentas, promesa de lluvia y vientos fríos.
No perdió más tiempo.
━━¿Por qué permitiste que Otto se llevara a Aemond y Daeron? ━━preguntó ella sin rodeos.
Viserys suspiró, como si esa conversación le resultara insoportablemente tediosa.
━━Hija, apenas pude soportar la histeria de Alicent al respecto. No empecemos otra vez ━━pidió Viserys, llevándose la copa de vino a los labios.
━━Le has arrebatado dos de sus hijos de un solo golpe. Uno de ellos es apenas un bebé que aún se alimenta del pecho de su nodriza. ¿Qué reacción esperabas de la reina? ¿Qué lo aceptara en silencio?
Viserys alzó las cejas, desconcertado.
━━¿Acaso te estoy escuchando bien? ¿Defiendes a Alicent?
━━Defiendo a una madre que perdió a dos de sus hijos de la noche a la mañana ━━respondió ella sin mirarlo.
━━No exageres, Rhaenyra. Aemond ha partido para conocer a su prometida, para familiarizarse con sus tierras y ganar su lealtad. Y Daeron crecerá en Antigua, entre los mejores maestres en la casa de su abuelo, preparándose para enaltecer su apellido con la guía que le corresponde a un hijo de la Casa Targaryen ━━replicó Viserys con un ademán despectivo.
━━Si mi abuelo, Rodrik Arryn, estuviera vivo y hubiera decidido llevarme al Nido de Águilas tras la muerte de mi madre, ¿también habrías aceptado con tanta facilidad?
━━No digas tonterías. Tú fuiste mi único vástago por mucho tiempo y, tras la muerte de Aemma, te convertiste en mi heredera, cosa qué sigues siendo. Eso es completamente distinto ━━protestó el rey, dejando su copa con un golpe seco sobre la mesa.
━━Pero ellos también son tus hijos, igual que yo. ¿El hecho de que no sean tus herederos los hace menos importantes?
Rhaenyra se volvió hacia su padre, observando su rostro con atención. El modo en que el rey desvió la mirada, evitando encontrarse con sus ojos, le dijo más de lo que cualquier respuesta podría haberle dado.
En su mente resonaron las palabras que Daemon le dijo antes de ser desterrado, tras el funeral de su madre y de Baelon: «Los Targaryen siempre han sido mejores gobernantes que padres. Lástima que tu padre no sea bueno ni en lo uno ni en lo otro».
Rhaenyra recordó las historias sobre la vasta descendencia de Jaehaerys y Alysanne. De los once hijos que sí lograron sobrevivir más allá del primer año de vida, solo un par tuvieron una existencia que pudiera llamarse larga.
La pequeña Daenerys falleció de escalofríos a los seis años.
El príncipe Aemon halló el amor en Lady Jocelyn, quien le dio a la princesa Rhaenys, pero murió esforzándose por hablar, ahogado en su propia sangre.
Su abuelo, el príncipe Baelon, se casó con su hermana Alyssa, quien le dio tres hijos; el menor de ellos apenas sobrevivió unas cuántas lunas a su madre, muerta por la fiebre puerperal. Y en cuanto a su padre, cayó enfermo bajo misteriosas circunstancias durante una jornada de caza. Su condición lo dejó encamado y siguió agravándose hasta su último aliento cinco días más tarde.
Su abuela materna, la princesa Daella, fue entregada en matrimonio a un Rodrik Arryn ya entrado en años, luego de que Jaehaerys la amenazara con casarla a la fuerza, descontento por la evasión de la joven de diecisiete años a contraer nupcias. Su muerte, poco después de dar a luz a la futura reina Aemma, creó una brecha irreparable entre el rey y la reina, pues Alysanne le culpó por haber perdido otra hija.
La princesa Maegelle fue entregada a la Fe, condenándola a una vida sin esposo ni hijos. La misma suerte aguardaba a la indomable princesa Saera, pero ella decidió que sería mejor convertirse en una cortesana en Lys que en una septa o una Hermana Silenciosa, y huyó más allá del Mar Angosto, lo que la separó para siempre de sus padres. La princesa Viserra, negándose a casarse con el anciano Lord Manderly, escapó de la Fortaleza Roja solo para encontrar la muerte al caer de su caballo y romperse el cuello.
El príncipe Vaegon se distanció tanto de su familia que partió a la Ciudadela, donde se convirtió en archimaestre. Y la menor de los hijos de Jaehaerys y Alysanne, la princesa Gael, se ahogó en la bahía del Aguasnegras después de dar a luz a un hijo ─que nació muerto─ de un trovador errante que la sedujo.
Rhaenyra sintió un nudo en el estómago ante tantas vidas destrozadas. Bajó la vista hacia su padre, cuyo interés estaba nuevamente puesto en su copa de vino. Viserys no era Jaehaerys, pero sus hijos podían terminar sufriendo el mismo destino que los del Viejo Rey. Ella ya había sufrido. Perdió a su madre porque su padre soñaba con tener un hijo varón. Y ahora los hijos que Alicent le había dado solo recibían de él indiferencia. Antes, aquello le había complacido. Ahora, al estar a punto de convertirse en madre, no entendía cómo podía tratar con tal desapego a sus propios hijos e hija. Pero decidió no decir nada.
━━¿A quién nombrarás como nueva Mano? ━━preguntó en su lugar.
━━Creo que a Lord Strong. Es sabio, leal y más que adecuado para el puesto ━━respondió Viserys, aliviado de que su hija hubiera abandonado el tema de los príncipes.
«Claro, muy adecuado. Excepto por el pequeño detalle de que su hijo menor disfruta cortando lenguas y enviando asesinos a matar niños», pensó Rhaenyra, pero se guardó el comentario.
━━¿Por qué no consideras nombrar a alguien de tu propia familia?
━━¿A quién sugieres? ¿A Daemon? Por favor, Rhaenyra, tú mejor que nadie sabes que en un par de lunas se aburriría del puesto y lo abandonaría ━━respondió Viserys, haciendo un ademán de desdén.
Pero Rhaenyra no estaba pensando en Daemon. Su tío tenía razón; necesitaba a alguien paciente, prudente, con experiencia y sabiduría, pero que también fuera firme y leal a su familia.
━━No, Padre. No hablo de Daemon. ¿Por qué no haces de la tía Rhaenys tu Mano?
Viserys se atragantó con un sorbo de vino y comenzó a toser con fuerza ante las palabras de su hija. Rhaenyra le dio unos golpecitos en la espalda hasta que logró despejar su garganta. Después, se limpió la boca con la manga, mirándola con incredulidad.
━━¿De qué estás hablando? ━━preguntó cuando pudo recuperar el aliento.
━━De lo que acabo de decir, Padre. Muchos en el reino aún no aceptan la idea de que serán gobernados por una mujer en el futuro. Creen que es un capricho tuyo, un delirio de rey. Dales una lección. Demuéstrales que están equivocados y qué las mujeres pueden liderar tan bien como los hombres. Rhaenys sabe más de gobernar que muchos de los señores de tu Consejo Privado; después de todo, la reina Alysanne la preparó para ser la heredera del Príncipe Aemon. ¿Por qué no confiarle una parte del poder para que nos ayude a consolidar nuestra posición? ━━expresó Rhaenyra, cruzando los brazos sobre su vientre mientras lo miraba desde arriba.
━━Hace poco me reprochabas que dejara que el padre de mi esposa manejara el reino a mi nombre. Y ahora me pides que comparta el poder con tu suegra. ¿En qué se diferencian Otto y Rhaenys? Ambos buscan proteger los intereses de sus hijos y nietos ━━arguyó Viserys, mientras esbozó una sonrisa sardónica.
━━La diferencia, Padre, es que Rhaenys es tu familia, mientras que Otto no. En sus venas corre tu misma sangre, la sangre de los señores dragón, la sangre de la Antigua Valyria. Y nuestros nietos serán los mismos, lo que significa que protegerá tanto sus intereses como los tuyos ━━afirmó Rhaenyra, sin apartar la mirada de su padre.
Durante unos instantes, padre e hija se miraron en silencio, midiendo el uno al otro. Rhaenyra mantuvo la calma, esperando su respuesta.
━━Estoy cansado, hija. Necesito descansar ━━admitió finalmente Viserys, recostándose en su asiento.
En otro tiempo, Rhaenyra habría insistido. No habría salido de sus aposentos sin obtener una respuesta clara. Pero ahora sabía que no lograría nada de él. Así que simplemente hizo una leve reverencia y salió del lugar, dejando a su padre a solas con sus pensamientos.
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