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❪ ⛓️‍💥 ❫ 043: Rhaenyra.

FUEGO Y SANGRE
ACTO I: LA PRINCESA DRAGÓN

🏰🔥👑🗡️🌊

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CAPÍTULO XLIII:
Lanza del Sol




















RHAENYRA CREÍA QUE, tras la magnificencia de la Isla Zafiro y el Castillo del Atardecer, sería difícil sorprenderla. Mas cuando arribaron a las costas de Dorne y contempló por vez primera Lanza del Sol, le faltó el aliento. El castillo de los Martell se erguía sobre los verdes campos y jardines, reluciendo con torres doradas y muros níveos, que reflejaban la luz del sol. Antes de su viaje, Rhaenyra había leído varios tomos que describían Dorne y el asentamiento de la familia gobernante, pero nada la había preparado para la visión que se desplegó ante sus ojos.

La Torre del Sol, con su cúpula de oro y vidrieras de colores, resplandecía como un gigantesco diamante, deslumbrando incluso a tal distancia, mientras que la Torre de la Lanza se alzaba hacia el cielo, como si intentara atravesar las nubes con su punta dorada. Las Murallas Ondulantes, que rodeaban el castillo, se asemejaban a la espina dorsal de un dragón dispuesto a defenderse de los enemigos. En la cima de estas murallas, los centinelas vigilaban con ojos agudos, atentos a cualquier señal de peligro que pudiera amenazar su hogar. Y altos ventanales de arcos puntiagudos se encontraban en cada esquina, revestidos con coloridas vidrieras de Myr, proyectando destellos azules, verdes y rojos sobre los muros del Palacio Antiguo, mientras las sombras se alargaban al caer el sol.

Laenor desvió la atención de Rhaenyra del paisaje.

━━Los Martell aguardan ━━dice, ofreciéndole su mano.

Rhaenyra asintió y, nerviosa, se pasó los dedos por el cabello. Había pedido a sus sirvientas que le trenzaran su cabellera platinada en dos gruesas trenzas, adornadas con monedas doradas y cadenas que tintineaban con cada paso que daba. Ese estilo le era poco familiar, pero recordaba que así llevaban el cabello las mujeres dornienses de la delegación que había llegado a su boda con Laenor.

Vestía un ligero vestido de seda amarillo dorado, con una cintura alta justo debajo del busto y mangas fluidas con cortes que dejaban al descubierto su piel blanca. Sus costureras no habían tenido tiempo de confeccionar un vestido al estilo dorniense, así que Rhaenyra se contentó con ostentar los colores de los Martell, esperando causar una buena primera impresión. Laenor también se había vestido con un jubón dorado y negro para hacer juego con su atuendo. Así, descendieron del barco para encontrarse con la delegación Martell.

El príncipe Qoren Martell se veía tal como Rhaenyra lo había imaginado. De estatura media, con hombros anchos y musculoso, su densa melena oscura recogida en una coleta, Qoren se parecía a su hermano menor, con quien Rhaenyra había tenido el placer de conocer en su propia boda. Pero el rostro de Qoren era muy distinto al de Andros. Andros poseía un rostro alargado y pequeño, con una nariz delgada y labios finos que a menudo se curvaban en una mueca burlona. En cambio, el rostro de Qoren era varonil, con una mandíbula y pómulos bien definidos, una nariz aguileña y labios carnosos que ocultaban unos dientes blancos como perlas. No podía ser considerado un clásico galán, pero sin duda era un hombre agradable a la vista.

Su esposa, por el contrario, era de esas mujeres que atrapan las miradas con su seductora belleza. La princesa Lyanna era unos centímetros más alta que su esposo y toda una cabeza más alta que Rhaenyra. Esbelta, con largas extremidades, trenzas negras que se deslazaban por sus hombros y pecho, piel de terciopelo bronceada y unos ojos ámbar delineados con kohl, Lyanna era como Rhaenyra siempre había imaginado a la princesa guerrera de los Rhoynar, Nymeria. Su apariencia era deslumbrante, casi estridente en un vestido carmesí que acentuaba el oro de sus ojos y la oscuridad de su cabello.

Rhaenyra, de repente, se sintió pequeña y pálida en comparación con esa alta belleza. Solo Laenor, al apretar su mano en un gesto reconfortante, la trajo de vuelta a la realidad.

Al pisar la tierra, Rhaenyra se detuvo, sin saber cómo comportarse por primera vez en mucho tiempo. Había ensayado el momento del encuentro una y otra vez en su mente, pero nada podía prepararla del todo. En sus tierras, era una princesa a la que se le rendía pleitesía. Pero el príncipe dorniense no era su súbdito. ¿Debía inclinarse ante él? ¿Hacer una venía? ¿No sería eso una perdida a su autoridad? Para su sorpresa, vio un desconcierto similar en el rostro bronceado del Martell, con sus ojos saltando entre ella y Laenor. La inquietud la invadió, haciendo que apretara la mano de su esposo.

Como siempre, él supo salvar la situación.

━━Saludos, Príncipe Qoren, Princesa Lyanna. Estamos profundamente agradecidos por la honra que se nos brinda al permitirnos participar en la celebración en honor al primer día del nombre de la heredera de Dorne ━━dice Laenor, haciendo una reverencia respetuosa ante los Martell.

━━Bienvenidos, Su Alteza, Ser Laenor. Príncipe Daemon, Lady Laena ━━respondió Lyanna con cortesía.

Lyanna también se apresuró a ayudar a su esposo, realizando una elegante venía ante la pareja real. Rhaenyra y Qoren soltaron un suspiro de alivio al unísono, y, cruzando miradas, estallan en risas.

━━Disculpe, Príncipe Qoren. Me he visto en un aprieto ━━Rhaenyra sonríe hacia el Martell.

━━No más que yo, princesa ━━dice él, extendiendo su mano hacia ella━━. Un placer conocerlos.

━━Igualmente, Su Alteza ━━respondió Rhaenyra con alegría al estrechar su mano.

━━¿Preferís viajar al castillo en un cómodo carruaje o arriesgarse a galopar sobre los más finos corceles dornienses? ━━pregunta Lyanna a Rhaenyra.

Tras interminables días en barco, Rhaenyra ardía en deseos de disfrutar del trayecto en un carruaje. Sin embargo, no quería ofender a los dornienses rechazando la opción de montar a caballo. Aún podía cabalgar en su etapa actual de embarazo, por lo que finalmente tomó su decisión.

━━Mi esposo me obsequió una magnífica yegua dorniense antes de nuestra boda. Sé bien lo ligeras y veloces que son las pisadas de los caballos dornienses ━━respondió Rhaenyra, mientras la princesa asentía con aprobación.

Qoren hace un gesto con la mano, y tras unos momentos, los sirvientes conducen ante ellos cuatro caballos. La mirada de Rhaenyra se posa en un semental de blancura inmaculada, con una larga crin rizada y trenzada en coletas. Algo en él le resultaba indefiniblemente familiar. Ella se acerca con la mano hacia el animal y acaricia su reluciente pelaje con los dedos.

━━¿Cómo se llama? ━━pregunta Rhaenyra, admirando la magnificencia del caballo.

━━Melena de Plata ━━respondió Qoren, acercándose a ella━━. El año pasado se convirtió en padre de numerosos potros, pero la más hermosa de sus hijas fue vendida a Desembarco del Rey.

━━¿La yegua de pelaje perlado y crin plateada? ━━Una revelación ilumina la mente de Rhaenyra, provocando una sonrisa ante tan grata coincidencia.

━━Así es. Muy inteligente y obediente ━━asintió Qoren.

━━Está en buenas manos, Su Alteza ━━ríe Laenor, dirigiendo una mirada al Martell━━, Rhaenyra adora a su Perla.

━━Los Siete sonríen a nuestra unión, Su Alteza ━━respondió Lyanna, cambiando su mirada de su esposo a Rhaenyra.

━━Así lo creo también, princesa ━━afirmó Laenor, concordando con ella.

Él ayuda a Rhaenyra a subir al semental y luego se acomoda sobre un caballo castaño que le ofrece uno de los sirvientes. Qoren y Lyanna ensillan sus caballos igualmente negros y elegantes, distinguiéndose solo por el mechón blanco en forma de estrella en la frente de la yegua de la princesa consorte, y avanzan juntos al frente, mientras Daemon y Laena cierran la comitiva, dejando a los sirvientes atrás.

El príncipe Qoren los conduce a través de la Ciudad de la Sombra, donde se ha congregado una multitud inmensa en las calles. La gente estira el cuello, esforzándose por vislumbrar a la princesa extranjera y a sus acompañantes. Rhaenyra escucha murmullos y comienza a ponerse nerviosa.

━━Los dornienses simplemente nunca antes han visto a mujeres de tan rubio cabello, Su Alteza ━━la calma Lyanna, alineando su yegua junto a Melena de Plata━━, y a hombres con tales cabellos también los ven por vez primera.

Rhaenyra asiente a Lyanna, agradecida por su consideración. Se vuelve a mirar a su alrededor y comprende que en verdad ellos cuatro destacaban entre los habitantes sureños de cabellos azabache, rostros bronceados y ojos oscuros. De cabellos plateados, piel blanca y ojos violetas propios de los auténticos Valyrios, parecían dioses de tierras remotas que, de pronto, habían pisado tierra dorniense.

Especialmente la reacción de los niños conmueve a Rhaenyra. Aquellos los observaban con ojos desmesurados y señalaban con los dedos, provocando que las avergonzadas madres se sonrojaran ante el comportamiento inapropiado de sus hijos. Rhaenyra sonríe a un niño que la observa fijamente. Él le devuelve la sonrisa de inmediato y le saluda con la mano, haciendo que Rhaenyra se sienta más relajada. Estaba acostumbrada a la atención de su gente en Desembarco del Rey, y también se acostumbraría a la mirada de los dornienses en Lanza del Sol.

Qoren los llevó por las serpenteantes callejuelas de la Ciudad de la Sombra, abarrotadas de tiendas que ofrecían especias, hierbas, perfumes y cosméticos. El aire en el pueblo estaba impregnado de una variedad de olores y barro que dejaban un pesado regusto. Rhaenyra tuvo que esforzarse al máximo para tragar la amargura que se había acumulado en su boca. Aunque las náuseas se le habían quitado, los olores fuertes aún provocaban que un asqueroso nudo se formara en su garganta.

━━Qoren no debió llevarnos por la calle de las especias ━━susurra la Princesa Lyanna, inclinándose hacia ella━━. Recuerdo lo difícil que me resultaba soportar todos estos olores durante el embarazo. Y ahora, incluso, tampoco me es más fácil.

Rhaenyra siguió la mano de Lyanna, que descansaba sobre su aún plano vientre, y dirigió su mirada sorprendida hacia la mayor. Esta sonrió con satisfacción, confirmando la pregunta silenciosa de Rhaenyra.

━━Que los dioses sean benévolos con usted y el niño en su vientre, princesa ━━susurra de vuelta Rhaenyra, alegrándose sinceramente por esta mujer que le era casi desconocida.

━━Solo Lyanna, Alteza. Le agradezco ━━asintió la princesa.

━━Entonces, diríjase a mí simplemente como Rhaenyra ━━solicitó ella.

El resto del camino hacia Lanza del Sol lo pasaron conversando de cosas triviales, riendo con las ocurrencias de Lyanna. Rhaenyra se dio cuenta de que las Murallas Ondulantes justificaban completamente su nombre. De no ser por el príncipe Qoren, se habrían perdido sin remedio en el laberinto de muros y callejuelas que acababan en callejones sin salida. Finalmente, tras pasar a través de unas grandes puertas, llegaron al castillo. Laenor la ayudó a descender de su caballo y la sostuvo firmemente de la mano, evitando que cayera por el mareo que se había convertido en el compañero habitual de Rhaenyra en las últimas semanas.

━━¿Se encuentra bien, Su Alteza? ━━pregunta Qoren, sorprendentemente preocupado, al acercarse a Rhaenyra, siendo rodeada por su familia.

━━No hay de qué inquietarse, mi príncipe ━━responde ella, aferrándose con firmeza a la mano de Laenor━━. El embarazo consume muchas fuerzas.

━━Entonces, le ruego que permita que los lleve a sus aposentos, y enviaré a un maestre a su disposición, princesa ━━dice Qoren.

━━Querido, yo cuidaré de la princesa, después de todo, yo también he atravesado estas mismas tribulaciones ━━Lyanna consuela a su inquieto esposo.

━━Así sea ━━asiente él a su esposa━━. Confío en que usted y Lady Laena estarán en las atentas manos de mi esposa, Su Alteza.

━━Yo me encargaré de la descarga del barco de regalos para el príncipe y su familia ━━declaró Daemon.

━━Y yo me aseguraré de que Syrax se haya acomodado adecuadamente en las cuevas de la costa. Los guardianes de los dragones la han recibido, ¿verdad? ━━pregunta Laenor al príncipe.

━━Por supuesto, Ser Laenor ━━contestó Qoren.

━━Si lo desea, puede acompañarme para conocer al dragón de Rhaenyra ━━sugirió Laenor.

━━Pero, ¿los dragones no son peligrosos para alguien más que no sea su jinete? ━━se sorprende Lyanna.

━━Syrax tiene buena disposición hacia Laenor, incluso le obedece, especialmente desde que lo ha reconocido como el padre de mi futuro hijo ━━explicó Rhaenyra, comprendiendo la inquietud de Lyanna por su esposo.

━━Entonces, con mucho gusto lo acompañaré hacia el dragón, Ser Laenor.

Qoren sonríe y Rhaenyra vió una mirada conocida en sus ojos. Aemond tenía la misma mirada cuando le prometió llevarlo a dar un paseo en dragón.

«¿Un príncipe dorniense interesado en los dragones? Valió la pena venir aquí aunque sólo fuera por esto», piensa Rhaenyra, siguiendo obedientemente a Lyanna mientras la lleva hacia castillo.

━━El príncipe Qoren parecía muy entusiasmado cuando mi hermano le propuso visitar a Syrax ━━comenzó a decir Laena con cautela.

━━Oh, desde niño se ha sumergido en las historias sobre la conquista de Aegon y sus hermanas, prestando especial atención a los relatos sobre dragones ━━Lyanna sonrió con tristeza, dejándose llevar por los recuerdos━━. El difunto príncipe Martell lo reprendía severamente por su abierto interés en las criaturas que no solo causaron la muerte de nuestros hombres, sino que también sumieron las tierras de Dorne en un infierno de fuego y devastación. Pero eso no detuvo al joven príncipe. Hace unos días, debo admitir, todos los habitantes de Lanza del Sol luchaban por asomarse a las ventanas para ver al dragón dorado que había llegado a Dorne por primera vez desde la conquista de Poniente. Y esta vez, por fortuna, el dragón no traía consigo la sombra de la muerte.

━━Y seguirá siendo así de ahora en adelante, si los dioses nos son propicios ━━Rhaenyra apretó suavemente la delgada mano de Lyanna, esperando contar con su apoyo y amistad.

━━Por supuesto, mi princesa. Mi esposo no es la princesa Meria, y usted no es Aegon el Conquistador. Y aunque muchos puedan considerar esto una debilidad, yo veo en ello una fortaleza. Para derramar sangre no se necesita mucho ingenio. Mantener la paz y la prosperidad requiere de un esfuerzo mucho mayor.

Rhaenyra y Laena se intercambian miradas significativas tras las palabras de Lyanna. Habían navegado hasta aquí con una débil esperanza de renovar la tregua entre Dorne y el resto de Poniente. Pero ahora, en el corazón de Rhaenyra, crecía la confianza de que no solo podían contar con una alianza fría, sino también con relaciones más amistosas. Rhaenyra incluso se permitió soñar que, bajo su mando, los Siete Reinos finalmente se unificarían de manera definitiva.

«No arranques plumas sin haber cazado al halcón», resuena en la mente de Rhaenyra la voz de su madre.

Ella se sacude mentalmente, desechando los sueños de un Poniente unificado. Ante ella se presentaba una tarea no tan grandiosa, pero igualmente importante. Debía hallar puntos en común con Dorne y sondear el terreno antes de que pudiera hablar de su unión con los Siete Reinos. Ciertamente, necesitaban un matrimonio dinástico. Pero el príncipe Martell solo contaba con una hija, cuyo esposo sería, en el futuro, un mero príncipe consorte. Y el hijo de Rhaenyra, que había visto en sueños en las rodillas de Viserys, debía convertirse, en el futuro, en rey después de ella. Sí, Rhaenyra estaba segura de que ella y Laenor tendrían más hijos, mas no podía ofrecer a los Martell un enlace con un niño que aún no existía.

«Oh, si tan solo Daemon y Laena tuvieran un hijo pronto... Podríamos casarlo con la princesa Aliandra, para sellar nuestra alianza», reflexionó Rhaenyra con pesar, mientras caminaba por los corredores de Lanza del Sol junto a Lyanna y Laena.

Sin embargo, ese pensamiento se disipa rápidamente al considerar la reacción de Daemon ante tal propuesta. Nunca consentiría en enviar a un hijo suyo a Dorne, ni siquiera como futuro príncipe consorte. La mirada de Rhaenyra se posa en el aún plano vientre de Lyanna.

«¿Y si fuera un varón? ¿Podríamos casar a nuestra futura hija con él?», le asalta la idea. «Vivir en una tierra donde las mujeres no son consideradas inferiores a los hombres, permitiéndoles heredar títulos y tierras en igualdad. ¿Acaso se puede desear algo mejor para una hija?»

Pero también este pensamiento no perduró mucho, cuando Rhaenyra recuerda su sueño. Su hija se le apareció entre los ventisqueros y las nieves del norte, envuelta en pieles gruesas y a lomos sobre un dragón blanco. No podía imaginarla en el caluroso Dorne, resplandeciente en todos los matices de amarillo, rojo y dorado.

Sumida en tales reflexiones, finalmente llegan a sus aposentos.

━━Éstos son vuestros aposentos y los de Ser Laenor, Rhaenyra ━━Lyanna señala la puerta más abajo en el pasillo━━, y allí se hallan los aposentos del príncipe Daemon y Lady Laena.

Al cruzar el umbral de los aposentos, Rhaenyra observa con curiosidad la estancia. A primera vista, era evidente que los Martell no habían escatimado en preparativos para sus invitados. En el suelo de mármol se extendían alfombras de seda, adornadas con intrincados patrones que representaban aves y bestias exóticas. Una enorme cama se erguía contra la pared del fondo, destacándose como un brillante punto en la dorada decoración de la estancia. Un grueso cobertor de un profundo púrpura replicaba el color del dosel que se alzaba sobre la cama. Junto al fuego, se hallaban dos lujosos sillones, tapizados en terciopelo verde oscuro. Ante la ventana, un escritorio con instrumentos de escritura reposaba sobre unas patas talladas en oro, y a los lados de la cama se alzaban dos imponentes mesitas, rebosantes de frascos con aceites y perfumes.

Rhaenyra levanta la vista para observar el estuco del techo. Cuando comprende la forma de la ornamentación, sus mejillas se tiñen de un rubor intenso.

━━¿Tiene mi dormitorio con Daemon decoraciones como estás? ━━sonríe Laena, señalando las figuras de hombres y mujeres desnudos en diversas poses.

━━Incluso más atrevidas ━━responde Lyanna con una sonrisa pícara.

━━A él le gustará ━━Una expresión soñadora aparece en el rostro de Laena━━. Tal vez incluso nos inspire...

━━Qoren y yo también solemos inspirarnos con frecuencia ━━susurra Lyanna con complicidad, provocando la risa de las chicas.

━━Lamentablemente, a Laenor y a mí ya nos resulta un poco difícil inspirarnos para tales hazañas ━━dice Rhaenyra con un tono de pesar, acariciándose el vientre.

━━Si lo desean, puedo compartir algunos secretos ━━Lyanna sonríe con picardía━━. Qoren y yo disfrutamos de nuestra intimidad casi hasta justo antes de que naciera la bebé.

Rhaenyra se sonroja de nuevo por la forma directa y despreocupada en que la dorniense habla de su vida sexual. Pero asiente, aceptando su propuesta.

━━Entonces no las molestaré más. Mi maestre vendrá a revisarla, princesa. Y yo debo asegurarme de que su séquito esté bien acomodado. Si necesita mi ayuda, envíe a alguno de los guardias.

━━Por supuesto, princesa. Gracias por su preocupación.

Lyanna hace una breve reverencia, a lo que Laena responde con una inclinación igualmente elegante, y la dorniense se marcha, dejándolas a solas.

━━Creo que nos haremos buenas amigas de la princesa Lyanna ━━dice Laena.

━━Yo también lo creo, querida hermana ━━sonríe Rhaenyra.

Los guardias interrumpen su conversación al introducir los baúles de Rhaenyra y Laenor en los aposentos. Rhaenyra los despide, y ella y Laena comienzan a desempacar sus pertenencias. En medio de esta tarea, las sorprende el maestre de Lanza del Sol. Rhaenyra y Laena se quedan paralizadas ante la visión de un alto y musculoso hombre, con una sonrisa deslumbrante, abundante cabellera oscura y profundos ojos negros, enmarcados por largas pestañas. En lugar de la habitual túnica gris, el maestre viste una suelta camisa blanca y amplios pantalones de una tela delgada que apenas oculta sus robustas piernas.

━━¿Es usted el maestre? ━━pregunta Laena, incapaz de contener su curiosidad.

Rhaenyra comparte su asombro, sin poder creer que este apuesto hombre pueda ser un maestre.

━━Sí, milady. Me llamo Ormund y soy el maestre de Lanza del Sol ━━responde el hombre con una sonrisa.

La profunda y suave voz de Ormund no convence a Rhaenyra de que realmente sea un maestre. Ella casi está segura de que de alguna manera se ha colado en sus aposentos para seducirlas. De otro modo, no puede explicar la presencia de un hombre tan atractivo en sus aposentos.

━━Oh, en medio de todo este alboroto, ¡me olvidé de pedirle a las sirvientas que le trajeran vestidos! ━━Echa a entrar Lyanna como un torbellino rojo, sin notar la confusión en los rostros de sus invitadas━━. Sus vestidos del norte son maravillosos, pero no son en absoluto adecuados para el calor dorniense ━━Se vuelve hacia el hombre━━. Ormund, llegaste muy rápido. Te confío el cuidado de la princesa. Mientras esté aquí, eres responsable de su bienestar con tu propia cabeza, ¿entendido?

━━Por supuesto, mi princesa ━━asiente el hombre.

━━¿Así que él realmente es un maestre? ━━exclama Laena, sin poder creer lo que ve.

━━Sí ━━responde Lyanna, perpleja ante su reacción tan efusiva.

━━Disculpa la sorpresa de mi prima, Lyanna ━━se apresura a explicar Rhaenyra━━. Simplemente estamos acostumbradas a que los maestres sean hombres mayores con rostros cansados y túnicas grises. Por eso no creímos que un hombre tan apuesto como Ormund pudiera ser un maestre.

Después de sus palabras, Lyanna echa la cabeza hacia atrás y estalla en carcajadas. Se agarra de la mano de Ormund para no caer, tan fuerte es su risa. El maestre sonríe ante la reacción de la princesa, sosteniéndola suavemente por el codo.

━━Que los dioses bendigan a usted y a sus viejos y aburridos maestres, princesa ━━logra decir entre risas━━. No me he reído así en mucho tiempo. ¿Son realmente todos los maestres tan poco agraciados que no le creyeron a Ormund?

━━No todos, pero la mayoría, princesa ━━respondió Laena━━. En mi sorpresa, estaba incluso dispuesta a creer que algún tonto se había colado en nuestros aposentos para deshonrarnos a Rhaenyra y a mí.

Un nuevo ataque de risa hace que Lyanna se doble por la mitad. Rhaenyra se sorprende de lo abierta y expresiva que es la princesa dorniense, sin preocuparse por las convenciones. Ormund tiene que ayudarla a sentarse en una silla, ya que no puede mantenerse en pie, riendo a carcajadas. Lyanna se calmó después de un par de minutos, limpiándose las lágrimas que le ha provocado la risa.

━━Disculpa mi falta de control, Rhaenyra. Tu cuñada realmente me sorprendió con su suposición ━━se disculpa Lyanna, recuperando el aliento━━. No te preocupes, Laena. Por parte de Ormund, ni tu honor ni el de Rhaenyra corren peligro.

━━¿Porque los maestres hacen un voto de celibato? ━━cuestionó Laena.

━━Porque a Ormund le interesan las mujeres tanto como a mi esposo le interesa el bordado.

Rhaenyra y Laena miran perplejas al atractivo maestre, esperando alguna explicación.

━━Solo me atraen los hombres, Su Alteza ━━aclara Ormund, sin ningún problema en admitirlo.

━━Así que, en su lugar, yo vigilaría a mis esposos, señoras ━━sonríe Lyanna━━, mi maestre ha seducido a muchos maridos que clamaban su odio hacia aquellos que yacen con personas de su mismo sexo.

Rhaenyra recuerda cómo Laenor le había explicado su atracción por los hombres. Por un momento, realmente vió en ese musculoso y apuesto maestre a un rival por la atención de Laenor. «No puedo creerlo, estoy celosa de un maestre», piensa atónita Rhaenyra, mirando fijamente a Ormund.

Lyanna tomó las manos de ambas, alejándolas de sus pensamientos.

━━Estoy bromeando ━━En el rostro de Lyanna ya no había rastro de diversión━━. Ormund es un excelente maestre, que conoce su oficio mejor que muchos de sus colegas más experimentados. Me ha servido fiel y lealmente durante más de cinco años, y nunca me ha dado motivos para dudar de sus habilidades. Y no tiene intención de seducir a los maridos de nadie, ¿verdad, Ormund?

━━Por supuesto, mi princesa ━━asiente Ormund, inclinando la cabeza. Su mirada se desplaza de Rhaenyra a Laena━━. Además, ¿qué clase de miserable sería si intentara seducir al marido de una mujer que está esperando a su hijo?

━━Bueno, al menos mi Laenor está a salvo ━━bromea Rhaenyra, dándose una palmadita en el vientre con alivio.

━━Y a juzgar por el estado de Lady Laena, parece que el Príncipe Daemon pronto también tendrá la dicha de convertirse en padre.

Las palabras del maestre resuenan como un trueno en medio del día, haciendo que todos en la habitación guarden silencio. Laena mira a Ormund con incredulidad, mientras Rhaenyra intenta recordar si su prima había mostrado alguna señal de que estuviera esperando un hijo. Ambas habían sufrido de náuseas durante el viaje en barco, pero lo habían atribuido a los mareos causados por los vaivenes. Entonces Rhaenyra recuerda cómo Laenor se sorprendió por la fuerte reacción de Laena al navegar. «Nunca le ha gustado navegar, pero antes no le afectaba tanto los mareos», había dicho él.

En las últimas semanas, Laena se quejaba de un dolor persistente y pesadez en el pecho, pero lo había atribuido a que se acercaban sus días de sangrado, que no llegaban a tiempo. Sin embargo, esto tampoco parecía preocuparle. «Casi nunca llegan a tiempo. Eso no significa nada», había respondido cuando Rhaenyra le insinuó la idea sobre un posible heredero.

━━¿Cómo puede saberlo? Ni siquiera me ha examinado ━━pregunta Laena con desafío.

━━He visto tantas mujeres grávidas en mi vida que puedo reconocerlas de un solo vistazo ━━sonríe Ormund━━. Noté que tenía ligera dificultad para respirar en cuanto entré a los aposentos. Al ponerse de pie, frunció el ceño y se agarró la parte baja del vientre. Su vestido le queda un poco ajustado en el pecho, aunque estoy seguro de que es nuevo y ha sido hecho a medida. Pero ahora le queda pequeño porque su cuerpo está cambiando debido a su estado. También noté un ligero enrojecimiento en su rostro. Esa reacción es típica de los primeros meses de gestación. Su cuerpo aún se está adaptando al feto, ajustando todos los procesos para garantizar la comodidad del bebé.

━━¿Entonces, quiere decir que puede saber si una mujer está grávida solo con mirarla? ━━insiste Laena, con una mezcla de incredulidad y curiosidad.

━━Si me permite examinarla, podré confirmar que lo está ━━responde Ormund, mostrando una confianza inquebrantable.

━━Perfecto ━━Laena empieza a quitarse la ropa, quedándose únicamente en su camisón de dormir━━. Adelante, Maestre Ormund.

Un minuto después Ormund se encuentra en el baño contiguo a los aposentos de Rhaenyra, sumergiendo sus manos en el agua fresca mientras la luz del atardecer se filtra a través de las ventanas, creando sombras danzantes en las paredes. En la cama, Laena se estira con una mezcla de impaciencia y nerviosismo, aguardando el momento del examen. Rhaenyra, en un rincón y por alguna razón, tiene el presentimiento de que el maestre tendrá razón.

En la mente de la princesa vuelven a resurgir pensamientos sobre las posibles alianzas con los Martell, sopesando las ventajas que podrían derivarse de estrechar lazos con Dorne, una región que siempre había sido un bastión de independencia, un lugar que valoraba su libertad por encima de todo. Pero, ¿a qué precio? La traición y la política eran dos caras de una misma moneda. Y no puede evitar preguntarse si el carácter de los Martell se alinearía con sus propios ideales. Mientras tanto, el maestre da inicio a su habitual interrogatorio hacia Laena, formulando las preguntas que la joven Targaryen ya conocía.

Rhaenyra siente un escalofrío recorrer su espalda; el juego había comenzado desde hace mucho y las piezas estaban en movimiento. Era hora de que ella también comenzara a hacer sus propios planes.

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