! Capitulo 18
La menor de los Donovan envolvió cuidadosamente la cabeza de Yui en una bolsa de cuero negro, un gesto meticuloso, casi ritual.
Había esperado una reacción distinta de Izana, alguna muestra de preocupación o enojo por lo que acababa de hacer.
Sin embargo, no era solo sobre Yui.
Era algo más profundo, una necesidad latente de probar su valor, de demostrarle a Izana que nadie, ni siquiera una chica ordinaria, podía acercarse a él sin consecuencias.
Cuando llegó al escondite de Bonten, el aire estaba cargado de tensión.
Los miembros de la organización deambulaban por el edificio, ocupados en sus asuntos, pero todos sabían que _____ había venido por Izana.
Había rumores entre los subordinados sobre el por qué, pero nadie se atrevía a preguntar directamente.
No era alguien con quien quisieras cruzarte en el peor momento.
Subió las escaleras de mármol, sus pasos resonando en el pasillo mientras cargaba la bolsa de cuero.
Sabía que lo que estaba a punto de hacer podría desencadenar una reacción impredecible, pero confiaba en que Izana entendería el mensaje: ella estaba dispuesta a cualquier cosa por él.
Finalmente, llegó a la puerta de su oficina privada.
La abrió sin dudar, sin llamar, y encontró a Izana sentado en su escritorio, revisando algunos documentos.
Parecía tranquilo, como si nada lo perturbara.
Sus ojos violetas se alzaron cuando sintió su presencia, pero no hubo ningún cambio en su expresión.
Ni sorpresa, ni molestia, solo esa serenidad impenetrable que siempre lo caracterizaba.
La joven Donovan lanzó la bolsa sobre la mesa, haciendo que cayera justo frente a él.
El sonido sordo del peso de la cabeza hizo eco en la habitación silenciosa.
—Aquí está. —dijo _____ con voz firme—. La cabeza de esa chica que te seguía como una sombra. Pensé que te gustaría saber que ya no será un problema.
Izana observó la bolsa durante unos segundos. No se molestó en abrirla, no había necesidad.
Sabía exactamente qué contenía.
Y sin embargo, su reacción fue completamente indiferente.
Se recostó en su silla, sus dedos tamborileando levemente sobre el brazo de cuero, como si estuviera procesando lo que había escuchado, pero sin darle importancia.
—¿Y qué? —respondió finalmente, su tono seco y frío—. No me importa lo que hiciste con ella.
Esas palabras golpearon a la pelirroja como un balde de agua fría.
Su corazón se encogió por un momento, pero su rostro no mostró ninguna emoción.
Estaba acostumbrada a ocultar sus sentimientos, a mantenerse fuerte frente a cualquier adversidad.
Pero esta indiferencia, esta completa falta de reconocimiento de lo que había hecho, la sacudió profundamente.
—¿No te importa?—repitió ella, tratando de mantener la calma en su voz—. Ella estaba demasiado cerca de ti. ¿Ni siquiera vas a decirme quién era?
Izana la miró directamente a los ojos, su mirada inmutable.
—Solo una chica con la que me divertía de vez en cuando. No significaba nada para mí. Si la mataste, es irrelevante.
El frío de sus palabras la atravesó como un cuchillo. Durante años, _____ había construido una coraza impenetrable, pero en ese momento, la indiferencia de Izana logró quebrar algo dentro de ella.
Había esperado algún tipo de reacción, tal vez enojo, tal vez agradecimiento, pero la frialdad con la que descartó a Yui, y más aún, la manera en que la ignoraba a ella, la hizo sentir pequeña, insignificante.
— Jodete.
Sin otra palabra, se dio la vuelta y salió de la habitación, dejando la bolsa sobre el escritorio.
Bajó las escaleras rápidamente, su mente llena de una mezcla de furia y humillación.
Había matado a esa chica por nada.
Había esperado que el acto significara algo para Izana, pero lo único que había recibido era su desprecio silencioso.
Afuera, la noche había caído sobre la ciudad, oscura y sofocante.
Las luces de los edificios brillaban en la distancia, pero no ofrecían ningún consuelo.
______ sintió una rabia creciente dentro de ella, un deseo de deshacerse de esa sensación de rechazo.
Si Izana no iba a darle el reconocimiento que buscaba, entonces buscaría otra forma de calmar su frustración.
No tardó mucho en encontrar su respuesta. Sabía exactamente a dónde ir.
El club donde los Haitani y Sanzu solían pasar su tiempo era un lugar que pocas personas se atrevían a visitar sin invitación.
Un antro de lujo, donde la ilegalidad y el exceso se mezclaban con una atmósfera de decadencia.
Los hermanos Haitani, Rindou y Ran, eran conocidos por su naturaleza impredecible y violenta, mientras que Sanzu no necesitaba presentación: su lealtad a Bonten estaba solo a la par de su locura descontrolada.
Cuando la Donovan llegó, los encontró en una mesa en la parte más oscura del club, rodeados de mujeres, alcohol y drogas.
Se acercó sin dudarlo, captando inmediatamente la atención de los tres hombres.
Ran fue el primero en notar su llegada, su sonrisa ladina se ensanchó cuando la vio.
—Mira quién ha decidido bendecirnos con su presencia.*—dijo, mientras encendía un cigarrillo con total desinterés por las miradas que atraían.
Rindou levantó la vista de su teléfono, mientras Sanzu, con su sonrisa desquiciada, observaba a la Donovan con ojos entrecerrados, como si intentara descifrar sus intenciones.
—¿Qué te trae por aquí?—preguntó Sanzu, inclinándose hacia ella con curiosidad—. Normalmente no frecuentas estos lugares a menos que busques algo... o a alguien.
Se sentó entre ellos, tomando un trago de uno de los vasos sobre la mesa y dejando que el calor del licor le quemara la garganta.
— Vine a divertirme —respondió, con una sonrisa irónica que no llegó a sus ojos—. Y pensé que ustedes serían la compañía perfecta para eso.
Los Haitani intercambiaron miradas entre ellos, disfrutando del giro inesperado de los acontecimientos.
Ran, con su sonrisa pícara, le ofreció un cigarro, que ella aceptó sin dudar.
Mientras tanto, Rindou comenzó a hablarle en voz baja, sus palabras llenas de insinuaciones.
Sanzu, por su parte, solo la observaba, como si supiera exactamente lo que estaba pasando por su mente.
Se enredó en sus juegos, en sus bromas y provocaciones, buscando en ellos algo que le permitiera escapar de la realidad.
Se dejó llevar, sabiendo que en ese momento, perder el control era lo único que podía hacer para no pensar en la fría indiferencia de Izana.
Con su vestido corto que con el mínimo intento de alzarlo se le vería todo. Se subió a la plataforma que se situaba enfrente de aquellos 3 hombres.
Y empezó a bailarle a aquellos hombres, dándoles un espectáculo privado. Insitandolos a hacer algo más.
Nunca contó con que Izana llegaría al lugar.
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