|𝟑𝟒| ➟ ¿𝐅𝐢𝐧 𝟐/𝟐。
—Fueron apenas unos pocos días de conocerla. Obviamente algo malo iba a salir de todo eso. Me faltaba mucho que saber de ella.
—Mina tu eres una víctima, como todas esas niñas que trabajaban en su club. Jeongyeon usaba mascaras tras máscaras, ni siquiera sus padres imaginaban quien era ella.
Oculté mi cara con ambas manos, yo misma me daba vergüenza.
— ¿Sus padres?
—Los llamaron a declarar.
Eso me dijo tu madre un día que fui a verte y estabas dormida. Creo que ninguno sabía la clase de fichita que era su hija, ambos están en un asilo y tenían varios años sin saber de ella.
—Realmente soy una imbécil —solté odiándome con la intensidad con la que debería estarla odiando a ella.
—Si te digo todo esto es porque me lo pediste. Te enamoraste de una Yoo Jeongyeon que no conocías, ahora te tienes que olvidar de esta Momo que estas conociendo. No va a ser fácil, pero podrás con ello. — Sana atrapó una de mis manos con la suya— Eres mejor de lo que ella podrá ser nunca, para Jeongyeon fuiste un golpe de suerte, en cambio para ti fue una piedra en el camino. Mereces algo mejor...
—Solo espero no volverme a topar nunca con otra piedra.
—Mírate, eres hermosa Mina. Las piedras se pelearan porque te tropieces con ellas.
Ambas reímos como estúpidas.
—Sólo ayúdame a esquivarlas, juro que esta vez cerraré los ojos y dejaré que me guíes.
—Esa es una buena idea.
Murió el tema de Yoo Jeongyeon. Empezamos a charlar trivialidades como antes, como siempre. Al final me invitó a una fiesta que estaba organizando la novia de su hermano y me hizo jurar que iría. Le garanticé mi presencia con la condición de que me dejara sola en el parque y con la promesa de que no me arrojaría frente a un auto en movimiento.
Ella aceptó solo después de que yo accedí a informarles a mis padres donde iba a pasar la tarde. Cuando me quedé sola volví a pensar en la profesora Yoo. Iba a ser extremadamente difícil, pero un día, cuando recordara toda esa etapa, me reiría de mi misma.
Me ha herido recatándose en las sombras,
sellando con un beso su traición.
Los brazos me echó al cuello y por la espalda
me partió a sangre fría el corazón.
Y ella prosigue alegre su camino,
feliz, risueña, impávida.
¿Y por qué?
Porque no brota sangre de la herida.
Porque el muerto está en pie.
Le susurré al viento el último poema que tenía para ella y dejé que este lo arrastrara lejos de mí.
Todo se terminaba...
—De nuevo Bécquer.
Esa voz me heló la sangre. Me levante de golpe.
Sus brazos capturaron mi cintura antes de que pudiera alejarme lo suficiente. Traté de zafarme pero ella era más fuerte que yo, no podía soportar tenerla tan cerca así que levanté el puño y asenté un golpe justo en su boca.
El dolor sumado a la incredulidad la llevó a soltarme y entonces me alejé corriendo.
—Mina —gritó.
"No, maldita sea, no"
Intenté cruzar la calle pero los autos pasaban veloces y el semáforo parecía estar en mi contra.
—Mina —ella corrió hasta mí.
No la miré. De nuevo me tomó por la cintura, pero esta vez también atrapó mis manos.
Una delgada línea de sangre se escapaba de su labio, y no pude evitar notar lo vieja que se veía. Había sido un mes realmente largo para ella.
—Tenemos que hablar —imploró mirándome a los ojos.
Su mirada seguía teniendo el mismo poder sobre mí, todo su cuerpo me controlaba. Me dominaba aún sin pretenderlo y me odie por eso. Porque yo seguía siendo suya aun cuando ya tenía claro que ella jamás sería mía.
—No hay nada de hablar.
—Mina escúchame...
—Ya lo hice y no dijiste nada.
—Te amo.
No era el momento ideal, ni el más romántico. Ni siquiera parecía que ella hubiese planeado decir algo así. Pero a diferencia mía, ese "te amo" estaba dicho demasiado tarde.
— ¿Enserio? —Pregunté con frialdad —Estas siendo tan honesta como cuando dijiste que tus padres habían muerto...
—No quería hablarte de mis negocios.
—Cierto... tampoco fuiste honesta con eso —le espete con desprecio— ¿de qué más quieres hablar? ¿Drogas? ¿Pedofilia? Quieres ayuda para no ir a la cárcel.
—Mina, por favor...
—Por favor Jeongyeon, deja de mentir. No hay nada de qué hablar. Lo mejor que te puedo desear es que te desaparezcas de aquí, vete muy lejos. Soy hija de policías, ellos serán los primeros en saber que estuviste aquí.
—No le tengo miedo a la cárcel —me aseguró— Decidí que, o me voy contigo o no me marcho nunca.
—Ya no se trata de la cárcel. ¿Sabes lo que hiciste? ¿Has oído hablar de la pena de muerte?
Mis palabras no la sorprendieron en lo absoluto.
—Nada de eso me importa.
—Suéltame.
—Confía en mí, vuélveme a querer... te pido una última oportunidad.
Parecía desesperada, parecía estar sufriendo. Quería ignorar a la razón, a mi propio instinto, y cerrar los ojos ante su pasado. Esa era la mujer que yo amaba, y lo único que deseaba era limpiar sus heridas, besarla, abrazarla y prometerle que todo estaría bien, que estaríamos juntas, que me olvidaría de todo y empezaríamos de cero.
—Jeong —mi voz sonó débil.
Esa era señal que necesitaba para acerarse. Me besó en la mejilla despacio y yo hundí mi rostro en su hombro. Deseaba creerle, necesitaba creerle. Porque la amaba, a pesar de todo, de todos, incluso a pesar de ella misma.
No sé en qué momento mi cuerpo dejó de luchar y decidió abrazarla. Ese abrazo fue reparador, fue como descansar después de haber corrido un maratón. Quería decirle tantas cosas, quería decirle que todo ese tiempo que estuve sin ella no deje de mirarla en todas partes, que no sólo le creía si no que aceptaba cada una de sus mentiras porque nadie es perfecto, que la amaba y que mi corazón ya era suyo.
Pero mi boca permaneció cerrada, por algo muy simple y grande a la vez, algo que muchos cometen el error de hacer a un lado: Amor propio.
Nos soltamos y yo di un paso atrás.
—Ven conmigo Mina —imploró— se acabaron las mentiras, sólo me importas tú.
—La policía te está buscando.
—Lo sé.
— ¿Hasta dónde crees que llegaríamos?
—Nada te pondrá en peligro.
Respiré profundo y me aleje de ella.
—Vete.
—No me voy sin ti.
Iba a cruzar la calle cuando lo vi.
Llevaba ropa deportiva y corría de prisa hasta Jeongyeon.
No podía recordar su nombre pero estaba segura de una cosa, trabajaba con mi padre. No era el único, otros dos hombres fornidos se acercaban a Jeongyeon que continuaba con sus ojos fijos en mí, no reparó que estaba rodeada hasta que uno de ellos saco un arma y al mismo tiempo su placa.
En lugar de correr ella levantó las manos detrás de su cabeza, parecía muy calmada. Yo en cambio sentía que estaba a punto de sufrir un paro cardiaco. A lo lejos oí la sirena de una patrulla.
El hombre seguía apuntándole a Jeongyeon mientras otro se encargaba de esposarla. Traté de correr hasta ella pero alguien me abrazó. De pronto todo se apagó. Sólo era los ojos de Jeongyeon y los míos, mirándose fijamente durante una fracción de segundo.
Tiempo suficiente para que, para que se entendieran, para que yo lograra terminar de convencerme de dos cosas.
1) Jeongyeon me amaba, ella en verdad me amaba.
2) Estaba siendo detenida... y por delitos que ameritaban algo mucho peor que la cárcel.
Fin?
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