|𝟑𝟐| ➟ 𝐄𝐥 𝐔𝐥𝐭𝐢𝐦𝐨 𝐁𝐞𝐬𝐨 𝟐/𝟐。
Llegué a casa. Estaba desierta y se respiraba demasiada calma. Eso no auguraba nada bueno.
Entré a mi habitación donde había un pequeño y peludo intruso que lanzó un maullido infernal al verme y salió veloz de la recamara.
No le hice mucho caso y me tumbe en la cama quedándome dormida casi al instante, tuve un sueño muy raro donde alargadas sombras se cernían sobre mí mientras yo trataba de escapar. Una canción de Pignoise me saco de la pesadilla. Al despertar supe que había dormido por mucho tiempo y que la música provenía de mi teléfono celular.
Miré el número, resultó ser Sana.
Dudé si contestarle o no. No tenía ganas de escucharla ofender a Jeongyeon, si era capaz de decir una sola cosa en su contra podía dar por terminada una amistad de toda la vida. Aunque por otro lado estaba aliada con mis padres y contestarle tal vez me diera una pista de lo que ellos pensaban hacer en contra de mi profesora.
— ¿Qué pasa? —respondo desganada y cierro los ojos.
— ¿Mina? ¿Dónde estás? ¿Estás bien? ¿Qué pasó? — parece asustada.
—Sana tranquila, por Dios...
— ¿Cómo te sientes?
—Joder, Estoy bien. No seas absurda, el hecho de que falte un día a la escuela no quiere decir que...
— ¿Estuviste con Jeongyeon?
—Que te importa.
—Sólo necesito saber que estás bien...
—Ya te dije que lo estoy, ahora si me disculpas quiero descansar...
—Espera Mina.
Duda un momento.
— ¿Qué es lo que quieres?
—Necesito que me acompañes a un sitio.
Ahora soy yo la que dudo.
— ¿Qué?
—Por favor Mina necesito que vayas conmigo, es importante para mí.
Miro el reloj, es escandalosamente tarde.
— ¿No puedes esperar a mañana?
—No.
Hay una evidente suplica en su voz.
—Bien —cedí— vienes o voy.
—Espérame allí, llego en 15.
Suspiro y busco entre mi ropa, ni siquiera sé a dónde vamos pero no creo que dure mucho tiempo. Si acepté ir fue solo por ese viejo cariño que le tenía a Sana y por el sonido desesperado de su voz. Pero realmente lo que menos quería era estar fuera de casa.
Ya lista abandono mi recamara, mis padres como de costumbre no aparecen por ningún sitio. Pero ya sé dónde están así que no me preocupo. Un rato después llaman a la puerta.
Sana luce unos jeans desgastados, una blusa blanca y lleva el pelo recogido.
Tras ella hay un muchacho bastante guapo que me sonríe animado, semanas atrás me hubiese derretido allí mismo con esa sonrisa.
—Me quieres decir a dónde vamos.
Pero en lugar de responder me apremian a subir al auto.
Su hermano conduce hasta un barrio oscuro de poca monta donde la única señal de vida proviene de una discoteca al fondo.
— ¿Qué demonios hacemos aquí? —les reclamo asustada.
—Tienes que ver algo...
— ¿Aquí? ¿Estas loca? Pueden asaltarnos o... peor.
—Solo entramos y salimos, además para que crees que traje a mi hermano.
Por un segundo intenté ver a Jin agarrándose a golpes con unos pandilleros fornidos y tatuados hasta los dientes. No había manera de que el resultado de esa pelea fuera benéfico para nosotras.
—Hay que irnos.
Sana me tomó del brazo.
—Sólo camina.
Ingresamos con identificaciones falsas y después de que Jin tuviera una larga charla con un tipo musculoso y enorme que cuidaba la entrada.
Al ingresar recibí el impacto cegador de luces color neón, que se arrastraban por todo el lugar. La música era estruendosa, era una especie de Rock pero en lugar de letras la música era acompañada por gritos y gemidos de tipo sexual.
No sé podía ver mucho y era difícil caminar entre la apretazón de gente. Unos bebían, otros gritaban, algunas mujeres se paseaban por el lugar con el torso desnudo, otras más bailaban sobre las mesas sin prenda alguna, había parejas que se besaban apasionadamente y hacían otro tipo de cosas allí en medio de todos.
Pero nadie parecía darse cuenta de nada. Todos estaban existiendo empleando un porcentaje mínimo de cada sentido, innegablemente drogados.
—Por Dios Sana, no puedo estar aquí —me giré horrorizada— ¿A dónde me trajiste?
Ella se pone de puntilla y entrecierra los ojos como si estuviera buscando a alguien.
—Dos minutos.
Continua su búsqueda exhaustiva, estoy a punto de decirle que paso de estar allí un segundo más cuando parece encontrar lo que tanto quería y me agarra del brazo para llevarme hasta allí.
—Ahí la tienes —espeta y se cruza de brazos.
No entiendo exactamente de que está hablando.
Hay mucha gente bailando en medio, hay mesas con personas que beben y gritan. Alguien encendió la máquina de humo y todo de pronto parece un sueño.
La miro.
No, un sueño no, una pesadilla.
Allí esta.
Esa mañana hicimos el amor, esa mañana le dije que mi corazón era suyo, que iría a la cárcel por ella. Que la amaba.
Había mujeres a su alrededor, un par bailaba sobre la mesa, otras más fumaban sabrá Dios que porquerías, y Jeongyeon estaba entre dos chicas no mayores que yo en un intercambio nauseabundo de besos apasionados.
Algo se desplomó en alguna parte de mi alma. Lo sentí caer, vacío, frio, inevitablemente muerto.
— ¿A dónde vas?
Sana me tomó del hombro.
—Tengo que hablar con ella.
Sus dedos seguían aferrados a mí.
— ¡Mírala! —me regaña— ¿De qué van a hablar? ¡Está drogada!
Me libero de la mano de Sana de un tirón y me acerco a la mesa de mi profesora de literatura.
De pronto quiero vomitar.
Las luces, el humo, el escandalo... todo eso es una distracción. Las mujeres sobre la mesa, las que fuman, incluso las que besan a mi Jeongyeon. No están ni remotamente cerca de tener mi edad. Miro con más atención a mí alrededor.
Hay otros hombres y mujeres, elegantemente vestidos y que disfrutan de las caricias de esas niñas. Porque no pueden ser más que eso, niñas, el exagerado maquillaje en sus caras y la forma en la que contorsionan sus cuerpos desnudos en sensuales movimientos las disfrazan para quienes las miran de lejos, ahora yo estaba lo suficientemente cerca de ellas como para querer
vomitar y matar a golpes a Yoo Jeongyeon.
Me acerco más, aparto a una de las chicas que ella besa, esta parece una débil hoja que responde de inmediato a mis órdenes. Fue entrenada para eso, para no oponer resistencia, para obedecer, para complacer. Está ebria, drogada y tiene la mirada muerta.
Finalmente me encuentro cara a cara con Yoo Jeongyeon.
Ella me mira como si tratara con todas sus fuerzas de reconocerme.
Rodea mi cuello con sus brazos y se aproxima. Percibo su nauseabundo aliento alcohólico, se acerca aún más y la punta de su lengua moja mis labios buscando adentrarse en mi boca...
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De verdad muchas gracias por estar leyendo este fic, aún queda un capitulo esperen por el uwu ♡♡
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