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𝗧𝗛𝗘 𝗕𝗘𝗚𝗜𝗡𝗡𝗜𝗡𝗚.

El constante golpeteo de las lágrimas del cielo cae contra el pavimento y el aire pareciendo esfumarse; su corazón se detiene justo en ese instante. Las calles solitarias como su alma deambulaban, por aquel largo pasillo vacío y sin salida, la abrumante pero familiar sensación de ser observado a la distancia recae en sus hombros haciéndolo pasar saliva ansiando romper su garganta y preferir la muerte en aquel instante; pero sería en vano porque era consciente de las palabras dictadas por personas que fingían con frecuencia sus compañeros ser. Un suspiro que se pierde en la noche junto con el destello opaco de sus orbes, se inclina hacia delante con intención de seguir con la tarea. El mañana se escucha lejano en esos instantes, pero, una vez más, prefiere ignorarlo por completo haciendo ojos ciegos de la situación actual dejándose abrazar en la densa oscuridad mientras guía su camino de vuelta a aquel sitio donde un falso manto había acogido como su lugar seguro de todas las jornadas nocturnas en la que se ha encontrado en penumbra.

Un eco a la distancia de pasos consumidos por el cansancio llena de pánico la esbelta figura de Felix y en la propia angustia del mismo se apresura a encerrarse en aquel cubículo, retorciéndose de miedo bajo la constante mirada de ese ente que se mantiene firme detrás de la puerta, pronto las galaxias pintadas en su perlada piel se contraen en un gesto de preocupación continua que lo hace tener que buscar apoyo del escritorio pronto la silla, dejando su ligera anatomía desvanecerse una vez toca la superficie, el aire parece asfixiar; puede sentirlo. Sigue ahí afuera. No se ha movido para nada, tratando de ahogarse entre sus queditos sollozos prefiere ocupar su mente entre el sin fin de notas de citas próximas para atender los próximos días. Su cuerpo no sentía estar preparado para lo que le espera y eso hace que vuelva a aspirar aire. Ahora menos tenso, pero, aún así con el corazón corriendo a mil por hora.

Y puede palpar su miedo, saboreándolo en la punta de su lengua deshaciéndose al instante en el fugaz deseo de poder apreciar la calidez de sus mejillas ser profanada por la lluvia de escarlata haciendo resaltar y hacer brillar sus estrellas. Una sonrisa retorcida surca desde los rincones más oscuros del anhelo por poseerlo en totalidad. Tiembla ante el pensamiento de ello acompañada con la adrenalina de ser capaz de robarle latidos al corazón de aquella alma desamparada que dice querer adentrarse entre sus entrañas, ser quién en su mente ronde, en nombre del cielo nocturno y sus sentimientos. Los únicos cómplices de aquel tétrico amor que lleva consigo para entregar. A su destino. El único.

Felix se mantiene allí congelado, en la soledad de la diminuta oficina donde apenas entra él pero aún así sintiéndose atrapado tras las rejas de la cárcel que era su mente. Y mientras se pierde en el silencioso sollozar, la solitaria sombra tras la puerta gira la perilla de la puerta en ademán de querer a su corazón adentrarse, cada vez más cerca de perder la cordura, lleva sus manos temblorosas a por encima de su cabeza contrayéndose en su lugar. Exhala con fuerza haciendo el suficiente ruido para ser descubierto y ser acorralado contra la pared, los huesos del joven enfermero se escucha el crujir, a la distancia he de escuchar el arrullo de su nombradía ser llamada; en ese instante la desconocida anatomía que lo mantiene presionado lo llama, Felix trata de sostenerse de la pared y su respiración tiembla levemente al sentir el exhalar del extraño acariciar cerca su seca boca. Sus ojos se aprietan con fuerza teniendo aún la diminuta esperanza de que fuera suficiente para desvanecer al monstruo que se encontraba a centímetros de querer devorarlo. Unos dedos que juraba ser hechos de hueso por la frialdad que envargaban tocaron en osa de rasgar y su piel marcar. Una marca que consigo hasta la tumba habría, para la eternidad. Cuando las palabras se hicieron ligeras perdiéndose entre los matices grises de la vida, barre consigo su vida, se mantiene firme contra la pared y el cuerpo ajeno que lo sostiene con un cariño que minutos atrás era difícil de descifrar se mantenía allí.

— Quiero irme — el suave susurro que escapa de los labios de Felix, su tibio aliento choca hasta desvanecer sobre la piel ajena, dejando un sabor amargo a su corazón que con dolor es estrujado y las palabras al aire provocando nada más que grietas en el alma. Los dedos largos por fin desisten de sus hombros, apartando de él lo suficiente, como el hueco que ahora había en los corazones de ambas almas.

— Te arrepentirás y a mis brazos querrás volver a estar — la voz de aquella sombra suena distante, pero, logra robarle un suspiro de agotamiento, agotamiento que se muestra entre las grietas de su expuesta piel.

Un silencio que termina por quebrar de él lo arrulla en la frialdad de una cama que ya no podía ver como propia, porque después de todo no era siquiera su hogar, Felix no podía seguir queriendo intentando ablandar el corazón de alguien que no quería más que apoderarse de su ser porque era egoísta, pero más egoísta había sido consigo mismo al creer ciegamente en sus palabras sin sentir.

A sus ojos fue despojado de lo poco que le quedaba de vida y esta misma se le fue arrebatada en un lastimero grito, silencioso, de dolor. Y Felix entre sin fin de tristezas se deja caer hasta ser uno con el frío viento, que daba como bienvenida a la temporada de lluvias intensas, como el llanto que de sus ojos desbordaba. No podía ver más allá de las calles empapadas, sus ojos he de admirar el gris del cielo y dejando que la brisa roce su rostro, deja que sus pulmones se intoxiquen solo un poco más. A su mirar llega el color, curioso, cabellos revueltos como las hojas que volaban alto hasta hacer cosquillas entre las nubes. La alegría se ciñe en su expresión, dentadura casi perfecta. No. Era perfecta, pequeños huecos en sus mejillas dándole un toque juvenil. Aquel joven chico solo parece mirarle, el bullicio del lagrimar de los cielos es lo único que llega a sus oídos incluso cuando la persona frente suyo parecía decirle algo; termina por colapsar y su corazón estallar, su mano que se extendía hacia la luz cayó al empapado pavimento. Le mira con preocupación, en cual deja a su anatomía envolver tras alzarlo en vilo y cubrir con su chaqueta.

— No es de todos los días encontrar a un niño moribundo a las afueras de mi hogar — la dulce voz que escapa de los labios ajenos lo traen de un jalón a la realidad, enfoca sus ojos con desespero alrededor y al chocar con ese rostro lleno de preocupación nuevamente. La curvatura que de sus comisuras descendía hasta tocar sus labios, ya no había rastro alguno.

Un escalofrío lo invade y se aparta de inmediato, pero, una cálida mano entrelaza en la suya haciendo que vuelva a sentarse en la tina. Tenía una camisa oscura que cubría perfectamente su anatomía entera, las marcas en su piel estaban cubiertas.

— Es un lindo día, donde los recuerdos y nostalgia piden a gritos al cielo llegar. Alcanzar a ser un final feliz. — El joven Lee se permite admirar el paisaje que trae consigo tras su espalda, como su mano sigue sosteniendo de su muñeca hasta una fantasma caricia ser. Haciéndole sentir como en casa.

Aquellos dedos rozan las grietas de su gélida alma, llenándole el cuerpo de espasmos tanto que los pulmones de Lee no tardaran en contraerse en una indescriptible comodidad, si dejarse tocar por un completo extraño era su manera de encontrar de nuevo paz; pues quizás ya estaría al borde de perder su sanidad. Lo que no notaba era como este le observaba con atención de detalle, grabando hasta el fondo de cada rincón oscuro de una memoria ya corrompida por el egoísmo involuntario y humano. Llevándose consigo aquella inocencia ingenua de Felix, entonces la realidad lo trae de vuelta; su cabeza que hace unos momentos antes recostada estaba sobre el regazo del que nombre aún no conocía, se levantó sobresaltándose así mismo. Estaba nervioso, sentía vergüenza de sí mismo. Él simplemente se limita a mirarlo, con una sonrisa, sonrisa que le colocaba los nervios de punta y esto pudo notarlo, era tan dulce que lo único que quería era seguir deleitando con la suavidad de su piel debajo de la yema de sus alargados dedos. Sus manos eran más grandes en comparación a las impropias, podría fácilmente inmovilizarlo y devorarlo allí mismo hasta que Lee Felix quedará en el olvido; como si nunca antes hubiera existido.

—Gracias por su preocupación, pero debo ir a casa ya...— Su voz sale insegura, se siente indefenso ante la intensa mirada del chico que apariencia a vampiro parecía tener, por tan pálida que era su piel y esas bolsas moradas debajo sus ojos. Él, ¿por qué lo estaba viendo demasiado? ya ni se entendía así mismo. Antes de que siquiera pudiese responder, el pequeño practicante sale huyendo a tropiezos del baño; pero no había escapatoria alguna porque todo lo que consiguió fue adentrarse a un corredor que parecía no tener fin y la madera del piso crujir no era de mucha ayuda para poder esconderse a tiempo.

— No hay nada que temer, cariño, aquí a salvo estás, mis intenciones contigo no son con malicia — espeta en voz alta, siguiéndolo por detrás hasta lograr hundir sus dedos alrededor los costados del rubio, soltando un chillido de sorpresa, no esperaba ser tan liviano para ser fácilmente cargado en brazos del que parecía igualmente ser australiano a juzgar por su acento. Pero, eso no lo calmaba en un momento como este en el que su corazón amenazaba con salirse por la garganta y con ojos a punto de quebrarse en llanto; un ligero gimoteo se le escapa. Estaba perdido. No importaba si forcejaba o gritaba, nadie más aparte de él iba a saber que alguna vez existió un chico llamado Lee Felix, incluso en algún punto cuando sus mejillas fueron tapizadas de colores azulados sin vida, sin color, cerró los ojos con fuerzas esperanzado que esto fuera sólo un mal sueño de los cuales estos últimos meses era preso a causa del miedo e insomnio, de la ansiedad que se había vuelto su más fiel compañera. Los pasos del de cabellos desordenados y castaños eran inquietantes pues ni tan lento iba, pero tampoco se apresuraba, provocando otro escalofrío en la piel del pecoso pues no lograba tener claro qué quería de él exactamente.

Solamente era un pobre chico que finalmente había logrado escapar de una relación que hace años le hacía mal a su corazón y a su persona.

Justo era aquello lo que Chris había notado, es por eso que estaba ahí desinfectando y curando sus moretones más recientes mientras apreciaba con tal delicadeza como si de una caricia se tratase aquellos que ahora sólo un fantasma era, pero él sabía, sabía que era lo que más trabajo costaría sanar confirmándolo al alzar su mirada, topándose con una expresión atemorizada por parte del australiano menor, el corazón se le estrujó de una manera reconfortantemente dolorosa y acunó con cuidado su rostro, besando el rastro de sus lágrimas dejando a un Felix con expresión confundida; eso sólo logró hacerlo reír y fue allí cuando el rubio soltó un rotundo "EEEEH" no entendía nada de lo que ocurría y que este desconocido sólo se divirtiera con su desgracia que tenía por vida le colocaba los pelos de punta. 

— ¿P..Por qué? — espeta incrédulo, temblando por lo incierto, no sabía en lo que estaba por hundirse y esa sonrisa lo inquieta aún más; así que simplemente insiste una vez más hasta encontrar una respuesta a lo que todo este tiempo estuvo buscando. — ¿Por qué haces todo esto? 

— Quiero ayudarte, se ve que te duele. 

— No, me refiero a esto, ¿por qué me ayudas? no te conozco — forcejea una vez más, haciendo que el agarre del castaño se vuelva firme y su sonrisa sólo logra torcerse aún más incluso juro escuchar el rechinar de sus dientes y aquellos profundos ojos finalmente lo miraron fijo, queriendo simplemente ahogarse con su propia saliva por haber abierto la boca. 

— Pero puedes conocerme. Soy Christopher. — haciendo una breve pausa, dedicándole una sonrisa amigable, añade —  puedes decirme Chris para más confianza — su serenidad vuelve, acariciando con el pulgar del dorso de su mano y la otra que aún reposa sobre la suavidad de la piel de su rostro, lo estruja con cariño inclusive un toque protector es notorio por la manera en que su mirada destella al perderse en las facciones finas del rostro del rubio australiano. Un nudo que lo ahoga desde la garganta hasta apretar su pecho, su corazón adolorido estaba y aquel ya no tan desconocido ente, busca adentrarse en él con intenciones que no era más que brindarle un reconforte entre el infierno mismo; hacer de su encuentro un paraíso en el cual sólo ambos estén.  

YongBok trató de relajarse pero los latidos alterados dentro su pecho lo mantenían alerta, no fue hasta que el sonido de la puerta principal siendo abierta invadió el lugar que la esperanza regresó en sí mostrando una expresión de alivio en ella. Pero estaba siendo demasiado insolente porque todavía seguía retenido, por quién decía llamarse, Chris. El crujir de la madera por los pasos que se acercaban a la habitación son su única salvación pero sólo entonces Chris espeta una risa entremezclada con suspiro girándose en dirección a la puerta listo para recibir a quién se encontraba en la puerta. 

— Estamos de vuelta — exclamó el dueño de la voz tras ir abriendo la puerta, mostrando a dos jóvenes, uno con una contextura formidable y el otro con una expresión curiosa e inocente pero siendo más alto por centímetros que el previamente mencionado. A juzgar por la expresión que estos dos pusieron, el castaño no tardó en estallar en risas. — Hola chicos, que inoportuna llegada — esto sólo hace que quién había abierto la puerta cubra los ojos de su compañero que escondido detrás suyo estaba, apresurándose a llevárselo de vuelta a la sala. — Lamentamos la interrupción, sigan en lo suyo. 

Bangchan toma de la oportunidad para juguetear más con su presa que estaba a nada de tener un ataque al corazón por haber sido dejado tan pronto, no quería mirarlo, porque sabía que sobraba y bastaba con su miedo brotando por sus poros para ser un blanco fácil, tan fácil de corromper. Ojos chocolate atraviesan su gélida alma, haciéndolo mantenerse quieto en su lugar esperanzado de que su docilidad lo salvará por enésima vez del dolor. Aunque no siempre fue así. No quería que volviera a ser así. Sus ojos nuevamente estaban cerrados con todas sus fuerzas que juraba ver manchas de colores flotar en aquella oscuridad en la que prefería refugiarse siempre que el temor lo carcomía por dentro. Un destello adorna la mirada del mayor y sonriendo ante su reacción, ¿cómo era posible que un lindo ángel había caído del mismo cielo hasta llegar a sus pies? Era demasiado bello para ser real. 

— Ven, levántate — su voz sale en un susurro bajo, haciendo la piel del pecoso erizarse y dudoso se encontró frente a Chris que extendiendo su mano hacia él estaba para ayudarle a colocarse de pie — no te muevas de ahí — dedicándole una mirada que lo siguió hasta salir de la habitación, Felix ni aunque quisiera salir huyendo de ahí podía hacerlo porque su cuerpo estaba congelado en su sitio. Poco después el de cabellos alborotados regresó con un poco más de ropa para que terminará de vestirse. — ¿Puedes hacerlo tú solo o quieres que te ayude? — su voz sale suave, parecía genuinamente preocupado por él y este simplemente mordisqueo su labio negando suavemente la cabeza hasta espetar un temeroso « Gracias.. yo puedo » a lo que el contrario en silencio dejó las ropas sobre la cama dando media vuelta hasta llegar a la puerta, pero sin abandonar la habitación, dándole un poco de privacidad. 

Aunque ¿de qué servía ya? si lo había despojado de sus prendas horas antes en el baño. O eso pensaba Felix en su pequeña mente abrumada por todo lo ocurrido en los últimos meses donde su vida había sido cambiada por completo, no sabía que esperar actualmente del encuentro entre toda esta gente que por más que sus intenciones fueran buenas, la desconfianza era obvia por la manera en que siempre su mirada desviaba al encontrarse con él o ellos. 


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