
𝟭𝟰. 𝗟𝗼 𝘀𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼, 𝗺𝗮𝗺𝗮́ 𝘆 𝗥𝗶𝘃𝗲𝗿
Lo siento, mamá y River
ᴹˢ. ᴿᵒᵇᵉʳᵗˢ ♥︎
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NOVA
—¿Qué pasa? ¿Qué pasa? —le grité asustada.
Sus párpados finalmente se abrieron en mi dirección y mi corazón se encogió al verlo tan aterrado.
Sin embargo, mi atención se vio desvió cuando recordé un pequeño detalle.
Estaba en mi regazo y yo estaba en shorts.
Por suerte estaba oscuro y él no se dio cuenta porque estaba de lado. No lo iba a empujar, estaba muy asustado como para hacerlo. Por lo que, improvisando, me incliné sobre él y rápidamente lo abracé a mi torso.
Su rostro quedó en el espacio entre mi cuello y hombro mientras que yo pasaba los brazos por su tembloroso torso descubierto.
Entonces, la nariz de Seth moviéndose tímidamente en mi hombro me hizo reaccionar.
¿Qué diablos hacía aquí? Sé que me extrañaba por esa cosa de la imprimación, pero ¿cómo había dado conmigo? ¿Y por qué tuvo que romper la ventana y no simplemente entrar por la puerta?
¡¿Por qué estaba oliéndome?!
Quería gritarle a Lucy a pesar de que estuviera dormida. ¿Qué se suponía que debías hacer cuando tenías a un cambiaformas medio encuerado, oliéndote? Sin embargo, el gran suspiro de Seth en mi cuello me detuvo.
Ay mi... estaba calientito.
Sus brazos, que estaban aprisionados entre mi torso y el suyo, se movieron sutilmente hasta que pasaron encima de mis hombros y me abrazaron con la misma fuerza.
Su cabeza siguió apoyada en mi cuello y una de sus manos acarició mi cabello, lo que me dejó más hipnotizada de lo que debería.
No dije nada, primero esperé a que dejara de temblar y, cuando empezó a respirar tranquilamente, le hablé suavemente para no alterarlo.
—¿Ya estás bien?
Respondió con un calmado ajá en mi cuello.
Me aseguré de mantenerlo pegado a mi torso antes de continuar.
—Seth, no te vayas a mover, pero necesito que cierres los ojos.
—¿Para? —susurró tímido.
—Debo hacer algo rápido, pero no puedes ver.
—No te vayas —respondió dejándose caer más sobre el mí.
Casi suspiraba tontamente cuando una de sus manos se hundió en mi cuero cabelludo y me dio un masaje lento.
No me lo estaba haciendo fácil. Ay, Seth, aún si no fuera tu impronta me hubieras distraído con ese movimiento.
En momentos como este culpaba a esa regla de mi nula interacción física y mi facilidad para emocionarme por esto.
—Seth —supliqué en un susurro, esperando que no me temblara la voz—, te prometo que lo hago rápido. No sabía que vendrías y me tomaste desprevenida.
Lo dudé, pero me armé de valor y besé su mejilla. Al instante se tensó y me dio espacio para moverme.
Rápidamente me apoyé de la cama para levantarme e ir al ropero.
Por una milésima de segundo miré atrás y Seth seguía con los ojos cerrados y una sonrisa tonta.
Por mi parte toqué levemente mis labios, también sonriendo. Solo fue uno, pero me hizo querer llenarle el rostro con cientos de ellos.
Me escondí detrás de un mueble para quitarme los shorts. No quería hacer ruido para no alarmarlo, pero al ponerme la calceta de silicón, me desequilibré y caí hacia la pared.
Seth casi miraba hacia mi dirección, pero le pude gritar a tiempo que estaba bien y que cerrara los ojos.
Aun con la adrenalina, acabé de ponerme el pantalón encima de todo y me aseguré de que nada extraño se viera.
Me volví a acercar a él y para mi suerte que ya se había cubierto con la cortina que había tirado. Sin embargo, cuando iba a arrodillarme para volver a abrazarlo, su rostro iluminado por la luz de afuera me distrajo.
Era hermoso. Más hermoso de lo que recordaba.
¿Cuándo había cambiado tanto? Antes me había atraído su aspecto angelical, un niño que apenas lo veías y sabías que sería amable. Pero ahora había algo más. No podría identificar si se encontraba por sus fuertes pómulos sonrojados, o más abajo por la curvatura de su sonrisa apenada.
Su tatuaje que, si antes me pareció de lo más irrelevante, ahora con lo que aprendí sobre las manadas sabía que era un símbolo de lealtad y pertenencia, de un ser que nunca va a estar solo. Por alguna razón, me pareció de lo más atractivo que fuera leal a su familia, a la reserva, a mi Lucy, Leah, e incluso a Sam.
Oh, lo quería a él, ahora lo sabía.
Desde que me dio esas flores tejidas fue distinto el tiempo sin él a mi lado, como si siempre estuviera ansiosa a la espera de algo, tan cerca y a la vez lejos. ¿Cómo nunca pude darme cuenta de lo mucho que se emocionaba y a la vez relajaba mi cuerpo cuando estaba cerca de él? No soy tonta, pero las palabras de mi madre me cegaron tanto que ni vi en qué momento lo empecé a querer aunque sea cerca mío.
—¿Ya puedo abrir los ojos? —susurró.
Sus manos tantearon al aire, buscándome.
Las mejillas me dolieron de tanto sonreír, pero no dejé de hacerlo.
Sin responder, volví a armarme de valor y acerqué mis manos a su rostro. Lo que no esperaba que abriera los ojos justo cuando lo tomé suavemente del cabello.
Los dos nos sonrojamos, aun así, no dijimos nada.
Sonriéndonos, empecé a acariciar en movimientos circulares desde las sienes hasta sus espesas cejas. En algún momento había ladeado la cabeza y me había acercado hasta quedar muy cerca. Cerca que su respiración golpeaba íntimamente en mis labios. La distancia suficiente como para que mi madre perdiera la cabeza.
Bajé un poco la mano para ahora acariciar su mejilla y mandíbula, una tan suave y cálida para un cambiaformas, y la otra algo tensa que me demostró lo nervioso que estaba, por mí.
Estaba nervioso por mí, yo lo había puesto nervioso. Tal vez no tanto como yo lo estaba ahora, pero yo lo había hecho, era lo único que me motivaba a no salir corriendo para gritar y morder la almohada.
Limpiaba el rastro de lágrimas cuando me tomó de sorpresa y una de sus manos se apoyó sobre la mía y la otra subió tímidamente a mi cintura. Mi respiración se detuvo mientras que mi estomagó se contrajo ante su toque, a lo que de inmediato intenté disimular, no quería que creyera me disgustaba.
Lo estaba disfrutando bastante.
De último segundo pareció abandonar toda su timidez y con la mano en mi cintura me atrajo hasta quedar juntos de nuevo. Su cabeza quedó bajo la mía ya que seguía de pie, pero de manera dolorosamente lenta se fue acercando, no a mí, su mirada estaba fija en mis labios.
Lo siento, mamá. Soy responsable más no fuerte. Ya bésame, estúpido lento.
Ay, espera. ¡No sé besar!
Mierda, mierda, ¿por qué pone esa cara? Mierda, mierda.
Ya ni modo, si él sabía la regla, sabía en lo que se estaba metiendo.
Finalmente quedó de pie y su nariz rozó amorosamente con la mía, pero yo solo tenía atención para sus enrojecidos labios.
Cerré los ojos y, justo cuando sentí un pequeño roce en mi labio superior, el chillido de la puerta nos hizo congelarnos en nuestro lugar.
Abrí los ojos de golpe y Seth estaba con la boca entreabierta, ¿me quería besar o devorarme entera?
Miré finalmente a la puerta y ahí se encontraban nadie más que Lucy y River Johnston. Su supuesta prometida.
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