Alguna vez...

¿Alguna vez hubo paz?

Nadie lo sabe.

Quizá si alguna vez la hubo, se disolvió con la muerte y el dolor de Ajedrez.

Es un día decisivo, como cada uno de los días, cuando estás en medio de una guerra.

Ellos están al frente, luchando por su nación y por su Reina; dos Torres, un Peón y un Alfil.

Las brasas de la pasión y la determinación los consumen por dentro; su sueño yace frente a sus ojos agotados y los motiva: ver un país por fin en paz. Vivir sin temer.

Tic, tac, tic, tac.

Al reverso, y un tajo, seguido de un golpe. La sangre mana antes que la herida esté abierta, expuesta. Las piezas lo emboscan.

Jirones de marfil y de terracota están desperdigados en el maldito tablero rojo y blanco. Un cetro partido a la mitad.

Pero hay que ver que su especialidad es lo imposible.

Tic, tac, tic, tac.

Desliz, y un jaque.

Un último esfuerzo, un suspiro, un último grito.

Finalmente, las piezas rojas del Ajedrez han perecido.

El sangriento y desolador panorama era claro; hay muchas pérdidas del lado Blanco, pero habían logrado vencer al fin.

El sol brillante se despide con sus últimos rayos antes de fundirse en el horizonte difuso y el mundo se sumerge en la calma sombría. Las estrellan, frías y ajenas a esa tierra, avistan la celebración en el palacio de la Reina Blanca. Una celebración que comienza luego del ocaso y que termina con el alba.

En un nuevo día, donde todo vuelve a comenzar.

❝Y cuando parece que un lado está a punto de ganar la guerra...

...es como si el Tiempo reiniciara todo.❞

Ajedrez no conoce otra cosa que la guerra. Dos familias soberanas, dos bandos: rojo y blanco, se disputan el poder desde el principio de los tiempos. Algunos van y vienen. Otros no vuelven más de la muerte.

Los Reyes maquinan, una Reina decide emitir una misión.

Y una princesa que, entre las sombras, anhela ser capaz de controlar el destino de su mundo.