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Aviso: Hay una escena +18 a la mitad del capítulo, si no quieres leerla, sáltatela desde que empieza el poema y sigue leyendo cuando este termina. Gracias. Que disfrutes el capítulo.
No era una persona tan desdichada ni amargada, pero odiaba cuando las criadas se empeñaban en tener tan excelentes muestras de buen humor y jolgorio, que solo lograban enfadarla más.
—Todo en curso para el baile de esta noche, Su Alteza Real.
Dezthiny soltó un suspiro mientras le refregaban la sangre y lodo de los tobillos, y escogían las zapatillas de cristal que llevaría esta vez. Observó los rostros enérgicos y comunes de las criadas y sintió envidia de ellas.
No por el hecho de que eran incluso menos que un peón y jamás serian testigos del horror que se vivía en el campo de batalla de Ajedrez, ni tampoco por gozar la libertad de, si bien una vida de carencias, ir a donde les llevara sus pies.
Sus sonrisas evocaban una sensación de ahogo y fastidio en Dezthiny. ¿Cómo podían sonreír con tanta facilidad y de forma genuina? Eso le sacaba de sus casillas.
—Se verían mucho mejor con máscaras. Eso es.
Había tratado de ocultar su ansiedad y lo mucho que todavía le aterraba lo ocurrido en el campo de batalla a Jest. Se supone que ambos eran fieles servidores, dispuestos a morir por su nación, pero la verdad es que ella nunca había pensado en la idea de verle al borde de la muerte. Jest siempre le había parecido invencible, intocable; la realidad había tardado mucho en llegar y ahora era más palpable que nunca.
Mientras las criadas acicalaban a Dezthiny, ella se detuvo a observar los cuadros nuevos que su madre había colgado. Su intención había sido, ciertamente, buena, pero no sabía como mirar esas pinturas mejoraría su humor insoportable en estos momentos.
Los minutos pasaron y Dezthiny escudriñaba con recelo y trataba de evocar la compostura que mantendría durante la velada. Así fue durante un largo tiempo en que terminaron de vestirla y comenzaron a peinarla.
El cuadro más deprimente era aquel, el que Dezthiny no podía dejar de mirar. Era una escala de grises y monótonos círculos que simulaban ser un bosque muerto. Desde que la Reina Roja se había apropiado de ese color, las pinturas carecían de vida. Los artistas se habían visto limitados a escalas de azules o amarillos chillones.
El amarillo de los ojos de Jest era lo que les faltaban a aquellos cuadros para hacerle sentir mejor. ¿Cómo no se le había ocurrido a su madre?
—¿Ocurre algo, Alteza?
—Oh, no, no pasa nada. Solo estaba pensando que quizá podríamos dejar de hacer bailes por ahora. Mi pretendiente casi fue asesinado hoy, y no me siento de humor...
Pero su ligero murmullo se perdió entre las voces de la habitación. Siempre había sido así. Su voz valía menos que nada. Apretó los puños.
Para alejar todos esos pensamientos negativos que se estaban asentando en su mente, recordó el rostro de Jest. Los únicos minutos que valían la pena en esta vida, eran los que pasaba junto a él.
—Milady.
Abrió los ojos lentamente, parpadeando; no recordaba nada de su sueño ni de dónde estaba antes de sucumbir a la tentación de este. Su cabeza daba vueltas, sentía agujas invisibles perforando su cráneo y un hormigueo recorriendo sus miembros. Arrugó el entrecejo.
¿Dónde estaba?
Se frotó los ojos y su visión empezó a hacerse cada vez más nítida, hasta que pudo vislumbrar un rostro que estaba demasiado cerca del suyo.
Era un rostro que desbordaba atractivo del poco convencional. Sus pestañas eran largas y rizadas, sentía cada parpadeo suyo en su mejilla. Trató de alejarlo con su mano, se sentía muy aturdida. Recién entonces pudo examinarlo mejor: sus ojos fueron lo primero que llamaron su atención, ojos de un color exótico, que le aportaban un aire salvaje. Su cabello negro, rizado y revuelto como las plumas de un cuervo, bajó la mirada a sus labios suaves y sus hoyuelos.
—¿Se encuentra bien, milady?
Dez trató de decir algo, pero las palabras se atascaron en su lengua.
Él le dedicó una cálida y tierna sonrisa, provocando que su pulso se acelerara. Miró a su alrededor. Dezthiny hizo memoria y recordó de forma casi inmediata todo lo ocurrido: La batalla en Ajedrez; los gritos de horror, el sabor a muerte con cada tajo y el miedo que sintió cuando vio que las piezas rojas restantes en el tablero empezaron a acorralar a Jest.
Luego recordó también que había logrado escabullirse de los guardias y reunirse con su amado.
Habían rosas blancas y rojas, violetas, lirios. No cabía duda, estaban a las afueras del palacio; los jardines de la Reina. Su corazón se hizo presa del pánico. ¿Cómo es que nadie los había encontrado ya? Volvió su mirada a Jest, aterrada.
—¿Qué hacemos aquí? Alguien podría venir, debem-
Jest la interrumpió con un beso suave y lento al que correspondió con dulzura. Ella lo besó de vuelta, con mayor audacia. Se sentía algo torpe al principio, incapaz de seguirle el ritmo, pero cerró sus ojos y se dejó llevar.
Los besos sabían a frambuesas, a azúcar y a mil cosas más. Jest la arrastró hacia el césped, donde siguió besándola como si no pudiera estar un minuto más separado de ella. Despegaron sus labios ansiosos un segundo.
—Espera, acabamos de estar en una batalla hace menos de dos horas y...seamos realistas, ambos somos un desastre.
—Dijiste que podíamos darnos un baño en el estanque virgen. Y eso hicimos.
Dezthiny abrió los ojos y se dio cuenta que era verdad. No lo había notado antes, pero su ropa era muy diferente a la que vestía dentro de la armadura. Era el tipo de prendas que los criados de mayor rango usaban, como los que trabajaban custodiando las joyas del Reino Blanco. ¿Cómo y cuándo había tomado esto Jest?
Ella sabía que no debía sorprenderle, pero se equivocaba. Él continuaba sorprendiéndola cada día más. No esperaba el momento en que por fin pudiera ser libre, de amar y vivir como y con quien quisiera. Libre de ser ella misma.
Sonrió antes de volver a besarlo.
Él deslizó sus manos, recorriendo así cada centímetro de su espalda y tomó con firmeza los muslos a través del vestido, mientras ella colocó sus brazos alrededor de su cuello. Lo besó en los labios, en el cabello, en la mejilla, y en el cuello con ansía. Entrelazó sus dedos con los de Jest y le dijo al oído:
—No deberíamos estar haciendo esto.
Él río, cómplice.
—Sabes que mis intenciones distan de ofender al Rey...—susurró contra su cuello, dejando besos húmedos y bajando hasta su clavícula, volvió a mirarla a los ojos con intensidad y chupó la piel lechosa y aterciopelada levemente mientras ella mordió su labio—: Cualquier castigo es soportable si el premio es tu corazón.
𝒔𝒘𝒆𝒆𝒕 𝒍𝒊𝒑𝒔 𝒕𝒂𝒔𝒕𝒆 𝒂𝒔 𝒎𝒐𝒍𝒂𝒔𝒔𝒆𝒔
𝒀𝒐𝒖𝒓 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 𝒂𝒓𝒆 𝒇𝒂𝒏𝒕𝒂𝒔𝒕𝒊𝒄 𝒂𝒏𝒅 𝒚𝒐𝒖𝒓 𝒕𝒐𝒖𝒄𝒉 𝒇𝒆𝒆𝒍𝒔 𝒈𝒍𝒐𝒓𝒊𝒐𝒖𝒔
El segundo siguiente, ahora era Jest quien estaba contra el césped y ella sobre él. Se sentó a horcajadas y llevó las manos de Jest hacia su traje con un gesto pausado y que lo torturaba . Ella le ayudó a quitarse la chaqueta y el jubón. Jest aguardó con un suspiro. El aire frío de la noche aguardó contra su piel, su ser aguardaba el momento en que pudieran ambos calores, suyo y de ella, combinarse en uno solo.
—Cuidado Sir Torre, una vez que entregas un corazón...—Dez se desabrochó la parte superior del chal que llevaba encima, y luego siguió con su vestido, primero dejando al descubierto sus hombros—, creo que conoces el resto de la oración.
Dejó caer el resto del vestido. Su silueta se vio recortada por la luz plateada que se reflejó contra su piel. Él abrió sus manos hacia ella. Era suya.
Y eran sus brazos el lugar donde pertenecía.
Retomando la audacia de antes, ella se atrevió a dar el paso y besarlo una vez más antes de entregarle su corazón, y unirse a él, mientras tarareaba un poema.
𝑱𝒆𝒔𝒕𝒆𝒓, 𝒍𝒐𝒗𝒆, 𝒄𝒂𝒕𝒄𝒉 𝒎𝒆 𝒊𝒇 𝒖 𝒄𝒂𝒏
𝒇𝒐𝒍𝒍𝒐𝒘 𝒎𝒚 𝒗𝒐𝒊𝒄𝒆 𝒘𝒉𝒊𝒍𝒆, 𝒊𝒏𝒔𝒊𝒅𝒆 𝒕𝒉𝒊𝒔 𝒎𝒂𝒛𝒆 𝒘𝒆 𝒌𝒆𝒆𝒑 𝒓𝒖𝒏𝒏𝒊𝒏𝒈 𝒂𝒏𝒅 𝒈𝒐𝒕 𝒔𝒕𝒓𝒂𝒚
𝑱𝒆𝒔𝒕𝒆𝒓, 𝒍𝒐𝒗𝒆, 𝒅𝒐𝒏'𝒕 𝒈𝒊𝒗𝒆 𝒖𝒑, 𝒐𝒉, 𝒄𝒐𝒎𝒆 𝒐𝒏, 𝒔𝒕𝒂𝒏𝒅
𝒆𝒗𝒆𝒏 𝒊𝒇 𝒚𝒐𝒖 𝒍𝒐𝒔𝒆, 𝒅𝒐𝒏'𝒕 𝒃𝒆 𝒂 𝒃𝒂𝒅 𝒍𝒐𝒔𝒆𝒓
—Mis padres te matarían si supieran lo que estás haciendo.
Él soltó un murmullo apenas audible y se pasó la lengua por los labios. Necesitaba beber de ella.
—Lo sé, pero no me importa —contestó con un brillo en sus ojos.
Sus labios y sus cuerpos se juntaron en una danza magnífica. Ella ahogó sus suaves quejidos que se disolvieron en el aire como burbujas, el vaivén delicioso que sentía la estaba llevando más allá de la montaña de la cordura. Siguió tarareando el poema extraño que acababa de inventar esta mañana.
𝑼𝒏𝒅𝒓𝒆𝒔𝒔𝒆𝒅 𝒎𝒆 𝒘𝒊𝒕𝒉 𝒅𝒊𝒔𝒕𝒓𝒆𝒔𝒔 𝒂𝒏𝒅 𝒅𝒆𝒔𝒊𝒓𝒆
𝒂 𝒍𝒊𝒕𝒕𝒍𝒆 𝒐𝒇 𝒃𝒐𝒕𝒉, 𝒃𝒂𝒃𝒚, 𝒂𝒏𝒅 𝒈𝒆𝒕𝒕𝒊𝒏𝒈 𝒂 𝒅𝒓𝒖𝒏𝒌
Una patrulla dirigida por un Alfil retirado pasó corriendo por el sendero de los jardines, muy cerca del escondite de enredaderas y ramas donde se encontraban. No llegaron a verlos o escucharlos.
—Vaya, eso estuvo cerca.
—¿Por qué te están buscando con tanta insistencia? —preguntó Jest con la respiración entrecortada—. Hace rato vino un plebeyo buscándote. Le dije que te había visto en la cocina con Haigha, sólo espero que esa liebre loca no nos delate.
—Hoy es el baile de máscaras —contestó rodando los ojos—. Mejor terminemos esto rápido.
—¿Rápido? No, no me gusta hacerlo rápido —murmuró al oído de la doncella con una sonrisilla coqueta. Ella se sonrojó y se enfadó al mismo tiempo.
—Cállate, entonces no rápido. Pero sí en silencio.
—Creo que eso será imposible milady, dado que soy todo un maestro en lo que hago, el placer va ligado a los suspiros. Es inevitable.
Con sus manos acarició el vientre de Dezthiny y la apretó contra su cuerpo. A veces sí que era un descarado.
—No es imposible, Don Presumido. En alguna ocasión he llegado a creer en 6 cosas diferentes antes del desayuno.
Jest empezó a acariciar su cuerpo con devoción.
—Tú sigue con lo tuyo, sigue tarareando ese bello poema, amor.
Ella hundió sus dedos en el césped, y jadeando, asintió.
𝒌𝒏𝒊𝒈𝒉𝒕𝒔 𝒘𝒐𝒖𝒍𝒅 𝒄𝒂𝒕𝒄𝒉 𝒖𝒔, 𝒍𝒐𝒗𝒆'𝒔 𝒔𝒊𝒈𝒉𝒔 𝒊𝒏 𝒔𝒊𝒍𝒆𝒏𝒄𝒆
𝒂𝒔𝒌𝒆𝒅 𝒎𝒆 𝒓𝒖𝒏 𝒂𝒘𝒂𝒚 𝒕𝒐𝒏𝒊𝒈𝒉𝒕, 𝒎𝒚 𝒉𝒆𝒂𝒓𝒕 𝒔𝒉𝒐𝒐𝒌 𝒘𝒊𝒕𝒉 𝒗𝒊𝒐𝒍𝒆𝒏𝒄𝒆
𝒍𝒆𝒂𝒗𝒆 𝒎𝒚 𝒄𝒓𝒐𝒘𝒏 𝒂𝒔 𝒂 𝑸𝒖𝒆𝒆𝒏
𝒃𝒖𝒕 𝒏𝒐𝒘 𝒚𝒐𝒖'𝒓𝒆 𝒄𝒂𝒍𝒍𝒊𝒏' 𝒎𝒆 𝒚𝒐𝒖𝒓 𝑸𝒖𝒆𝒆𝒏
𝑰'𝒎 𝒄𝒆𝒓𝒕𝒂𝒊𝒏 𝒕𝒉𝒊𝒔 𝒔𝒂𝒄𝒓𝒊𝒇𝒊𝒄𝒆 𝒘𝒐𝒓𝒕𝒉 𝒊𝒕
𝒚𝒐𝒖𝒓 𝒏𝒆𝒄𝒌𝒊𝒏𝒈 𝒘𝒐𝒓𝒕𝒉 𝒊𝒕, 𝒉𝒆𝒓𝒆
Su pecho subía y bajaba. Las manos de Jest recorrieron cada curva de su cuerpo y se ocuparon de amarla como era debido mientras ella recibía cada caricia con un suspiro de su boca.
El Tiempo mismo se detuvo a su alrededor. No existía nada, ni nadie más que Jest y sus susurros húmedos recorriendo su cuerpo.
Empezó a sentir un palpitar en su vientre. Por dentro la embargaba una sensación tan cálida y gloriosa. Cuando por fin sintió esa explosión de placer sacudiendo su cuerpo entero, se dejó caer al césped.
𝑱𝒆𝒔𝒕, 𝒚𝒐𝒖'𝒓𝒆 𝒋𝒖𝒔𝒕 𝒂 𝒇𝒐𝒐𝒍, 𝒃𝒖𝒕 𝑰 𝒅𝒐𝒏'𝒕 𝒎𝒊𝒏𝒅
𝑱𝒖𝒔𝒕 𝒘𝒂𝒏𝒏𝒂 𝒈𝒐𝒕 𝒖 𝒓𝒊𝒈𝒉𝒕 𝒏𝒐𝒘, 𝒏𝒐𝒘, 𝒏𝒐𝒘
𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 𝒕𝒂𝒔𝒕𝒊𝒏𝒈 𝒍𝒊𝒌𝒆 𝒍𝒆𝒎𝒐𝒏𝒔 𝒂𝒏𝒅 𝒔𝒕𝒓𝒂𝒘𝒃𝒆𝒓𝒓𝒊𝒆𝒔
𝑰 𝒈𝒐𝒕 𝒔𝒐𝒎𝒆 𝒇𝒂𝒏𝒕𝒂𝒔𝒊𝒆𝒔 𝒘𝒊𝒕𝒉 𝒎𝒐𝒍𝒂𝒔𝒔𝒆𝒔
𝒂𝒏𝒅 𝒊𝒏 𝒆𝒗𝒆𝒓𝒚 𝒐𝒏𝒆 𝒚𝒐𝒖 𝒂𝒑𝒑𝒆𝒂𝒓 𝒋𝒆𝒔𝒕𝒊𝒏𝒈...
Ambos se miraron el uno al otro con un brillo en los ojos, y eran más felices que nunca. Pese a la guerra interminable, a la muerte segura del mañana, sabían que se tenían el uno al otro, y eso era suficiente.
Y esperaban pasar el resto de sus días juntos. Para siempre.
Ella sonrió con deleite. Todo se sentía viscoso. Tan, tan viscoso y dulce, y amargo a la vez. Se aferró al césped mientras gotas frías de sudor recorrían su cuerpo. Estaba agotada, se sentía casi desfalleciente. Un brazo cálido la rodeó. Jest la cubrió con su propio abrigo, una manta suave y delicada como la caricia de un «te quiero» contra su piel.
𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆 𝒎𝒚 𝒉𝒆𝒂𝒓𝒕, 𝑰 𝒅𝒐𝒏'𝒕 𝒎𝒊𝒏𝒅
Los ojos de Jest jamás se habían visto tan vulnerables como en ese momento.
—Te amo, ¿lo sabes, cierto?
Él sonrió cálidamente.
—Yo también te amo.
Ambos estuvieron abrazados un rato más, la paz y tranquilidad solo duraría unos segundos hasta que Dezthiny cayó en cuenta de algo.
—Oh, ¡el baile! Ya es tarde, no, no, no. Van a matarme, lo siento, Jest. Tengo que volver al palacio.
—Mándame saludos a tu madre, milady. Y dile que su hija estuvo muy exquisita el día de hoy —dijo haciéndole un guiño.
Ella ofendida, lo ignoró.
—No voy a hacer nada como eso. ¿Qué quieres? ¿Infartarla?
—No le veo el problema, de todos modos, soy tu pretendiente.
—Sí, pero aún no le has propuesto a mis padres que nos casaremos. Y ya sabes que no podemos tener nada antes del matrimonio.
—¿Según quién? Que yo recuerde en Ajedrez hacemos todo al revés.
Ella no pudo evitar soltar un resoplido y una carcajada al mismo tiempo, entre indignada y seducida por su falta de decoro.
—¿En serio, Jest? De haber sabido que eras solo un canalla seductor y que adora romper toda norma ética y moral....
—Tú amas romper las normas de esta sociedad, Dez. Yo sólo te ayudo a hacerlo.
Ella apretó los labios en una sonrisa, no tenía caso discutir con él. Era un encanto. Le dio un beso rápido antes de levantarse.
—No faltes, ¿sí?
—No me perdería ese baile por nada del mundo —dijo Jest antes de atraerla hacia él y besarla con pasión. Se separaron lentamente. Ya había dado muchos besos ese día, tenía miedo que sus besos fueran a acabársele alguna vez. No quería que ese día fuera hoy.
Por alguna razón sentía, muy dentro de sí, que no volvería a verla. O a recordarla. Así que él quería recordarla mientras pudiera. Quería tocarla. Amarla.
Acarició su mejilla con dulzura y ella cerró sus ojos.
—Tengo que irme, adiós.
El muchacho se quedó solo, en medio del jardín de rosas blancas. Las rosas favoritas de su amada. Se dejó caer pesadamente mientras la veía alejarse cada vez más y más.
—Ya es hora.
Mientras las criadas abrían la puerta de su habitación y dejaban entrar una ráfaga fresca de aire, ella se miró en el espejo una última vez: la habían recubierto con las telas más finas de todo Ajedrez, como si trataran de que así se olvidara del insufrible día que había Sido hoy que sería mañana también. Miraba su reflejo y sólo se sentía como una muñeca rota.
Su cabello blanco caía en pequeños bucles perfectos; cada parte de su cuerpo olía a perfume real de rosas. Sus ojos se dirigieron a la corona sobre su cabeza y se despreció una vez más antes de colocarse la máscara de marfil con lentejuelas.
Aquel no era su destino.
Lo sabía bien.
Pero tenía que fingir ante todo el reino allá a fuera, y tenía que convencerlos de que ella era la auténtica Princesa Blanca.
Bajó la escalera de caracol acompañada por sus peones. Cada paso que daba, era una tortura. Los tacones resonaban en los escalones. Y ella se sentía más hueca que nunca.
—Su Graciosa Majestad, ¡el Rey Blanco y la Reina Blanca de Ajedrez! —anunció la liebre a todo pulmón antes de volver a tocar la trompeta—: Y con ustedes, su alteza real, ¡La Princesa Blanca, Destiny Lily!
Nota de autor: Hellou! Como verán, realicé algunos pequeños cambios en el capítulo, pero la idea permanece como la había planteado originalmente ^^
¿Qué tal les pareció el capítulo? ¿Listos para la continuación?
¡No olviden dejar sus votos y comentarios, siempre me encanta recibirlos!
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