
𝘁𝘄𝗼. father
⌈Por favor, recuerden votar y comentar⌋
ℐ𝐬𝐚𝐚𝐜 ℒ𝐚𝐡𝐞𝐲:
Luego del largo entrenamiento y la noche agitada que había tenido, cada músculo de mi cuerpo parecía estar atrofiado. Así que, sin despegar mi mirada llena de angustia de la ventana frente a mí, me senté en la esquina de la cama totalmente adolorido. Desde ahí, pude apreciar la iluminación de una de las tantas casas adineradas de enfrente. En una de ellas vivía Jackson Whittemore, un chico que lo tenía todo, eso incluía un ego digno de un dios que le hacía pensar que era superior a todo el mundo.
Suspiré con agotamiento. Me sentía completamente decaído, apenas tenía ganas de moverme. Solo podía pensar en que nos hacía falta un poco más de luz en la nuestra. No se escuchaba absolutamente nada, estaba todo sumergido en un silencio sepulcral, y era mejor conformarse con eso antes que con los gritos de mi padre.
Recorrí la habitación con la mirada mientras me acariciaba el cabello con mi propia mano. No pude evitar recordar las noches en que mi madre solía arroparme en la cama y acariciarme de la misma forma, brindándome una calma tan profunda que me hacía dormir instantáneamente. No me acuerdo de haber tenido una sola pesadilla en esos pocos años que compartimos vidas.
Mis dedos se enredaron entre mis diminutos rulos rubios y, de pronto, dejé de moverlos. ¿De qué me serviría vivir a base de migajas del pasado cuando la realidad se volvía cada vez más cruda de soportar? No había vuelta atrás, ni nada que se le comparara con aquel pedazo de algún recuerdo entre mi memoria; no había nada más que aceptar lo que era inevitable: un presente junto al único padre que no quería quedarse conmigo.
Para ese punto, ya comenzaba a preguntarme quién querría hacer algo como eso.
Clavé la mirada en el suelo durante unos largos segundos, perdiéndome en el color de la madera mientras me sumía en un mar de pensamientos. Lentamente, me llevé una de las manos al moretón del ojo y solté un quejido al sentir un dolor punzante en esa zona. El entrenador tenía razón: una base no era suficiente para cubrirlo y tampoco quitaría el dolor.
Me puse de pie y me detuve frente al espejo, logrando verme gracias a la tenue luz que entraba por la ventana. Observé mi cuerpo escuálido y tan pálido como el papel. No pude evitar sentirme más y más angustiado a medida que recorría mi cuerpo con la mirada. Así era como la mayoría me veía todos los días, como me veía mi padre; sin embargo, parecía no importarle lo suficiente como para notarlo siquiera. Las personas también solían verme, seguro que opinaban sobre mi apariencia, pero preferían ignorarlo, tal como lo hacía Jackson. Aunque no tenía duda de que él lo sabía, porque me lo dejaba en claro cada vez que se cruzaba conmigo. "Fenómeno", solía llamarme. No a mi padre, a mí. Yo era el fenómeno, el raro.
Me mantuve en silencio durante otros minutos, los ojos clavados en mis notorias costillas. De repente, me sentí helado. Las imágenes de varios cadáveres se presentaron en mi mente, recordando las decenas de veces que tuve que ver uno en mi trabajo. Cerré mis ojos y contuve la respiración. Lucía como uno de esos cuerpos sin vida.
Sin vida...
Abrí los ojos nuevamente y corrí la mirada hasta la ventana. Ese resplandor que llegaba débilmente hasta los pies de mi cama, me lo recordó. Tal vez debería reconsiderar la ayuda que me había ofrecido aquel extraño.
Y eso fue exactamente lo que hice. Después de todo, solo necesitaba un pequeño cambio, y él podía dármelo.
[...]
Saqué la bolsa de basura en cuanto escuché la orden de mi padre. Ya era bastante tarde, así que, cuando salí de la casa, el cielo se había oscurecido por completo y no había quedado ni un rastro de los rayos de luz del sol. Ya hasta se podía escuchar a los grillos "cantar", y el ruido de los autos al pasar rara vez se presentaba. Fácilmente se podría haber convertido en una noche tranquila para descansar y recuperar las energías que había perdido durante el día.
La mayoría de las personas solían cenar más temprano; pero, desde que puedo recordar, luego de la muerte de mi hermano en batalla, las tardes se volvían eternas hasta que mi padre finalmente se decidía a sentarse en la mesa. Estaba más que acostumbrado a la tensión que se formaba durante la hora de la comida. En el único instante en que no sentía un enorme nudo en mi garganta era cuando, con dificultad, intentaba tragar la comida. El resto del tiempo era un juego por no toparme con la mirada de mi padre y sopesar cada palabra que decía para evitarme fuertes consecuencias luego.
Cuando entré a casa nuevamente, me encargué de acomodar la mesa y servir la comida. Como era costumbre, esperé a que mi padre se sentara y comenzara a comer para poder hacerlo yo. No era algo que mi padre me había impuesto un día cualquiera de mi infancia, y si lo hizo, no quedó registrado en mi memoria; pero creía por instinto que de no hacerlo, le estaría faltando el respeto. Tal vez se trataba de mi propio cerebro ayudándome a esquivar cada posibilidad de regresar al refrigerador y pasar la noche entera ahí dentro.
Pero entonces, ocurrió lo inesperado.
—¿Qué tal vas con las calificaciones? — preguntó mi padre, y, aunque su voz había sonado desinteresada, tragué con dificultad los pequeños trozos de pan que había estado masticando porque sabía que se trataba de otra de sus excusas para enfurecer. Tal vez había sido un día pesado, tal vez había bebido más de la cuenta; miré sus ojos, pero no, él estaba en todos sus sentidos—. Isaac, solo dímelo.
Aún sentía un pedazo de pan estancado en mi garganta obstruyéndome el oxígeno. Al contestar, mi voz fue un hilo, casi inaudible. No quise ser demasiado detallado con mi respuesta, porque estaba seguro de que, inevitablemente, la conversación llegaría hasta donde mi padre creyera necesario para reclamarme. Pero él insistió. Quería la verdad, quería que de mi boca salieran las calificaciones exactas que tenía, pese haberle explicado que solo llevábamos medio semestre y que aún tenía tiempo de levantar las notas.
Cuando sus ojos se clavaron intensamente en los míos, no hizo falta que dijera una sola palabra más para saber que no había escapatoria. Él lo estaba exigiendo.
Retuve todo el aire en mis pulmones, como si temiera que en algún momento me fuera a faltar. Mi cuerpo entero se tensó.
—Seis... —contesté rendido y cabizbajo.
Él asintió como si mis palabras lo hubieran convencido.
—De acuerdo, es seis. No estoy molesto. —Por unos segundos logró confundirme por completo, pero entonces, él siguió:—. De igual manera, tendré que castigarte por eso porque es mi responsabilidad como padre, ya sabes. Así que comenzaremos con algo como... lavar los platos y limpiar la cocina, ¿sí?
Era demasiado bueno para ser cierto; sin embargo, me permití relajar el cuerpo y soltar un suspiro, aceptando con un asentimiento de cabeza el castigo. Aunque el alivio se desvaneció tan pronto como vi a mi padre tomar una taza abruptamente y luego de exigirme que el lugar debía quedar impecable, la dejó caer al suelo con su mirada aún encima mío.
Aquel nudo se formó de nuevo, pero esa vez, sujetaba fervientemente mi garganta.
Clavé los ojos en los pedazos de cerámica esparcidos por el suelo mientras sentía gruesas grietas formándose alrededor de mi corazón. Las puntas de mis dedos se helaron y tuve una sensación similar al alma desprendiéndose de mi cuerpo de forma brusca. Mi vista se volvió borrosa casi al instante.
—... Y me refiero a toda la cocina —aclaró con severidad, antes de ponerse de pie y lanzar los vasos junto a los cubiertos y platos contra la cocina.
El estruendo hizo que rápidamente me lanzara al suelo y me pegara contra la pared de forma inconsciente. Los latidos de mi corazón martillaban contra mi pecho mientras luchaba por recuperar el aire. La risa de él llegó como una pesadilla a mis oídos. Mi cuerpo entero tembló notoriamente cuando lo miré atemorizado.
—Sí, absolutamente... impecable. —Él me lanzó un vaso aún más grande, y el vidrio se hizo trizas cuando se estrelló contra la pared junto a mí.
Sentí un repentino ardor punzante en la mejilla al levantar la cabeza con temor. Llevé una mano a mi rostro, aún sintiendo la molestia, y solté un quejido cuando retiré un trozo de vidrio incrustado en mi piel. Lo sostuve en la palma de la mano, observándolo mientras una fina gota de sangre se deslizaba por mi mejilla. Me sentí vulnerable. Me sentí como el mismo niño asustado que siempre he sido, y por el que más de una vez recibí un golpe, no solo de él.
—Eso fue tu culpa. —Señaló mi padre con demasiada tranquilidad.
Y eso fue lo que detonó un sentimiento ajeno a mí. Clavé la mirada en él con la ira impregnada en mis ojos. Me enderecé aún contra la pared mientras apretaba mis puños con fuerza, sintiendo como un fuego se encendía dentro de mí.
"Ya eres diferente. Ya no eres ese niño, y tampoco te convertirás en él".
Derek podía llegar a tener razón. Y esperaba que así fuera.
—Pudiste dejarme ciego —le reclamé entre dientes.
Pero él no me escuchó. Solo negó con la cabeza luego de formar una pequeña sonrisa divertida. Eso me hizo enfurecer. Y entonces, lo sentí; aquella chispa extraña de la que Derek me había advertido. Mientras mi enojo incrementaba, la herida que me había provocado aquel trozo de vidrio, comenzó a sanar tan increíblemente que hasta sentí como la sangre volvía al mismo lugar del que había brotado. Al regresar la mirada a mi padre, él se encontra observándome con asombro mientras la confusión recorría su semblante, lo que me obligó a apoyar mis delgados dedos en la mejilla solo para al fin confirmar que la herida había desaparecido por completo.
Me invadió el deseo de llorar, pero estaba tan harto que ni siquiera me creí capaz de derramar una sola lágrima.
En cuanto recobré el aire en mis pulmones y fui capaz de mover mis pies, salí de la casa con velocidad tras los llamados insistentes de mi padre. Sabía que me perseguiría con su auto, así que tuve que apresurarme a tomar la bicicleta para lograr perderlo en algún momento.
Fenómeno.
Tal vez ya me había convertido en uno después de todo.
[...]
Mi respiración agitada se detuvo de golpe cuando sus ojos de reptil se cruzaron con los míos antes de que pudiese moverme del lugar. Sentía mi espalda presionada contra la pared, como si existiera alguna posibilidad absurda de atravesarla y escapar de esa aterradora situación. Cuando creí que correría en mi dirección y me clavaría profundamente sus garras en mi garganta, lo que sea que hubiera sido esa criatura, se alejó. Cuando desapareció entre las sombras, me despegué de la fría pared detrás de mí y, con tambaleos, caminé despacio hasta el cuerpo inerte de mi padre que yacía dentro del auto.
Mis ojos se abrieron desmesuradamente, incapaz de apartar la mirada de él. La abundante sangre que brotaba de su cuerpo masacrado, caía al suelo y se aglomeraba con el agua de la lluvia. Recorrí la escena con la mirada hasta encontrar sus lentes tendidos en el suelo con los vidrios hechos trizas.
El corazón me latía desbocado en mi pecho y un nudo insoportable en mi garganta me impidió articular cualquier palabra que pudo haber salido de mi boca. Por un momento, quise aferrarme a la delirante idea de que mi padre aún estaba con vida; pero con mis nuevas habilidades sobrenaturales, me fue imposible seguir sosteniendo aquella mentira sinsentido cuando no escuché su respiración.
Un impetuoso torbellino de emociones me invadió al instante, dejándome paralizado en un mar de confusión y desesperación. Mis puños temblaron mientras las gotas de agua caían encima mío, empapándome en cuestión de segundos. Retiré la mirada del cuerpo de mi padre y clavé los ojos dentro del sombrío callejón. Una de las ruedas de mi bicicleta aún se encontraba girando.
Di varios pasos lejos de él. El sonido de la lluvia y mis pasos arrastrándose fueron lo único que pude escuchar antes de que pudiera alejarme de la escena corriendo. El viento helado azotó mi cuerpo con fuerza mientras la ropa mojada se me adhería aún más en la piel.
Entonces, justo cuando pensaba que había logrado escapar de aquel horrible momento para ir en busca de Derek, un obstáculo inesperado se cruzó en mi camino. Debido a la velocidad a la que me movía, me estrellé con un cuerpo desconocido e impacté violentamente contra el pavimento, sintiendo el ardor en las palmas de mis manos y el peso de mi cuerpo sobre mis rodillas por unos instantes. Emití un quejido de dolor mientras me incorporaba con precaución, sin prestar demasiada atención a la persona que provocó mi caída. Mi única preocupación en ese momento era cómo acomodar mi brazo, que estaba seguro de que se había fracturado.
—Estoy segura de que ha sido tu culpa —susurró ella, y me quedé perplejo, no solo por sus palabras, sino por haber reconocido su voz—. ¡Dios mío!
Fue cuando me percaté del cuadro tirado en el suelo a su lado. Con gemidos de dolor, se arrastró hasta el cuadro y lo levantó con una expresión de temor en el rostro. Sus hombros se hundieron y su semblante se entristeció al ver que su obra, dañada por el golpe y el agua, se había estropeado por completo.
—Quedó arruinado —murmuró baje el ruido de la lluvia.
Bajé la mirada sintiéndome culpable, mientras mi brazo comenzaba a sanar lenta y dolorosamente. Me acerqué hasta quedar frente a ella, y abrió sus ojos enormemente al reconocerme.
—Isaac... —susurró sorprendida.
—Lo siento —me disculpé, extendiéndole el brazo sano. Ella me regaló una leve sonrisa antes de tomar mi mano y lograr ponerse de pie con el esfuerzo de ambos—. En serio, lo siento mucho.
Cuando pareció estar a punto de decir algo, se detuvo al posar sus ojos en mi brazo.
—Estás sangrando. —Señaló alarmada.
La calma desapareció de mi mente al recordar lo que estaba sucediendo. Miré la camiseta manchada de carmesí antes de volver a encontrarme con la mirada preocupada de Maxine.
Pero entonces, ella miró por encima de mi hombro. Me di cuenta de que las luces del auto de mi padre seguían encendidas a pocos metros de nosotros. Maxine, luciendo como una chica curiosa, movió la mirada entre el auto y yo antes de intentar pasar por mi lado con la intención de ir en aquella dirección. Inmediatamente, la detuve agarrándola del antebrazo.
—No —negué rápidamente.
Elevó las cejas, confundida.
—¿No, qué? ¿Por qué? —inquirió.
Antes de poder responder, se soltó de mi agarre con brusquedad y corrió hacia el auto, haciendo caso omiso a mis llamados. Tuve que seguirla, todavía sujetando mi brazo herido.
—¡Max! ¡Detente, por favor!
Ella no quiso escuchar, y en segundos llegó hasta el auto. Al ver la puerta del piloto arrancada, comprendió el motivo de mi huída. Maxine se quedó atónita frente a la escena.
—Te dije que no. —Me detuve a su lado.
Maxine guardó silencio un momento. La lluvia arreciaba, pero ninguno de los dos parecía preocuparnos lo suficiente como para resguardarnos del agua.
—¿Quién es él? —preguntó finalmente.
—Es mi padre —respondí tras unos segundos—. Y, por si te lo preguntas, no fui yo quien lo mató.
De reojo, vi cómo sus hombros se relajaron y escuché un suspiro escaparse de sus labios.
—Me alegra saberlo —admitió, y rápidamente volteó a verme con una mirada de disculpa—. No me refería a lo primero, hablaba de...
—Lo sé —interrumpí—. No te preocupes.
Maxine regresó la mirada al cadáver y luego se giró. Me observó con cuidado, como si hubiese descubierto algo.
—¿Isaac? —preguntó con temor.
—¿Sí?
—¿Qué fue lo que lo mató?
Despegué mis ojos del cuerpo sin vida de mi padre y voltee a verla con las cejas alzadas. Su pregunta me había tomado por sorpresa, aunque intenté tomármelo con calma; sin embargo, mi cuerpo ya se había tensado inconscientemente.
Era imposible que ella lo supiera. A menos, claro, que también estuviera involucrada en ese mundo.
—¿Por qué lo preguntas? —cuestioné, evadiendo su pregunta, pero mostrándome interesado en su respuesta.
—Las marcas de su cuerpo... —comentó, señalándolas con una de sus manos—, algo más lo hizo.
Se acercó un par de pasos hacia mí y, aunque yo me iba alejando de ella poco a poco, pronto me fue imposible escapar de la situación cuando mi espalda chocó contra una pared. La diferencia de altura entre Maxine y yo era notable, así que cuando se detuvo frente a mí, tuve que bajar la mirada para poder verla. Maxine me escaneó con los ojos fruncidos y, de repente, los abrió de golpe, ahogando un fuerte grito.
—¡Eres un hombre lobo!
Tapé su boca con una de mis manos rápidamente.
©-GIMEVERLARK- 2024
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro