CAPITULO 29
Pov's Sky
Las siguientes semanas sucedieron como una cinta en reproducción. Creo que nunca antes había ido a tantas citas. Aunque me costó admitirlo, llevaba tiempo sin recordar lo bien que se sentía el romanticismo; poder tomar a alguien de la mano mientras caminabas, los besos robados, las flores y los abrazos cada dos por tres. Diría que las bromas internas y la complicidad también, pero eso era algo que Alex y yo teníamos desde el principio.
Parecía estar cayendo en cámara lenta, siendo perfectamente consciente de ello no podía dejar de sonreír, de sentirme extasiada. Justo como ahora.
Estábamos en Pagosa Springs, un poblado cerca de Silver Falls. De manera oficial faltaba una semana para el inicio del verano, aún así aquí ya se podían notar las vibras características de inicios de Julio. El sol pegaba fuerte. Las personas disfrutaban del agua fresca del río que, me atrevo a decir, era la atracción principal del pueblo. Alex y yo habíamos decidido tomar un descanso de nadar, sus hermanos e Ivy en cambio seguían en su interminable lucha de agua.
—Hace mucho que no voy a la playa —recordé en voz alta.
—¿Solías hacerlo a menudo?
Lo miré. Tenía la vista al frente, en nuestros amigos, pero su atención parecía estar más allá. Su piel normalmente blanca había sido bañada por el sol regalándole un tono dorado. Me gustó ese brillo. Imite su postura al responder.
—Supongo que tanto como era posible viviendo a veinte minutos de distancia.
No hubo respuesta inmediata. Algo sucedía. Él parecía invadido por una sensación rara. Con la mirada pérdida su mente conjuraba pensamientos que no lograba adivinar. Lo dejé estar y me permití observar mientras se perdía en los enredos de su cabeza. Ese era un hecho; Alex confiaba en mí como yo en él para comunicarse cuando algo andaba mal. El que ambos respetáramos el tiempo y el espacio del otro para externar nuestros problemas me seguía resultando tan extraño pero a partes iguales curativo.
—Sky, —después de un rato me llamó bajito, como si temiese que me hubiera quedado dormida sobre su hombro. Desde mi lugar hice un sonido para confirmarle que tenía mi atención. Él continuó —: ¿Qué quieres hacer después del verano? ¿Ya lo has descubierto?
En su tono no había juicio, solo una cautelosa curiosidad. Entendí entonces. Alex sabía a qué universidades había aplicado. Yo sabía a qué universidades había aplicado él. Solo coincidimos en una: la local.
Él lo tenía claro; quería estudiar agronegocios. Su pasión estaba en el rancho de sus padres. Amaba estar en contacto con el campo. Su padre le había dado la opción de dedicarse de lleno una vez que se graduara de la secundaria, sin embargo él decidió estudiar al mismo tiempo. Conocer el mercado y cómo funcionaba todo el mundo de la ganadería le permitiría llevar el negocio de su familia unos pasos más allá. Parecía que todo se le había alineado porque la universidad local, al ser una que estaba ubicada justo en el medio de pueblos con ranchos y granjas, ofrecía varias carreras dedicadas al rubro. Así pues no necesitaba alejarse para ir por lo que quería.
Estaba segura de que lo tenía en la bolsa. Sus calificaciones eran buenas. Por lo que me contó la entrevista había ido bien. Además, las plazas ofrecidas eran generosas. Prácticamente ya estaba dentro.
—No. Todavía. Es que no siento que haya nada en lo que sea suficientemente buena.
Su brazo vago hasta descansarlo sobre mi hombro. Su mano fue hasta la mía, la tomó y enredó sus dedos con los míos. Depositó un beso en mi mejilla a modo de reconforte.
—Sé que encontrarás eso en lo destaques. Vas a ver que sí.
Siempre hubo algo en sus ojos que me permitió creerle. Supongo que era esa fe en mí misma que me hacía falta. Así que de nuevo deposité mi esperanza en sus palabras.
***
Paseaba de la mano con Alex por Alamosa. La tarde comenzaba a caer. Estábamos por irnos a casa después de interminables compras.
Mañana era el baile de graduación. Su madre estaba emocionada por alguna razón, quizás más que nosotros. Nos había enviado por un montón de suministros que no se conseguían fácilmente en el supermercado de Silver Falls porque quería hacer una gran cena.
No pudimos negarnos. Además, aprovechamos la escapada. Yo había conseguido un par de cosas que me hacían falta para arreglarme mañana. Alex compró el regalo para el cumpleaños de su madre que se acercaba pronto.
—¿No es una locura como después de cada verano todo cambia?
Lo decía porque en un lugar tan pequeño como donde vivíamos era sencillo darse cuenta de los rostros que hacían falta. Cada verano un grupo se graduaba. La mayoría optaba por tomar oportunidades en universidades cerca de las grandes ciudades. Supongo que al haber vivido siempre en un núcleo pequeño deseaban conocer algo más, como Cole o Dylan. Pocos eran los que volvían después de titularse. Así que sí, había un antes y un después.
En lugar de responder le pregunté algo que había estando rondando en mi mente durante los últimos días.
—¿Tú nunca lo consideraste? Irte, me refiero.
—Sí —. Su respuesta me sorprendió —. En una comunidad pequeña es común escuchar de sueños grandes, más de lo que crees. O por lo menos en Silver Falls. La primera vez que me di cuenta de ello fue cuando Cole me habló de todos los planes que tenía después de la graduación. Me tomó en curva saber que en realidad le picaba la piel por irse. Una parte de mí lo suponía; con el talento que tenía en el fútbol americano era fácil verlo jugando en las grandes ligas. Sin embargo, escuchar de su boca que deseaba salir de aquí... ahí lo entendí; el mundo es más grande que un pedazo de tierra. Entonces comencé a pensar que mis metas eran mediocres. ¿Pasar toda mi vida en un pueblo olvidado por Dios? ¿En qué tipo de hombre me convertiría eso? Pero cuantos más escenarios diferentes me imaginaba menos contento me sentía con la idea.
—Creo que es válido que nuestros sueños sean diferentes a los de los demás. No todos queremos lo mismo. No me parece que nadie tenga derecho a decir que lo que queremos para la vida es mediocre en comparación con otros, supongo que siempre y cuando nos haga felices está bien.
De hecho, diría que ese es el reto más grande cuando creces: encontrar lo que te hace de verdad feliz. A esas personas son las que yo envidio.
—Supongo —concordó. —De cualquier manera, todo está en dejar de pensar en lo que los demás opinen. A nadie más le va importar cuando seas infeliz, así que ¿por qué buscar complacerlos?
—¿Y cuándo fue que lo decidiste? ¿Cómo?
—¿Quedarme en el rancho? —asentí —. Me gustaría conocer muchos lugares, sí. Planeo trabajar lo suficiente para permitirme viajar a todas esas ciudades que solo conozco por los libros de texto. Pero cuando pienso en el lugar en el que quiero vivir; donde pueda hacer un hogar y disfrutar de él, donde algún día pueda formar una familia...pienso en mi infancia y me gustaría que si tengo hijos ellos también puedan experimentar lo que es la tranquilidad de los días, las noches estrelladas, la sensación de libertad en el campo abierto. Quizás no les guste, o quizás sí, no lo sé, pero quisiera que tengan la oportunidad de crear recuerdos como los que tengo. Simplemente no me veo con una vida en otro lugar, me gusta la falta de tráfico, me gusta la familiaridad de los rostros conocidos y la simpleza de este lugar tranquilo.
—Encontraste tu lugar —. La afirmación fue más para mi misma.
¿Cómo se sentiría eso? Tener claro tu propósito.
Bajamos la velocidad de la caminata hasta que paramos un momento. La vista desde aquí era hermosa. Había una pequeña elevación que aprovecharon para crear un tipo de mirador improvisado rodeado por una barandilla de diseño clásico hecha de piedra. Además el lugar incluía un árbol grande que proyectaba sombra justo en la esquina izquierda. A esta hora de la tarde, cuando él sol estaba casi oculto, la pequeña farola de hierro forjado que adornaba la fachada de la casa contigua reforzaba el ambiente tradicional.
Alex se plantó frente a mí.
—Tuve toda mi vida para experimentar lo que era dedicarse a esto. Tuve suerte porque mi propósito estuvo ahí desde que nací. Y aún con tanto tiempo hubo una época en la que dudé y no estaba seguro de a dónde iba —. Soltó mi mano solo para acariciar mi mejilla. En la otra llevaba las bolsas de la compra —. No seas demasiado dura contigo. Lo que intento decir es que tenemos que experimentar, hacer prueba y error hasta descubrir qué es aquello que nos apasiona y en lo que somos buenos, y eso lleva tiempo. No necesitas descubrirlo ahora, ¿sabes? Sé que con la universidad y al cumplir dieciocho parece que el mundo espera que tengamos el plan bien trazado y está bien si es así, pero si no la vida no se acaba. Que no lo tengas claro ahora no es el final, significa que te quedan otras opciones que experimentar antes de hacer una elección.
—¿Y si no la hay? ¿Si no hay una elección y es que no tengo un propósito, si no hay nada que me haga especial? Algo que sea lo mío.
—Créeme, hay muchas cosas que te hacen especial. Sin embargo, si eso es lo que te preocupa yo creo que no es necesario elegir, por lo menos no una sola vez.
—¿Cómo?
—Sí. Piensa en quienes aspiran a ser importantes abogados o jugadores de las grandes ligas, o actrices de cine. Esa es su elección ahora, pero quizás en diez años su elección sea retirarse, dedicarse a pintar cuadros, escribir un libro o yo qué sé. En la vida vamos eligiendo según lo que nos hace felices o lo que necesitamos en ese momento. Así que sin presiones, o por lo menos no tanta. Recuerda que no tienes que dedicarle toda tu vida a la elección que hagas ahora, no si no quieres.
Sonreí porque de alguna manera sus palabras aliviaban un poco de la carga que llevaba. No, todavía no encontraba nada que me gustara lo suficiente para dedicarme toda la vida a ello. Pero eso era a lo él se refería. Podía tomar una elección, probar y si me hacía feliz bien, si funciona bien y si no el mundo no se acababa ahí. Siempre habría otras opciones, otras elecciones. En ese momento lo hizo parecer como si estuviese ahogándome en un vaso de agua, y lo agradecí porque no fue para restarle importancia a cómo me sentía, más bien hizo que me diera cuenta de que esto no era más grande que yo.
Tomé las bolsas que cargaba y las asenté a un lado para poder sostener sus manos. Entrelace nuestros dedos. Su sonrisa coincidió con la mía.
—Es lindo pensar que todo este tiempo existía un hilo invisible que te ataba a mí. Cuanto más tiempo pasa confirmo una y otra vez que estábamos destinados a encontrarnos.
—Así que no soy el único que siente que todo encaja contigo.
Negué con un suave movimiento de cabeza.
—Gracias.
De todas las cosas que le pude responder esa fue la que me pareció más adecuada. De alguna manera sabía cuáles eran las palabras exactas para acallar mis preocupaciones y mi gratitud no podía ser más sincera.
—¿Recuerdas cuando dije que nunca te dejaría sola? Bueno, era verdad. Puedes compartir tu carga conmigo siempre que lo necesites.
—¿Una y otra vez?
Sabía la respuesta pero la parte mezquina de mí deseaba escucharla de todos modos.
—Una y otra vez.
Ahí mismo, con nuestras manos conectadas y los ojos fijos en los del otro, comencé a mecer mi cuerpo. El movimiento fue similar al de la marea lenta. El brillo cómplice que iluminaba sus motas verdes y la risita baja que dejó salir llenó mi corazón de calidez. Él solo me miraba a mí así. Solo se mostraba así de transparente conmigo. Por primera vez en mi vida tenía la seguridad sobre ello. No necesitaba decírmelo o prometerme nada porque lo sentía en el fondo de mis entrañas; Alex Walter estaba tan enamorado como yo.
—¿Qué haces?
—Bailo.
Llevé una de sus manos hasta mi cintura, levanté la otra en el aire, justo como en los valls clásicos. Pegué mi pecho al suyo, el contacto fue tan íntimo que lo podía sentir subir y bajar con cada respiración. No había espacio para nada más entre nosotros. Sus mejillas se llenaron de un carmín que me hizo sentirme más alegre.
—¿Sin música?
A pesar de cuestionarme no dudo en seguir el ritmo que marcaba.
—Sin música.
No obstante sí que había una melodía sonando en mi cabeza. Una que arrastraba nuestros cuerpos en movimientos suaves, fluidos y armoniosos.
—Tienes que elegir una canción —susurró Alex.
Decidí compartir mi pensamiento.
—Love Me Like You Do.
No sabía sí él la conocía pero siempre quise bailarla con alguien, nunca se prestó la oportunidad.
—De acuerdo.
Y durante ese instante pareció que la música sonaba a nuestro alrededor. Por la forma en que nos deslizábamos sobre el suelo, como si el tiempo se alargara. Por cada paso ejecutado con una suavidad y gracia que invitaba a la calma. La cercanía de nuestros cuerpos era un reflejo de nuestra conexión emocional. Fue esa la introducción delicada, sin embargo tal como en la canción hubo momentos de crescendo en donde todo parecía más intenso; cuando me giraba y a mi vestido lo levantaba el viento, cuando me atraía de nuevo a él en un reclamo silencioso y su calor me envolvía, cuando mis manos recorrieron sus antebrazos hasta descansar en sus hombros y posteriormente acercar su rostro al mío.
Para cuando paramos mi cintura estaba encadenada por sus brazos, los míos aún abrazando su cuello. Alex se contraba ligeramente inclinado, lo suficiente para acariciar mis labios. Y no dudé; tomé el beso como una mujer sedienta. Dejé que invadiera mi boca y su lengua acariciara la mía en un movimiento tortuoso. Saboree la canela y el aroma amanerado. Me aferré a él hasta que mis pulmones se quedaron sin aire.
En esa terraza elevada que se integraba con el paisaje natural ofreciéndonos una vista panorámica del valle montañoso comprendí mejor que nunca la belleza de las cosas pequeñas.
A centímetros de su boca y aún con nuestros alientos mezclados por la necesidad de aspirar oxígeno confesé:
—He acumulado una serie de historias con finales tristes, pero le pido al cielo que solo por una vez el momento sea el correcto, que las estrellas se alineen porque tengo la sensación de que voy a quererte para siempre.
Me estrecho un poco más, como si eso fuera posible. Sus dedos acariciaron mi mejilla con una ternura que me derribo.
—Ojalá. Ojalá nadie más nos vuelva a romper el corazón. Ojalá nunca más nos hagan sentir que sí, cuando era un no. Ojalá tú seas mi final, Sky.
Me embargaron unas ganas tremendas de llorar porque por primera vez en mi vida el amor no dolía, era sano y cómodo. Porque entendí que sí me podían amar de la manera tan intensa en que yo lo hacía.
—Quiero amarte y cuidarte como te mereces —Alex continuó —. Deja que el tiempo te demuestre que a veces sí llegan cosas mejores.
No dudé ni un segundo de sus palabras, pero ¿teníamos tiempo?
Pov's Alex
El baile de graduación. A lo largo de mi adolescencia nunca me interesó especialmente este evento. Es decir, lo que conllevaba sí; la nostalgia de terminar una etapa y decir adiós a amigos importantes, al menos de forma temporal. ¿La vestimenta de gala y la pomposidad por otra parte? No, no era mi estilo.
Hoy sin embargo parecía que mi cuerpo vibraba de una emoción extraña. Mientras me monto en el auto y de camino a casa de Sky parece haber una banda sonora de fondo que incrementa su melodía cuanto más cerca estoy. Para cuando me paro frente a su puerta soy más nervios que chico y no logro descifrar el porqué. Aunque tal vez tiene que ver más con lo que significa este momento para los dos que el acto en sí; después de esta noche no volveremos al colegio. Me han confirmado que entré a la universidad local, a Sky también. Sin embargo una de las universidades para las que aplicó en Nueva York le ha ofrecido una plaza. Sus padres tienen contactos ahí, por lo que establecerse no les sería difícil. Ellos lo han dejado a su elección. Si ella quiere puede seguir viviendo aquí con su tío e ir a la universidad, si no podría volver a vivir con su familia. Por lo que Sky me contó sus papás había planeado mudarse aquí, pero hubo contratiempos –no me dio detalles– y terminaron por quedarse en L.A, pensaron que no era tan grave tomando en cuenta que solo faltaban seis meses para que su hija decidiera volver a moverse de lugar, entonces ellos actuarían según su elección.
Sacudí todas las incógnitas de mis hombros. Sin importar a dónde nos llevarían las elecciones está noche iba a prestar atención a cada detalle hasta grabármelos en la memoria.
La puerta se abrió, sin embargo no fue Sky quien apareció. Frente a mí un tipo mayor se presentó. Seguro que no pasaba de los treinta y cinco, a pesar de ello lucía... cansado, como si hubiese vivido una vida más larga de la que en realidad era posible por sus años. Un alma vieja, así denomine la razón por la cual parecía joven pero mayor al mismo tiempo. Su mandíbula tenía un rastrojo de barba y aunque por el cabello mojado podía deducir que estaba recién aseado las ojeras bajo sus ojos le daban un aspecto demacrado. Su tío. El único parecido era el cabello rubio y la piel clara, porque aunque sus ojos también eran de color azul parecían opacos en comparación con los de su sobrina. Por más increíble que sonara en todos estos meses jamás nos presentaron. Apenas llegué a verlo una vez a lo lejos.
—Buenas noches, señor —le extendí mi mano en saludo.
No sabía cuál era la manera correcta de actuar con él. Sky lo mencionaba en ocasiones, siempre muy por encima, así que no tenía ni idea de la naturaleza de su carácter.
Durante unos segundos fue incómodo. Miró mi mano como si considerara qué tan buena elección era estrecharla, creí que no lo haría pero finalmente la tomó y dió una leve sacudida.
—¿Quién eres?
De acuerdo. Fingí que no me escoció un poco que, de forma aparente, Sky no le hubiese hablado de mí.
—Alex Walter.
—¿Tú llevarás a Sky al baile? —Asentí —. Bien, asegúrate de no volver demasiado tarde.
Hubo un ligero golpe a licor en el aire. Supuse que tal vez se habría estado tomando una cerveza. No me pareció inusual. Era claro que no estaba ebrio.
—Claro.
Antes de que pudiese decir algo más (aunque dudo que tuviera la intención) Sky apareció detrás de él.
—James —lo llamó, su voz con un tono entre la sorpresa y algo más que no supe catalogar —no escuché la puerta sonar —. Se acomodo en el umbral, con un pie dentro y otro fuera —. Me voy.
—Claro.
Vi a su tío dudar, quizás porque yo estaba frente a ellos, pensé, pero aún así en un movimiento torpe la abrazo y depositó un beso rápido sobre su frente. Sky se tensó, sin embargo le regaló una sonrisa. Ella dio un paso atrás como una sutil señal de tomar distancia. La vibra fue extraña, en retrospectiva hubiera deseado quedarme más tiempo a analizar el intercambio entre ambos pero lamento decir que no lo hice.
Una vez que James entró a la casa y la puerta se cerró tras él solo pude apreciarla a ella, mi todo se convirtió en únicamente ella.
¿Recuerdan lo de la banda sonora? Bueno, cuando estaba con Sky la vida comenzaba a sonar como nada más que las canciones románticas; dulces melodías que infunden paz, al mismo tiempo los latidos del corazón actúan de fondo para reflejar esa emoción creciente de la que te llenas cuando tu persona simplemente existe y con ello colorea tu mundo de manera diferente a como los demás lo ven.
Su cuerpo estaba envuelto en un vestido que no hacía más que gritar su nombre. La tela se ceñía a su torso dejando sus hombros al desnudo, caía hasta sus piel en capas, cada centímetro bañado con brillos tan milimétricos que destellaban de manera delicada. Azul, como la primera vez que la vi. Caí en cuenta entonces de que ya casi era un año de haberla conocido.
Dió una vuelta sobre su propio eje dejándome ver el arreglo en su cabello; un entrelazado de dos finas trenzas que estaban adornadas con un pequeño tocado de flores blancas, parecían perderse entre las ondas que se había hecho. También pude ver la piel blanca que se asomaba de su pierna derecha gracias a la apertura del vestido.
Me sonrió mientras yo solo era capaz de sentir los latidos de mi corazón en mi mente.
—¿No me dirás lo linda que estoy?
Al parecer no sabía hablar porque mi vocabulario se limitó a una sola palabra.
—Preciosa.
Sus mejillas se elevaron. Ella me tenía y lo sabía.
Tomó mi mano antes de depositar un beso sobre mi mejilla y jalarme hacia el auto.
—Vamos, antes de que necesite traer un balde para tu baba y lleguemos tarde.
***
Siempre pensé que si Sky fuera un color sería amarillo. Vibrante. Luminoso. Alegre. No podía dejar esa idea atrás, mucho menos ahora que la veía reír con todos al rededor. No mentí cuando dije que quienes la tenían en su vida eran más felices. Entonces, si no hacía más que dar cosas buenas, ¿por qué la vida parecía ensañársela con ella?
Por fin había conseguido un tiempo a solas con ella. Nos desplazábamos suavemente por la improvisada pista de baile en nuestra segunda o tercera canción. Ya había perdido la cuenta. Sabía que en el momento en que la soltara el resto volvería a atraparnos en sus conversaciones. No que me molestara, pero hoy tenía la sensación de necesitarla más que nunca. Quizás de forma inconsciente era ese miedo minúsculo que trataba de ignorar, el de saber que nuestro futuro era una incógnita.
—Mírate, de ser un completo *** del baile a ser un fanático —se burló.
Contrario a su tono divertido yo respondí con seriedad:
—Sigue sin gustarme bailar, solo lo hago porque es contigo.
La manera en que me miró... ella hacía mucho eso: verme. Pero era de una forma real, no superficial. Con una sola repasada me hacía sentir como si mi presencia importara, como si de verdad me conociera y los detalles más aburridos de mí a ella en realidad le interesaran. Descansó su cabeza en mi hombro. Ya parecía más que estábamos abrazados qué bailando, pero aún así nos seguíamos balanceando lentamente de un lado a otro. Quién diría que esos serían los últimos minutos de tranquilidad que tendríamos durante un tiempo.
Nunca entendí la descripción que le daban al peso de las miradas en los libros, quizás era porque jamás fui el centro de atención de nadie. Incluso ahí mismo, seguía sin serlo. La miraban a ella.
El ambiente a nuestro al rededor cambió. La música siguió sonando y aunque el bullicio existía –porque estábamos en un salón lleno de adolescentes disfrutando de su última noche todos juntos– de pronto se notó más por encima de la mediodía. No fue un golpe. Sucedió de a poco. Para cuando nos dimos cuenta el aire era más denso. Quise creer que estaba alucinando o algo por el estilo, ya saben mi mente sobrepensando y poniéndonos en escenarios poco probables, pero cuando Sky levanto la cabeza mirando a su alrededor y notando que, en efecto, todos dirijan sus ojos a nosotros supe que algo en definitiva andaba mal.
Mi cabeza comenzó a maquinar diferentes ideas. De todas la que en ese momento pareció ideal fue preguntar a alguien por qué caramba nos veían como lo hacían; con juicio y como si fuéramos el cotilleo del año. Definitivamente yo no era el epitome de popularidad, así que a nadie le interesaba tanto mi vida. Sky por su parte sí que era una mariposa social, pero le caía bien a todo el mundo así que esa desaprobación en los ojos de los demás parecía fuera de lugar. Sin embargo, antes de que pudiese acercarme al chico más cercano a nosotros para averiguar qué sucedía Isaac apareció. La angustia en su rostro no me gustó.
—Dylan ha publicado algo —dijo.
Ese fue el momento en que todo comenzó a desbordarse.
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Cap largo para compensar la tardanza
Oficialmente faltan 2 Capítulos para terminar
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