CAPITULO 28
"Entonces te das cuenta, que no es quien te mueve el piso, sino quien te centra. No es quien te roba el corazón, sino quien te hace sentir que lo tienes de vuelta."
- Mario Benedetti -
Pov's Alex
Sería una gran mentira decir que mi cumpleaños siempre fue un día como cualquier otro. Mamá y papá se encargaban de hacer sentir especial a cada uno en su fecha importante. Sin embargo, desde hace un tiempo dejó de resultar tan emocionante.
No hubo un motivo en específico. Quizás se volvió rutinario; los pancakes por la mañana con todos alrededor cantando y el regalo de mis padres por la noche. No hacíamos mucho más que eso, a excepción de que ese día mamá cocinaba la comida favorita del cumpleañero.
No me mal entiendan. Ellos hacían lo que podían con una familia tan numerosa como la nuestra y un rancho que, hasta hace poco, estaba generando más pérdidas que ganancias. De hecho la tradición me resultaba cálida, como algo de una verdadera familia. La cosa es que siempre era igual para todos, todos los años. No esperaba una gran fiesta ni mucho más, pero después de tanto tiempo sin nada fuera de aquella estructura se volvió un día normal.
Aunque seguía apreciando el gesto esa cosa en mi pecho, como si faltara algo, era molesta. No me gustaba sentirme así. Tenía buenos padres y hermanos que, a pesar de las peleas constantes por el lugar preferido en la sala, estaban para mí siempre. Mi vida era buena. Demasiado cómodo para ponerme a sobrepensar justo en mi cumpleaños. Por esa razón me levanté de la cama decidido a mejorar mi estado de ánimo.
Para cuando salí de la ducha, ya completamente vestido, mamá, papá y mis hermanos entraron a la habitación cantando a coro el feliz cumpleaños. Absorbí la imagen con una sonrisa. Después de apagar las velas cada uno se acercó para un abrazo.
—¿Piensas quedarte pegado al umbral por más tiempo?
Cole se sorprendió cuando lo llamé. Desde nuestra pelea se quedaba al margen, justo a un lado de la puerta. Supuse que si estaba presente era porque mamá lo obligaba, no porque quisiera. Así que fingí durante todos estos años que no existía, decidí ignorarlo porque yo tampoco deseaba que estuviera ahí. Ahora, sin el rencor y la ira nublando mi cabeza, estaba cansado de actuar.
Un poco inseguro se despegó del marco de madera. Al inicio fue extraño pero finalmente me apretó fuerte. No dijimos nada, sin embargo pareció que hubo un entendimiento mutuo. Ya está. Lo he soltado.
Mamá tampoco mencionó nada. No hizo falta. La sonrisa en su cara era similar a la de mi padre y la mirada en sus ojos estaba tan llena de alivio como la del resto de mis hermanos.
Noté la ausencia de Jackie hasta que todos se fueron. No pregunté al respecto.
Era sábado, por lo que no había colegio. Me encontré deseando que fuera lo contrario y no pude evitar preguntarme si Sky se acordaría. Mencioné en una ocasión durante la semana la fecha, algo sutil. Conociéndola no dudaba que lo hiciera. Ahora bien, ¿llamaría?, ¿escribiría un texto? ¿o vendría a casa?
Lo hablé alguna vez con ella; mi cumpleaños no era un gran acontecimiento. En su momento dijo que no debía ser así y que ese día planearía algo genial para mí. Pese a ello, no sugirió nada para este fin de semana incluso cuando llevábamos tiempo teniendo planes casi todos los fines sin falta. Intenté que ese hecho, junto con sus nulas llamadas y mensajes no me desanimara.
Pasé la mañana y tarde de mi cumpleaños trabajando con ahínco en el rancho. Siendo honesto me pareció que ocuparme en el trabajo ayudaría a sacar ciertos ojos azules de mi mente. Funcionaba por momentos. Para el final de la tarde no sabía bien qué era lo que sentía. Parecía un nudo en la boca del estómago. No estaba enojado. Un poco triste quizás. Decepcionado aunque no lo quisiera admitir. Y aún así solo ansiaba verla.
Lo curioso es que cuando entré a casa y mamá me llamó desde el comedor consideré fingir que no había escuchado nada. Estaba cansado, sucio y un poco apesadumbrado. Pero mi conciencia pesaba más, por ello me dirigí a donde me llamaba.
En la habitación oscura solo una flama iluminaba. Apenas bailó dos veces con el viento antes de que las luces se encendieran y el grito de todos sonara al unísono.
Creo que llovió serpentina. Me pareció que había un montón de recipientes con comida sobre la mesa. Varias personas alrededor sin duda. No importa. Solo podía mirarla a ella. Ella estaba ahí, de pie con un vestido azul suave y una sonrisa brillante, con los ojos destellando. Sucedió algo muy loco entonces; sentí cómo mi corazón dio una voltereta.
Antes de que pudiera decir nada la tenía corriendo hacía mí. Su emoción coincidía con la fuerza con la que se lanzó hacía mis brazos. Eso me sacó una risa. Abracé su cintura con un sentimiento reconfortante. Fue como si hubiese estado esperando, lo había estado, solo que no sabía qué tan necesaria era hasta que la tuve conmigo.
—¡Una fiesta sorpresa!
Sí, no sería Sky sin un plan entre manos. Ella era la chica que vivía para colocar sonrisas en los demás. A quien le encantaba planear y crear momentos especiales solo por el hecho de hacer felices a quienes quería.
—Así que no lo olvidaste.
Sus ojos se abrieron como si la hubiese ofendido.
—Por supuesto que no. Lo he estado organizando desde hace semanas. Me he pasado toda la tarde ayudando para montar esto —. Su rostro se arrugó con culpa —. Quise felicitarte, pero me pareció que sería más especial si lo hacía en persona.
—Ya, pues has atinado.
No le dije lo que la expectación provocó en mi corazón. Avivó aún más los sentimientos de por sí ya intensos. No tenía porqué saber que me tenía envuelto alrededor de ella, aunque sospechaba que no podía seguir escondiéndome por mucho más tiempo.
—Oye, nosotros también estamos aquí, ¿sabes?
Una divertida Kylie llamó mi atención.
Era verdad. Estaban todos ahí, ¡incluso Danny había venido!, así que tuve que disimular que su presencia se veía opacada por la de la rubia a mi lado. Eso no habría sido muy amable de mi parte.
Les agradecí y antes de aceptar más abrazos de felicitación me excusé para ir a darme una ducha. Cuando volví a bajar pude apreciar la gran cantidad de postres y comida que había.
—¿Cómo pudiste hornear todo eso tú sola? —le pregunté a Sky una vez que logré escapar de la atención de los demás.
—En realidad tus hermanos me ayudaron.
—¿Lo hicieron?
Se rió —Bueno, algo así. Fue caótico pero mira, funcionó. ¿Te gustó?
Supe ver que realmente le importaba mi respuesta.
—Has sido la primera que ha hecho una fiesta sorpresa para mí... y no podría haber sido mejor.
Su sonrisa se hizo más grande. Pensé que no había nada que no hiciera por mantenerla así.
—Todos ayudaron. ¿Y qué hay de los regalos? ¿Te gustaron?
Me reí por su preocupación innecesaria.
—Sí, Sky, lo hicieron.
—Bien. Creo que tal vez pueda aprovechar para darte el mío, ya que todos parecen haber salido de la euforia de Alex Walter.
—Creí que tu regalo había sido este.
—Por supuesto que no, tonto.
Su mano se entrelazo con la mía. No sé si ella se daba cuenta de la naturalidad con la que actuábamos en cuanto a ese tipo de gestos. Me llevó hasta la salida.
—Tendremos que caminar un poco.
No hubo queja de mi parte.
Sonreí cuando después de unos minutos me di cuenta de a dónde nos dirigía. ¿Cómo supo?
A finales de la primera y en verano hay una parte del rancho en donde las luciérnagas llegan. Tenía planeado traer a Sky, sin embargo pensé que todavía era muy pronto para poder verlas. Me equivoque. A pesar de que la primavera todavía tenía un par de semanas antes de concluir, los pequeños insectos ya habían arribado. Iluminaban el césped como lucecitas flotantes y llenaban el silencio con sus suaves sonidos. Esta vez había algo diferente. Una mesa de picnic.
—¿Cómo trajiste esto hasta aquí?
Era de gran tamaño, hecha de madera y seguro que no era desplegable.
Ella se encogió de hombros.
—Tu papá y Cole me ayudaron.
Lo que se encontraba sobre la mesa robó mi atención. Sonreí de nuevo cuando lo vi. Era algo que hacía mucho con Sky alrededor; sonreír.
—Un pastel de cumpleaños.
—Tu pastel de cumpleaños
Lo había notado durante la cena. Conociéndola me pareció curioso la falta de uno, pero no creí que fuese un detalle que ella hubiese planeado. Y de nuevo, olvidaba con quién estaba hablando.
—Dijiste que todos los años los cumpleaños eran iguales para todos. Y pensé que a partir de ahora puedes tener algo especial. Es pequeño. No es mucho y seguro no es la gran cosa, además de esto te compré algo por supuesto, pero yo solo...
—Me encanta.
—¿Sí?
Observé la tarta. Era pequeña, suficiente para dos personas. Cubierta con algún ingrediente color azul, el mismo tono que su vestido, mi color favorito. Le llovían pequeñas estrellas blancas. El feliz cumpleaños estaba escrito con perfecta caligrafía. Tenía un sombrero y una cuerda dibujados con betún. Incluso incluyó el número que me perteneció en el rodeo pasado. Cuido cada detalle.
Su voz sonó detrás de mí:
—Es de vainilla, obvio. Está bañado con tres leches. Además le agregué al relleno esas odiosas chispas de chocolate amargo que tanto te gustan. Te lo he dicho Alex, el chocolate está hecho para ser dulce, pero en fin, supongo que te acepto con todo y defectos.
Creo que mal interpretó mi silencio porque agregó:
—Lo odias, ¿Cierto?
Esta chica era increíble, en serio. Me volteé a verla. Entonces pensé porqué no dejar que lo supiera, porqué no permitirle verse desde mi perspectiva. Todo este tiempo había creído que al menos podía darse cuenta de una parte de lo que impactó su presencia en mi vida, pero quizás ella también necesitaba que alguien le recordara lo valiosa que era.
—Realmente no lo notas.
—¿Qué?
—Lo especial que eres. Hablo de una clase de magia que desprende de ti. Sky, las personas que te tienen cerca son más felices, ¿no lo ves?
Sus mejillas se tiñeron de un rosado intenso.
—Solo estás siendo amable.
—¿Lo estoy? Porque desde que te conocí mi vida comenzó a reproducirse día a día como una película. ¿Cómo has hecho para tomar los grises y colorearlos?
—Yo... no lo sé.
Bueno, que Sky se quedara sin palabras era un eufemismo. Quise simplemente besarla en ese momento. Llevaba queriendo hacerlo desde que la vi de pie en mi sala de estar. Sin embargo no me atreví a pedir aquello como obsequio. En su lugar respondí:
—Gracias por aparecer en mi vida.
—Ten cuidado, porque no planeo irme —. Sonreí amplio —. ¡Debes pedir el deseo!
De inmediato fue a tomar la vela que estaba sobre la mesa, descubrió el pastel para colocarla y encendió la mecha. Sostuvo el postre para mí. Sus ojos parecían un mar brillante y cristalino. Poco se daba cuenta de que este día no era especial por mí, ella era la razón. Se había encargado de iluminar cada rincón. Me pregunté qué pasaría si no estuviese. Ya no me imaginaba mi vida sin Sky en ella. Y entonces mi deseo fue ese, que cumpliera lo que había dicho acerca de no irse.
—¿Quieres probarlo?
Asentí.
Nos acomodamos en las bancas. Uno al lado del otro. No hizo falta cortarlo, solo tomé una cucharada. El bocado fue suave en mi boca, dulce a un nivel encantador y las chispas le dieron ese toque al final del deguste. Era algo propio de Sky, pensé. Ella reflejaba su cariño en los postres que hacía. Lo podías notar en la dedicación que le ponía, la suavidad con la que se movía por la cocina y la agilidad con la que combinaba los ingredientes logrando sabores que no podrías igualar.
Sabía que esperaba mi opinión. En su lugar tomé otra porción con la cuchara y la acerqué a su boca.
—¿Lo compartirás conmigo? —preguntó con una nota juguetona.
—Supongo que siempre que seas tú está bien.
Su sonrisa fue lenta y la manera en que me miraba...Tomó lo que le ofrecía. Hizo un sonido de placer que envió una corriente por todo mi cuerpo.
—Sí, en definitiva me superé —. Reímos —. Ahora, tu otro regalo.
—Estás poniéndome la vara muy alta para tu siguiente cumpleaños.
—Ese era el plan, ¿a penas lo notas?
Me entregó la caja que había estado todo este tiempo ahí. ¿Qué podría ser? Conforme iba deshaciéndome del listón y el papel me lo preguntaba.
Finalmente me encontré con un sombrero vaquero. Era exactamente como el que le había mencionado una vez que me encantaba, uno de cuando era niño. O ella tenía un don para grabarse los detalles o tuvo que ver alguna fotografía porque el corte y los tonos de marrón eran iguales. Hubo una cosa sin embargo que resultó ser nueva; dentro del sombrero, en una de las tiras, grabado en piel estaba mi nombre.
—¿Cómo...?
—Mi papá conoce a alguien que conoce a alguien que los personaliza y pensé que te gustaría. Para el próximo rodeo.
Esta vez no pude quedarme en mi lugar. Borré la distancia y la envolví en un abrazo. Sentí su sonrisa cuando me correspondió. El aire se llenó del aroma a fresas. El latido de mi corazón apenas se camuflaba con la melodía de las luciérnagas. Era una locura el sentimiento de pertenencia que me embargaba.
—Gracias.
En la palabra había mucho más implícito.
—Ningún cumpleaños volverá a ser un día como cualquier otro Alex, te lo prometo.
Mi vida no había vuelto a ser como antes desde que ella apareció. No tenía que prometer nada. Era un hecho que acepté desde hace tiempo; después de sus ojos las estrellas parecían opacas en comparación, después de sus sonrisas cada lugar se impregnó con el sonido, después de su perfume el aroma a libertad era de fresas. Ella se filtró en lo más profundo de mi ser. Estaba arruinado para cualquier otra persona y ese hecho nunca me preocupó menos.
La solté pero no me alejé. Tenía la irresistible costumbre de acomodar su cabello cada vez que el viento la despeinaba. Era suave al tacto y de alguna manera parecía un acto íntimo; cuando estábamos a centímetros y sus ojos me escudriñaban como si pudiese ver mi alma. Esta ocasión no fue la excepción.
—Alex.
Mi nombre le salió como un susurro. Había logrado acomodar su melena incluso con la furiosa brisa, pese a ello mantuve mis manos enredadas en las hebras doradas. Solo robaría un poco más.
—¿Sí?
Acercó su rostro al mío hasta que la punta de su nariz rozó con la mía. Estaba helada. No sé si fue la sensación o el toque, pero me sentí un poco más vivo.
—¿Puedo preguntarte algo?
No recordaba la última vez que tuve la oportunidad de observar sus ojos tan de cerca. ¿Habría un día en el que parara de dejarme sin aliento?
—Sí.
—¿Qué sientes ahora mismo?
—¿Quieres la verdad?
—¿Cuándo no me la has dado?
—Me atrapaste ahí —. Mis comisuras se el elevaron. Me encantaba ver que sobre todas las cosas ella me leía a la perfección. Tenía razón. Ahora sin embargo su pregunta resultaba difícil. Opté por dejar de pensar tanto. Cerré los ojos y me concentre en la sensación más fuerte. La describí entonces —: Siento como si dentro de mi corazón hubiesen un millón de mariposas. Todas aleteando al mismo tiempo intentando escapar, pero no pueden. Están atrapadas. Y los roces de sus alas son un cosquilleo que se convierte en electricidad. —Abrí los párpados —. Al mismo tiempo el aire huele a fresas. El viento es agradable. Tengo ganas de besarte.
Hubo un zigzag en sus ojos antes de que se atreviera a preguntar de nuevo.
—¿Y por mí? ¿Qué sientes por mí?
¿No sabía ella que de todo lo anterior era la causante? De todas formas, intenté buscar las palabras adecuadas para explicarle.
—Es algo extraño. Como el vértigo del que Rhys hablaba al besar a Ginger. Todavía no entiendo cómo es que cuando te miro a los ojos me llevas a una zona conocida, un lugar de paz, de felicidad. Es un sentimiento puro y sano. Deseo para ti todo lo bueno. Cada vez que puedo hacer algo para mejorar tu día o hacerte sonreír no lo dudo; solo lo hago, y cuando la oportunidad no está la busco. Amo tu compañía. Disfruto escucharte hablar. Me pasa que contigo puedo sentir que voy en caída libre y al siguiente instante el mundo se inunda de calma.
Sus orbes se volvieron dos pozos de agua azul cristalina. Sus labios temblaron con palabras no dichas. Rozaron los míos tentando de manera peligrosa.
Dios sabía lo mucho que quería ese beso, pero está vez no podía ser yo quien lo tomara. Algo que me decía que Sky solo necesitaba una decisión para dejar atrás cualquier duda.
Finalmente, cuando creí que nunca llegaría, presionó su boca con la mía. El sabor a chocolate y algo espeso invadió mis papilas gustativas. Sonreí. Era ese brillo que hacía resaltar sus labios. Hizo un sonido de satisfacción cuando mi lengua recorrió su labio inferior limpiando. No me disgustaba, pero la quería a ella.
Una de mis manos bajo hasta su cintura para acercarla a mí, todo lo que fuera posible. Me alentó más el hecho de que al mismo tiempo me atrajera colocando su mano en mi nuca. Las caricias en mi cabello pusieron a prueba mi autocontrol. Presione su cintura como si esa fuera una forma de elusión a mis deseos.
Hubo un momento en el que nuestros pulmones necesitaron aire. Me atrevo a decir que fue la única razón por la que nos separamos. Y aún así seguía teniéndola pegada a mí.
Sus manos bajaron hasta descansar en mis hombros. Su mirada era un remolino de emociones. Podía sentir su pecho subir y bajar recibiendo oxígeno. El corazón se me iba a salir del cuerpo.
—Me he comido todo tu brillo labial.
Eso fue lo primero que se me ocurrió decir al recuperar el aliento. Su carcajada sonó alegrando la oscuridad de la noche. Mis comisuras se elevaron ante el sonido.
Mis manos seguían en su cintura. Las suyas entrelazadas detrás de mí cabeza. Una neblina de dopamina inundaba mi cerebro.
Atrapó su labio entre sus dientes intentando contener la risa. Sus mejillas sin embargo seguían elevadas con un brillo rosado que la hacía lucir etérea.
Creí que haría alguno de sus comentarios característicos pero algo parecía estar sucediendo en su cabeza. Una especie de entendimiento.
Su rostro se tornó serio y supe leer los nervios que la atravesaron. Tomó una respiración temblorosa antes de que su voz sonara suave.
—Quiero darnos una oportunidad. Dejar que mis miedos y fantasmas se desvanezcan. Ya no puedo quedarme con todo lo que siento. Deseo ser valiente contigo.
El mundo dio un vuelco. Pese a ello me obligué a mantenerme sereno. Acaricié con mi pulgar el contorno de su cuello en un intento de disipar los nervios.
—No pienso presionar nada, Sky. Soy un hombre paciente. Sé que esto que siento no es unilateral, cariño. Si todavía no estás preparada, quiero que sepas que no me molesta esperar. Solo deseo que tomes la decisión correcta para ti.
Colocó sus manos sobre la mías hasta entrelazarlas. Las apretó fuerte.
—No confío en nadie más que en ti para poner mi corazón, porque la cuestión es que no sentí que funcionara hasta que llegué aquí, no pensé que volviera a latir como lo hace hasta que te conocí.
La envolví fuerte con mis brazos. No encontré otra manera de responder.
—No voy a decepcionarte, lo prometo.
—Lo sé.
Estando ahí me di cuenta; no había manera de que nuestras almas no hubiesen coincidido en otra vida porque esa sensación de familia mientras estábamos abrazados no la sentí nunca en la vida.
—Sé mi cita en el baile de graduación.
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¡Volví! Antes de que acabe el año era necesaria una actualización.
Unas cosas:1. Salí de vacaciones hace unas semanasPlaneo aprovechar el tiempo para finalizar la historia. Quedan 3 capítulos más y se acaba. Que emociónnnn.
2. ¿Alguien sabe cómo puedo promocionar mi historia? Sobre todo en TikTok, ¿conocen a alguien que pueda ayudarme? Se los agradecería muchísimo.
3. Me ha costado bastante escribir. Siento que nada de lo que hago me gusta lo suficiente. Ver que han llegado nuevas personas me a animado a continuar, pensando que de cualquier manera siempre puedo mejorar los capítulos cuando edite la historia completa.Gracias por la paciencia y sus comentarios. Feliz año nuevo! Espero leernos muy pronto.
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