
CAPÍTULO 22
Pov's Sky
Las vacaciones de invierno habían terminado.
Como estaba planeado, mis padres volvieron a Los Ángeles al día siguiente después de Navidad. ¿La buena noticia? No tuve que pasar el año nuevo sola o con mi tío borracho. Dylan y su familia me invitaron a celebrarlo con ellos y bueno, acepté.
No creí que las tres semanas de receso escolar las pasaría cerca de él. Es decir, éramos amigos, pero no tan cercanos como para vernos prácticamente todos los días fuera del colegio. Sin embargo, su compañía resultó volver más ligeros los días, sobre todo después de que papá y mamá se fueron.
Alex había llegado hacía poco. No tuvimos tiempo de vernos porque tenían demasiado en el rancho tras haber pasado poco más de dos semanas fuera. Intercambiamos un par de mensajes en noche buena y nos deseamos un feliz inicio de año además de unas cuantas llamadas esporádicas.
Aunque no lo quería aceptar me daba cuenta de cómo intentaba evadirme. Al inicio lo atribuí a la diferencia horaria pero terminé por dejar de tratar de tapar el sol con un dedo. Algo le sucedía.
Esperaba poder hablar con él. Si una cosa me había enseñado Alex es que los problemas se solucionan conversando, no ignorándolos. Así que lo que fuera que le molestara deseaba entenderlo.
Apenas vi a Ivy en el pasillo corrí hacia ella con la fuerza de un toro. Su emoción coincidía con la mía cuando nos tomamos en un abrazo de oso.
—¡Dios mío! Dos semanas y casi ni te reconozco.
Me reí de su dramatismo. Aunque en realidad ambas teníamos eso en común.
—Yo también te extrañé.
Con los brazos entrelazados nos dirigimos a la primera clase del día.
No me sorprendió encontrar a Alex ahí, lo que me pareció raro fue el hecho de que ya estaba acomodado a un lado de su primo, Isaac. Normalmente él se sentaba conmigo y Ivy con Isaac. El último me miró de una manera que decía que él estaba tan confundido como mi amiga y yo. Alex en cambio solo sonrió hacía mí y me saludó con un asentimiento amistoso.
Me comprometí a no darle demasiada importancia. Era un asiento y ya.
Terminé sentada con Ivy en el banco que estaba detrás de ellos y que Isaac había apartado para nosotras. De nuevo me recordé que no era tan inmadura como para basar nuestra amistad en una tonta asignación de lugares.
Pero lo que me afectó no fue el cambio de rutina, si no el hecho de que, como me di cuenta a medida que el día avanzaba, Alex buscaba a toda costa estar lejos de mí y pretendía disimularlo, algo en lo que por cierto estaba fallando terriblemente.
Espere con paciencia. Fue hasta la última clase que se quedó sin armas (es decir, sus hermanos a los que podía usar de comodín). Ninguno de ellos estaba matriculado con nosotros, ni siquiera Ivy, así que no le quedó más remedio que sentarse conmigo.
A pesar de que estaba enfadada por la manera en que me rehuía, como si tuviera peste o algo parecido, intenté ser razonable y con voz apacible pregunté:
—¿Qué te sucede?
De reojo observé que se giró a mirarme. El profesor seguía rayando en la pizarra pero no quise arriesgarme a que nos atrapara conversando por eso seguí mirando al frente.
—Nada, ¿por qué lo dices?
—¿Me dirás que no me has estado evitando?
—No lo he hecho.
Su desfachatez me hizo voltear a verlo. Quizás debí esperar que la clase terminara pero había aguantado ya bastante.
Durante el almuerzo intenté convencerme de que eran solo ideas mías. Mientras nos poníamos al día sobre las vacaciones me emocioné al contarle cómo mamá y yo pasamos toda la tarde en la cocina. Siempre he sido una persona afectuosa, es decir, para mí es fácil dar un abrazo, regalar una sonrisa o repartir besos en los saludos y despedidas. Al inicio me contenía con Alex porque él parecía incomodarse con esos gestos cariñosos, y quise respetar sus límites, pero después cambió. Era él quien se acercaba a regalar un abrazo (aunque nunca tan efusivo como los míos), ponía la mejilla cuando me despedía de todos dándome esa aprobación silenciosa y luego, cuando enganchaba mi brazo con el suyo para caminar, me sonreía como si hubiese tardado demasiado tiempo en hacerlo. En esta ocasión no sucedió para nada de esa manera. Con la emoción mi palma fue a donde su mano que estaba sobre la mesa. Ni siquiera fui consciente del movimiento, para mí funcionaba como un reflejo. Entonces aconteció algo que jamás me había pasado con él; Se negó a tomar mi mano como si el contacto le causara repele.
Nunca lo hizo antes, incluso al principio, si le incomodaba buscaba la manera más amable de escapar o desviar la atención. Siempre fue demasiado educado para un desplante. La cuestión es que en un inicio no me hubiese molestado su reacción. Es más, seguro que yo le habría pedido disculpas por irrumpir en su espacio personal con tanta confianza. Ahora, en cambio, creía que éramos amigos, mejores amigos se suponía. Entonces él no podía abrirme la cancha para después cerrarse en banda sin una explicación, sobre todo de esa forma tan grosera, y esperar que yo me quedara callada.
—Eres un mentiroso.
Quizás fue mi tono duro lo que lo enfadó. Tal vez era el hecho de que mi paciencia había llegado al límite. Cualquiera de las dos. El caso es que mi comentario, un insulto común en el día a día del jardín de niños, fue la chispa que encendió la mecha.
—¿Según quién? ¿Tú?
El desdén con el que me miró, como si fuera la menos indicada para juzgarlo, volvió mi piel ardiente.
—Sí, yo. Eres un gran, muy gran mentiroso, el peor que he conocido.
En ese punto estaba exagerando. Y la discusión se volvía inmadura.
—Estás delirando.
Estás loca.
Eso quiso decir. Y fue lo que remató todo, junto al hecho de que volviera su atención a la clase dando por terminada la discusión.
—¿Lo estoy? ¿O es que finges ser un perfecto caballero pero en realidad eres tan patán como tu hermano? ¿Seguirás diciendo que no me has evitado durante semanas en lugar de plantarme frente? ¿Dónde quedó eso de que las cosas se solucionan hablando? Dime Alex, ¿eso no te vuelve un mentiroso? Porque para mí has pretendido todo el tiempo y por fin me tratas como lo haría cualquier otro imbécil.
Sus ojos se oscurecieron cuando se volvió a verme.
—No soy ni de cerca como Cole. Y tampoco soy como los otros imbéciles con los que has tratado.
—Mentiroso, mentiras y más mentiras —canturree mientras me disponía a ignorarlo.
—Sky —la llamada de atención debió hacerme temblar, su voz estaba destinada a ello, sin embargo no me dejé intimidar.
—Mentiras, mentiras, mentiras...
—Por favor...
—Mentiras de un mentiroso, son puras mentiras...
—¡SKY! —gritó.
Y así, en dos segundos, estábamos fuera del salón sancionados con una semana de detención.
Apoyábamos la espalda en los casilleros, uno al lado del otro. Ambos teníamos la vista puesta en la oficina del director, de la cual habíamos salido hace menos de un minuto. Los pasillos todavía se encontraban vacíos con una inquietante calma, como la de nosotros, que se rompería a penas el timbre de salida diera por finalizado el día.
—Lo siento.
Cualquier rastro de furia se había ido de su cuerpo. Volvía a ser solo Alex. En realidad creo que nunca lo vi enojado antes, al menos no conmigo.
—También te castigaron a ti.
—No me refería al castigo. Siento haberte gritado.
Me costó mucho pero igual me arranqué las palabras de la garganta.
—Siento haberte llamado mentiroso.
—No, tenías razón, por lo menos en el hecho de que te había estado ignorando. Debí hablar contigo.
Sus palabras me recordaron el punto importante.
Dejé mi posición anterior y me planté frente a él para conseguir que me mirara. Esta vez con una voz más amable, casi meticulosa, volví a preguntar.
—¿Qué es lo que pasa?
Ahí me di cuenta de que, más allá del enojo, me sentía abatida. Tenía miedo porque parecía que lo perdía y no sabía qué era lo que había hecho para conseguirlo. Lo único que se me podía ocurrir era aquel beso en la casa de Erin.
Pero no lo creía posible si lo hablamos antes. Pudimos seguir adelante la primera vez, ¿entonces porque sería diferente la segunda? Sin embargo, entre más lo pensaba mayor sentido tenía. No me habló desde esa fiesta sino hasta que estuvo a kilómetros de distancia, en Nueva York, e incluso así las conversaciones de su parte siempre eran rápidas y cortantes. Puse de excusa que era porque estaba ocupado con el turismo y todo eso. Bueno, la mentira había caducado y todo me explotaba en la cara.
Algo cambió en algún momento y no supe cuándo. Porque la manera en que sus ojos verdes me miraban era diferente. Había un hambre ahí que antes no estaba, me gritaban desesperación y desenfreno. Se contenían tanto, pero lo podías ver; se forjaba una tormenta a la que en cualquier instante daría rienda suelta.
¿Dónde estábamos parados y por qué se sentía tan desconocido? Para ese punto ya no estaba tan segura de si él sabía cuán importante era para mí o de si entendía hasta qué nivel estaba dispuesta a luchar por nuestra amistad.
—¿Qué sucede? —volví a preguntar.
Ya no me refería solo a su rara actitud. Era capaz de asegurar que ambos sentíamos el cambio en la atmósfera. No podía ser posible que me estuviese imaginando la forma en que sus hombros se tensaban cuando su mirada caía en mis labios o cómo arrugaba el ceño cuando, en señal de nerviosismo, los relamía. Pero entonces por fin decidió hablar.
—Necesito espacio.
Pude aceptarlo, convencerme de que al final había conseguido hartarlo con mi personalidad sofocante. En el fondo siempre espere algo así, porque sabía que a veces podía llegar a resultar irritante, demasiado para manejar, por eso es que cuando no quería estar en casa con el silencio y mis pensamientos en lugar de ir a donde él aceptaba las salidas de Dylan, porque no quería quemar todos los cartuchos con Alex, no quería asfixiarlo con mi hiperactividad. Sin embargo, me negué a creer que esa fuera la única razón.
Ese fue mi momento de valentía.
—¿Seguiremos fingiendo que no es real?
Si se me escurría de las manos entonces ya no tenía nada que perder. Veía cómo se alejaba. Sobre todo, veía el motivo. Hacernos los ciegos no era la solución, desde hacía un tiempo dejó de serlo.
Creía firmemente que él también lo sentía. Así como yo, Alex reparaba en la forma en que mi cuerpo vibraba de emoción cada vez que él estaba cerca, en cómo la piel me hormigueaba y se encendía cuando me tocaba. Él veía los momentos en los que por un segundo mi cerebro bajaba la guardia y solo podía pensar en besarlo de nueva cuenta. Y yo también lo hacía.
Esas ocasiones en que se puso nervioso por mi presencia, las noches en la loma del rancho cuando creía que no prestaba atención y me miraba como si ofreciera un espectáculo más importante que el de las estrellas en el cielo. Sobre todo, lo que me hacía estar casi segura de que no era la única que se sentía diferente, fue ese beso; no besas a tu mejor amiga como si el mundo se fuera a acabar, no la respiras como tu último aliento. No era solo pasión o atracción, más allá del deseo estaba esa delicadez propia del corazón, como si quisiera acariciar el alma de la otra persona, mi alma. No podía estar imaginándome todo eso.
Creo que ver que se alejaba incluso cuando hicimos lo que "debíamos" para no arriesgar nuestra amistad fue lo que me impuso a poner las cartas sobre la mesa. Abrí la caja de pandora. Lo que tanto me hice de la vista gorda salió a relucir.
—¿Si me pides espacio es por ti o porque te has dado cuenta de lo que ha cambiado y prefieres huir de ello que aceptarlo?
El rostro se le puso pálido.
—Déjalo así, Sky. Si esta conversación sigue adelante no habrá vuelta atrás.
—Estoy siguiendo adelante entonces, en definitiva.
Soné más audaz de lo que en realidad me sentía.
—¿Y si yo no quiero? ¿Si no quiero ir allá? ¿Para qué arruinarnos de esa forma?
—¿No te das cuenta? Ya estamos hasta el fondo con esto. Solo mantenemos los ojos cerrados para ignorar ese hecho.
Por su silencio supe que tendría que ser yo quien se lanzara primero.
"Ser valiente no significa no tener miedo", leí una vez en algún lugar, "ser valiente es actuar incluso cuando te estás muriendo de miedo".
Alex me había dicho que yo era más valiente de lo que pensaba y que necesitaba creérmelo. En ese momento, con el corazón en la garganta y sus sonidos atronadores en mis oídos, eso estaba haciendo.
—Me gustas, Alex. Y ya no me voy a seguir engañando. No es solo atracción. Mi corazón también está atrapado en esto. No sé en qué momento sucedió, pero me enamoré de ti. Sé que si no lo sabes al menos lo has sospechado. Bueno, no te doy oportunidad de esconderte. Estoy enamorada de ti.
—Joder, Sky. No puedes hacer esto.
La mirada desesperada en sus ojos debió hacerme parar pero no lo logró.
—La cosa es así; no creo ser la única que se siente diferente. Te estoy abriendo mi corazón y lo volveré fácil para ti. Te preguntaré. Todas esas veces en las que pensabas que no te veía ¿realmente me mirabas como algo más que tu mejor amiga? Aquella fiesta donde nos emborrachamos, ¿fue el alcohol lo que te hizo devolverme ese beso fugaz o un deseo escondido? Cuando inventaste excusas para que saliera contigo en lugar de con Dylan, ¿eran argumentos reales o la manera en que demostrabas que estabas celoso? Dime, esa energía extraña en la fiesta mientras bailábamos ¿solo la sentí yo? Será la única vez que te ponga la llave en las manos, así que piensa bien lo que dirás porque ten por seguro que aceptaré como verdad la respuesta que me des. ¿Mentiste cuando dijiste que solo me veías como amiga?
Después de vomitar todas las palabras la adrenalina se apagó. La dosis de valentía perdió su efecto. En el silencio se podía apreciar mi última pregunta pendiendo de un hilo, hasta que Alex decidió romperlo.
—Sí, mentí. Desde hace mucho tiempo dejaste de tener ese efecto platónico.
>Comenzó con un sentido de admiración hacia ti y tu manera de darle la cara al mundo, siempre con energía positiva y una sonrisa cegadora. Esa sensación cálida en mi pecho solo creció a medida que te iba conociendo.
Cuando me contaste lo de Lexington juro que pensé que tenías que ser un maldito ángel caído del cielo. Desde ese día paso todas las noches pensando cómo fue posible que alguien haya decidido destrozar tu corazón de oro en lugar de adorarlo.
El brillo en tus ojos, la luz que irradias, la fe que le tienes al mundo aún después de ver su mala cara, me hace creer que eres algo celestial.
Y sí, robaba esos momentos en los que creía que estabas distraída para autoconvencerme de que no podías ser tan perfecta, algo tenía que haber, una excusa que le impidiera a mi corazón derramarse ante ti.
Desde la noche en la fogata ya había algo. No planeé que sucediera. Pero vuelvo a mentir si niego que tenía la vaga sospecha de que el alcohol me daría coraje para estar junto a ti sin inhibición. En el fondo quería ver qué era lo que me pasaba contigo, deseaba saber hasta dónde podía llegar sin los frenos con los que siempre iba.
Tuvimos algo especial desde el primer momento. Esa conexión de la que las personas hablan. Cuando alguien llega a tu vida y demuestra que algo te hacía falta, no sabías qué era, ni siquiera te dabas cuenta del vacío hasta que la persona aparece y todo comienza a tener sentido, como una epifanía; Tú has sido la más grande que he tenido en mi vida.<
—Lo arruine en la fiesta de Erin. Te besé de nueva cuenta. Mi manera de salvarlo fue decir que solo te veía como una amiga.
Estaba en blanco. Cualquier bravuconería había muerto. La fantasía se estaba materializando frente a mí. Sin embargo, lo que pasa con estas es que suelen ser tan perfectas e idealizadas que se vuelven irreales, de ensueño. Y al final uno vive en la realidad, no en las nubes. Tuve que haberlo recordado, quizás así hubiese estado preparada para el resto de la respuesta de Alex.
—Pero, a excepción de eso, todo lo demás que dije era verdad. Quería besarte, eso no significa que quiero que las cosas cambien.
—¿Sería tan malo estar conmigo? —odié la ruptura de mi voz a la mitad de la oración.
—Sky, no hay nada de malo en ti. Quisiera poder ofrecerte más. Pero esa es la cuestión; te mereces más de lo que puedo darte. No me siento listo para una relación. No estoy dispuesto a dejar que la historia se repita, mucho menos contigo. Sé que no eres Jackie, tampoco como Paige. Tú amas de manera leal y pura, pero al final, en lo que a mí respecta, el amor siempre se acaba. Todos terminan por irse. Te quiero en mi vida Sky, más de lo que nunca he querido a nadie, no te voy a perder por enamorarnos.
—Es miedo, Alex. Yo también lo tengo. Te han lastimado y no crees que puedas tener algo verdadero, algo que funcione de verdad, pero si lo intentaras...
—No vas a ser la prueba y error —jamás se escuchó tan decido —. Sí, tienes razón, tengo miedo. Sky, te mereces a alguien que te ame con todo su corazón, que se atreva a lanzarse por completo, no a un tipo que siempre va a estar mirando hacia atrás, esperando por el momento en que todo se arruine, con un pie dentro y otro fuera por temor. Odio ser el segundo.
Ahí lo comprendí.
Yo escondía lo que sentía por miedo a que con nuestro expediente solo saliéramos lastimados y miedo a que mis sospechas fueran equivocadas y él no sintiera lo mismo que yo. Alex también estaba aterrado pero por razones diferentes.
Él no confiaba en nadie para amarlo, su mecanismo de defensa seguía activado. Todavía era un cachorro herido que no se fía ni siquiera de quien le ha mostrado amabilidad una vez tras otra. Y no podía culparlo.
Cada persona tenía sus procesos. Quizás yo estaba lista para arriesgar mi corazón, segura de hacerlo con él, eso a pesar de mis cicatrices. Pero ese era el asunto; mis heridas habían cicatrizado después de un arduo trabajo de curación, en ocasiones parecía que no estaban y a veces se resentían recordándome que ya formaban parte de mí para siempre. Ahora podía vivir mi vida con ellas. Alex en cambio aún no terminaba de sanar, ni siquiera estaba segura de que hubiese iniciado a trabajar en ello, quizás lo había estado ignorando todo el tiempo.
Éramos personas correctas en el momento equivocado.
Entendí también, en medio del silencio y el abismo que se abrió entre nosotros, porqué se empeñó tanto en ocultar la forma en que se sentía.
—Creo que es mejor que nos tomemos un tiempo lejos del otro.
—No tiene que ser así...
—Lastimarnos es lo último que quiero. Ya que estamos enfrentando esto también hay que admitir que las cosas después del último beso fueron extrañas. No quiero sentirme así contigo. Tal vez será bueno que nos despejemos. Necesito esto, el espacio, por favor.
—¿Solo dejarás de hablarme y ya? —susurré con dolor.
Quizás yo era la culpable. Él me lo advirtió, si la conversación iba adelante no había vuelta atrás. Vio el final de esto mejor que yo.
—No, sabes que si me necesitas ahí estaré, no importa nada más. Es solo un poco de distancia. No quiero que sientas que huyo como lo estuve haciendo estas dos semanas, es mejor decírtelo para que entiendas.
Me quedé callada. No iba a mentir diciendo que estaba bien con su decisión. Para mí podíamos lidiar con ello. Pero sabía que tampoco podía obligarlo a manejar las cosas a mi manera.
Respiró profundamente antes de agregar:
—No tienes idea de lo complicado que es verte y querer detenerte, mandar todo a la mierda y plantarte un beso. Quiero tomarte de la mano, hacer que te sientas bien conmigo. Desearía poder abrazarte cuando se me dé la gana y no hablo de algo fraternal. De la manera más egoísta,
quiero que seas mía, que nadie más tenga tu corazón ni te pueda sentir, besarte o ser la razón de que sonrías, quiero todo, yo solo. Ese sentimiento me consume porque sé que no sería justo para ti, no cuando a cambio no puedo ofrecerte nada. Puedo pretender que estoy bien para intentarlo, puedo dejar de pensar en lo correcto e ir adelante con esto, pero no es tan fácil. No vas a curar una herida que alguien más dejó, ese es mi trabajo.
Alex era todo lo que había estado esperando pero no era el momento. Comprendí entonces que lo mejor que podía hacer por él era alejarme.
Yo tampoco quería un amor construido sobre un corazón frágil y en ese instante eso era lo único que Alex podía ofrecer. Él todavía tenía un camino que recorrer, si era sincera no tenía problema en acompañarlo, pero más que nadie sabía lo importante que era enfrentar el proceso por uno mismo y entendía su necesidad de espacio.
—De acuerdo.
Alex me envolvió con sus brazos y yo me aferré al aroma familiar del sándalo porque ambos sabíamos que pasaría un rato antes de volver a tener un momento de esos.
Supe que por más que lo quisiéramos no era nuestro tiempo. Pensé que ojalá la vida nos hubiese cruzado más maduros, seguros y listos, quizás así esto hubiese sido diferente.
—Te quiero, Sky. Verás que a la larga volveremos a ser los mismos y nos daremos cuenta de que fue lo mejor.
La campana sonó y Alex finalmente me soltó. Con una última sonrisa se alejó perdiéndose en la multitud.
Me arriesgué y perdí. Ahora tenía que encarar lo que se venía.
Pov's Alex
Siempre supe que, de los dos, ella era la más valiente y yo el más veloz. Fue por eso que ella se atrevió a lanzarse primero y yo corrí.
En la camioneta e incluso después de llegar a casa seguía pensando en Sky. Sabía que no estaba contenta con la distancia, sin embargo esta vez no podía complacerla. Quizás ella no lo veía así, pero lo hacía para ponerla en primer lugar.
Me alejé para no seguir confundiéndola. Lo único que hacía últimamente cuando la tenía cerca era enviar las señales equivocadas; decía que no quería que nada cambiara, que era solo mi amiga, pero luego iba y la besaba o la miraba como si fuera la única persona importante en mi universo. No podía ser así de egoísta con ella.
No solo tenía miedo de que las cosas no funcionaran entre nosotros y termináramos desapareciendo de la vida del otro de manera definitiva, creía que podía ser capaz de luchar contra eso, trabajar y hacer que funcionara. Pero estaba el hecho de que no confiaba en mi corazón; habían heridas que solo yo conocía y no era justo usarla para reparar las fisuras. Sky merecía un amor puro y completo y hasta que yo no estuviese seguro de que podía dárselo me negaba a pedirle que esperara, sobre todo porque no sabía si algún día lograría tener todo resuelto.
Esa noche pensé en nosotros como el claro ejemplo de que dos almas gemelas no pueden estar juntas. Están destinadas a conocerse, quizás enamorarse, aceptarse tal y como son, pero no a estar juntas.
El tiempo no nos ayudó. Sin embargo, mirando las estrellas a través de la ventana deseé con todas mis fuerzas poder coincidir con ella en otra vida, porque si realmente estábamos conectados lo estaríamos en esta y en otras más y ahí tendría mi oportunidad, en una de esas no sería un cobarde, o un chico con el corazón defectuoso.
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Alex 💔
Me dueles pero te entiendo.
Capítulo bastante largo, de aquí en adelante cada parte está llena de drama y sufrimiento, me encanta.
¿Creen que podrán tener su final feliz?
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