CAPITULO 12
Pov's Sky
La cabeza me retumbaba, como si fuera una aguja atravesando mi cerebro. Debía abrir los ojos pero me estaba costando demasiado. Cuando finalmente lo hice la luz proveniente de la ventana me cegó.
¿Dónde estaba Ivy? No debí haber bebido ayer, pensé.
Ayer. La fiesta en la fogata. Recordé. Y a partir de ahí la memoria me golpeó.
Alex maldijo en voz baja cuando terminé con todo el líquido que estaba en el vaso.
Me reí. —Vamos.
Lo jale hacia donde estaban las otras personas bailando. Creí que se negaría pero no lo hizo, aunque sí que arrastraba un poco los pies.
Recuerdo que dijo que necesitaba un poco más de alcohol antes de hacerlo de verdad. Para ese punto ya estaba bastante ebrio, pero aún se mantenía de pie. Parecía que fluía más ligero y me alegré de que, al menos esa noche, se dejara llevar.
Me prometí a mí misma que la mañana siguiente lo molestaría con el hecho de que después de un par de tragos parecía estar disfrutando de algo tan aborrecido por él como lo era bailar.
Estaba sedienta después de todos los gritos que había pegado al corear las canciones, además hacía mucho tiempo que no salía a bailar, fue así como acepté el trago que una Ivy muy divertida me tendió. Y después de ese vino otro, y otro, y otro, hasta que perdí la cuenta.
Mi memoria estaba rota porque no recordaba haber llegado tan lejos del resto de la fiesta, escondida detrás de un auto con Alex. ¿Vomité? Dios mío, ojalá que no.
—Me gusta pensar que tal vez siempre estuvimos destinados a conocernos. Como si fuéramos nuestro destino. Porque no hay otra manera para explicar el hecho de que contigo me siento como si fuéramos las piezas del mismo rompecabezas.
—Alex, ¿te puedo pedir algo?
—Lo que quieras.
—Quédate conmigo. Aún cuando todos se pongan en mi contra, quédate conmigo.
¿Qué fue lo que sucedió? ¿Dije algo que no debía?
Los recuerdos más claros -después de comenzar a beber- son de todos nosotros caminando hacia el estacionamiento. Habíamos llamado a un Uber y estábamos saliendo hacia la carretera para esperarlo. ¿Íbamos a dejar el auto ahí? Creo que no era una buena idea y por eso Cole se ofreció a llevarnos.
—Sky, ¿Quieres que te lleve a casa?
—No. —Respondió Alex.
Dylan intercambió miradas con Cole, luego conmigo y creo que entendió que era mejor así porque sin mucho drama se dio la vuelta y se fue. Debo admitir que me asusté un poco de lo que pudiese decir frente a mis amigos. Todavía no le contaba nada a Alex, pero pronto lo haría.
Para ese punto ya me sentía más sobria, fue por eso que cuando todos comenzaron a pelearse por ir atrás dejándonos a Alex y a mí adelante no dije nada. Esperaba un poco que él se negara, pero no fue así.
No quería incomodarlo así que intenté ir lo más quieta posible. Atrás los chicos iban riendo a cada rato, a excepción de Nathan quien había caído profundamente dormido. Ivy había insistido en mantener las ventanas bajas tanto que Cole desistió de pelear y la dejó ir así. En consecuencia el aire que entraba me calaba hasta los huesos a pesar de llevar el abrigo puesto. Fue entonces que percibí el contacto de Alex en mi cintura.
Pese a que la capa de ropa que llevaba era gruesa sentí mi piel arder. Cuando me giré a verlo parecía natural que tuviera las manos sobre mí y de algún modo me hizo sentir cómoda. El balanceo del auto sumado a la brisa de la madrugada me estaba adormeciendo y me rendí, en secreto gustosa; apoyé la espalda en su pecho porque era lo más parecido a una cama en ese momento.
Descaradamente lo miré desde abajo. Pensé en lo guapo que era. ¿Por qué no podía darse cuenta de su potencial? Él no era como Cole. Y estaba bien. Era increíble siendo Alex.
No sólo tenía unos ojos preciosos, un cabello suave en el que daban ganas de perder los dedos, pecas que parecían lluvia de estrellas, además era dulce, amable y considerado con el resto. Pero sobre todas las cosas la manera en que amaba me hacía envidiar a quien pudiese ser receptora de ese amor. No comprendía a quienes no lo supieron apreciar. Si mi corazón no estuviese tan jodido me hubiese encantado ser yo de quien Alex estuviera enamorado.
Pero la vida no es perfecta y cuando dije que Alex solo necesitaba encontrar a la persona correcta para amar lo decía en serio. Tan en serio como sabía que yo jamás podría ser esa persona. Era demasiado tarde para mí. Sin embargo, por esa noche podría ser un poco egoísta e imaginar un escenario en el que mi pasado no estuviese manchado, en el que mi amor no hubiese sido pisoteado hasta hacerme sangrar. ¿Qué habría sucedido si me hubiese encontrado con Alex antes de todo el desastre?
La cosa es que tenía clara la respuesta; Sin duda podría enamorarme de él, antes y ahora, porque amar a alguien como Alex era muy fácil. Ser merecedora de su amor se convertía en la verdadera tarea.
—¿Por qué me siento como en una montaña rusa?
Rio. —Creo que debes descansar un poco.
Supongo que atribuyó mi sentir al alcohol, pero la verdad es que en realidad me refería al vértigo que me provocaba tenerlo cerca, a las cosquillas en el estómago cuando pensaba que estábamos en una posición demasiado íntima y que a pesar de eso ambos parecíamos cómodos, como si así fuera como debía ser, nuestra causa natural.
Recuerdo que me sentí culpable por pensar en ello. Alex era mi mejor amigo, no más. Pero, de nuevo, decidí ser egoísta por un rato, así que asentí y cerré los ojos. No me dormí. Todo el camino intenté memorizar la sensación de estar con él. Sentí sus manos envolver las mías, frías, mientras sus brazos me rodeaban en una especie de abrazo. Solo un momento, pensé, solo cederé por un momento a imaginar cómo sería estar con él. Porque no podía ser más que eso; una idea descabellada, un escenario de ficción.
Lo siguiente que sé es que estábamos frente a frente parados en la puerta de la casa. Su rostro demasiado cerca del mío. ¿Cómo podría irme a dormir sin saber cuál era el gusto de sus labios? ¿Estaríamos tan cerca y me quedaría con la duda?
Entonces la señal se pierde y no hay más recuerdos. A pesar de que intento recordar, no puedo. Lo único que queda es la imagen de Alex arropándome. Su perfume golpeándome en el rostro cuando depositó un beso sobre mi frente. ¿Me subió hasta la habitación de Ivy? ¿Estaré imaginando cosas que no sucedieron?
De pronto el pánico me invade. ¿Qué demonios pasó anoche?
Y como si fuera mi salvación la dueña de la casa aparece por la puerta de la habitación. Su rostro demacrado, seguro como el mío.
—¿Alex y tú se besaron anoche? —Pregunta y sé que estoy en problemas.
Pov's Alex
La mañana del sábado estoy arrepentido de haberme embriagado. Tenía que despertar temprano para arreglar el granero, nos turnamos dos una vez a la semana, pero me sorprendió no encontrar a Isaac sino a Cole ahí.
—Sigue dormido. Me apiadé de él y cambié el turno. —Me dio una explicación que no pedí pero aun así asentí en respuesta y comencé con mi parte.
Me había tomado una pastilla para el dolor de cabeza antes de salir de casa, sin embargo no alivió mucho la resaca. Tenía la esperanza de que trabajar aquí me distrajera un poco, pero ahora que sabía que lo haría junto a Cole quería acabar lo más rápido posible.
—Creí que solo eran amigos. —Me tensé al escucharlo. No tenía que decir su nombre para saber de quién hablaba. —Ciertamente los amigos no miran a los amigos de esa manera.
No respondí. En parte porque no tenía porque hacerlo, no quería compartir esto con Cole. Por otro lado, la verdad es que ¿Qué diría? Incluso yo estaba confundido después de los eventos de la noche anterior. No podía mentir, desde el momento en que desperté los recuerdos me arrollaron y siendo honesto no puse queja a venir a trabajar porque necesitaba dejar de pensar, aunque fuera por un momento, en Sky.
—¿No era que no estabas interesado en ella? —Siguió insistiendo y me pareció irritante.
—No es asunto tuyo, no te metas. —Masculle golpeando, tal vez más fuerte de lo necesario, la pala contra el montón de grano.
—Estoy intentando ser amable.
Se me salió un suspiro irónico, fue natural.
—Estás intentando ser un chismoso.
Se quedó callado y ese silencio debió haberme llenado de paz pero en su lugar me dio de qué pensar. ¿Hacía todo esto por Dylan? No pude guardarme el comentario:
—¿Irás y se lo contarás a tu mejor amigo? —Me molestó sonar dolido. —Es para eso que quieres que te cuente, ¿no? No porque te interese cómo me siento, es para saber cómo ayudarlo a él.
—Así de mal estamos, eh. —Aunque intentó responder con humor no pudo hacerlo. —No, Alex, no es por eso. Te aseguro que si me dices que ella te gusta seré yo quien te ayude a quitar a Dylan del camino. Es mi amigo, pero tú eres mi hermano. No sé en qué momento comenzaste a dudar de mi lealtad hacia ti.
Me giré a verlo. —¿No lo sabes?
Era una pregunta tonta, incluso para él.
—Tienes razón. En eso yo soy el responsable.
Di por finalizada la conversación y volví a mi tarea. En cuanto más rápido acabara mejor. Por suerte no tardé demasiado y para cuando mamá nos llamó a comer ya había terminado. Creía que era libre pero entonces Cole volvió a hablar:
—Te conozco, Alex. Te guste o no, pero lo hago y lo sabes. Así que solo te pregunto; ¿Se besaron porque estaban borrachos o se emborracharon para besarse?
Me quedé paralizado a medio salir, tarde más de lo que me hubiese gustado en responder.
—Olvida lo que sea que hayas visto. No te metas.
Tenía que hablar con Sky lo antes posible.
—Si tardas en aceptar que ella te gusta Dylan actuará antes que tú.
No le respondí. Simplemente salí en dirección a la casa. Sky no me gustaba.
Pero tampoco me gustaba la idea de ella y Dylan juntos.
***
La miré bajar las escaleras una a una con el paso más lento de lo normal. Su cabello en ondas naturales le cubría un poco el rostro pero además de eso tenía la mirada abajo. Venía abrazándose a sí misma, quizás por el clima frío que había.
Aunque no me gustase debía aceptar que en el aire se podía palpar la incomodidad. No necesitaba preguntar para saber que recordaba lo que sucedió.
Llegó hasta mí pero a diferencia de otras veces no fue ella quién inició la conversación.
—¿También te duele la cabeza? —Cuestioné.
Me sentí un poco aliviado cuando al fin me miró a los ojos.
—Creí que solo serían dos tragos.
Sonreímos cómplices porque ambos pensamos que sería así. Evidentemente se nos salió un poco -bastante- de las manos.
—Ten. —Le extendí la bolsa que llevaba. Había pasado antes a la farmacia a comprar. —Son unas aspirinas y un suero de fresas.
Rebuscó dentro tapándose con la pieza de chocolate. —¿Y esto?
—Un extra.
—Gracias. —La sonrisa se le tiñó con un dejo de tristeza. Me pregunté por qué.
—¿Podemos hablar?
Sus ojos se abrieron ligeramente demostrando sorpresa. ¿Pensó que fingiríamos que nada había pasado?
—Sí. —Aunque accedió sin problemas la manera en que comenzó a jugar con sus dedos delató su nerviosismo. —Debo estar en casa en media hora, pero podemos hablar aquí antes de que me vaya.
Asentí y la seguí en silencio hasta el patio trasero. Debajo del tejado estaba un sofá en donde pudimos sentarnos. A mi lado su pierna rebotaba en un ritmo corto pero rápido. Aunque había dejado de jugar con sus manos volvía a abrazarse a sí misma como lo hizo cuando salió al principio de la casa.
No me gustaba esa sensación incómoda que crecía entre nosotros. Quería pensar que nuestra amistad era más fuerte que una noche de borrachera. Lo más sensato era aclarar todo ahora, a pesar de que pudiese ser extraño, porque si lo dejábamos pasar estaba seguro de que terminaría siendo peor de lo que en realidad debería.
—Así que... respecto a lo que sucedió anoche...
—Lo siento, Alex. —Las palabras le salieron de golpe. La observé taparse el rostro con las manos, apoyarse en sus piernas y murmurar desde ahí —: Lo siento mucho, de verdad mucho.
Sobre todo pronóstico sonreí amplio porque ¿estaba viendo a Sky avergonzada? No creí que la palabra o algo relacionado cupiese en ella.
Le di unos segundos, sin embargo no levantó la cabeza.
—¿Volverás a mirarme algún día? —Su quejido lo hizo más divertido. —Sky, —La llamé colocando una mano con la palma abierta sobre su espalda —. Mírame, por favor.
Le costó bastante, pero finalmente lo hizo. Una vez tuve su atención retomé:
—¿Por qué lo sientes?
—Por haberte hecho lo que hice.
—Estábamos borrachos.
Irguió la espalda dejando de apoyar sus brazos en sus piernas. Parecía conmocionada con mi naturalidad, pero alguien necesitaba tenerla en esta circunstancia. Me sorprendió ser yo.
—¡Lo arruine! Ahora las cosas serán incómodas y no quiero eso. Me gusta que seas mi amigo, me gusta pasar tiempo contigo. Sé que te ha costado darme tu confianza y ahora yo te he incomodado con la estupidez de... eso. Y seguro que piensas que lo he arruinado, aunque sé que jamás lo dirías.
Admito que me molestó un poco que creyera que yo podía pensar en echarle la culpa a ella en esta situación .
—¿Por qué sacas esas conclusiones?
—Es obvio. Fue por eso que me rechazaste. Fue incómodo para ti que intentara besarte y odio que ahora tengas que sentirte así por mi culpa.
Esta vez fui yo quien se sintió avergonzado.
—De hecho, a eso es a lo que quería llegar; te pedí que habláramos porque, número uno; no tiene que ser incómodo, y dos; no quería que te quedaras con la idea de sentirte rechazada.
—¿Cómo?
Por un segundo mis palabras sonaron de otra manera. Rápidamente aclaré.
—Es decir, sí que es verdad que te frené. Es solo que no quiero que pienses que fue porque haya algo malo en ti; es que somos amigos, ¿no? Tú no querías besarme, estabas ebria, y yo... yo también lo estaba.
Fue un acto lento. Tuve oportunidad de alejarme, sin embargo no lo hice. No lo hice y quizás eso me volvía un capullo. Pero si todavía tenía una chance se fue al traste cuando me prometí guardar ese secreto; que cuando los labios de Sky rozaron los míos escogí robar esos segundos en los que la sensación de tocar el cielo me perteneció.
Mi acto más egoísta hasta ahora había sido disfrutar del momento en que nuestros alientos se entrelazaron, cuando su perfume de fresas me envolvió y por unos segundos me miró como si fuera la fuente de sus anhelos.
Cuando sus labios presionaron los míos con una suavidad arrolladora supe que eso era lo único que podía tener; un toque.
Fue efímero, dulce, suave. Una probada de un imposible.
Me alejé tan lento como había sucedido.
—Alex.
Descubrí que si algo me podía hacer rogar era Sky diciendo mi nombre de esa manera en que sonaba peligrosamente necesitada.
Coloqué las manos sobre sus hombros y descanse mis labios en su frente. Ella continuó con las palmas abiertas sobre mi pecho.
Me atrevo a decir que mi corazón no había latido de esa forma nunca antes.
—Es mejor así.
¿Lo dije para convencerla a ella o a mí? No quise pensar en ello.
De reojo observé a Ivy siendo sostenida por Cole. Ambos de pie congelados en el inicio de los escalones. Los ignoré y probé suerte al girar del pomo de la puerta, estaba abierto.
De algún modo sentí que no era el único al que le había llegado el recuerdo. Fue por eso que tuve la necesidad de rellenar el silencio que se había formado.
—No tiene que ser incómodo. Ambos somos lo suficientemente maduros para entender que fue cosa del alcohol. No querías besarme, solo es que estabas borracha, ¿no es así?
Me miró expectante y por un segundo mi corazón volvió a latir de esa manera frenética.
—Tú tampoco querías que lo hiciera, fue por eso que me rechazaste, ¿no?
Admito que su respuesta no fue lo que esperaba, aunque ¿En realidad qué esperaba?
—Estabas ebria.
—Pero si no lo hubiese estado, igual me hubieses rechazado, ¿es así?
—Sí.
—Porque somos amigos.
—Exacto.
—Y nada más pasa.
—Nada más.
Asintió. —Bien.
—Bien. Entonces, ya está. No tiene que ser incómodo; fue una tontería de borrachos, no hay nada más.
Forzó una risita. —Sí, una anécdota chistosa y ya.
—Sí.
Debí haberme quedado tranquilo. Nuestra amistad estaba intacta, continuaría como siempre y en algún punto el recuerdo de esa noche se disiparía. Quizás para ese entonces la extraña sensación en la boca del estómago desaparecería. Tiempo al tiempo, pensé.
La observé sonreír de esa manera en que acostumbraba. Abrió la barra de chocolate, la partió por la mitad y me convidó. Levantó su pedazo como hicimos aquella vez con los cupcakes.
—Por nuestra primera anécdota ebrios.
Sonreí. Si ella había dejado atrás el aura extraña así de rápido seguro que yo no tardaría en hacer lo mismo.
—Por nuestra primera anécdota ebrios.
Choqué mi postre con el de ella y después cada uno se dedicó a comer en silencio, esta vez volvía a ser cómodo. Como si fuera un lugar de paz. Sin embargo, intuía que había algo más que le preocupaba.
—¿Qué sucede? —Pregunté.
La miré directo a los ojos. Algo que me gustaba de Sky era lo expresiva que podía ser; Vi el debate en su mirada, la duda, sin embargo al final no podía mentir. No se le daba natural, o por lo menos no conmigo.
—Por un instante creí que simplemente me ignorarías. Gracias por hacernos tocar el tema.
—¿Por qué lo haría? Las cosas se resuelven hablando, no dejándose de hablar.
Creo que no comprendes el tamaño del trauma de una persona hasta que lo ves reflejado en pequeños actos; como en ese momento cuando después de escuchar mi respuesta todas sus facciones se tiñeron en una genuina e inocente sorpresa. Lo que para mí era natural y lógico para ella parecía como haber descubierto un nuevo planeta.
Los engranajes en mi cerebro comenzaron a girar y no me gustó la conclusión a la que llegué. Como era usual cada vez que se trataba de Sky; fue inevitable quedarme con la duda:
—Sky, ¿Qué tan malo fue?
.
.
.
Este cap. salió demasiado rápido.
Estos niños, están en la primera etapa; negación. JAJA
En la siguiente parte por fin sabremos qué esconde Sky.
Gracias por leer y por los comentarios, me anima mucho saber qué opinan 🤍
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