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💚┋MARK

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Un pequeño niño de cuatro años de edad se encontraba sentado en las escaleras de la entrada de su casa.

Podía escuchar algunos gritos adentro, pero eso lo aturdía de cierto modo. Además de que esos niños, —sus primos— querían jugar de manera tosca con él. ¿Por qué no podían jugar con sus peluches? No veía la necesidad de usar esos carros y correr por toda la casa cuando podían sentarse y ya.

Y cuando se refería a sentarse, lo decía en serio. Sin hablar ni hacer ruido, sólo estar ahí y pasar el rato. Para un pequeño Mark, eso se le hacía una buena idea.

Levantó su ceja derecha, —ese tic que hacía constantemente y de manera involuntaria— y suspiró. ¿Por qué su mami tenía que invitarlos? Eran sus primos, ¡Pero eran tan escandalosos!

—¡Markie! ¿En dónde estás, cariño?

Escuchó la voz de su madre y tapó sus oídos por el estridente grito que usó para llamarlo. Cuando no la escuchó más, golpeó la puerta en un ritmo de dos/tres.

Uno, dos; uno, dos, tres. Eso significaba para Mark un «Aquí estoy».

Luego de unos segundos, la puerta fue abierta y la señora Tuan pudo encontrar a su hijo. Sonrió de lado al verlo con esa cara de fastidio y se sentó a su lado, cerrando la puerta para evitar que el ruido de los otros niños se escuchara.

—¿Ya quieres que se vayan? —preguntó la mujer en tono bajo, pero que era audible para el niño. Mark asintió—. Sé que no te gusta mucho el ruido, pero tus primos quisieron venir y no los podía echar, bebé.

La ceja de Mark volvió a alzarse y bufó, ¡Era su casa! Podía echarlos si quisiera.

—¿No te gustaría hacer amigos, Markie? —volvió a hablar su mami, llamando su atención cuando escuchó la palabra "amigos"—. Alguien que juegue contigo a lo que tú quieras.

—T-tú jue-gas c-conmigo... —susurró Mark con voz quedita.

—Pero alguien de tu edad, Markie. Otro niño.

Sí, Mark quería eso. Le gustaría tener aunque sea un amigo, alguien con quien pudiese jugar con sus peluches o simplemente pasar el rato, ¡Pero los niños son tan ruidosos! Y él tampoco sabía como caerles bien.

Además, ¿Quién iba a querer ser su amigo cuando tenía esa cosa rara en su cabeza? Una bonita mujer, —que le regalaba paletas rojas, porque las verdes y las azules no le gustaban— le había dicho a su mami que tenía autismo, pero chiquitico, y aunque aún no sabía que significaba eso, sabía que estaba mal, ¿No?

—¿Recuerdas a Hwasa? —preguntó su madre y Mark asintió; era la mujer bonita—. Me comentó de un lugar en donde hay muchos niños y donde los puedes conocer a todos.

La frente de Mark se arrugó y su ceja se alzó nuevamente. Ya podía escuchar el escándalo de todos esos niños.

La suave risa de la mujer se escuchó en el lugar, y tomó el rostro del pequeño para poder estirar esa frente, —Aunque te ves muy lindo ahora mismo, no me gusta cuando arrugas tu frente así. Ya te inscribimos en ese lugar. Tendrás una maestra que cuidará de ti y conocerás nuevos niños... quien sabe, puede que consigas amigos que se adapten a ti y que te ayuden.

Dejó un suave beso en la frente de Mark y entró nuevamente a la casa, ya que sus sobrinos eran muy enérgicos y no podía dejarlos mucho tiempo a solas.

El pequeño suspiró y abultó sus labios. Él no quería ir a ese lugar, pero la idea de tener amigos hizo que su corazoncito latiera emocionado.

Su mami le dijo que su problemita, —porque era chiquito— no era tan malo y que podía tener todo lo que quisiera en la vida.

Y, aunque lo negara mucho, él quería un amigo; uno que le gustara jugar con sus peluches y que no hiciese tanto ruido, que lo entienda si a veces no quiere hablar, que no lo llame "aburrido" como siempre lo hacían sus primos, y que no se burle cuando su ceja se alza por sí sola.

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