💚┋JAEBUM
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—¿¡Puedo jugar con ustedes!? —preguntó emocionado un pequeño Jaebum de cuatro años.
Había visto desde la ventana de su cuarto a los niños de su vecindario jugar a perseguirse entre ellos y él quería jugar.
Corrió escaleras abajo, —cosa que su mami siempre le prohibía— y salió a la calle sin pedirle permiso antes a sus padres, ¡Pero quería jugar con esos niños!
—¡Sí puedes jugar! —dijo el otro niño con emoción y lo tocó—. ¡Tú las traes! ¡Él las trae!
El niño salió corriendo y Jaebum comenzó a perseguir a todos los niños que veía, riendo y gritando por toda la adrenalina que recorría su cuerpo.
El niño estaba detrás de una niña que corría más lento que los demás, así que la tomó a ella como su objetivo y la persiguió hasta alcanzarla, tocando su hombros y empujándola en el proceso.
—¡Tú las traes ahora! —gritó emocionado Jaebum, viendo a la niña en el piso, pero todo rastro de alegría se borró cuando notó que ella estaba viendo sus manos raspadas con lágrimas en los ojos—. Uh, yo lo siento, n-
—¡Monstruo! ¡Eres malo! —gritó la niña y comenzó a llorar con fuerza, llamando la atención de todos los niños—. ¡Te odio! ¡Tonto, tonto!
Jaebum negó con la cabeza y sentía sus mejillas colorarse por la vergüenza y la culpa de empujar a la niña, —N-no fue m-mi intención...
—¡Lo hizo a propósito! —gritó otro niño—. ¡Yo te vi corriendo hacia ella! ¡Eres un niño malo!
El pequeño Jaebum negaba e intentaba explicar que él no había empujado a la niña a propósito, pero todos los niños comenzaron a gritarle adjetivos crueles; desde malo hasta bestia, pasando por monstruo e idiota.
Los ojitos de Jaebum picaban y su labio inferior temblaba por el llanto que estaba próximo a soltar. Él era buen niño, quería a sus papis y era respetuoso. ¿Por qué decían que era una bestia? Su rostro era igual al de ellos, sus manitas y ropa también, entonces porqué le decían que era un monstruo cuando no lucía como uno. Él veía películas con su papá, y ahí sí salían monstruos, así que sabía que no se parecía a una de esas criaturas.
Sin poder soportarlo más, Jaebum corrió nuevamente hasta su casa, abriendo la puerta y adentrándose rápidamente.
La señora Im bajó rápidamente las escaleras cuando escuchó la puerta de la entrada ser cerrada con tanta fuerza. Había estado buscando a su hijo como loca y le iba a dar una buena reprimenda por haberse salido de la casa sin pedir permiso antes.
Su ceño estaba fruncido por el enojo, pero el malestar se había esfumado cuando vio a su pequeño bebé sentado en el piso, abrazando sus piernitas y llorando con fuerza.
—¡Jaebum, cariño! —corrió hasta el niño y lo revisó por todos lados en busca de la causa de su llanto y saber si todo estaba en orden. Suspiró aliviada cuando no encontró nada en su cuerpo, pero su preocupación no se iba por completo al ver que seguía hipando y soltando enormes lágrimas—. ¿Qué sucedió, bebé? Cuéntale a mami lo que tienes.
Jaebum se pasó el puñito por el ojo para quitar las lágrimas y miró a su mami con tristeza, —Y-yo, mhm, salí a j-jugar con unos niños a l-las traes, y yo las t-traía, y e-empujé a una n-niña y ella se c-cayó y lloró —contó entre medio de sollozos—. ¡Pero y-yo no lo quise hacer, m-mami!
El niño se abrazó a su mamá y la mujer lo alzó del suelo para arrullarlo entre sus brazos. Su hijo era algo tosco, e incluso ella era víctima de sus fuertes manos. Cuando jaebum quería besarla o abrazarla, su pequeño se emocionaba de más y no controlaba su fuerza, haciendo choques y apretones demasiados rústicos para ella, pero su pequeño no lo hacía por mal, sólo que los demás no podían ver eso y tachaban al niño como malo.
—Yo sé que no lo hiciste a propósito, amor. Tú eres el niño más bueno y dulce que conozco. El niño más lindo del mundo —habló la mujer dulcemente, calmando a su hijo con suaves caricias en su espalda.
—Ellos dijeron que era malo, un monstruo y una bestia —dijo el niño y la mujer frunció el ceño con molestia. ¿Cómo unos niños podrían ser tan crueles?—. Pero yo no soy así, mami. Mis dientes son chiquitos, y mis manos no tienes garras. ¿Por qué me llamaron así?
La señora Im quería ir afuera y golpear a unos cuantos niños, pero sabía que era un delito hacer tal acto. Se sentó en el sofá con Jaebum en sus piernas, y limpió el rostro de su hijo, quitando todo rastro de lágrimas, —Tú no eres nada de eso, bebé. Eres un niño muy lindo con el corazón más puro. Ellos son los monstruos por decirte esas cosas y lastimarte.
—¿Lo dices en serio, mami? —preguntó Jaebum con ilusión, y su mami asintió. Sonrió, haciendo desaparecer sus ojos, y se acostó en el pecho de la mujer, recibiendo nuevamente esas caricias en su espalda.
—¿Te gustaría hacer amigos, Bumie? —preguntó la mujer y Jaebum se sentó recto, golpeando la barbilla de su madre con su cabeza.
—Uh, lo siento, mami —se disculpó el niño mientras sobaba la zona afectada en su cabeza—. Sí quiero amigos, ¡Muchos amigos!
La mujer sonrió y masajeó su barbilla, —Pues te inscribiré en una guardería. Ahí estarán otros niños y te enseñarán cosas nuevas para cuando entres en el Kinder.
—¿¡Estarán muchos niños!? —la mujer asintió—. ¿¡Y serán mis amigos!? ¿¡Y jugaremos!? ¿¡Y estaremos juntos!?
La mayor rió por la emoción de Jaebum y asintió, —Conocerás mucho niños, cariño. Tendrás nuevos amiguitos.
Jaebum gritó de emoción y abrazó a su madre con fuerza, ignorando como esta apretaba sus ojos e intentaba respirar por la presión en su garganta. Sí, su hijo tenía demasiada fuerza.
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