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💚┋AVANCES QUE CALIENTAN CORAZONES

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Una pequeña perrita corría de aquí a allá, dando pequeños saltos en busca de llamar la atención de los dos niños más el anfitrión de la casa.

Luego de tanto insistir, —por parte de Jackson— y mirar con súplica, —por parte de Mark— ambos niños habían sido invitados a la casa del pequeño Youngjae para conocer a su perrita Coco.

—Es tan bonita~ —musitó Jackson embelesado por la bolita de pelos blancos que era el can. Sus mejillas estaban sonrojadas y su corazón latía acelerado por lo emocionado que se sentía por ver al animal.

Mark también estaba en una condiciones similares, aunque le causaba un poco de miedo tocar a Coco, y es que en su vida había visto a un perro de cerca y no sabía si este lo mordería.

—¿Veda que es bonita? Amo mucho a Coco —la sonrisa de leche de Youngjae se hizo ver, y tomó a la perrita con cuidado hasta ponerla entre sus piernas.

Jackson acercó sus manitos hasta la blanca cabecita y acarició al animalito. —Princesa~ ¡Tócala, Markie!

El recién nombrado alzó su ceja y negó, ¿Y si Coco lo mordía? No, no, él estaba bien así.

—Makie no tengas mieo —dijo Youngjae, tomando una de las manos de Mark—. Coco e un bebé, ¡Como Yugy!

Su frente se arrugó con inseguridad. —¿No... morder? —susurró con nervios.

Youngjae negó. —Nopi.

Aún con el miedo latente, Mark decidió creer en su pequeño amigo, y acercó su mano hasta la peluda cabeza de Coco de manera vacilante. El animal ladeó su cabeza con confusión, y es que veía a ese humano acercar su mano pero no la tocaba, así que se lo hizo más fácil y se acercó él, dejando una suave lamida en su mano y comenzando a restregarse contra ella.

—W-woah... —los acelerados pulsos de Mark estaban a mil por hora—. Yo, ahm, ¿P-por qué hace e-eso?

—Porque le gustas y no te tiene miedo —la voz del papá de Youngjae se hizo escuchar, y los tres niños se giraron a verlo—. Se siente bien contigo, y por eso se acerca a ti.

—Mi papi sae mucho de peritos —comentó Youngjae con orgullo, al tiempo que se levantaba e iba en dirección del hombre, siendo recibido con sus enormes brazos, que lo cargaron a su altura—. ¡Cura peritos!

—¡Oh! ¿Y gatos? ¿Peces? ¿Ratones? ¿Tigres? ¿Leones? ¿Elefantes? ¿¡Dragones!?

El señor Choi rió por las ocurrencias del pequeño Jackson, y asintió, sin querer explicarle que se especializaba en animales domésticos y que los dragones no existen realmente.

Mark se acercó al señor, y tiró un poco de su pantalón para llamar su atención. —¿C-conejos?

—Sí, Mark, también ayudo a los conejitos.

El niño sonrió y volvió a su sitio, siendo seguido por Coco, quien tomó el atrevimiento de sentarse en sus piernas. Jackson se acercó a ambos y comenzó a hablar con Mark, al tiempo en que le daba cariñitos a la perrita.

Youngjae se removió entre los brazos de su padre, y este lo bajó para que fuese con sus amiguitos, uniéndose a la conversación y jugando con su nueva mascota.

El padre de Youngjae volvió a la cocina, en donde se encontraba su esposa y la madre de los otros dos infantes.

—¿Están bien? —preguntó la madre de Jackson.

—Más que bien —respondió sincero—. Están hablando y jugando con Coco pero sin moverse mucho, todos sentados en el mismo lugar.

—¿Y Mark no se siente incómodo con Coco? —preguntó ahora la madre del recién nombrado.

—Oh, al parecer Coco adora a Mark y está acostada en sus piernas. Al principio estaba algo nervioso, pero ya se acostumbró a ella.

La señora Tuan abrió sus ojos sorprendida y sonrió. Su pequeño estaba superando poco a poco sus miedos, y se aceptaba más a si mismo. Desde que Mark había conocido a sus amigos, era un poco más abierto, y se incluía de mejor manera. Por obvias razones no toleraba ciertas cosas, —como los gritos de sus primos cuando lo visitaban— pero ahora no se quejaba tanto por ellos, más bien se entretenía viéndolos sin involucrarse en los juegos.

La señora Wang por otro lado, también había notado un cambio en la actitud de su hijo, y la asoció a sus nuevos amigos. Jackson no dejaba de ser inquieto y parlanchín, con una imaginación única y de energía rebosante, pero ahora solía permanecer en un solo sitio como en esos momentos, siempre y cuando estuviese entretenido y fuese escuchado cuando hablaba.

Los padres de Youngjae también estaban felices por el avance de su bebé; ya no lloraba constantemente y no solía aferrarse a ellos cuando tenía miedo. Había aprendido que sus padres nunca lo dejaría solo y que sus amigos siempre velarían por él.

Avances que parecían pocos, pero que hacía que sus corazones latieran con vehemencia.

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Jaebum iba de la mano con su mami hasta el supermercado, sosteniéndola con firmeza, pero sin exceder su fuerza, cosa que había aprendido por las quejas de sus amigos, o los manotazos que recibía por parte de Jinyoung, quien le regañaba y le decía lo rústico que era.

Pero igual lo quería, a él y a todos.

—Amor, mantente cerca de mami, ¿Sí?

—¿Si me porto bien me compras leche de fresas? —preguntó Jae, con una linda sonrisa en su rostro y sus ojitos pestañeando coquetos.

La señora Im rodó los ojos, y rió por la expresión de chantaje que tenía su hijo en aquellos momentos. —Solo si te portas bien.

El niño asintió y ambos entraron al lugar, con Jaebum sosteniendo la mano de su mamá. La mujer tomó un carrito y dejó que el pequeño lo guiara, —con ayuda de ella, claro está— y caminaron con calma por el supermercado, tomando lo que estaba en la lista de compras.

Mientras la señora Im revisaba algunos de los productos, Jaebum miraba a su alrededor con curiosidad, sin alejarse mucho de su mami para no hacerla enojar. Jugaba con sus deditos cuando miró algo que llamó toda su atención, y se acercó con interés al pequeño bebé que se encontraba en un coche.

—Hola~ —saludó el niño, sonriendo hasta hacer desaparecer sus ojitos en dos medialunas—. Soy Jaebum.

El bebé lo miró curioso y comenzó a balbucear y sacudir sus manos, contento con la atención que estaba recibiendo.

—Uh, mi amigo Yugyeom es más grande que tú, ¿O tú eres más grande que él? —el bebé no hizo más que hacer burbujas con su baba, y Jaebum hizo una mueca con los labios—. Eso es asqueroso... —susurró, no queriendo que el bebé se ofendiera si lo escuchaba—. Eres bonito, cochino, pero bonito.

El bebé no entendía lo que estaba escuchando, pero sonrió con alegría, contagiando a Jaebum, quien acercó su mano hasta el más pequeño y, recordando las advertencias de sus amigos, acarició con suavidad los suaves cabellos del niño, sintiéndose feliz consigo mismo al no escuchar el llanto del bebé o alguna queja por sus torpes manos.

—Dios, que ponen adelante los que ya están a punto de vencer y atrás los que tienen más tiempo, ¿Acaso creen que no me iba a dar cuenta? Mami es muy inteligente, ¿Cierto, bebé? —giró a ver a su hijo, y sintió un enorme miedo al no verlo en el lugar donde lo había dejado, más este se fue en cuanto lo miró a lo lejos tocando a un bebé y hablando con la que se supuso era la madre. Se acercó hasta el lugar y miró a la otra mujer con algo de verguenza—. Disculpe, mi hijo se escapó de mi lado.

—Oh, no se preocupe —la mujer sonrió—. El pequeño Jaebum es un encanto, y Hong lo adoró por completo.

—¡Mami! ¡Mira a Honghong! —exclamó Jae con alegría, picando la barriguita del bebé, causando que este riera por las cosquillas.

La señora Im sonrió aliviada, y miró al bebé, sintiendo su corazón cálido y con las esperanzas aún más en alto. ¿Será momento de revelar su estado? Le había dado vueltas al asunto, pero sabía que su esposo la apoyaría y estaría feliz por la situación, y por lo que veía, Jaebum no se llevaba tan mal con los bebés.

—Es un bebé precioso —halagó—. Despídete, Bumie.

—Chao, Hongie —se acercó al bebé y besó una de sus mejillas y tomó la mano de su mami—. Chao, señora mamá de Honghong.

—Adios, Jaebum, fue un placer conocerte.

Cada uno emprendió su camino, y la madre de Jaebum optó por carga a su hijo en brazos, dejando un sonoro beso en su mejilla. —Fuiste tan suave con ese bebé, amor.

—Jinyoungie me dice que tengo que ser así para no lastimar a las personas, y Yugy, Jae, Markie y Bambie son tan suavecitos que tengo que ser un niño bueno —hizo como que pensaba y prosiguió—. Con Jacky no tanto, pero él es chiquito y siempre lo termino empujando.

El niño rió al acordarse de su amigo y su baja estatura, contagiando a la mujer.

—Estoy feliz de que sepas eso, y te ganaste dos leches de fresa por portarte súper dúper bien.

Un chillido emocionado salió de la boquita del bebé, y se abrazó a su mamá. ¡La amaba tanto! ¡Era la mejor del mundo!

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—¡Papi! —saludó efusivamente Bambam, quien veía a su padre desde la computadora—. ¡Te taño mucho!

—Mi pequeño príncipe, yo también te extraño muchísimo. A ti y a mami.

El señor Bhuwakul residía en Tailandia por cuestiones de trabajo, mientras que Bambam y su madre estaban en Corea, por lo que esas videollamadas eran bastante comunes para los tres, y servía para saciar sus ansias de verse y así esperar hasta la temporada de vacaciones en la que el hombre podía viajar hasta su familia o enviarles el dinero suficiente para que ellos fuesen hasta su país natal.

—¿Cómo te estás portando? ¿No escucharé alguna queja por parte de tu mamá?

—Nopi —sacudió su cabeza negativamente—. Niño bueno, siempe.

—Te creo, pequeño, ¿Te gustó la ropa que te envié?

Los ojitos del bebé brillaron con fuerza y asintió, alejándose un poco de la cámara para que su papi viese su lindo conjunto, patrocinado por él mismo. Una linda jardinera de mezclilla, con una camisa verde menta y un suéter blanco era el atuendo del pequeño.

El padre de Bambam era consiente de los gustos del menor, y contrario a muchos otros padres, él lo aceptaba y consentía a su hijo. Mientras Bambam sea feliz, lo demás eran solo detalles.

—¡Woah! ¡Pero que niño tan precioso y guapo! —halagó, haciendo sonreír y sonrojar al menor—. ¿A tus amigos también les gustó? 

—¡Si! ¡Bonito, ellos piesan que soy bonito! ¿Veda que soy bonito, papi?

El hombre sonrió por la información. —El más bonitos de todos, mi príncipe.

Sabía lo que sufría su hijo por el acoso que recibía por su manera de ser, así que cuando se enteró que su pequeño tenía un grupito de amigos que lo querían y le aceptaban tal cual era lo hizo soltar un par de lágrimas, agradecido con la llegada de esos asombrosos niños a la vida de su hijo.

Y podía notarlo. La confianza que ahora demostraba Bambam eran tan bonita, y todo gracias a recibir apoyo y amor.

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Jinyoung miraba por la ventana de su cuarto, y resopló sin más. Soltó aire de su boca contra el vidrio y comenzó a dibujar formas en la ventana.

La puerta de su habitación se abrió, y miró a su papá entrar en el lugar.

—¿Y esa cara, campeón?

Jinyoung bufó. —Estoy aburrido, papá.

—¿Quieres ver la televisión? ¿Leer algún libro?

El niño lo pensó, y negó. —¿Podemos jugar? Soy malo con la pelota, pero quiero jugar a la pelota.

El hombre parpadeó sorprendido, y sonrió por la nueva faceta de Jinyoung; una en la que se comportaba como un infante de su edad y le apetecía jugar y hacer desastre.

—Vamos al patio a jugar un rato, yo también estoy algo aburrido.

Ambos se dirigieron al patio del lugar, lo suficientemente alejados de la piscina para evitar accidentes, y de esa manera comenzaron a jugar, lanzando lejos la pelota o riendo en cuanto está le pegaba al contrario de forma graciosa.

—¡Yo soy malo, pero tú eres peor! —gritó el niño entre risas al ver a su papá correr lejos en busca de la pelota que no tuvo tiempo de tomar.

El mayor bufó y tomó la pelota. —¡He perdido práctica! —se excusó y volvió con Jinyoung.

Iba a lanzar nuevamente la pelota, pero sin que se diesen cuenta, los aspensores que mantenían regado el césped se activó y los comenzó a mojar de inmediato.

—¡No! —se quejó Jinyoung, y se giró para volver a la casa, pero su padre lo tomó entre brazos y lo acercó hasta un aspensor para que recibiera directamente el agua—. ¡Papi, no! ¡Ya basta!

—¡Esto es por decir que soy malo con la pelota! —el hombre reía a carcajadas, sosteniendo a un desesperado Jinyoung que intentaba huir.

Decidió dejarlo ir, sintiendo su estómago doler de tanto reír, pero no contó con que su hijo tomaría la manguera y lo comenzara a mojar.

—¡Sufre, monstruo! ¡Malo, malo, malo!

Y de esa forma, padre e hijo empezaron una lucha de agua, en donde no se sabía quién estaba más mojado que el otro, pero cosa que no les importaba realmente. Lo que si estaría en sus corazones era las enormes sonrisas que estaban en sus rostros y lo bien que lo estaban pasando en ese momento.

No era tan malo jugar y ser un niño, después de todo.

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—"Baby Shark, dudududu, Baby Shark, dudududu..."

—Ak, uh, uh, uh, uh, uh.

La mujer cortaba las verduras, al tiempo en que escuchaba a su bebé balbucear las canciones que le colocaba en el teléfono. Desde que Yugy había comenzado a hacer sonidos e intentar hablar, la casa ya no se encontraba en silencio como antes, sino que un sinfín de sonidos y ruidos se escuchaban a todo momento.

Y le encantaba.

—Ese bebé si canta lindo~

Yugyeom la miró y sonrió. —¡Amaaaá!

Eso le encantaba aún más.

—Sí, bebé. Yo soy tu mamá y te amo muchísimo.

El bebé sonrió y siguió prestándole atención a su video, intentando acompañar la canción con sus torpes y tienes balbuceos.

La puerta de la casa se escuchó, y alejó su vista del teléfono para agitar sus manitos y pies emocionado, sabiendo lo que significaba ese sonido. —¡Papapapapapa!

El hombre se asomó por la cocina y sonrió en grande al mirar a sus dos amores. —¿En dónde está lo más precioso de mi vida? —Yugyeom alzó sus manitos hacia el hombre, y este miró a su esposa—. ¡Ahí está lo más precioso de mi vida!

La mujer rió en cuanto su esposo la tomó en brazos y besó repetidas veces su rostro, mirando como Yugyeom arrugaba su frentecita y veía a su padre con clara indignación por no ser él quien recibiese toda la atención, además de estar besando tanto a su mami.

Suya de él, solo de él.

—¡Aaaahhhh! —gritó molesto.

—¿Y por qué tú gritas? ¿No respetas, mocosito? —lo tentó más, divertido por el berrinche del bebé.

—Ya, amor, Yugy te ha estado esperando todo el día y se emocionó cuando te escuchó llegar —intervinó la mujer, riendo por la situación.

Dejando un último beso en la cabeza de su esposa, el señor Kim se acercó hasta su bebé y lo tomó en brazos, pero este aún seguía enfadado por el desplante.

—¿Quién en el bebé más hermoso, divino, único, precioso del mundo? —susurró, y picó la barriguita de su hijo.

Yugyeom no aguantó más y se abrazó a su papi. —Apá~

La sensación de satisfacción recorrió al mayor, y es que escuchar a su bebé llamarlo "papá" era de las mejores experiencias.

Besó su gordita mejilla y lo apretó contra sí. —Te amo, mi niño bonito. Papá te extrañó durante todo el día.

Avances que alivian, avances que calientan corazones.

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