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❝ STRUGGLES WITH ANGER ❞

SIMON RILEY ✗ FEM! oc






      SUS DEDOS ENCUENTRAN LA CRESTA DE TU CINTURA EN LA OSCURIDAD, sujetándote contra su costado mientras respiraciones superficiales golpean su pecho. Tus labios están hinchados y rojos. Te limpias la boca con la mano y te acurrucas en el calor que irradia la colosal figura que tienes a tu lado. 

 ──── Mierda, mierda ──── murmura, una ronca voz baja. 

──── Te juro... ¿Dónde aprendió todo eso una preciosidad como tú? ────

Pero, con el rubor en tus mejillas, apenas tienes tiempo de separar los labios antes de que él gruña en tu pelo.

──── No contestes a eso ────

Es una orden silenciosa. Una que retumba bajo su pesada respiración. Porque Simon está lleno de órdenes y exigencias. En la cama te emociona, te hace vibrar las venas, te impulsa a seguirlo y a complacerlo. Te toma y te exige hasta que te duelen las piernas y te escuece la piel. 

Pero cuando este personaje se traslada a la vida fuera de su cama, intentas ser paciente. Tratas de entender lo difícil que debe ser adaptarse a ser sólo una persona, aquí contigo, y no un teniente del SAS.

Especialmente para él.

Pero donde Simon es rudo y exigente, también es tranquilo y reflexivo.

Lleva su enorme y callosa mano a la parte inferior de tu mandíbula, tomandola con suavidad. 

──── ¿Necesitas agua? ────

──── Sí, por favor ──── respondes, con la voz ronca.

Y pronto la calidez a tu lado sale fantasmagóricamente de su habitación para cumplir tu petición, dejándote unos instantes para sentir el cansancio en tus extremidades. Te ha tenido despierta más tiempo del previsto, aunque ya fuese costumbre en el. 

Pero un pitido agudo de tu teléfono te abre los ojos.

Un mensaje.

Tu teléfono, colocado despreocupadamente sobre su escritorio, en un rincón de su habitación.

No tenías intención de dejarlo allí, no cuando su escritorio estaba especialmente vedado para ti. Otra orden suya: no toques mis cosas. Aunque Simon quería que vinieras todas las noches, no quería que te entrometieras en las grietas de su intimidad; hiciste lo posible por respetarlo, pero en el fragor de quitarte la ropa, el teléfono que llevabas en el bolsillo había acabado en la superficie más cercana.

Te pones sólo tu camiseta, una de las tantas que el te habia dado para dormir, y con tus pies descalzos contra el frío suelo te acercas hasta el escritorio. Pero cuando coges el teléfono, rozas descuidadamente con una mano el cuaderno que está a su lado, empujándolo fuera de la superficie.

Está en el suelo, con la tapa abierta y las páginas a la vista.

Es terrible la curiosidad que te pica al verlo.

Lo coges con la lengua en la mejilla. No deberías mirar; un susurro de advertencia resuena en tu mente. Su intimidad, su confianza... tu valorabas esas cosas, aun mas sabiendo lo que a el le costaba confiar. Pero tal vez sea el hecho de que Simon sigue siendo un enigma para ti, o tal vez el hecho de que enseguida notas los bocetos escritos en el papel, pero lo coges y no puedes evitar echar un vistazo a la página abierta.

Las imágenes entintadas te aturden.

Sólo por un segundo puedes soportarlas.

Un breve segundo lleno de... cosas horribles. Cosas horribles. Cosas que sabías, en el fondo, que él había visto, pero de las que nunca quisiste entretenerte con la realidad detallada. La visión te provoca algo en el estómago: náuseas, tal vez. Un malestar que te retuerce, revuelve y te empuja a cerrar el cuaderno con un grito ahogado.

No deberías haber mirado.

Y estás a punto de volver a dejarlo cuando una presencia se hace notar detrás de ti.

──── ¿Qué haces? ────

Su voz es tranquilamente tensa, suficiente para sacarte de las imágenes que se agolpan en tu mente. Si la habitación iluminada por la luna es un río, sus palabras son una piedra que astilla la superficie.

──── Oh, yo... ──── tartamudeas, mirando el cuaderno que tienes en la mano. ────Sólo estaba... ────

Pero no puedes terminar la frase cuando su mano arranca el cuaderno de ti con fuerza.

──── ¿Sólo qué? ────

En la oscuridad, te giras hacia él. Deja el vaso de agua sobre el escritorio y enciende la lamparita, la luz te revela la tinta negra de sus ojos, el cuaderno agarrado con fuerza en la mano.

──── Sólo intentaba coger mi teléfono, Simon ──── le explicas en un murmullo.

──── Bien ──── chasquea la lengua, la animosidad le aprieta los dientes. La ves, la sientes. Y desearías poder cerrar los ojos y volver al momento, no hace tanto, en el que te abrazaba con calidez, en el que su mirada era suave y calma y no una llena de ira. 

──── ¿Esto... se parece a tu teléfono? ──── levanta el cuaderno hasta la altura de sus ojos.

──── No, me pareció... ────

──── Mentirosa ──── interrumpe, frío y bajo. ──── Estabas viendo mis cosas ────

──── No estaba haciendo eso ──── insistes, sacudiendo la cabeza. ──── Quiero decir... puede que echara un vistazo, pero sólo porque se abrió- ────

──── Tú... ──── una inhalación aguda. ──── Echaste un vistazo, ¿mh? ────

──── Lo siento ────

──── ¿Cuántas veces tengo que...? ──── Simon cierra los ojos un momento, pero los vuelve a abrir con fuerza.

──── Nunca escuchas, mierda, te lo juro. ¿Tienes la cabeza dura? ────

Y tal vez sea la forma en que te mira, o el veneno de su insulto, pero sacas fuerza para contestar.

──── Bueno, tal vez no deberías dejarme quedarme aquí si no puedes soportar que la gente toque ninguna de tus cosas ────

──── No ──── gruñe ──── Quizá debas ser más obediente ────

Te sostiene la mirada.

Una presencia que casi te asfixia. Pero entrecierras los ojos a pesar de la tensión. 

──── ¿Obediente? ¿De verdad? Quiero decir... ¿te estas escuchando? Soy humana y accidentalmente se me cayó tu libro... ────

──── No ──── respira por la nariz, una llamarada bajo la máscara. ──── No me vengas con esas. Pensaste en mi mierda cuando te dije que no lo hicieras. Ahora quieres quedarte aquí con malditas excusas. Eres tan... ────

──── ¿Qué? ──── sueltas suavemente. Una mano agarra el extremo de tu camisa para cubrirte adecuadamente porque ahora mismo, no estás segura de si quieres que esos ojos te miren.

Pero él no termina, sólo se pellizca el puente de la nariz y se queda mirando la pared detrás de ti. Los músculos bajo la tela de su máscara se crispan, se ondulan y se estremecen con un rizo de rabia.

──── Te lo dije ──── repite, más para sí mismo que para ti. 

────Te lo he dicho tantas malditas veces. Mierda, me haces... quiero... Dios mío. ¿Por qué no puedes escuchar algo tan simple? ────

──── Sabes, Simon ──── replicas en voz baja. ──── Tienes mucho que decir cuando estás enojado, ¿verdad? ──── exhalas un suspiro. 

──── De alguna manera, no te cuesta encontrar las palabras adecuadas para decirme que he hecho algo mal. Pero cuando llega el momento de decirme que te importo, eso es muy difícil, ¿verdad? ¿Cuándo fue la última vez que lo dijiste? ¿No puedes encontrar las palabras para esos sentimientos? ────

──── Cállate ──── ordena... no, ladra. El rizo de ira parpadea y hierve y te mira fijamente, como si fueras un enemigo que se ha interpuesto en su camino. Su mano libre se aprieta y te arrepientes de todo lo que has dicho. ──── Cállate, lo juro por Dios. Te has metido en mi mierda. No tienes puto derecho a hablar de cómo me siento ────

Y entonces se pasea, una corta trayectoria de pasos atronadores. Su pecho se agita y la respiración entrecortada le sube por la garganta hasta que levanta la voz a un nivel que no habías oído antes:

──── ¿Quieres que hable de lo que siento, eh? No siento nada ────

El gruñido de sus palabras es fuerte, pero queda fácilmente ahogado por el sonido del cuaderno al golpear la pared. Es un sonido repentino que te sacude.

Y tal vez, tal vez ahora lo veas: cuánta mentira ha gritado. No siento nada. Pero hay tanto sentimiento, tanta rabia y dolor sin adulterar lanzados contra la pared que hace que las lágrimas tiemblen en el borde de tus ojos. Y se te revuelve el estómago, no con náuseas esta vez, sino con algo más, un sentimiento que te agarra por los hombros y te aleja unos pasos de él.

Porque en este momento Simon te asusta.

Y con todas sus órdenes, todas sus exigencias, nunca antes te había asustado de verdad.

Y si el miedo no estuviera ahí, te habrías dado cuenta de por qué se sentía así. Te habrías dado cuenta de que las imágenes de su cuaderno eran partes de sí mismo que le aterrorizaba que vieras, y que le enfurecía más que nada que, a pesar de sus esfuerzos, no pudiera ocultártelas para siempre.

Sólo se le pasa cuando te ve.

Pasan unos momentos y Simon te mira con ojos desorbitados. Ojos que parpadean sobre ti, tu cuerpo encorvado, tus manos apretadas contra la pared detrás de ti porque has retrocedido tanto, las lágrimas caian de tus ojos.

──── Oh, Dios ──── murmura, más tranquilo ahora. Se pasa una mano por los ojos con fuerza, su mirada cansada y triste. ──── Cariño, yo... ────

Pero cuando intenta acercarse un paso, te estremeces aún más.

──── Por favor ──── susurras sintiendo las lagrimas caer aun mas pesadas en tus mejillas. ──── Quiero... quiero irme a casa ────

Quiero alejarme de ti.

──── Es tarde ──── argumenta débilmente, aún luchando por controlar su respiración. Su ira se desvanece rápidamente, dejando tras de sí una cáscara de arrepentimiento y dolor y preocupación mientras te observa alcanzar tus pantalones y ponertelos con las manos temblorosas. 

──── T/N ──── Simon traga saliva, presionando sus manos sobre su frente velada. ──── No lo hagas. Yo lo haré... mierda, yo me iré ────

Y no tienes tiempo de protestar, con manos temblorosas Simon comienza a pasearse por la habitación de nuevo, esta vez no con ira. No... algo que le hace murmurar en voz baja una y otra vez.

──── Me voy, me voy ────

Coge sus llaves y mantiene la mirada en el suelo, sin atreverse a mirarte a los ojos.

──── Quédate aquí, ¿si? No... no salgas tan tarde ────

Esta orden llega con una voz que suena frágil y hueca.

──── De acuerdo ──── susurras, asintiendo.

Y él se va. Tira de su abrigo y, en cuestión de segundos, oyes el sonido de la puerta de su casa al cerrarse. Simon, el hombre que acababa de levantar ampollas de ira por su intimidad, te deja aquí para que duermas en su propia casa sin él. Estas demasiado conmocionada, demasiado agotada, para preguntarse adónde podría ir el resto de la noche.

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Simon siempre decía que dejaría de fumar.

"Es malo para mis pulmones, cariño, lo sé" murmuraba contra tus labios en un beso que sabía agrio. No te molestaba, pero notabas cómo el sabor se volvía más espeso durante los días que se encerraba en su habitación.

"Tienes que ayudarme, cariño" te había dicho una vez en el cuello, metiéndote un paquete en la mano. "Escóndemelos, ¿si?"

La única petición de ayuda que había pronunciado.

Pero en realidad no importaba donde las escondieras, Simon siempre podía comprar más.

Y cuando vuelve a la mañana siguiente, el olor es penetrante.

Ya estábas despierta, una pequeña mochila llena de tus cosas que apresuras a esconder cuando oyes el chirrido de la puerta principal al abrirse.

El arrastrar de sus botas de combate resuenan por el pequeño departamento. Si antes sus pasos eran estruendosos, ahora una calma solemne sustituye a la tormenta.

Sin palabras, te busca. Te encuentra congelada cerca del baño, donde acabas de recoger tus cosas: un cepillo de dientes, una paleta de maquillaje. Pero tu bolso está sobre la encimera, donde él no puede verlo.

──── Hola  ──── te saluda suave y ronco. ──── No esperaba que estuvieras aquí  ────

Y entonces te tiende una bolsa de pastelitos y una taza de té para llevar. 

──── Te he traído el desayuno, por si acaso  ────

No debería ser tan extraño la vista. Sus grandes manos agarrando comida de alguna cafetería cercana. Sus ojos: rojos y gastados delatan que no ha dormido. El aire exterior es quebradizo y ya invernal, ¿habrá caminado toda la noche con frío? E incluso ahora, con el hueco en el estómago que te ha dejado el llanto, un poco de preocupación te invade cuando te das cuenta de lo pálida que está su piel. Un ligero tono rosado asoma bajo la máscara.

──── No quiero pastel y té  ────

Tu voz. Suena...

Derrotada.

Porque tu cuidado y preocupación sólo pueden llegar hasta cierto punto con un hombre que se desliza tan fácilmente en la ira, pero con mayor facilidad aún, se aísla de la atención.

──── Bien ──── se aclara la garganta. ──── Lo dejaré en la cocina, entonces. Por si lo quieres más tarde  ────

Te esta evadiendo.

¿De verdad va a fingir...?

──── Me asustaste anoche  ────

La admisión se escapa en un susurro pero es suficiente. Es todo lo que necesita oír para que sus ojos se cierren y un visible estremecimiento recorra sus anchos hombros logrando que su evasión se resquebraje.

──── Lo sé  ────

──── Estabas tan enfadado, Simon. Yo...  ────

Sus ojos oscuros vuelven a abrirse ahora suavemente.

──── Nunca te haría daño  ────

──── Pero lo hiciste. Lo hiciste ──── tragaste saliva como pudiste, el nudo en tu garganta casi bloqueba el paso de aire. ──── Me dejaste fuera. Quiero decir... tu cuaderno. Era... Tú...  ────

──── ¿Crees que estoy jodido entonces?  ────

Palabras huecas. La cáscara de un hombre hablándote, con sólo un niño dentro. 

Agitas los ojos porque la parte posterior de tus párpados recuerda la sangre que viste, todos los horrores que habian ahi. Pero tu estómago ya ha tragado y digerido la visión, la ha reducido a empatía y a lastima.

──── No, no lo creo ──── susurras con un firme movimiento de cabeza. ──── Sólo creo que necesitas ayuda. Te la mereces, Simon. Y yo...  ──── callado como un secreto que traquetea con la derrota. 

──── No sé si puedo darte esa ayuda  ────

No hay mucho más que decir.

La mirada que lanza, lastimera y tensa, tira de tu reserva. Tienes que alejarte, tienes que salir de ahi cuanto antes; te das la vuelta para coger tu bolso. Ahora lo ve. Una aguda inhalación suena desde su pecho mientras comienzas tu camino hacia la puerta principal con tus pertenencias.

Él te sigue dejando la comida en la mesa sin perderte de su vista.

No sabe realmente lo que quiere o lo que necesita, pero en este momento sólo puede pensar en el espacio.

──── No lo hagas ──── una súplica tranquila y áspera.

Un fantasma se cierne detrás de ti mientras tu mano rodea el pomo de la puerta. Un fantasma envuelto en culpa y, tal vez, en la comprensión de que lo que él había esperado que hicieras durante tanto tiempo, por fin se estaba haciendo realidad.

──── Es sólo espacio  ──── le dices en un murmullo. ──── Simon, sólo necesito espacio  ────

──── ¿Espacio de mí?  ────

──── De esto, Simon. De lo que tenemos ────

──── Lo siento  ──── respira. ──── Por favor... No volverá a pasar. Mierda, lo juro. Estoy tan...  ────

Y lucha con las palabras porque,carajo, tenías razón. Palabras de cuidado, palabras de disculpa, siempre parecen evadirlo. Pero la jerga militar y los comandos afilados vienen con facilidad.

──── Lo siento mucho  ──── dice Simon finalmente, entrecortadamente. ──── No quería que vieras todo eso, no queria que te asustaras. Pero... mierda, me he pasado, ¿no?  ────

El agua se alinea en tu visión mientras él continúa, ahora con urgencia, porque tu mano se niega a soltar el pomo.

──── Por Dios. No era mi intención. No puedes... Amor, por favor. Lo siento, ¿si? Lo siento mucho, en serio  ────

Pero sus disculpas no hacen mucho para calmar la derrota en tu pecho. No puedes mirarle, así que abres la puerta.

Un toque en tu hombro, quizá más firme de lo que pretende.

Y te detienes sólo porque crees que finalmente dirá lo que esperabas que dijera. Algo sobre cariño. Tal vez incluso, una pizca de esperanza de... amor.

Pero no... te había advertido claramente desde el principio que no podía dar eso. Una de las primeras advertencias que te habia dado.

En lugar de eso, sacude la cabeza y deja caer la mano a su lado. Las palabras mueren en su lengua, del mismo color ceniza que sus pestañas, y te deja marchar.




───── 𝐖𝐑𝐈𝐓𝐓𝐄𝐍 𝐁𝐘

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