𝟭𝟰. aphrodite, ares & hephaestus
❛ GAME OF SECRETS ❜
━ capítulo catorce
❛ afrodita, ares y hefesto ❜
Venus siempre había tenido sentimientos divididos en cuanto a Ares.
Las películas con las que había crecido lo retrataban como un bárbaro sin gracia que solo pensaba en sangre y mutilación, incitaba a los humanos a iniciar conflictos que acababan con la vida de cientos o incluso miles de personas para su propio disfrute. Sin embargo, la película guionada y dirigida por Nathaniel Ross, padre de Venus, le daba un enfoque distinto al dios. Nathaniel le mostró al mundo el lado de Ares que nadie conocía —que incluso los dioses y deidades no se molestaban en conocer. Verán, todos los dioses tienen un lado humano, uno que permite que conecten con los mortales, que los entiendan y los amen, donde dejan de ser seres tan superficiales y se permiten apreciar las pequeñas cosas de la vida aun si para ellos esas cosas siempre estarán allí. El lado humano de Ares salía a relucir en presencia de su amada Afrodita, y eso fue lo que el director de cine capturó en su película.
Afrodita le había hablado un sin fin de noches sobre cómo Ares se había enfrentado a Zeus por su mano, cómo se había batido a duelo con sus pretendientes y le había gritado a los cuatro vientos que jamás amaría a otra mujer como la amaba a ella, para que las corrientes de estos llevaran sus palabras a todos los rincones del planeta.
No había nada que Ares no fuera capaz de hacer por Afrodita.
Venus amaba esa película, quizá porque fue el primer gran éxito de su padre y la razón de que ella tuviera la vida que tenía. Pero había algo en la manera en que Skeet Ulrich representaba el amor de Ares que simplemente le hacía imposible apartar los ojos de la pantalla y, puede que alguna vez, le robara suspiros soñadores.
Venus tuvo que recordarse la existencia de ese lado dulce de Ares mientras lo escuchaba narrarle a Percy la historia de cómo Zeus había ascendido al trono: le había dado una pócima para que el titán vomitara a sus hijos y luego se desató la guerra entre los dioses y titanes que acabó con Cronos cortado en pedacitos en las profundidades del Tártaro. No se molestó en omitir la parte de los dioses que siempre anhelaba más poder y estaban dispuestos a hacer cualquier cosa por conseguirlo, sin importar a quien tuvieran que quitar del camino o enterrarle un puñal envenenado en la espalda. En esos momentos, Ares se veía y oía como el bárbaro que retrataban las películas de Hollywood.
—Y por eso es que adoro a nuestra familia —dijo con voz rasposa, y le dio un buen bocado a su hamburguesa doble con queso—. En el improbable caso de que recuperen el rayo, una guerra es inevitable y creo que a Zeus le parece bien. Es tiempo de una guerra, él lo sabe, tu padre también lo sabe, por eso tendremos una guerra —se le quebró la voz con falsa emoción y se limpió una lágrima inexistente de su mejilla—. ¿No es hermoso?
Ah, sí, también estaba la parte de que Zeus se iba a limpiar su divino trasero con las palabras del Oráculo y a comenzar una guerra de todas formas. Además, por si no fuera eso suficiente, el apestoso de Gabe salió en televisión nacional acusando a Percy de violento y drogadicto, de haber destrozado el pobre auto de Gabe y de otras cosas menores como secuestrar a Sally. Naturalmente, Percy sintió deseos de enterrarlo seis metros bajo tierra, y Venus estuvo de acuerdo. Pero ahora estaba la cuestión de que no solo los buscaba la INTERPOL por actos de terrorismo, sino también el FBI por secuestro.
Oh, Venus iba a venderle esta historia a su padre al buen precio de un día de la entera disposición de la tarjeta de crédito platino.
Ares prosiguió a explicarles que había dejado olvidado un escudo en un parque de diversiones no muy lejos del restaurante (Venus ya no confiaba cuando las personas decían que algo quedaba cerca) y les prometió un trasporte a Los Ángeles si conseguían traérselo devuelta.
—Pero lo necesito para el anochecer —dijo Ares, recalcando en serio necesitaba ese disco de bronce de regreso—, por lo que me quedaré con la niña bonita como garantía.
Venus tardó unos segundos en percatarse de que se estaba refiriendo a ella. Pero Percy le ganó en protestar.
—¿Qué? No —dijo. A pesar de que todo su cuerpo estaba tenso, consiguió que su voz saliera firme—. Ni loco la dejaré sola contigo.
Venus repasó a Ares desde su chaqueta de cuero negra, por su barba desalineada hasta las cicatrices que tenía en su rostro producto de las incontables batallas en las que había participado. Nada les garantizaba que fuese a cumplir con el trato que él mismo estaba proponiendo. Eso la hizo pensar en que nada les garantizaba que, en efecto, estuviera diciendo la verdad sobre… todo lo que había dicho desde que se habían sentado en aquella mesa. Ares era el dios de la guerra, obvio iba a ser el primer interesado en que Zeus y Poseidón iniciaran una, así que perfectamente podía haberse inventado eso de que Zeus iría a la guerra sin importar si recuperaba el rayo o no. ¿Zeus en serio libraría una batalla sin la ventaja de su arma más poderosa? Venus lo dudaba. Quizá Ares les había tendido una trampa con todo ese asunto del escudo para que perdieran tiempo y, efectivamente, no lograran cumplir con el plazo del solsticio.
—Grover y Annabeth se quedarán como garantía —dijo Venus, y su tono no dejó lugar a la discusión—. Percy y yo te traeremos el escudo antes de que sea de noche. Después de todo, si no nos estás mintiendo, no te molestará que yo vaya, ¿verdad? —cuestionó con cierto deje de altivez en la voz.
Sabía que Afrodita lo mataría (en sentido figurativo ya que los dioses no podían morir) si se enteraba de que había mandado a uno de sus ‹‹pequeños retoños›› a una misión que en realidad era una trampa.
A Ares no le quedó otra más que aceptar, aunque lo hizo con toda la mala onda del mundo.
Annabeth no parecía más entusiasmada por tener que quedarse allí, pero se consoló con que, por lo menos, Grover estaba pasándola tan mal como ella.
El sol se hundía tras las montañas cuando Venus y Percy encontraron el parque acuático. Una vez más, no había sido una caminata corta. A juzgar por el cartel, anteriormente se llamaba ‹‹WATERLAND››, pero algunas letras habían desaparecido, así que se leía: ‹‹WAT R A D››.
La puerta principal estaba cerrada con candado y protegida con alambre de espino. Dentro, más allá de la boletería, enormes y secos toboganes, tubos y tuberías se enroscaban por todas partes, en dirección a las piscinas vacías. Las vías de la montaña rusa recorrían todo el lugar. Una rueda de la fortuna con los colores del arcoíris se alzaba más a lo lejos, de modo que solo se alcanzaba a ver la parte superior, desde donde debía haber una vista de todo el parque. Entradas viejas y anuncios revoloteaban por el asfalto. Al anochecer, aquel lugar tenía un aspecto triste y daba escalofríos.
—Oye… —dijo Percy. Había estado callado desde que salieron del restaurante.
Venus tarareó para indicarle que siguiera hablando, mientras ella se acercaba al la puerta cerrada con candado. Buscó en los bolsillos hasta que halló una horquilla para el cabello.
—¿Cómo es eso de que mi padre te pidió que vinieras? —preguntó algo inseguro. Rascó la parte de atrás de su cabeza con su mirada paseando entre el asfalto y la cerradura.
—¿Tenías que acordarte de eso justo ahora? —preguntó Venus, aunque fue más una pregunta retórica. Calzó los dientes de la horquilla en la ranura del candado y comenzó a hacer movimientos suaves tratando de abrirlo—. Tu padre no me pidió nada. Mamá me pidió convencerte de que recuperaras el rayo o, ya sabes, todo eso de que el mundo se iría a la mierda, así que te dije que podrías hacer una parada en el Inframundo para rescatar a tu madre. Lo cual es cierto.
—¿Y por qué aceptaste venir?
—Tú me lo pediste.
Se escuchó un ‹‹click›› y Venus sonrió aliviada de que no iba a tener que escalar la alambrada con espinas. Quitó el candado y abrió la puerta, hizo un gesto con la mano para que Percy entrara.
—Niños prohibidos primero.
Percy se quedó de pie mirándola por varios segundos, pero finalmente entró. Venus lo siguió sin demora.
—No suelo mirar películas de terror —dijo Percy—, pero esta es la clase de lugares que los protagonistas deberían evitar, ¿cierto?
Venus tarareó una afirmación.
Trató de buscar en sus recuerdos una película en la que la chica fuera brutalmente asesinada en un parque de diversiones abandonado, pero nada llegó a su mente. Tomó eso como un buen augurio.
—Técnicamente —dijo—, tú serías el protagonista aquí, así que sería ilógico que murieras.
—¿Y qué hay de ti?
—Estaré bien. Las castañas tienen un índice de supervivencia bastante bueno —dijo, pensando en Nancy Thompson de ‹‹Pesadilla en Elm Street›› y Sidney Prescott de la franquicia ‹‹Scream››—. Si fuera rubia… —curvó los labios en una mueca de pena y dejó salir una s prolongada negando con la cabeza.
—Además, me debes un maratón de películas —recordó Percy—. Sería de muy mala educación morir antes de saldar tu deuda.
Sonrió inconscientemente, aunque una sensación ácida se instaló en su estómago. No entendía a Percy porque, no le dirías eso a alguien de quien no quieres ser amigo, ¿verdad?
—Si muero, solo date una vuelta por los campos de Asfódelos y sácame de allí, ¿sí? —sugirió en broma—. Total, que te lleves un alma más, un alma menos, seguro Hades no lo notará.
—Seguro que no, con todas las que debe haber allí abajo.
Llegaron hasta la boletería, tenía el techo de lona con franjas de color blanco, rojo y azul con varios agujeros, había grafitis pintados en la parte inferior a la ventanilla, y varios de los focos que rodeaban el cartel habían estallado o los habían roto. Saltaba a la vista que la puerta giratoria estaba oxidada y tenía pinta de no haber sido utilizada en mucho tiempo, de no ser por el pequeño trozo de tela que estaba enganchado allí.
Venus se acercó y lo tomó en manos, sintiendo la suavidad de la tela floreada bajo las yemas de sus dedos. Le pareció percibir una fragancia familiar, por lo que se lo llevó hacia la nariz para olerlo mejor. Inspiró y de inmediato sus sentidos se vieron aturdidos por el aroma a brisa marina, rosas y fresas cubiertas de chocolate de Eddy’s, una combinación que no debería haber olido tan bien como lo hacía. Venus supo al instante de donde se había desprendido aquel trozo de tela.
Sin pensarlo mucho, introdujo su cuerpo dentro de las barras de metal oxidado y empujó la puerta giratoria. Se escuchó un chirrido muy agudo, pero Venus siguió empujando. Percy le preguntó si eso era seguro, pero al ver que ya había cruzado, siguió su ejemplo. Una vez del otro lado, Percy se tanteó el cuerpo con las manos y soltó un suspiro de alivio al comprobar que seguía en una sola pieza.
Entonces se giró hacia Venus con el ceño fruncido.
—Eso fue muy imprudente —su tono rozaba el regaño—. Hacer cosas imprudentes es mi trabajo.
Venus estuvo a punto de contestarle algo como: ‹‹De acuerdo, serás el conejillo de indias la próxima vez››, pero algo en el asfalto captó su atención.
Cortó la poca distancia que restaba y recogió la prenda de la que se había desprendido el trozo más pequeño que había encontrado antes. Era un chal hecho con fina tela blanca salpicada con rosas rojas a lo largo y ancho, estaba rasgado en uno de los extremos y por la escasa iluminación, parecía un trapo viejo. Aun así, desprendía el mismo aroma a brisa marina, rosas y fresas con chocolate, solo que diez veces más fuerte. Venus se sintió mareada por un segundo, pero no tardó en recomponerse.
—¿Qué es eso? —preguntó Percy detrás de ella.
—Nada. —Se apresuró a doblar el chal, aunque quedó más como un bollo arrugado, y lo guardó en uno de sus bolsillos. Entonces se dio la vuelta para enfrentar a Percy—. No importa, sigamos —dijo, pasándose las manos distraídamente por el pantalón como si estuviera tratando de quitar restos de polvo.
Pero Percy no estuvo de acuerdo.
—No —le cortó el paso cuando Venus quiso avanzar—. Dime que es. Tiene que ser algo importante, porque la última vez que intenté levantar algo de la calle casi me cortas la mano.
Venus rodó los ojos.
—Porque eso es super antihigiénico —dijo obvia. Paseó la mirada por su alrededor, hasta que sus ojos se detuvieron en un punto sobre la boletería, donde había un aparato con aspecto de bolillero que rotaba cada vez que alguien pasaba por la puerta. En el marcador ponía ‹‹004››—. Allez, tu mérites mieux —murmuró hacia el cielo, donde los últimos rayos de sol eran apenas visibles.
—¿Qué?
—Nada —dijo ahora en inglés, casi podía ver las algas en la cabeza de Percy escurrirse tratando de entender qué había dicho—. Como sea, tenemos que buscar el escudo rápido, no creo que Annabeth aguante mucho tiempo sin apuñalar a alguien.
Dicho eso, rodeó el cuerpo de Percy y fue en la dirección que apuntaba la flecha del cartel de la izquierda, el cual daba indicaciones de cómo llegar a las diferentes atracciones del parque.
—Espérame —protestó Percy, y se pegó un pique para alcanzarla. Redujo la velocidad cuando estuvo a su lado—. Sigo preguntándome cómo caminas tan rápido con esas botas —no obtuvo respuesta—. ¿Ya habías venido antes o solo caminamos sin dirección?
—Suelo evitar los parques diseñados por Hefesto, así que no —dijo. Siempre tuvo una pequeña espina de miedo de que algún tornillo se zafara y la atracción en la que ella estaba se derrumbara o que algún objeto super pesado se le cayera encima y la aplastara o que… bah, ya entiendes el punto—. El cartel decía que el túnel es en esta dirección.
—¿Hefesto? ¿Este es su parque?
Asintió.
—Mamá dice que él nunca visita sus chatarrales, pero preferiría salir de aquí cuanto antes de todas formas —le daban escalofríos solo de pensar en un posible encuentro con el dios herrero. Era bien sabido que las hijas de Afrodita no le caían en gracia.
—¿Tu madre? Ah, claro, están casados, ¿no es así? —Pareció que las algas hicieron sinopsis—. Espera, ¿ella estaba con Ares en el parque de su esposo? Eso no está bien.
Venus parpadeó y mantuvo los párpados cerrados más tiempo de lo normal, tratando de mantener la calma. Percy no sabía nada. Ares no era solo un amante para Afrodita, ni siquiera era capaz de comprender la profundidad del amor que ambos compartían. Ares veía a Afrodita como ella era en realidad, más allá de simplemente la parte estética, se había tomado el tiempo de conocerla y amarla. A ella y a todo lo que la rodeaba, incluido los mestizos que ocupaban la cabaña 10. Venus jamás se había sentido insegura en presencia de Ares porque sabía que él nunca le podría una mano encima, y que le cortaría la mano a cualquiera que intentara hacerlo.
—Oh, como si tu padre no tuviera amantes —sintió el veneno deslizarse por su lengua—. Tu existencia es la prueba de ello.
Percy absorbió sus palabras.
—Mi madre no fue solo una amante —dijo completamente ofendido—. Ellos se amaban. Poseidón la amaba.
Venus largó una risita por la nariz. ‹‹Como a cualquier ninfa›› consideró decirle, pero se contuvo creyendo que sería demasiado.
A Percy pareció no gustarle su reacción. Detuvo su andar, la tomó del hombro y la giró de modo que ambos quedaron frente al otro.
—No vuelvas a insinuar algo así de mi madre. Nunca —dijo en tono serio y firme. Sus iris parecían albergar las olas de un océano furioso.
Un escalofrío bajó por la columna de Venus, pero eso solo la molestó aún más.
—No me toques. —Apartó la mano de Percy de su hombro de manera brusca—. No sabes nada sobre tu padre. Hasta hace dos semanas no sabías ni quien era, así que no tienes idea de lo que significó o no tu madre para él —le dio un golpecito con el dedo indicie en el pecho—. Y no sabes nada de mi madre o de cómo son en realidad las cosas con Ares y Hefesto, así que no vuelvas a usar ese tono para referirte a ella, ¿te quedó claro?
Percy la miró boquiabierto, claramente no se esperaba su pequeño arrebato.
—Pregunté si te quedó claro.
—S-si… —consiguió balbucear.
—Bien —apretó los puños y respiró profundamente para calmarse. No le gustaba alterarse, su madre decía quedaba mal cuando lo hacía, pero a veces simplemente no podía evitarlo—. Vamos por ese maldito escudo para que podamos irnos de este lugar.
Retomaron la marcha sin volver a cruzar palabras. Avanzaron con cautela por el parque abandonado, pasaron por los autitos chocadores, dieron vuelta en el carrusel de pegasos, las figuras descoloridas parecieron mirarla con ojos vacíos, y un viento helado hizo que se le erizara la piel. Siguieron de largo por barco pirata y Venus se alegró cuando distinguió las luces rosa neón de la atracción que buscaban unos metros más adelante.
Se detuvieron cerca del borde de una pequeña piscina en la que había varios botes con forma de cisne: uno de ellos estaba hundido por la mitad, otro estaba dado vuelta y la cabeza del ave flotaba a un lado, el tercero parecía estar bien, aunque demasiado lejos del borde para estirar la mano y alcanzarlo. La entrada al túnel era un arco, en cada lado había una estatua de un bebé en pañales portando un arco y una flecha con las plumas en forma de corazón: Cupido, la versión romana de Eros. En lo más alto de la curva del arco se hallaban letras huecas con bombillas dentro, algunas de ellas parpadeaban, pero alcanzaba a leerse: ‹‹TÚNEL DEL AMOR›› y por debajo, tallado sobre la madera: ‹‹Este no es el túnel de tus padres››.
Venus no podía decir lo mismo.
—Entonces ¿dices que el escudo está allí dentro? —preguntó Percy, tratando de echar un vistazo al interior del túnel, pero todo lo que se alcanzaba a ver era oscuridad.
—Hmh.
—¿Cómo lo sabes?
—Intuición.
—¿Te molestaría elaborar?
—Sí.
Percy dejó salir un suspiro de frustración y llevó sus dedos a masajear el puente de su nariz.
—Lo siento, ¿está bien? —dijo tras otro momento de silencio, quizá porque estar rodeado de silencio en ese lugar era algo aterrador. Alzó sus brazos y los dejó caer a los costados de su torso, como si no supiera qué más esperaba ella que hiciera—. Tienes razón, no sé cómo es la situación con tu madre y su novio, amante, como sea que lo llame, ¿okey?
—No es conmigo con quien debes disculparte.
La mandíbula de Percy se abrió, él volteó a mirar hacia ambos lados como si necesitara confirmar que no había nadie más allí aparte de ellos y repitió el gesto con los brazos que había hecho anteriormente. Entonces sus algas hicieron sinopsis nuevamente y sus labios se curvaron en una O.
—Ohhh, te refieres a… —su dedo índice apuntó al cielo—. Sí, okey… —suspiró y juntó sus manos—. Señora… señorita —se corrigió en cuanto vio la mirada de Venus— Afrodita, lamento mucho, muchísimo, haberla ofendido con mi ignorancia respecto a su vida amorosa. Espero que pueda perdonarme y, eh, pedirle a su hija que deje de mirarme como si quisiera atravesarme con una flecha.
Se formó otro silencio.
Percy continuó mirando el cielo, rezando para que la diosa no lo fulminara con un rayo por hacer el ridículo. Entonces, el bote de cisne que estaba en medio de la piscina comenzó a flotar hasta llegar al borde, donde se detuvo.
—¿Estoy perdonado? —se atrevió a preguntar.
Venus se encogió de hombros.
—Supongo.
Con eso, se subió al cisne y espero a que Percy hiciera lo mismo. Una vez que ambos estuvieron a bordo, el bote comenzó a moverse por sí solo y Venus agradeció el no tener que pedalear. Dentro del túnel los envolvió una oscuridad total por casi un minuto, hasta que en las paredes empezaron a visualizarse pequeños estallidos de color rosa que poco a poco se hicieron más constantes y más brillantes. Entonces, una hilera de luces se encendió, iluminando tenuemente el lugar y una canción se reprodujo de ningún lugar en específico.
Ahora, luces y sombras parpadeaban en las paredes del túnel y formaban imágenes espectaculares que ilustraban una historia. En una escena, se proyectaba la silueta de una mujer con vestido y una corona super alta, entonces, la panza de la mujer crecía hasta expulsar por debajo del vestido a un bebé que no tardó en ser lanzado por una ventana. En otra, un hombre adulto forjaba todo tipo de armas: una espada, un acha, un escudo.
—Espera… —murmuró Percy—. Conozco esa historia. Es la vida de Hefesto, ¿no es así? Creí que Zeus era quien lo había rechazado, no Hera.
En la siguiente escena se mostraba una mujer joven de cintura fina, ataviada en un elegante vestido griego. El herrero estaba con una rodilla hincada ante ella y le ofrecía una rosa. Las figuras resplandecieron y ahora estaban en un templo con un hombre barbudo en medio de ambos. Entonces, unas cuantas luces rojas parpadearon y le dieron forma a la figura de un tipo corpulento y musculoso, quien cargó a la joven sobre sus hombros como si esta fuera un saco de patatas y salió corriendo hacia las sombras, donde desapareció.
—Déjame adivinar —volvió a decir Percy—. Eso tampoco sucedió así.
—No. —Venus se mordió el interior de la mejilla. Es decir, si había pasado así, pero la novia en cuestión estaba totalmente de acuerdo con su secuestro—. Supongo que, viéndolo desde el punto de vista, no está del todo incorrecto. Aunque él sabía que mamá no estaba de acuerdo con el matrimonio.
—¿Y no me dirás cómo ocurrió?
—¿Por qué debería?
—Bueno —convino Percy—, uno esperaría que después de haberme gritado, empujado, y dado una mirada que indicaba que estaba en tu lista negra, mínimo querrías explicarme cómo fue que en realidad pasaron las cosas. Ya sabes, para hacerme sentir como un idiota.
Venus volteó a mirarlo.
—Porfa, no me tires del bote.
Rodó los ojos ante la aguda súplica de su no-amigo. Como si ella fuera capaz de tal cosa.
—A Afrodita siempre le ha gustado gustar, no importa mucho si hablamos de dioses o mortales. Creo que le da cierta satisfacción el saber que puede tener a quien quiera —Venus se encogió de hombros ligeramente—. Todos dejaban de hacer lo que sea que estuvieran haciendo para admirarla y venerarla, y es lo mínimo que espera un dios, el problema fue cuando los mismos dioses dejaron de hacer sus cosas para prestarle atención. Y me refiero a literalmente dejar de hacer cualquier cosa. Y que un dios deje de hacer sus tareas divinas es un problema, como, muy grande. —El aire escapó por su nariz casi como un bufido—. En realidad no entiendo por qué Zeus culpó a mamá por eso. No era su culpa que los dioses no pudieran hacer su maldito trabajo… pero, como sea.
Hizo una pausa para ver de reojo a Percy y se encontró con él observándola, así que volvió a desviar la mirada a la pared y siguió hablando.
—Tu padre le pidió matrimonio una vez. —No sabía exactamente por qué había dicho eso, no venía al caso. Quizá solo quería ver la expresión de Percy al enterarse de que Poseidón y Afrodita habían tenido un romance porque era algo que no había dejado de dar vueltas en la cabeza de Venus desde que se enteró.
En fin, la reacción de Percy fue igual a la de Venus.
—¿Tuvieron algún hijo?
—Como si lo supiera. Mamá no quiere hablar de eso —Venus rodó los ojos, algo fastidiada por no saber—. Como sea, Poseidón tuvo un duelo con Apolo por la mano de Afrodita, no sé bien cuánto tiempo duró porque los dioses no perciben el tiempo de la misma manera que nosotros y cuando mamá me lo contó no supo darme una fecha —se cortó a sí misma cuando se percató de que estaba divagando—. La cosa que es duró bastante. Y como ambos dioses estaban muy ocupados en eso, estaban descuidando sus deberes, y eso a Zeus no le gustó. Aunque para ser justos, Afrodita no iba a decirle que si a ninguno.
—¿Entonces solo los estaba ilusionando? —preguntó Percy, con cierto deje acusatorio en su voz.
—Bueno, quizá mamá le habría dicho que sí a alguno si ellos se hubieran molestado en demostrarle que eran dignos de ser su esposo en lugar de solo pelear por quién tenía más testosterona —dijo rápidamente, sintiendo que debía defender a su madre—. En fin, Zeus se hartó de que los dioses se distrajeran mucho con Afrodita, por lo que ordenó que debía casarse con Hefesto (que no era muy agraciado que digamos) con la esperanza de que, al ver que Afrodita ya estaba ocupada, dejaran de buscarla.
—Algo me dice que eso no salió bien.
—No imagino qué —segundó a su sarcasmo—. Mamá estaba enamorada de Ares, y él de ella. Ares le pidió la mano de Afrodita a Zeus, pero este se negó. Y técnicamente no la secuestró de su boda como tal, se la llevó antes de que Afrodita y Hefesto consumaran el matrimonio.
Cuando terminó, ambos quedaron en silencio un momento. Venus siguió mirando las figuras danzar en las paredes hasta que juntó coraje para volver a hablar.
—Lamento lo que dije hace rato… sobre tu madre —murmuró, avergonzada. No podía creer que su enojo la había llevado a expresarse de la dulce Sally de aquella forma—. Poseidón si la amaba. Debió hacerlo o no habría roto el juramento de no tener hijos —hizo otra pausa—. La verdad yo… creo que estaba celosa, porque mis padres apenas si se conocían al momento de concebirme y creo que eso… me molesta.
Bajó la mirada a su regazo, donde sus manos estaban aferradas a sus rodillas como si necesitara sostenerse de algo para mantenerse estable. Se sorprendió cuando la mano izquierda de Percy envolvió la suya. Los dedos de Venus se cerraron al rededor de la mano contraria casi que por inercia.
—Pero ambos te aman —dijo con suavidad.
—Lo sé —reconoció—. Solo… no sé, ¿okey? Tenía esa estúpida idea de que Afrodita tenía una conexión con sus parejas antes de entregarles un hijo. Pero quizá no es así… —suspiró—. Como sea, podría ser peor.
—Claro que sí —adhirió—. Podrías no tener a quién llamar mamá.
Eso le sentó como una patada en los ovarios y, de repente, se sintió como una completa estúpida. Ahí estaba ella, quejándose de que sus padres no se amaban, cuando Percy había crecido sin siquiera un padre. Peor aún, había crecido con Gabe.
—Lo siento —se disculpó rápidamente, y por poco no se le quiebra la voz—. Estoy siendo una insensible, yo…
—No, está bien —la mano de Percy apretó suavemente la de Venus—. Tus problemas también son válidos.
Pero a Venus le dio la impresión de que solo lo dijo para ser políticamente correcto, o para no hacerla sentir peor.
—En realidad, yo también sentí celos —reconoció Percy—, de lo presente que es Afrodita contigo y con tus hermanas. Muchos en el campamento desearíamos tener algo así.
De repente, la música se bugueó por un segundo, como si un tocadiscos se hubiera frenado. Por el susto, Venus separó su mano de la Percy e irguió su espalda, quedando en posición de alerta. Las sombras bailaron más rápido a través de las paredes del túnel. La canción que retumbaba en el aire empezó a reverberar y a transformarse en ondas de ruido aleatorias. El agua se revolvió debajo del bote y Venus se aferró a la barra de metal que, se suponía, debía mantenerlos seguros dentro del cisne.
—Ey, allí —dijo Percy, señalando una desviación hacia la izquierda que parecía dar a una sala con una estatua que sostenía un escudo—. Ese debe ser el escudo de Ares, debemos ir por él.
Pero entonces, el bote volvió a sacudirse con fuerza y la corriente del agua los llevaba por el camino principal a toda prisa.
—Debemos saltar —Percy movió la barra de metal hacia adelante y se dio vuelta, se paró encima del asiento y tomó la mano de Venus para jalarla hacia arriba, obligándola a adoptar la misma postura que él—. A la cuenta de tres, ¿sí? Uno, dos…
Tres. Pero cuando la cuenta regresiva acabó, Percy estaba en el agua y Venus aún en bote, paralizada, sin poder apartar los ojos del agua turbulenta. Se congeló el tiempo que Percy tardó en emergir a la superficie y notar que ella no estaba a su lado.
—¡Venus! —la llamó.
Pero el cuerpo no parecía responderle.
Percy comenzó a nadar hacia el cisne, impulsándose con la corriente, pero el bote se alejaba rápido.
—Ey, ¡ey, mírame! —siguió llamándola—. ¡Venus, mírame!
Venus alzó la cabeza y enfocó la vista en el chico que agitaba sus brazos como si se estuviera ahogando.
—Estarás bien, ¿okey? Solo salta y yo voy a atraparte, ¿sí? Salta y estarás bien.
Venus exhaló insegura. Pero entonces las luces parpadearon enloquecidamente de nuevo y al final del túnel se escuchó un chirrido que le puso los pelos de punta.
Volteó otra vez hacia Percy y esta vez no miró el agua. Se impulsó de la cola del cisne y saltó, cerró los ojos en el aire y esperó el impacto.
Adivinen quién no murió...
Hola amores, yo sé que no actualizo esto hace una banda ( no sé si alguien aún lee esto ) pero bue, me agarró la inspiración hoy de madrugada y terminé la mitad de capítulo que me faltaba.
pd: estoy preparando la versión de los libros que se titula Secrets and Lies. Me tiene muy emocionada, pero me agarra bloqueo cada vez que quiero escribir el capítulo dos ( mátenme ). De todas formas ya tengo pensado todo el libro, así que lo voy a escribir así me tarde los cuatro años de carrera.
Si les gustó el capítulo no se olviden de votar, comentar y guardar esta historia en su biblioteca para no perderse ninguna actualización. Ay, ella, se ponía en modo youtuber... anyways. MUAK.
XOXO, Aria
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