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❄️ ⠸𝗥𝗲𝗰𝘂𝗲𝗿𝗱𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝘂𝗻𝗮 𝗵𝘂𝗶𝗱𝗮 ・ ✧゚


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Les recomiendo escuchar Opening Sequence leyendo este capítulo, es esenciaaaal

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La costumbre de ver por la ventana, la que siempre lo calmó, ahora se sentía un poco vacía al hacerlo. Desde que había despertado esa mañana no se sentía bien, no es como si alguna parte de su cuerpo le doliera, sino más bien algo le hacía sentir lleno de sentimientos que no podía distinguir pero sabía que no eran buenos.

A través de la ventana del recibidor podía ver la incesante nieve caer, como todos los días, pero esta parece haberse puesto de acuerdo con su sentir ya que está ha dejado su delicado caer para darle paso a un huracán de nieve y esto solo hace su angustia aumentar; algo no está bien.

—Su alteza —llamó ChangBin detrás de él, Soobin solo ladeó la cabeza— ¿Desea almorzar? Me informaron que no desayunó.

Regresó la vista a la fría nieve y negó—No tengo apetito.

El peliazul miró a su viejo amigo y notó que algo estaba mal ¿tal vez ya lo sabía? No, no estaría tan relajado si este fuera el caso y lo sabía— Hoy no hay nada programado, te puedes tomar el día Bin.

El pelinegro asintió y no dijo nada más, los pasos alejándose se hicieron sonar en el piso y Soobin suspiró; en verdad no se sentía bien.

Decidió intentar despejar su mente para evitar hundirse en ese malestar y dio un vistazo a las bellas decoraciones de hielo a su alrededor, dar un paseo por el palacio no sería mala idea. Decidió ir primero por el primer piso, nunca se aventuró ir a la parte de atrás de este así que eso haría.

Se había propuesto despejar su mente pero el malestar aumentaba con cada paso, cruzó por varios pasadizos, se había encontrado con unos dos de estos por su habitación, decidió caminar por el más oscuro; en ese momento sentía que esconderse en la sombra era lo mejor.

Aunque la idea era caminar por todo el lugar, la oscuridad de ese pasadizo se sintió acogedor por lo que tomó asiento en el suelo de este, apoyando su espalda en la fría pared; se sentía sin aliento, sin estar agitado.

—¿Crees que estará bien?

La voz de una mujer se escuchó en el pasillo de al lado, tal parecía que esos lugares eran más frecuentados por las empleados del castillo de lo que pensó. Se mantuvo en el mismo lugar, después de todo solo deseaba quedarse ahí y estaba seguro que no lo verían.

—No lo sé —respondió un hombre, por la voz de ambos dedujo que eran personas de casi la tercera edad, incluyendo el tono preocupado de ambos—, me preocupa su alteza Soobin cuando lo sepa.

La mención de su nombre activó por primera vez el interés en lo que mencionan ¿saber el qué? Los pasos se escuchaban más cerca— Aigoo, me duele el corazón cuando pienso en ambos.

—A todos —la angustia en su pecho comenzó a aumentar—, tú y yo hemos sido testigos de ese inocente amor, me duele que su majestad Yeonjun haya tomado esa decisión.

—Igual, pero puedo comprenderlo un poco, su decisión.

Su pecho comenzó a agitarse por la mención del peli-gris, no por la dulce atracción que siente por este, no, esta vez siente miedo de seguir escuchando lo que ambos dicen— Aún recuerdo cuando se conocieron, Yeonjun regañó a su alteza por no darle nueces de manera uniforme a las ardillas.

—Y su alteza estuvo todo el tiempo sonrojado por la pena y la belleza del menor.

—¡Oye!

Un pequeño Soobin de doce años saltó en su lugar por el repentino grito que lo asustó. Miró a su lado encontrándose con un niño peli-gris de grandes ojos, parecía de su edad o menor.

—Faltan esas ardillas —sentenció el desconocido.

Soobin miró hacía dónde apuntaba, unas tres ardillas cerca de un árbol— Ya no tengo nueces. —respondió apenado.

Refunfuñando, el peli-gris se acercó poniéndose al lado del pelinegro. Al tenerlo a su lado Soobin pudo apreciar los ojos completamente azules de este, le recordó al viaje que hizo con sus tíos al mar.

Ojos oceánicos.

—Debes darle a todas por igual, se pondrán tristes si las dejas de lado.

Algunos empleados que se encontraban alrededor veían la escena entre los niños con ternura. Soobin se disculpó y le aseguró que les daría lo justo a cada una, el peli-gris sonrió y terminó diciéndole su nombre.

A su mente regresó también lo emocionado que se sentía al ir a dormir, deseaba ver a Yeonjun pronto.

Sus ojos se llenaron de lágrimas; había recordado el día en que conoció a Yeonjun.

Sentía que el mundo a su alrededor se tambaleaba a pesar de no estar de pie, abrió la boca comenzando a sentir un ahogo que no podía detenerse sin importar todo el aire que inhalara; era su corazón el que se sentía ahogar.

—¿Cómo pasaron de eso a esto? —la voz de los adultos se hizo más fuerte y clara, debían estar en la entrada del pasadizo a ese punto— Con su alteza sin memoria y con Yeonjun yéndose lejos.

¿Yeonjun... se había ido?

Quería levantarse, preguntarles sobre ello y saber más, pero su cuerpo no reaccionó y se mantuvo en el mismo lugar. Su cabeza dolía pero no más que su pecho, sentía una gran ola golpear su mente y no sabía qué hacer para que se detuviera.

—Honestamente él ha sido fuerte, no me imagino el dolor de ver a la persona que amas y que no te recuerde —a este punto, las lágrimas caían sin cesar y el dolor aumentaba en su pecho aumentaba, un dolor de sentimientos, no físico—, además de sentirte culpable al haber ayudado a que eso pasara.

¡No! Yeonjun no hizo eso quiso decir a gritos, no porque estaba en negación, sino porque algo en su interior le aseguraba ello.

—Sabemos que es así, pero ojalá él pensara igual.

Varios memorias se acumulaban en su mente, tantas que no podía concentrarse en ninguna en ese momento; su mente solo se concentraba en la aparente ida del peli-gris.

Intentó lo mejor de sí para controlar su respiración, hizo esto por tanto tiempo que no se dio cuenta que las personas de antes ya no estaban hasta que logró ponerse de pie apoyándose en la pared. Antes de dar el primer paso su llanto desgarrador por fin salió, su corazón parecía querer sacar una tristeza profunda que ha mantenido por mucho tiempo.

—Yeonie... cariño —habló casi sin volumen, su garganta dolía por el llanto.

El anhelo del que no fue consciente en todo el tiempo que no estuvo en Iceost comenzaba a salir, su corazón anhelaba a Yeonjun con una intensidad desgarradora; la idea de que se hubiera ido lo rompía.

Tomando ese anhelo volvió a recuperar un poco de fuerza, comenzó a avanzar para comenzar a correr lo más rápido que pudiera. El remolino de sentimientos y dolores le hacían sentir que todo a su alrededor estaba en cámara lenta, se dirigió hasta el tercer piso dónde se sabía que se encontraban los aposentos de Yeonjun. Una vez terminó de subir los escalones, se detuvo unos segundos ya que el miedo lo invadió.

—¿Su alteza? —Soobin miró hacía atrás encontrándose con ChangBin, este le miró confundido al verlo en ese estado.

Le ignoró y retomó su andar, corrió hasta la puerta del lugar y el dolor en su pecho aumentó al no ver a los guardias frente a la puerta. No se detuvo y empujando con sus manos abrió las puertas de golpe.

Miró a su alrededor en busca del menor, las lágrimas volvieron a acumularse al darse cuenta que sus cosas faltaban, el lugar estaba casi vacío a excepción de algunos muebles y la cama, estos tapados con sábanas blancas.

—¡Cariño! —gritó con todas sus fuerzas, el eco en el lugar lo torturó al no recibir respuesta alguna— ¡Yeonjun!

El llanto volvió sin poder controlarlo, giró viendo a su alrededor, deseando que fuera una jugada de su cerebro dañado pero no lo era.

ChangBin lo miraba desde la puerta, sus ojos se llenaron de lágrimas al ver a su amigo tan destrozado; Yeonjun se había ido a media noche.

Vacío, dio unos pasos acercándose a la repisa en la pared de enfrente y su dolor aumentó, si es que esto era posible.

Ahí se encontraba una esfera de nieve, aunque esta parecía no tener nada más que el agua y los copos, al agitarla los copos formaban una bella imagen, era una esfera encantada que formaba a una pareja bailando bajo una suave lluvia de nieve.

Soobin la recuerda bien, él mismo se encargó de hacerla y la hizo cuando se comprometió con Yeonjun; cuando le pidió ser su esposo y este dijo que sí.

Ambos estaban juntos en el bosque, en el mismo lugar dónde se conocieron, habían terminado de alimentar a las ardillas y Yeonjun se encontraba acariciando a una ardilla blanca, nube es su nombre, junto al peli-gris la criaron, es de ambos, era la misma que vio en sus primeros días en su regreso.

Cuando Yeonjun seguía distraído, Soobin se hincó junto a la piedra en la que el menor estaba sentado. Al darse cuenta de lo que el mayor hacía, Yeonjun lo miró un poco confundido, poco duró esto cuando con manos temblorosas Soobin sacó una pequeña caja de cristal que al abrirla reveló un anillo hermoso, el mismo que su madre alguna vez portó. Esa tarde fue de las más felices para ambos, sin querer una sonrisa llena de lágrimas se formó al recordarla.

Su cuerpo no pudo aguantar más, tanto el dolor emocional como físico había llegado a un extremo casi sin retorno. Sus ojos se cerraron al mismo tiempo que su cuerpo caía en el frío suelo, solo logró escuchar a alguien gritando su nombre ¿era Yeonjun?

No, no lo era, él se había ido.

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Me se hizo chiquito el corazón, otra vez, editando esto

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