Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

THREE | GREYBACK


•*¨*•.¸¸☆*・゚•*¨*•.¸¸☆*・゚•*¨*•.¸¸☆*・゚•*¨*•.¸¸☆*・゚


Louise odiaba el calor del verano casi tanto como se odiaba a sí misma. Su piel pegajosa por el sudor no ayudaba mucho a su mal humor pre-lunar, y desde el terrible fallo con la milagrosa Poción Matalobos no había dejado de empeorar para todos a su alrededor. Ni si quiera Lyall o Remus sabían como animar su demacrado carácter, así que la dejaban encerrarse en su cuarto durante horas y saltarse la cena si no se sentía bien.

— Tengo buenas noticias — dijo Remus. Louise giró el tenedor entre sus dedos, mirando fijamente el trozo de brócoli en él. En la semana previa a la luna llena, tan solo quería comer carne. Carne poco hecha. No asqueroso brócoli cocido—. El profesor Dumbledore me ha ofrecido el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras.

— ¿Profesor en Hogwarts? — repitió Lyall—. Pero, tu condición...

— Tendré toda la poción que necesite — aseguró, centelleante de felicidad—. No tendré que preocuparme del dinero, y nadie tiene que enterarse de mi condición. ¿No es maravilloso?

Louise había dejado de escuchar a partir de ahí. Sus oídos pitaban, y su sangre se aceleró. Trató de mantener un rostro tranquilo aunque estuviera apretando la mandíbula con tanta fuerza que dolía.

— Lou, ¿no te alegras? Remus será profesor en Hogwarts.

— Maravilloso.

Sonó demasiado brusco. Remus borró su sonrisa, mirando detenidamente a su prima. Apretaba los puños bajo la mesa, y evitaba mirarle. Estaba enfadada. Muy enfadada.

— Es una gran oportunidad para mí, Louise — dijo, manteniendo un tono calmado. Lyall miró a ambos como si fueran un partido de Quidditch—. Un trabajo estable, bien pagado y con la poción...

— Ya te he escuchado — cortó, bastante maleducada—. Deja de repetir que vas a ser súper feliz en Hogwarts. Ya no tengo hambre.

— Pero, Lou, no has comido nada — murmuró su tío—. Prueba un poco del puré, está...

— ¡Me da igual el estúpido puré! — bramó—. ¡No pienso probar ni un solo bocado más de esa mierda!

— Louise, no le hables así a tu tío — pidió con cierta tensión Remus. Él también estaba bastante irritable por la luna, pero Louise definitivamente más.

— ¡No te metas tú, Remus! — señaló con el tenedor—. Eres el que menos debería estar hablando.

— Estás siendo muy maleducada, baja ese tenedor y habla bien — exigió. Louise tiró el tenedor al suelo con fuerza—. ¿Qué demonios te pasa, Louise? Recoge el tenedor.

— Oblígame — desafió. Lyall suspiró pesadamente, y recogió él mismo el tenedor. Remus no pareció muy contento con eso.

— No recojas lo que ella tire por una rabieta, tiene que dejar de comportarse así — exclamó algo molesto.

— Louise no está pasando por un buen momento, y es casi luna llena — recordó—. Ve arriba a descansar, cariño, si después estás más tranquila podemos comer algo que te guste más. He olvidado que querías carne y no te gusta el puré.

Arrastró la silla creando un ruido molesto que afectó mucho más a los oídos sensibles de Remus, y se puso en pie. De inmediato, Remus se puso en pie también.

— ¡Siéntate ahora mismo, Louise! ¡Si mi padre te consiente yo no voy a permitir que te comportes como una niña malcriada! — gritó—. ¡Siéntate y compórtate acorde a tu edad!

— ¡Remus, para! — pidió Lyall, aunque ambos le ignoraron.

— No eres nadie para estar dándome lecciones — espetó—. Así que déjame en paz de una vez.

— Soy tu primo, y estoy a cargo de ti — recordó—. Así que siéntate y pide disculpas a tu tío.

— ¡Eres insoportable, deja de comportarte como si fueras mi padre! — recriminó—. ¡Me largo de aquí!

— Te he dicho que te sientes, Louise — dijo, más serio. Rodeó la mesa cuando ella trató de salir del comedor, y se puso frente a ella. Lyall se levantó, preocupado por el rumbo de la pelea—. La luna no es justificación de que estés siendo tan maleducada.

— Déjame pasar — trató de rodearle, pero no la dejó—. ¡Que me dejes pasar, Remus!

— ¡No! ¡Siéntate de una maldita vez y pide disculpas! ¡Deja de arruinar cada cena solo por tu estúpido comportamiento!

— ¡¿Yo arruino la cena?! — se señaló, dejando salir una risa irónica—. ¡Has sido tú y tus estúpidas "buenas noticias"!

— ¿Todo esto es porque tengo un buen trabajo después de tantos años, eh? ¡Merezco esta oportunidad, merezco ser feliz al menos una vez en mi miserable vida!

— ¡Y me vas a terminar de arruinar la mía! — señaló—. ¡Tendré que ver tu maldita cara todos los días, ver como tú vas a estar más sano cada mes mientras yo acabo en la enfermería destrozada!

— ¡No es mi culpa que tú no puedas tomar esa poción, Louise! ¡No voy a rechazar esta oportunidad solo porque tú no puedas!

— ¡CLARO QUE ES TU CULPA! — chilló, furiosa—. ¡SIEMPRE HA SIDO TU MALDITA CULPA! ¡TÚ ME HICISTE ESTO, TÚ ME HAS ARRUINADO LA VIDA!

— ¡Fue un accidente, Louise, por favor dejad de discutir! —Lyall trató de meterse para mediar, pero era imposible a esas alturas.

— ¡¿Entonces debo vivir el resto de mi vida de manera miserable como castigo, eh?!

— ¡Es lo mínimo que te mereces por hacerme esto! — se señaló la cara. Sus cicatrices se marcaban más por su rabia—. ¡No es justo que el monstruo que me destrozó la vida tenga la oportunidad de ser feliz mientras yo sufro! ¡No es justo, no lo es!

— ¡¿Crees que yo decidí esto también?! ¡¿Crees que me gusta ser lo que soy?!

— ¡Me importa una mierda si te gusta o no!

— ¡Entonces cierra la maldita boca, Louise, porque no sabes nada!

— ¿Que no sé nada? — rio—. ¿Sabes la diferencia entre tu situación y la mía, Remus? Que tú no tienes que ver a Greyback todos los días pasarte la ensalada en la cena, y yo ahora tendré a mi Greyback dándome clases hasta en el único lugar en el que puedo dejar de verle. ¿Cómo se sentiría si yo ahora te le trajera, eh? Apuesto a que no podrías mirarle a la cara como yo miro la tuya cada día de mi asquerosa vida.

Remus alzó el brazo, dispuesto a golpearla, pero Lyall le detuvo sujetando su brazo y tirando de él para alejarle.

— ¡Por favor, parad, parad! — suplicó su tío.

— ¡No eres más que una niña que no sabe lo que dice! — bramó—. ¡Mi padre te ha consentido demasiado, y aún así eres una malagradecida!

— ¡Remus, cállate de una vez! — exigió Lyall.

— ¡Seguro que tiene mucho que decir! — animó Louise, roja por la furia—. ¡Presumir de como será súper feliz en el castillo con su excelente trabajo y poción milagrosa mientras yo estoy en una casa abandonada aislada del castillo! ¡Vamos, Remus, seguro que te mueres de ganas de restregármelo por la cara!

— ¡Louise, a tu cuarto, ya! — gritó su tío. Lanzó una última mala mirada a su primo, y subió con fuertes pisadas a su habitación. Escucharon el portazo desde abajo, y como algo se rompía arriba—. ¡¿Has perdido la cabeza, Remus?! ¡Ibas a pegar a Louise!

Solo cuando dijo eso, Remus pudo ver algo a través de su enfado. Se relajó respirando pesadamente, y se dejó caer en una silla. Tomó aire, tranquilizándose a sí mismo como había aprendido con el paso de los años, y el arrepentimiento llegó a él.

— He perdido los papeles, lo siento, papá — suspiró. Lyall le dio una pequeña palmada en la espalda, y le guió hasta el sofá para que pudiera sentarse y relajarse. Fue a la cocina, y cuando volvió con algo de agua su hijo lloraba desconsolado—. Y-Yo le hice eso, ella tiene razón.

— No era Louise quien hablaba, era su licantropía — murmuró, dándole el vaso con agua. Las manos de Remus temblaban tanto que casi lo deja caer—. Ella te adora, Remus. Están siendo unas semanas muy duras después de lo de la poción, y escucharte decir eso ha sido como estallar al fin su rabia acumulada.

Aún así, Remus sollozó. Miró sus manos, las que se transformaban en garras cada luna llena, y recordó fugazmente el cuerpo ensangrentado de Louise suplicando que se detuviera. Recordó sus gritos, sus ruegos. Recordaba todo a la perfección, como si su subconsciente quiera que recordara aquel día una y otra vez cada vez que se acercaba la luna llena.

— Ella me ve como un monstruo. Y no puedo culparla.


•*¨*•.¸¸☆*・゚•*¨*•.¸¸☆*・゚


Cuando despertó, Remus se había ido. Lyall le explicó que había decidido alejarse temporalmente para poder preparar su nuevo trabajo. Ella sabía que era por lo que había dicho la noche anterior. Como le comparó con Greyback. Como le dijo que era un monstruo.

Cuando agosto terminó y pasó su última luna antes de entrar a Hogwarts, se preguntó si Remus había rechazado el trabajo por ella. No había vuelto a saber nada de él desde la pelea, y se arrepentía cada día que no le veía en el jardín leyendo literatura muggle con una taza de chocolate caliente.

Subió al tren a paso tranquilo, viendo cada una de las reuniones de viejos amigos, y buscó un lugar vacío. Nadie la dejaría sentarse con ellos, así que avanzaría hasta el fondo para que nadie tuviera que sentarse con ella. Estaba demasiado agotada por la luna llena del día anterior como para sentirse mal por eso también.

Se acomodó en la esquina, arropada con su abrigo, y suspiró mirando las vías por la ventanilla. Si saltara por ahí... 

— ¿Está ocupado? — solo hacia falta mirar a la persona que preguntaba eso para que se fueran—. Oh, hey Lupin.

Hizo una mueca cuando vio a uno de los gemelos Weasley. No sabía cual. Tal vez fuera al que golpeó con un bate en segundo, o al que casi tira de la escoba en tercero. A lo mejor eran el mismo, porque no era capaz de diferenciarlos. Durante primer año, cuando aún eran amigos, podía diferenciales. Ahora era imposible para ella saber si tenía delante a Fred o a George.

— Hola.

— Entonces, ¿ocupado o vacío? No encontramos más.

Lo dudó.

— Vacío — suspiró al fin. El chico sonrió, y se giró para llamar a alguien.

— ¡Lee, George, aquí hay sitio!

Entonces ese era Fred. Miró atentamente como los dos chicos llegaban con bastantes golosinas en brazos, y se detenían al verla ahí. El moreno susurró algo a Fred, y este susurró algo de vuelta.

— Creo que Angelina tenía sitio en su compartimento — comenzó Lee, usando un tono amable bastante falso. George le dio un codazo, y compartieron una mirada silenciosa. El pelirrojo alzó las cejas señalando ligeramente en su dirección, y el de rastas negó apresuradamente—. Vamos, están aquí delante. Estábamos buscándote para decírtelo, Fred.

— Genial, vamos.

Y se fueron. Volvió a quedar en silencio, y simplemente comenzó a acomodarse para dormir. Estaba agotada, y el rechazo obvio de esos tres idiotas no era nada que pudiera empeorar aún más su día. O su semana. O su vida en general.

— ¿Ocupado?

Levantó la cabeza de golpe al reconocer la voz. Remus estaba ahí, viéndose tan demacrado como ella, o tal vez un poco más.

— Primo Remus — balbuceó. Se puso en pie, tirando al suelo el abrigo, y le rodeó en un abrazo bastante apretado. Se vio genuinamente sorprendido por su acción—. L-Lo siento mucho, no quise decirte nada de eso, te quiero m-mucho, yo soy la idiota malcriada.

— Claro que no, Lou, siento yo haberme comportado así sabiendo que estabas mal — suspiró, dejando caer sus hombros como si estuviera más aliviado—. Soy el adulto responsable y me comporté peor que tú. Perdóname.

— Perdonado, ¿vas a volver a casa entonces? — se separó de él, mirándole con cierta súplica. Remus sonrió cálidamente, metiendo su maleta de mano en el portaequipajes.

— He encontrado un sitio decente, creo que era ya hora de salir del nido — bromeó. Louise suspiró, volviéndose a sentar en su esquina—. ¿Qué haces aquí sola, y tus amigas?

La sonrisa de Louise tembló. No había pensado bien en qué haría si Remus realmente había aceptado el trabajo, porque vería de inmediato que todas esas historias que contaba por cartas eran mentira. No tenía amigos, no estaba en el equipo de Quidditch y definitivamente no se llevaba bien con sus compañeros de casa después de la inmensa cantidad de puntos que perdían cada año por su culpa. Tal vez no se daría cuenta si comenzaba a sentarse en clase cerca de Angelina, y en el Gran Comedor también. 

— Deben estar saludando a más gente, ya sabes — restó importancia—. Angelina tiene que estar con los gemelos, vendrá más tarde.

Remus se sentó a su lado, e imitando su acción se cubrió con la capa y comenzó a dormitar. Louise suspiró, mirándole descansar, cuando la puerta volvió a abrirse. Apenas abrió los ojos porque sabía que eran el trío problemas. Potter, Granger y Weasley. 

— No os preocupéis por mí, voy a dormir todo el viaje igualmente — bostezó, y volvió a cerrar los ojos.

No podía importarle menos una conversación entre esos tres, así que se durmió por el agotamiento. La noche anterior había sido bastante complicada, y había despertado en lo más profundo del bosque junto a un riachuelo que le había dejado un frío espantoso por todo el día. Su tío Lyall había tratado toda clase de hechizos para hacerla entrar en calor, pero aún así sentía escalofríos de vez en cuando.

El tren se agitó un par de veces, apenas despertándola unos segundos antes de volver a dormir. La próxima vez que abrió los ojos, Harry Potter estaba tirado en el suelo inconsciente y todos se veían aterrorizados. Su primo tenía la varita en alto, y miraba a los tres chicos con preocupación. Estiró los brazos, bostezó, y miró a Remus. 

— ¿Qué ha pasado aquí?

— Dementores — explicó escuetamente su primo, guardando su varita y sacando chocolate de su abrigo—. Buscaban a Black. ¿Te encuentras bien, Louise? No sé si estabas dormida o inconsciente como Harry.

— Dormida — bostezó—. Siempre me pierdo lo más emocionante. 

Remus rio, repartiendo chocolate, y ella aceptó un buen trozo. El nuevo profesor se sentó a su lado, pendiente del despertar de Harry. Podía ver nostalgia en sus ojos, probablemente recordando a sus fallecidos amigos. Ciertamente Harry era idéntico a James.

— Voy a cambiarme de ropa — comentó, cansada de mirar a Potter. Cogió su uniforme, y fue hacia el baño. Nadie la saludaba al pasar. Tampoco cuando entró y vio a varias compañeras Gryffindor. Solo cuando al fin salió de un cubículo completamente cambiada y se topó con Penelope Clearwater y su insignia de Premio Anual, cayó en cuenta de algo: estaba en quinto, y ella no era prefecta. ¿Cómo iba a serlo, con su historial? Aún así, se sintió algo decepcionada. Remus y Lyall habían sido prefectos, y ella no. No podía usar la licantropía de excusa en ese caso.

— ¿Esa cicatriz es nueva, demente?

— Lo que es nuevo es el apodo — se giró para dar la cara a la chica que había dicho eso. Bonnie Hilton, por supuesto. Slytherin, purista, bully en sus ratos libres. Disfrutaba de hacerle la vida imposible a todo aquel que no encajase con su ideal de persona normal, y ese ideal no incluía una cara pintada de cicatrices—. ¿Nuevo corte de pelo? Te hace la frente bastante grande. ¿Siempre ha sido así o son esas dos cortinas de pelo estático las que la hacen destacar más? 

— ¿Tú hablando de aspecto físico? No me hagas reír, Lupin — aún así, se veía algo irritada por su comentario—. Tu cara debería ser un cartel de Halloween.

— Y la tuya la de un cartel de circo, pero ninguna tenemos el protagonismo que merecemos — se encogió de hombros, y salió sin más del baño. Discutir con Hilton era una pérdida de ingenio y tiempo. 

Sin embargo, cuando creía que iba a volver tranquila al compartimento, volvió a toparse con la molesta cara de uno de los gemelos Weasley. Y sí, seguía sin tener ni idea de cuál era cuál. Antes podría haber recordado que Fred llevaba un jersey marrón y George uno beige, pero con el uniforme era caso perdido.

— Oh, hola Louise — sonrió, hablando bastante rápido. Entrecerró los ojos—. Oye, siento lo de antes en el compartimento. No es que no quisiéramos sentarnos contigo, ¡me encantaría! Digo, nos encantaría pero Angelina ya nos estaba guardando unos sitios y...

— No es la gran cosa, Weasley.

— Bueno, ha sido bastante...

— Grosero — completó—. Tal vez busques esa palabra. O irrespetuoso, creo que también sirve. 

Se vio horriblemente avergonzado, y se sintió algo mal por estar actuando como una perra.

— No era nuestra intención, de veras — murmuró. Al agachar la mirada, pudo jurar que se trataba de Fred.

— Pasado pisado, tampoco ha sido para tanto — restó importancia—. Me olvidaré mañana de eso, no es que me vaya a quitar el sueño. Tal vez deberías recomendarle a tu hermano George que mejore su cara de póker antes de tratar de huir de una situación incómoda. Nos vemos, Weasley.

Cuando volvió por el pasillo dándole la espalda, sus hombros de hundieron con derrota. No, él no era Fred. Y no, tampoco trataba de huir de ese compartimento. 

Volvió hasta su hermano arrastrando los pies, repitiendo una y otra vez en su cabeza la conversación, y simplemente se dejó caer en su anterior sitio junto a Fred. Las chicas no estaban, tampoco Lee, así que debían estar cambiando sus túnicas o cotilleando con más personas lo recién ocurrido con los dementores. En su lugar, estaba su hermana Ginny comiendo chocolate.

— ¿De dónde has sacado el chocolate? 

— El nuevo profesor ha pasado por aquí — explicó Fred, también con dulce. Le extendió un trozo—. ¿Todo bien, Georgie? Te ves fatal. 

— ¡Nada está bien por culpa de Lee! — bufó resignado—. Louise Lupin ahora cree que soy un grosero y un irrespetuoso que no sabe poner cara de póker. ¿Qué es el póker y por qué tiene cara?

— Suena mal — admitió Ginny—. ¿Quién es Louise Lupin? 

— La chica loca que le gusta a George desde que le pegó una paliza con un bate y le trató de tirar de una escoba a más de veinte metros de altura — se burló—. He tratado de ayudarte hoy con lo del compartimento, no me pidas milagros.

— ¡¿La que está llena de cicatrices?! — exclamó Ginny con sorpresa. George asintió—. Dicen que golpeó a Oliver Wood. 

— Totalmente cierto. Fue alucinante.

— También que se escapa por las noches y sale al bosque.

— Probablemente también — se miraron entre sí. Jamás admitirían que habían comprobado eso en el mapa.

— ¿También es verdad que gritó a Lockhart y a Trelawney?

— Sí, y sí — afirmó George—. Y a Hooch le dijo que se metiera su silbato por el culo cuando la pitó una falta. 

— Está completamente loca — balbuceó Ginny, asombrada.

— ¿No es genial? — suspiró George. Fred y Ginny compartieron una mirada—. Hoy me atrevo a hablarla, y lo arruino. Además, me ha confundido contigo. Ni si quiera sabe reconocer mi cara correctamente.

— Tira la toalla —aconsejó Ginny. Fred negó.

— No escuches a Ginny, ¡tenemos que volver a intentarlo! — aplaudió—. Nuevo plan, George. ¿Qué tan enfadada estaba por lo de antes?

— Parecía que la daba bastante igual, me ha dicho que se olvidará mañana.

— Uff — rio Ginny—. O le ha cabreado muchísimo, o de verdad no le importas ni para acordarse de que la has ofendido. 

— Cualquiera de las dos es horrible — escondió la cara entre sus manos, derrotado—. ¡¿Por qué no seguimos hablando con ella cuando la conocimos en primero?!

— Porque estaba como una puta cabra — recordó Fred—. Empezó a dar miedo cuando llegaba con heridas y te gritaba por nada. Snape le llegó a quitar cien puntos en un solo día. ¡A ti te golpeó con un bate y estuviste una semana con el ojo morado, por Merlín!

— Le quité la escoba que tenía en la mano un día que estaba de mal humor.

— ¿Por qué hiciste esa estupidez si ya sabías que estaba loca? — preguntó curiosa Ginny.

George se sonrojó.

— Quería que me prestara atención. 

— Oh, Merlín. Eres un caso perdido, George.

La puerta del compartimento se volvió a abrir, esta vez revelando a Ron, Hermione y Harry. Se sentaron en los huecos libres, y comenzaron a explicar lo que había pasado. Al parecer, el nuevo profesor había ahuyentado a los dementores mientras Louise Lupin dormía como un bebé y Harry se desmayaba.

— Creo que es familia de Lunát-Lupin — se corrigió a sí misma Hermione—. R. J. Lupin, estaban juntos en el compartimento dormidos cuando entramos.

— ¿Su padre? — trató de adivinar Ginny—. Aunque se veía muy joven para tener una hija de quince.

— Dieciséis — corrigió George—. Ella nació en noviembre, es un año mayor que nosotros.

— Tal vez sea su hermano — se encogió de hombros Fred—. Ya sabes, George, a ganarte al nuevo profe.

— Cállate, idiota — codeó—. ¿Entonces es su padre o algo así?

— Comparten apellido y se conocían — dijo Ron—. Y tenían cicatrices los dos.

— Las cicatrices no son hereditarias, Ron, qué tontería.

— Lupin nos contó que una bestia la atacó cuando era pequeña — dijo Fred, señalando su propio rostro para explicar que se refería a sus cicatrices—. Tal vez el profesor trató de salvarla y acabó herido también. 

Tenía sentido para todos ahí. El tema de conversación cambió de nuevo a los dementores, y mientras reían de lo asustado que estaba Draco Malfoy, creyó ver a Louise Lupin y al nuevo profesor pasar hablando delante de su compartimento. No se parecían en casi nada, solo en que sus rostros estaban llenos de cicatrices, tenían gestos cansados y el mismo tono de pelo. Probablemente eran hermanos, el profesor era demasiado joven.

Durante la cena, no pudo despegar la mirada de Louise. Apenas comió, pero fue ciertamente sospechoso verla sentarse tan cerca de Angelina y Alicia. Ellas no parecieron notarlo, pero los gemelos sí. Normalmente se sentaba al fondo, lo más cerca de  la puerta de salida, y en cuanto terminaba de cenar se largaba. Esta vez, fue junto al resto de Gryffindors. 

— Tal vez haya empezado terapia — bromeó Fred—. Así deja de estar mal de la cabeza.

— No está mal de la cabeza — murmuró, viéndola subir al dormitorio—. Solo tiene mucho carácter. 

— Ya, pues díselo al resto — se encogió de hombros—. Tardará un par de días en volver a estar completamente loca y empezar a gritar a la gente. A lo mejor vuelve a pegar a alguien. 

Sin embargo, Fred se tuvo que tragar sus palabras. Louise Lupin mantuvo la paz en Gryffindor, apenas hablando para responder preguntas en clase. George notó que se había empezado a sentar en primera fila en Pociones, también que trataba de participar más en Transformaciones. Estaba demasiado tranquila, tanto que George empezó a pensar que de verdad había acabado volviéndose loca.

La primera clase con el profesor Lupin, supuesto familiar de Louise, comenzó de un modo extraño. No había mesas, y en su lugar en el medio de la clase había un gran armario que se sacudía de un modo violento. Louise ya estaba ahí, hablando con el profesor con familiaridad. Tenía las mangas de su camisa subidas a la altura de los codos, dejando ver aún más cicatrices. Se preguntó cuántas tendría.

— Bienvenidos a la primera clase de Defensa Contra las Artes Oscuras — saludó con una sonrisa cuando vio a todos entrar. Louise se alejó, mezclándose con el resto de alumnos de Gryffindor y Slytherin. Buscó más similitudes entre el profesor Lupin y Louise, habiendo pasado suficiente tiempo mirándola como para conocer sus rasgos perfectamente. Cicatrices, pelo castaño claro, ojos marrones. El profesor llevaba ropa algo vieja, y recordaba que Louise también tenía bastante jerseys remendados. Hermanos, concluyó con seguridad. 

— ¿Alguien podría decirme qué es un boggart? —preguntó en alto, buscando participación. Un par de alumnos alzaron la mano—. ¿Alicia?

— Un boggart es una criatura que se esconde en sitios oscuros y se convierte en lo que más miedo te da — dijo. Lupin asintió.

— Muy bien, cinco puntos para Gryffindor. Lo curioso de los boggarts, como bien ha dicho vuestra compañera, es su forma. En este momento, debe estar dando vueltas sin saber qué forma tomar por la cantidad de personas que hay cerca de él — explicó. Su voz era suave, calmada, nada parecida a las palabras bruscas de Louise—. Los boggarts suelen aparecer en armarios, cajones, o alacenas oscuras. Son muy comunes en casas mágicas, o edificios abandonados. Estoy seguro de que muchos de aquí habéis oído hablar de ellos antes, pero hoy aprenderemos a enfrentarnos a ellos. ¿Alguien sabe qué es lo que más debilita a un boggart?

— ¿La luz? — fue más una pregunta.

— Eso son los vampiros, pero buen intento — corrigió Lupin, amable—. ¿Alguien más? 

— La risa — prácticamente toda la clase se giró. Louise Lupin les lanzó una mala mirada que pronto cambió.

— Correcto, cinco puntos para Gryffindor — era probablemente la primera vez que Louise conseguía puntos para su casa—. Los boggarts se alimentan del miedo, por tanto, la risa es lo que más les debilita. 

Remus Lupin comenzó a explicar el encantamiento, aunque Louise no se veía muy dispuesta a participar de nuevo. Cuando les pidió que hicieran una fila para enfrentarse uno a uno al boggart, vio a la castaña acercarse a él y susurrarle algo. Lupin negó su petición, algo que la molestó.

— Aquí viene la bomba Lupin — bromeó Angelina a sus espaldas. 

— No, Louise, ponte en la fila — escucharon. Todos estaban atentos. Fred susurró que sería un nuevo récord para Louise gritar al profesor nuevo en su primera clase con él. 

— No puedo hacerlo — dijo ella.

— Claro que puedes, ponte en la fila — repitió—. Es un boggart, Louise.

— ¿Quieres acaso que todos vean como mi boggart se convierte en una jodida luna? —se inclinó, sabiendo que había oídos atentos—. No quiero atraer sospechas, menos cuando este curso se profundiza en el estudio de los licántropos. 

— ¿Estás segura de que será una luna? — preguntó, bajo. Ella asintió—. Entonces puedes planear ya en qué quieres que se convierta cuando aparezca. Ponte en la fila.

Quiso replicar. Quiso gritarle, largarse de esa clase y después volver para gritarle de nuevo. Pero no podía. Tomó aire como había practicado con Lyall esos meses, y calmó un poco su repentina rabia. Remus sonrió al verla volver a calmarse, y viajar hasta la fila sin seguir discutiendo.

— ¡Bien, empecemos!

Los alumnos pasaban de uno en uno, y las risas creaban un ambiente ligero. Vio arañas, serpientes, cucarachas, momias y payasos. Algunos se asustaron de verdad, y tuvieron que repetir varias veces el hechizo. Cuando ella acabó frente al boggart con la varita en alto, miró a su primo. Él asintió, dándola ánimos, y esperó a que esa criatura tomara la forma de aquello que más temor la causaba. Giró en el aire, y cuando al fin se materializó, quedó paralizada.

No era una luna llena. Remus en su forma lobuna estaba frente a ella, avanzando como una bestia a punto de abalanzarse sobre su presa. Recordó aquella noche de noviembre, cuando al despertar encontró a ese mismo monstruo acechando su cama a punto de atacarla. Recordó su pánico, su desesperación por huir de sus garras, el dolor de sus rasguños y mordidas. 

— Ri...Riddikulus — balbuceó, viendo al animal acercarse a ella. De sus garras caía sangre, y sus ojos ámbar la miraban con hambre—. ¡Riddikulus!

El lobo se convirtió en un peluche, pero ella seguía paralizada. Buscó con la mirada a Remus, pero había ido al frente de la clase para guardar al boggart en el armario y quitar la alegre música de fondo que había puesto.

— La clase se acaba aquí — dijo—. Buen trabajo, chicos. Veinte puntos para Gryffindor y veinte para Slytherin. Podéis iros.

Uno a uno, todos se marcharon. Algunos se quejaban por no haber podido enfrentarse ellos mismos al boggart, pero pronto el aula quedó vacía. Louise no se movió de su sitio, atenta a la espalda de su primo. Guardaba varios papeles, y se negaba a mirarla.

— Lo siento.

— Deberías ir a tu siguiente clase, Louise — dijo, con un tono sereno—. Llegarás tarde.

— Lo siento mucho — repitió. Remus se apoyó en el escritorio, soltando un pesado suspiro.

— No es tu culpa — susurró—. Si hay un culpable aquí, soy yo. Ve a tu siguiente clase.

Avanzó hasta él, queriendo apoyar una mano en su espalda, pero se apartó. Retrocedió, dolida.

— Creí que sería la luna — insistió. Remus se incorporó, mirándola al fin. Recorrió sus cicatrices con la mirada, pero no fue capaz de sostener su mirada—. No me das miedo, Remus, te lo prometo, no sé por qué el boggart ha hecho eso.

— Está bien, Louise — intentó sonreír—. Ve a tu clase. 

Louise apartó la mirada. La culpabilidad, el miedo, la ansiedad trepó por ella.

— Tengo miedo — admitió—. No quiero ir con el resto. ¿Y si alguien se ha dado cuenta de que no era un lobo normal? Lo sabrán, ¡lo van a saber todos! ¡Te dije que no quería enfrentarme al boggart porque lo averiguarían! ¿Por qué nunca me haces caso?

— Nadie se enterará — dijo—. Por favor, Louise, vete a tu siguiente clase. 

Louise respiró hundo, pero había demasiado pasando por su cabeza como para ir como si nada a su siguiente clase.

— Claro, me voy como si nada — ironizó—. Entonces en la próxima luna llena desapareceré, volveré con nuevas heridas y entonces habrá alguien que recuerde como los hombres lobo se reconocen y comportan, y estaré acabada. 

— ¡¿Crees que no sé el riesgo que tiene todo esto, Louise?! — bramó, enfrentándose a ella al fin—. ¡¿Crees que no tengo miedo de ser atrapado también?! ¡En cuanto nos reconozcan a alguno de los dos, el otro caerá también! ¡Seré despedido, y tú probablemente expulsada!

— Me harían un favor — musitó—. Así cuando jamás logre conseguir un trabajo será porque no tengo estudios y no porque soy una bestia.

— No sabes lo que estás diciendo, Louise, ve a tu siguiente clase.

—  ¿Crees que me creo todas esas mentiras que dice Lyall? No tengo futuro, soy una bestia incontrolable para el mundo mágico. No podré estudiar lo que quiera, trabajar en el ministerio o tener una familia  —  acomodó la mochila en su hombro— . Estoy harta, me largo.

—  ¿Dónde vas? Tienes clase ahora.

— ¿Importa? —  rodó los ojos. Al salir al pasillo con Remus pisando sus talones con un enfado palpable, se cruzó con Snape. Les miró en silencio, aunque su mirada se detenía con especial disgusto en su primo—. Ah, sí, la poción milagrosa —  espetó. Rodeó al profesor de pociones, y siguió los pasadizos esperando perderse en algún lugar.

Tiró la mochila al suelo cuando llegó a un aula abandonada cerca de la Torre Ravenclaw, y quiso gritar. Al igual que como solía hacer cada luna, todo lo que se cruzaba en su camino acababa tirado a un lado. Nadie sería capaz de escucharla desde esa distancia, así que gritó, lloró y volvió a pensar en saltar por la pequeña ventana de la esquina. No solo estaba sola, sino que además corría el peligro de arruinar un poco más la vida de su primo por accidente.

Se sentó en una esquina, y en silencio dejó que anocheciera.



 ✧ » ◇ « ✧ » ✦ « ✧ » ◇ « ✧

✧ » ◇ « ✧ » ✦ « ✧ » ◇ « ✧



Volvemossss ya he terminado exámenes así que volvemosss

Mi Lou es inocente, es solo su ciclo lunar la que la hace así de borde :((


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro