PROLOGUE
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— ¿Estás completamente seguro de esto, Remus? Solo será esta noche, pasaremos por la mañana a por ella.
Ojeroso, pálido y con una barba sin arreglar, Remus asintió. La niña que se abrazaba a su pierna con ilusión agitó la mano a modo de despedida para sus padres. Ambso adultos sonrieron ante la imagen.
— Lou, cariño — su madre, una elegante bruja que aún conservaba su insignia de Premio Anual Slytherin, se agachó a colocar el lazo de su pelo—. El primo Remus te va a cuidar hasta que papá y mamá volvamos, ¿sí? Pórtate bien, porque el primo lleva unos días malito.
— ¡Sip! — rió cuando besó su frente, dejando un poco de labial rojo. Hacía pocos días había cumplido cuatro años, y aunque su primo no pudo ir a la fiesta al fin podía verle. No asistió tampoco a la fiesta que su familia había organizado para celebrar que el mago malvado se había ido, pero estaba feliz de tenerle ahí.
— Disfrutad la noche — sonrió débilmente, haciendo un esfuerzo para cargar en brazos a la niña. Su tío John, el hermano gemelo de su padre Lyall, le dio una pequeña palmada en la espalda antes de alejarse hacia el coche. Las celebraciones por la caía de Lord Voldemort continuaban incluso un mes después, y habían decidido aprovechar una ocasión especial de reunión de viejos alumnos para reír un día más por haber sobrevivido.
Su vieja casa estaba hecha un desastre, pero ordenó todo cuando supo que su pequeña prima Louise pasaría la noche ahí. Arregló la habitación de invitados con sus juguetes y una pequeña lamparita, y preparó su cena favorita. Era el pequeño alivio después de esos días de tortura. Sirius estaba en Azkaban con una sentencia de por vida, Peter, Lily y James habían muerto y no tenía a nadie en quién apoyarse. Tan solo su dulce prima Lou, a quien sostuvo en brazos cuando apenas era una bebé y a quien había visto crecer en esa horrible guerra cuando todos le dieron la espalda por su condición.
— Primo Remus — llamó, sentada en el sofá balanceando sus piernas—. ¿Tienes chocolate?
Rio por su sonrisa inocente. Sabía que su tía Sally era muy estricta con el azúcar, y también que Louise amaba los dulces. Fue a la cocina confiando en que la niña estaría bien sola en el salón, cuando tropezó con un frasco vacío. No había limpiado la cocina sabiendo que Lou no entraría en ella, y tenía demasiadas cosas tiradas por cualquier lado.
— Acónito... — leyó. A veces lo bebía para hacer que dejase de dolerle tanto ser un monstruo. Si sus tíos lo supieran, probablemente jamás habrían dejado a Louise dormir bajo el mismo techo que él.
Nagó con la cabeza olvidando eso, y volvió al salón con la niña ilusionada de probar el chocolate tras tanto tiempo.
Pasar el tiempo con una niña de cuatro años era entretenido. Hablaba mucho, tanto que agradecía las pausas en las que masticaba la cena porque había silencio. Sus tíos, John y Sally, habían sido unos orgullosos Slytherin. Ambos sangre pura, pero sin despreciar a los muggles o a los hijos de muggles. Por eso, tuvieron grandes conflictos durante la guerra. Educaban a Louise para que fuera una mujer elegante y educada, pero no dejaba de ser una niña parlanchina que amaba el chocolate a escondidas.
— Primo Remus — bostezó, arropada en la cama—. Te quiero mucho. Eres el mejor primo del mundo.
Acomodó el cabello ondulado de Louise con una sonrisa inconsciente, y vio como tras decir eso cayó en brazos de Morfeo. Dejó la luz de la lámpara encendida, y la puerta de la habitación abierta. Ella odiaba sentirse sola, y por eso si despertaba en medio de la noche podría ir a su habitación de inmediato.
Suspiró dejándose caer en su propia cama, viendo en la habitación de enfrente a Louise descansar pacíficamente. ¿Cuándo había crecido tanto? ¿Cuándo el tiempo había pasado tan rápido? No pudo asistir a la celebración de su cumpleaños hacía ya un mes por la luna llena, pero aún así no estaba molesta... Un mes. ¿Qué día era ya? Había perdido la cuenta.
Fue a la cocina impulsado por el insomnio en busca de alguno de sus calendarios lunares, pero la luz entrando a través de las cortinas le hizo detenerse de inmediato en medio del pasillo. Trató de correr para despertar a Louise y pedirle que corriera hasta la casa de los vecinos en busca de refugio, pero ya era demasiado tarde. Cayó frente a su puerta abierta, y lo último que recordaba antes de perder por completo el control de sí mismo fue ver a Louise incorporarse asustada por el fuerte ruido y mirarle con horror.
— ¡John, hermano!
Lyall abrazó con cariño a John en cuanto le vio en esa reunión de viejos alumnos. Abrazó de igual manera a Sally, felices de volverse a ver.
— Estás más viejo que nunca, hermano — bromeó, dándole una fuerte palmada en la espalda. Lyall rio.
— ¿Dónde está la pequeña Louise? Cada día está más mayor. Será una gran cazadora cuando vaya a Hogwarts.
— ¡Oh, no, será una buscadora como su madre! — rio—. Estaba muy feliz de poder pasar la noche con Remus, y creímos que le vendría bien que Lou le alegrase un poco después de lo de los Potter.
— ¿Remus, mi muchacho? — su sonrisa desapareció en un segundo. Sally hizo una mueca de miedo, comenzando a sentirse inquieta por la reacción de su cuñado.
— Él no ha tenido queja ninguna... — pálido y sudoroso, Lyall comenzó a correr hacia la salida del pequeño bar londinense. Preocupados y asustados, siguieron al Lupin—. ¡Lyall, espera! ¡¿Qué está pasando?!
— ¡Tenemos que ir a buscar a Louise de inmediato! — bramó. La luna llena iluminaba las calles como un farol—. ¡Sally, avisa al profesor Dumbledore!
—¡¿Avisarle de qué?! — chilló, sacando la varita de su bolso de mano—. ¿Mi Lou está bien?
— De que Remus puede haberle hecho daño. ¡Date prisa, Sally!
Sally se desapareció de inmediato tras convocar un brillante Patronus, y ambos hermanos repitieron la acción. La casa se veía tranquila desde fuera, aunque Lyall pasó con la varita en alto en posición defensiva. John imitó su postura, comenzando a sentir verdadero terror. No se escuchaba nada.
— Lumus.
John por poco deja caer la varita cuando por fin hubo buena iluminación. Algunos muebles estaban rotos, las cosas tiradas por todos lados y había marcas de arañazos en las paredes. En el suelo, en dirección a las habitaciones, había manchas de sangre. Demasiada sangre.
Todo el pasillo estaba manchado, como si alguien se hubiera arrastrado por el suelo. La puerta de la habitación de invitados estaba arañada y rota, y la cama donde dormía Louise empapada en sangre. John tomó con las manos temblorosas el lazo de Louise, tan manchado de sangre que parecía rojo.
La ventana estaba rota, y tras analizar las marcas de uñas Lyall supuso que su hijo había saltado por ella. Tomó de nuevo el liderazgo, y siguieron el rastro hasta el baño. Con una mirada compartida que tan solo expresaba miedo, empujaron la puerta.
— ¿P-Papá?
Justo después de decir eso, Louise cayó inconsciente, bañada en carmín y con la ropa rasgada.
— ¡LOUISE!
—¡John, Lyall! — Sally entró a la casa justo cuando John trataba de tomar en brazos a su hija. Tras ella, iban Albus Dumbledore, la profesora McGonagall y Madame Pomfrey—. ¡LOUISE!
— Avise a San Mungo con urgencia, profesora — indicó el director. McGonagall, en shock, invocó un patronus que se esfumó en segundos. Pomfrey corrió de inmediato a atender a la niña.
— Yo... Lo siento tanto — sollozó Lyall, perdiendo la fuerza en sus piernas y cayendo al suelo de rodillas frente a su gemelo. El rostro de Louise estaba irreconocible, y sangraba de varias heridas en extremidades y torso—. Lo siento tanto...
Un equipo médico de San Mungo se apareció, y tras estabilizar las heridas con vendajes salieron corriendo con ella en una camilla. Dumbledore detuvo al matrimonio.
— Señores Lupin, antes de que vayan con su hija debo advertirles de algo — lanzó una mirada al padre de Remus, deshecho en sollozos y disculpas—. Si su hija sobrevive, me temo que jamás volverá a ser la misma niña que fue antes.
— ¿E-Es por sus cicatrices? —tembló Sally, sostenida a su esposo—. No importa, es nuestra niña, son unas marcas que podremos tapar con magia.
— Señora Lupin — pronunció despacio—. Su hija ha sido atacada por un hombre lobo plenamente transformado en luna llena — separó las palabras con una lentitud tortuosa, asegurándose de que entendieran bien—. Me temo que las probabilidades son muy altas de que...
—¿Un hombre lobo? —susurró Sally, y después miró a Lyall—. ¡Remus es...! ¡REMUS ES UN MALDITO LICÁNTROPO!
La enfermera Pomfrey apareció de un chasquido, limpiando sus manos manchadas de sangre.
— Louise sobrevivirá — aseguró—. Pero ha sido rasguñada y, lo peor de todo, mordida. Tal vez me equivoque y ocurra un milagro, pero en base a mi experiencia... Será complicado, pero hay muchos métodos modernos para...
— Si muere — John alzó el mentón, mirando a su hermano gemelo con desprecio—. Será lo mejor que podría pasar. Prefiero a una hija muerta que un monstruo vivo.
— Hermano, por favor...
— Nosotros ya no somos nada — espetó—. Agradece que no os denuncie al Ministerio en este mismo momento para que maten a esa bestia que haces llamar hijo.
Sin decir más, ambos se desaparecieron.
— Es mi culpa — apretó entre sus manos el lazo de Louise—. Remus estaba tan deprimido que no debía recordar la fecha, él jamás le haría daño a nadie, mucho menos a mi sobrina. Profesor Dumbledore, se lo suplico, mi Remus es un buen muchacho...
— En este momento no es importante señalar un culpable _ dijo McGonagall, extendiendo un pañuelo al Lupin—. Sino esperar que Louise se recupere.
— Mi pequeño Remus también tenía cuatro años — lloró—. Y fue todo por mi culpa. Ahora mi pequeña Louise...
McGonagall, Pomfrey y Dumbledore compartieron una mirada cargada de lástima. El error de Lyall Lupin, la maldición de sus errores, se repetía. Dos niños condenados a sufrir de por vida por unas palabras y un furioso monstruo.
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let's go
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