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𖧧 ⁞ Capítulo 05 ༅

Maratón 4/5:

—¿De cuánto estamos hablando? — Momo pregunta en un susurro, sentada en el sofá justo al lado de Yuna.

En la pantalla del televisor una película de Disney estaba pausada mientras que se escuchaba el microondas desde la cocina, donde Nayeon se encontraba preparando las palomitas, canturreando mientras esperaba a que estuvieran listas.

—De mucho — Yuna dice abriendo los ojos, pero manteniendo el tono de voz bajo para que su madre no pueda oírla — Igual que... ¡Igual que cuando aquella chica pelirroja venía a la panadería todos los días y olía demasiado a mora!

Momo abre los ojos con sorpresa, pero una sonrisa se dibuja en su cara.

—Esto es...interesante. Tu madre no suele usar mucho perfume — Se gira para mirar bien a su sobrina y sonríe cómplice — Im Yuna, necesito que me vayas informando.

—Oh lo haré, te puedes unir a mi equipo con Felix.

Momo sonríe divertida.

—Estoy dentro.

Yuna sonríe emocionada y asiente, como si aquello probara su punto.

Para ella, todo aquello era fascinante porque por primera vez desde que ella nació, ve a su madre sentir algo por alguien más. Y si es sincera, Yuna adora a su entrenadora, la forma en la que le cuenta cosas de sus hermanas pequeñas, le enseña a jugar un deporte que le apasiona y es súper amable, divertida y pone nerviosa a su mamá.

Así que, si tiene que compartir a su persona favorita en el mundo con alguien, le gustaría que fuera con su entrenadora Jeong.

—¿Tú cómo sabías que te gustaba la chica de los tatuajes? — Pregunta entonces con curiosidad.

Momo suelta una pequeña risa, un tanto sorprendida ante la pregunta.

—Pues porque cuando la veo me siento bien y me hace sonreír mucho. — Intenta responder simple para que la pequeña castaña pueda entenderlo.

—La entrenadora Jeong hace sonreír a mamá — Exclama un poco fuerte y enseguida se tapa la boca con ambas manos — ¿Cómo te hace sonreír si no te gustan los tatuajes?

Momo vuelve a reír y niega.

—No nos tienen que gustar las mismas cosas para que me haga sonreír, pero si te soy sincera, ella cree que me gustan mucho los tatuajes.

La pequeña castaña frunce el ceño y mira a su tía con sorpresa.

—¿Pero eso no es mentir?

—No, porque los suyos me gustan mucho.

Yuna asiente y sonríe.

—¿Y qué más?

—Bueno pues también quiero pasar más tiempo con ella, ver películas juntas y esas cosas cursis que hacen en las pelis.

Yuna frunce levemente el ceño, pero sonríe con emoción, repasando mentalmente todas las películas románticas de Disney que había visto con su madre.

—¿Quieres darle besos en los labios todo el rato y que sea tu novia? — Momo sonríe divertido.

—Sí, algo así.

La pequeña asiente, procesando toda aquella información.

—¿Y cómo sabemos si mamá y la entrenadora Jeong quieren eso también?

—Pues...

—¡Las palomitas ya están! — Nayeon exclama mientras entra en la sala con el bol de palomitas entre sus manos y una sonrisa dibujada en su rostro.

Yuna y Momo se miran con sonrisas cómplices en sus rostros justo antes de que Nayeon ponga en marcha la película.

Jeongyeon se despide de los chicos que corren hasta la entrada del campo de fútbol con una gran sonrisa dibujada en su rostro. El sol alumbraba su piel y una agradable brisa bailaba a su alrededor haciendo que tomara aire, un aire que olía a césped, a sol y a la transición del verano al otoño.

Ve que todos han salido del campo de fútbol, así que se da la vuelta para encontrarse en el suelo sentada a la pequeña Yuna.

—¿Qué haces aquí? — Jeongyeon le pregunta sentándose a su lado.

—¡Esperarte! — Exclama con esa habitual sonrisa a la que Jeongyeon se acostumbraba cada vez más — Mi mamá llegará tarde otra vez.

Jeongyeon asiente, feliz de que eso sea así. Aunque quizás nunca admita eso en voz alta.

—Bueno no pasa nada, seguro que no tarda mucho en llegar.

Yuna asiente y se queda mirando al cielo azul por unos segundos, apreciando el sol de la tarde que abraza su piel, la brisa que huele a tierra mojada y las nubes que bailan a través del cielo.

—Entrenadora Jeong ¿Puedo preguntarte algo?

—Claro — Jeongyeon apoya sus manos en el césped detrás de su espalda, acomodándose para mirar a la pequeña.

—¿Cómo sabes que te gusta alguien?

A Jeongyeon aquella pregunta la toma completamente por sorpresa, pero enseguida lo disfraza con una pequeña sonrisa.

—¿A qué viene esa pregunta, pequeña?

Yuna suelta una pequeña risa y se encoge de hombros con la mayor sonrisa dibujada en sus labios.

—Mi profesora dice que una mente curiosa debe ser alimentada de respuestas, jamás hay que cerrar las puertas del conocimiento.

Jeongyeon no puede evitar soltar una leve risa ante aquella respuesta. Sin duda Yuna era una niña especial, y mentiría si dijera que con cada semana que pasa su cariño por ella no crece.

Igual son estos momentos, los pequeños minutos que tienen para hablar de cualquier cosa y oír las aventuras de la pequeña, la forma en la que ama a su madre y a esa tal Momo, igual son esos pequeños momentos que tan solo pasa con ella que le hacen sentir un cierto apego. Y puede que pensar que su madre es la mujer más preciosa que ha visto en su vida también tenga algo que ver.

—Ya veo — Jeongyeon asiente — Pues supongo que cuando sientes cosas extrañas en tu tripa que te hacen sentir nerviosa.

—¿Mariposas? — Yuna pregunta frunciendo el ceño.

—O murciélagos — Dice haciéndole cosquillas en las caderas.

Yuna se ríe escandalosamente y cuando Jeongyeon aparta las manos ella la mira con ojos brillantes.

—¿Y te hacen sonreír?

—Sí, y quieres ver tus películas favoritas con esa persona, pasar todo el tiempo posible con ellas, hacerles pequeños detalles para ver su sonrisa todo el tiempo o invitarlos a citas. — La pequeña frunce el ceño ante eso último.

—¿Citas?

—Sí — Jeongyeon entrelaza sus propias manos — Ir al cine, a restaurantes, dar un paseo por el parque, ir a ver las estrellas...

—Yo hago eso con mi mamá y Momo ¿Eso es una cita?

Jeongyeon ríe y niega.

—Tan solo es una cita cuando las dos personas se gustan y quieren que sea una cita.

Los ojos de Yuna se abren y asiente, una sonrisa divertida se dibuja en su rostro.

—¿Y quieres darles besos en la boca todo el tiempo? — La rubia ríe levemente y asiente.

—Demasiadas preguntas tienes tú. — La mira levantado las cejas y manteniendo su sonrisa.

—Estoy en una misión, quiero averiguar si dos personas se gustan.

—Toda una detective — Jeongyeon asiente — ¿Me contarás que pasa al final? Creo que me lo merezco por haber sido parte de tal investigación.

—Lo haré.

Es justo entonces que unos pasos se escuchan detrás de ellas, y cuando se dan la vuelta pueden ver a cierta chica castaña en una camiseta blanca, unos pantalones de deporte gris y su pelo recogido.

—Perdón, hoy había bastante tráfico.

Es una excusa, ambas lo saben. Pero Jeongyeon pretende que se lo cree, porque quizás disfrutan más de lo que deberían la llegada un tanto tarde de la castaña.

—No pasa nada. — Jeongyeon dice mientras se levanta del suelo.

—¡Mami! — Yuna corre hasta su madre.

—¿Qué tal ha ido pequeña? — Pregunta mientras la rodea con sus brazos.

—¡Muy bien, hoy he metido un gol!

Nayeon sonríe orgullosa y seguidamente deja un casto beso sobre su cabeza.

—Toda una jugadora profesional bebé ¿Tienes tus cosas?

—Upsss — Sonríe de manera inocente — Me las he dejado en la otra punta del campo, ahora vuelvo.

Nayeon frunce el ceño mientras la ve salir corriendo en la inmensidad del campo de fútbol, pero sin darle mucha importancia simplemente se limita a suspirar.

—Perdón de nuevo — Dice dirigiendo su mirada a la rubia.

La castaña se disculpa, porque una pequeña parte de ella se preocupa de que Jeongyeon realmente se encuentre molesta por lo tarde que siempre llegaba. Para Nayeon aquello era una de sus partes favoritas del día, llegar al campo de fútbol y compartir unos minutos con ella.

Pero no sabía si para Jeongyeon era igual, si quizás la rubia solo deseaba llegar a casa y descansar, si quizás tenía a alguien esperando por ella, si quizás simplemente estaba tomando demasiada confianza.

—Nayeon, no pasa nada — la castaña se limita a asentir.

Jeongyeon entonces se acerca a ella con una pequeña sonrisa, y una vez la tiene frente a ella levanta su mano para acariciar su mejilla.

—Tienes harina en la cara. — Susurra.

Nayeon no puede evitar morderse el labio en un intento de no cerrar los ojos con gusto ante las caricias de aquella mujer que no había abandonado su mente ni por un segundo. No sabía si debía sentir aquello, pero le resultaba imposible no hacerlo. Era tan abrumador aquello que había empezado a sentir por Jeongyeon, tan nuevo. Apenas la conocía, pero Nayeon siempre había creído en el amor a primera vista. Y sin duda alguna, algo parecido debió sentir al ver a la rubia junto a su hija.

Y todas las inseguridades, todas las cosas que podría salir mal desaparecen con el toque de Jeongyeon en su mejilla, con cada sonrisa que le dedica y con cada centímetro de distancia que corta entre ambas.

—Ya está — Anuncia, y Nayeon casi desea haber enterrado el rostro en harina si eso hacía que Jeongyeon la tocara de aquella manera.

—Gracias. — Susurra débilmente.

Jeongyeon aparta la mano del rostro de Nayeon, pero sin embargo no se mueve. La distancia entre ellas una vez más es apenas inexistente.

—Tenías razón.

—¿Eh? — La mira con el ceño fruncido.

—Las galletas, me encantaron. Probablemente las mejores que he probado nunca.

Nayeon sonríe, exponiendo su sonrisa y asiente levemente.

—Suelo tenerla.

—¿A parte de buena cocinera también eres narcisista? — Jeongyeon pregunta con una sonrisa divertida que se expande por todo su rostro mientras se cruza de brazos.

—Soy una mujer de muchos talentos, Jeongyeon — Nayeon dice con simpleza, mientras saborea pronunciar el nombre de aquella mujer tan perfecta.

Jeongyeon la mira a los ojos, y el corazón de Nayeon late con tanta fuerza que quizás el mundo entero puede oírlo.

—¿Cómo cuáles?

—Como este.

No sabe de dónde sale el impulso, pero se encuentra a sí misma tomando el rostro de la entrenadora de su hija para finalmente unir sus labios en un beso.

Un beso que al principio solo consiste en los labios de Nayeon moviéndose contra los labios quietos de Jeongyeon, pero eso cambia en pocos segundos ya que las manos de la rubia encuentran sus caderas, y sus labios comienza a moverse contra los de Nayeon en un beso tranquilo pero hambriento.

Cuando finalmente se separan con la respiración un tanto agitada, Jeongyeon abre los ojos para mirarla y una pequeña sonrisa se dibuja al ver a Nayeon con los ojos todavía cerrados.

—¡Ya estoy, ya estoy! — Yuna exclama llegando junto a ellas.

Y lo siguiente que Jeongyeon sabe es que Nayeon se aparta y desaparece antes de tan siquiera poder despedirse.

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