Los sueños de Andrómeda comenzaron a volverse cada vez más frecuentes y fantásticos con el paso de los días. Poco a poco, un hombre de ojos verdes se fue convirtiendo en el personaje principal de cada una de sus fantasías nocturnas, hasta ocupar un lugar central en su mente.

La mujer, completamente cautivada, encontraba en él la inspiración que necesitaba para dar inicio a lo que ella deseaba fuera su gran obra literaria, una obra que, con suerte, la catapultaría a la fama y la convertiría en una escritora reconocida.

Por su parte, Edén se sentía fascinado por la atención que sus sueños generaban en Andrómeda. Sin embargo, pronto esas experiencias comenzaron a carecer de la magia inicial. El hecho de que él estuviera constantemente en la mente de ella transformaba sus sueños en algo que, de alguna manera, pertenecía más al mundo de Edén que al de la propia Andrómeda.

El guardián, entonces, sintió una creciente curiosidad por conocer más acerca de la humanidad. Quería entenderla, explorarla y, tal vez, si no era un acto de locura, adentrarse en ese mundo tan fantástico que le resultaba tan misterioso y fascinante.

Impulsado por esta curiosidad, Edén decidió embarcarse en una travesía hacia lo desconocido. Por primera vez en su existencia, salió del bosque que había sido su hogar durante tanto tiempo.

Al principio, el mundo humano le pareció un lugar sumamente salvaje. Había monstruosidades por todas partes: edificios desmesuradamente altos, extraños artefactos con ruedas que se desplazaban a gran velocidad, luces cegadoras, carteles publicitarios en cada rincón, multitudes de personas caminando apresuradas, animales domesticados por doquier, comida en abundancia, aire denso por la contaminación, basura acumulada en las calles y un consumo desenfrenado.

La variedad de personas era abrumadora. Diversidad de razas, colores, tamaños, lenguas y expresiones se mezclaban de tal forma que Edén se sentía desconcertado. Cada rostro era un mundo en sí mismo, cada conversación un universo nuevo. Había personas de todas las edades, con intereses y gustos tan dispares que lo dejaban sin palabras. Y la forma en que se comunicaban, sus personalidades tan distintas y, en muchos casos, tan impredecibles, lo cautivaban aún más.

Era, sin lugar a dudas, un mundo mágico.

Sin embargo, mientras recorría ese bullicioso y extraño paisaje, Andrómeda apareció en su campo visual. La vio caminar entre la multitud, ajena a su presencia, y, como no podía ser de otro modo, Edén empezó a seguirla sigilosamente, cuidando de que ella no lo percibiera. Durante días se dedicó a eso: salir del bosque, explorar el mundo humano, buscar a Andrómeda, observar sus actividades cotidianas, acompañarla en su trayecto hasta el bosque, vigilarla desde la distancia entre los árboles, seguirla hasta su hogar, regresar a su cabaña, escribir en su diario sobre sus hallazgos y, por último, adentrarse en sus sueños para continuar, una y otra vez, ese ciclo interminable.

Sin embargo, esta decisión de Edén comenzó a tener consecuencias imprevistas. A medida que él se apartaba más de sus deberes y se sumergía en su observación de la vida humana, los espectros se multiplicaban, creciendo en número y poder. Esos seres malignos, en sus escondites oscuros, aprovechaban el descuido del guardián para recuperar su energía, fortalecerse y planear sus oscuros designios.

La soledad que rodeaba el hogar de Edén era cada vez más palpable, y ello no pasó desapercibido para aquellos que se acercaban a su morada. Curiosos e inquietos, algunos osados comenzaron a invadir su espacio, husmeando en sus pertenencias, y fue así como los espectros descubrieron la existencia de Andrómeda. Para ellos, ella representaba una oportunidad, una posible vía para finalmente deshacerse del primer y único guardián del bosque: Edén. Y entonces, la amenaza se hizo más tangible, pues los planes para enfrentarse al guardián comenzaban a fraguarse en las sombras.

Entre los espectros y los sueños, Mad-ClepGirl (Dianessa)🐧