🐺🩸 ՙ ،̲،̲ 02.
𓏧
🐺🩸... capítulo uno.
˓˓ detestable nuevo hogar ˒˒
Reviso la hora una vez más. 19.55 pm.
Suspirando, me alejo más de La Push, aunque no puedo salir totalmente de la reserva india situada en la costa. No de este sitio, jamás. Atravieso los vastos árboles, robles torcidos y de aspecto húmedo hasta entrar a la parte interior del barrio de La Reserva.
Como antes, no es que sea exactamente como Seattle, pero aquí, en la península de Olympic, al noroeste del Estado de Washington, no se puede negar que el aspecto verde que se observa en todas partes no es precioso. Todo es muy verde; los árboles, los troncos, hasta el aire de aquí se respira del mismo ambiente. El aire húmedo resulta agradable, en parte.
Lo único que me disgusta de estar en este sitio, es quedarme con mi padre y, claro, no poder irme aunque tenga posibilidad. También la idea de conocer a sus viejos amigos, de ser la comidilla de toda la reserva, de no salir de la boca de nadie..., no es de mi gusto. En Seattle solía pasar desapercibido, sobre todo porque aunque me metía en varios problemas, mi amigo Jason Drede, solía cubrirme la mayor parte del tiempo.
Era un buen amigo, pero a veces se le subían mucho los humos. Aunque fue el que más lloró en mi despedida, no sé muy bien porqué. Mis amigas, Selena y Kathy, se burlaron de él; los echo mucho en falta, en realidad.
Dirigiendo la vista al cielo, descubro un manto oscuro, sin estrellas y de aspecto tenebroso. Los cuervos de antes todavía revuelan sobre mi cabeza, me atosigan aunque con una distancia mayor que antes. Sus graznidos retozan en mi cabeza, molestan demasiado.
Elevo mi mano sobre mi cabeza con la intención de hacerlos desaparecer, pero resulta inútil. No creo que me vean tampoco así que acomodo mi cabello de mi espalda, recordando vagamente mi parecido con mi padre por el cabello. Lo detesto, pero no del todo.
Es... un tema complicado, por lo que dejo de pensar en eso de inmediato.
Pienso mejor en mi habitación que, aunque no era tan grande como la de Seattle, no resulta tan atosigante como me imaginé en un principio. No suelo ser de mucho lujo, me basta cualquier cosa. Luego recuerdo esa cajita pequeña, ese regalo de mi padre que dejé tirado en una de las esquinas de la cama. Tampoco me apetece abrirlo ahora mismo.
De repente hace bastante frío, más del que acostumbro, por lo que me estrujo los brazos sobre el pecho tratando de disiparlo lo mejor posible. Aunque cualquier intento resulta inútil porque parece calarme hasta los huesos. Vuelvo a suspirar y justo al caer delante de mi porche, es que tomo una gran bocanada de aire, quizás para darme fuerzas.
Mis manos se encierran en puños, intranquilo. Estoy seguro de que vamos a retomar la conversación de antes y no es que tenga muchas ganas de hablar ahora mismo, sobre todo porque mi batería social se había esfumado hace horas. Solo quiero estar solo.
Luego cavilo sobre el tema que me ha traído aquí: cuidar de mi padre. ¿Cómo iba a hacerlo si teníamos tan mala comunicación? La idea de nuevo me arrolla, pero por suerte me distrae una enorme furgoneta roja, algo despintada, y de ruedas con aspecto chirriante.
No me suena para nada haberla visto al salir antes, por lo que me nace la duda de que sin mi consentimiento, Billy hubiese traído a sus amigos para conocerme. Sin previo aviso.
Un ruido me nace en la cabeza y estoy dando varios hacia atrás, a lo mejor para desaparecer hasta la madrugada cuándo de la casa de Billy sale Charlie Swan, quien me trajo aquí en la mañana. Tiene una sonrisa en su rostro, se ve alegre y nada más verme, la misma parece crecer hasta sus orejas.
—¡Jacob, hijo! ¡Ven, ayúdame, ayúdame! —Y con toda la confianza del mundo, al alcanzarme me agarra de un brazo para llevarme hasta la cajuela de la furgoneta roja.
Mientras me veo obligado a arrastrar mis pies a su lado, me pregunto si es suya. A lo mejor no le gusta la idea de estar en el coche de polícia todo el día. En mi opinión, resultaría un poco ridículo ir en ella incluso en días libres, si es que tenía. De todas maneras, abre la parte trasera de la furgoneta y saca unas dos cajas de cervezas. Me pasa una mientras él se ocupa de la otra, para cerrar la cajuela con rapidez.
Yo la sostengo como puedo, más que nada porque todo esto me ha tomado por sorpresa.
—Eh, ¿y esto, Charlie? —De pronto se me forma una idea en la cabeza y sacudo mis hombros, más nervioso que antes—. ¿Has venido a ver a mi padre? ¿Te has desocupado de tu trabajo?
El hombre de barba pequeña y algo desaliñada, asiente mientras camina conmigo hacia la entrada de la fachada de Billy. Mis piernas se sienten pesadas y el ambiente que nos rodea, de pronto se me hace incómodo. En Seattle, mi hermana nunca traía a sus amigas a casa.
Siempre era un refugio para ambos, de la sociedad, de la presión... por eso nunca habíamos metido a nadie a casa. Y sé que ahora, me va a resultar acostumbrarme a todo esto. Hombre, apenas es mi primer día en este lugar y ya me parecía una eternidad.
—Por suerte, sí. He podido salir más temprano que de costumbre —responde, para acomodar sus propias latas en sus brazos—. Tu padre me comentó que andabas dando una vuelta, para..., ya sabes, despejarte y acomodarte.
Eso me toma por sorpresa y, de repente, pienso qué en realidad es parte del juego de mi padre porque sabe que no podremos encontrar una forma de interactuar el uno con el otro, y está usando a Charlie como chivo expiatorio.
Eso hace que me muerda más la mejilla interior de mi boca.
—Sí, eh... Todo es diferente, pero se está bien, supongo. —Charlie me dedica una intensa mirada, como si esperase más respuestas y trago inquieto, buscando qué más decir—. Es decir, mantengo pocos recuerdos de cuándo era pequeño, pero... sí, se está bien fuera. Resulta cómodo.
Eso parece complacerlo por unos segundos y subiendo las pequeñas escaleras de la casa de Billy —porque todavía no me siento preparado para decir que es la mía— me sujeta la puerta y ambos entramos, mientras me dice:
—Bueno, pues espero que te guste la visita que tenemos dentro, porque como te mencioné, tenía muchas ganas de verte desde que le conté la noticia de que venías. —Me detengo en seco.
Por supuesto, ignorando la forma en la que me dice que lleve mis latas a la cocina. Él gira bruscamente hacia la derecha para irse al salón y continúo sin palabras, porque no hay que ser muy listo para saber de quién habla. Así que, mientras camino hacia la cocina con una expresión en blanco, de nuevo no me siento preparado.
Hablar con alguien del que no tengo noticia desde que somos pequeños, me resulta incluso más incómodo que estar al lado de mi padre. ¿De qué vamos a hablar? ¿Quién empezará la conversación? ¿Por qué estás cosas me pasan solo a mí? Siento un hormigueo en mi nuca, sin ninguna respuesta, cuando mis pies se detienen a la entrada de la cocina y la veo.
A ella. A mi amiga de la infancia, con la que hacía castillos de barro y esas cosas.
A Isabella Marie Swan.
No ha cambiado mucho. Sigue teniendo una piel paliducha, algo frívola, pero con un aspecto mucho más sano que antes, de alguna manera. Su cabello es sujeto en un moño desarreglado que deja plena vista de sus tonos achocolatados y brillantes. Su rostro es delineado, con pómulos prominentes, con una nariz delgada y una mandíbula estrecha de mentón puntiagudo.
Nuestros ojos se encuentran. Los suyos de un tono castaño bastante dulce.
Además, viste una camisa de seda suave, verde apagado y por lo que alcanzo a ver, que lleva en conjunto con unas vaqueros pitillo. Su mano derecha descansa a un lado de su mandíbula, y en su dedo anular descansa un anillo de gran tamaño. Redondo y con pinta de ser bastante caro.
Espera, ¿no es ahí dónde se llevan los anillos de pedida?, pienso, confuso.
De repente, las latas me pesan más que antes. Salto sobre una de mis piernas, para acercarme y dejarlas sobre la encimera de pulido de madera. Saco todo de mi mente mientras sus ojos no se apartan de los míos y trato de controlar el movimiento de mis manos. No lo sé, no hacer ningún tipo de locura y eso.
—Hola, Jacob. Qué gusto verte —dice, mientras se abre de brazos—. ¿No me saludas cómo de pequeños?
Por un momento me toma por sorpresa su confianza, pero distingo la manera en la que muerde su labio inferior y eso me hace pensar que tampoco es fácil para ella, por lo que tomo la decisión de rodear la encimera. Mis movimientos son lentos.
—Eso era cosa de niños —digo, con la sombra de una sonrisa.
Ella también sonríe abiertamente y nuestros cuerpos se funden un abrazo rápido.
Su cuerpo se siente cálido y se encuentra con el mío con una familiaridad que me resulta desconocida, como si nunca nos hubiéramos distancia, como si... nada hubiera cambiado. Pero no es así, todo parece haber cambiado y me sorprende verla por aquí con pinta de no querer irse. Porque por lo que recuerdo, cuando éramos pequeños y antes de la muerte de mi madre, nos separamos expresamente por su poca devoción de Forks.
Supongo que hay muchas cosas de las que hablar.
Cuándo tomamos distancia, sus brazos delgados descansan en mi cabello. Lo acaricia con expresión perdida, como si no estuviera conmigo expresamente. Seguro que tiene muchas cosas encima, al menos, eso parece. Suspiro, tratando de relajar los hombros mientras la escucho decir: —Te lo has dejado bien largo, ¿eh?
Siento el rostro caliente al verla tan de cerca y dando un paso hacia atrás, asiento mientras coloco una de mis manos en mi nuca. Siempre se sirve para despejarme,
—Bueno..., sí, pero creo que me lo voy a cortar, ¿sabes? Darse un cambio de aires por un nuevo hogar y eso. —Su ceño se frunce levemente y me señala la calle.
—¿Te parece si salimos al porche a hablar más cómodamente? —Yo asiento sin pensarlo dos veces.
Sobre todo porque me siento cansado al notar encima ese par de ojos molestos. Dando medio vueltas, mis ojos se cruzan con los de Billy. Parece querer decirme algo, pero pasando totalmente, soy el primero en salir por la puerta. Un viento fresco me recibe y suspirando, tomo hueco en las primeras escaleras del porche. No hay nadie afuera y la oscuridad parece consumirlo todo. Por dentro de la casa, me parece entonces escuchar el ruido bajo de la televisión.
Después sale mi amiga de la infancia, con un par de refrescos en la mano.
Toma asiento a mi lado, hombro con hombro, y por varios minutos nos quedamos de esa manera; en silencio, sin decir palabra. Resulta menos incómodo que antes y no estoy seguro de porqué, pero al ser un contacto del pasado, creo que me hace no encerrarme tan a fondo.
Aunque es difícil asegurarlo conociéndome.
—¿Y bien? ¿Mejor? —me pregunta con una suave sonrisa. Yo me hundo de hombros—. Oye, sé por lo que estás pasando, ¿vale?
—Oh, ¿sí? —comento con gracia—. No creo que tu tengas que pasar el resto de tu vida con alguien que detestas.
Parece detectar mi humor negro, mi tono seco y sacude sus hombros, para darle un trago a su lata. La mía, de sabor a naranja, descansa en mi palma izquierda, fría e intacta. Mi rostro se voltea en su dirección y me guardo todos los rasgos de su rostro maduro. Su expresión parece más resuelta, más mayor.
Después, me habla en tono bajo, como si casi no quisiera reconocerlo.
—Créeme, estaba en tus mismos zapatos hace no tanto tiempo. La idea de alejarme de Phoenix no fue... lo que quería en ese momento, ¿sabes? Detestaba la idea de venir aquí. Pero ahora todo ha cambiado, de verdad, y creo que todo pasa por algo. Tienes que ver el lado bueno de las cosas. —Me río en bajo, distrayendonos por el ruido de mi lata al abrirse.
—¿Me estás diciendo que cuidar de un viejo con diabetes es lo que estaba destinado a hacer? ¿Qué acabar aquí era mi destino? Vamos, Bella, sabes que no creo en nada de esas tonterías.
Ella me mira con sorpresa y me doy cuenta de que la he llamado con su apodo de niña. Siento las orejas calientes mientras todavía siento su mirada taladrándome. Pero suspira, para pasarse las manos por su cabello. Supongo que no sabe qué decir, por lo que tomándolo como señal, sigo hablando. No puedo parar ahora.
—Mi vida estaba en Seattle, Bella. Mis amigos, mi universidad, todo. Y ahora... ¿Ahora qué tengo? —A pesar de mis deseos, noto que los ojos se me humedecen—. He tenido que dejar a mi hermana, a Rachel, la persona que me ha estado cuidado desde que Billy decidió casarse con la bebida y la excusa barata del duelo. Y ahora mismo me siento... siento que todo esto es demasiado.
Abrazo mis piernas, dejando la lata ahora vacía a mis pies. De repente me siento tan pequeño, como el día en que dejamos a Billy atrás. Todavía recuerdo los gritos de Rachel, todavía recuerdo cubrirme las orejas y el sentimiento de aislamiento total.
Bella me pone una mano en el hombro derecho. La miro, todavía sosteniendo las lágrimas, y ella me dedica una amable sonrisa. Se le forma un hoyuelo y de repente la veo como una hermana mayor. Es así, porque si no hecho mal cuentas, debe de superarme por dos años.
No mucho más; entonces cuándo veo que abre la boca para decirme cualquier cosa, la interrumpo tratando de dirigir la conversación a otro lado.
—¿Cuántos años tienes ahora, Bella? —Logro mi objetivo de inmediato.
Ella me sostiene la mirada un corto momento, inquisitiva, pero no la sostengo demasiado tiempo y ella vuelve a suspirar. Lo deja pasar, sabe qué no quiero hablar más del tema.
Tras un corto silencio, me vuelve a hablar.
—21. No soy tan mayor, ¿eh? —Me codea las costillas y las siento cálidas. Me carcajeo por lo bajo, pero igualmente entiendo la broma.
—Bella, ¡ya estás vieja! ¿Debería ayudarte la próxima vez a traer las bebidas? ¿Y si te caes con tus dos pies izquierdos? —Ella se ríe suavemente, pero lo hace.
Después se retoma el silencio, entre que ella termina su bebida. Y antes de que trate de hablar de mi angustiosa vida actual, pregunto por su anillo.
—¿Y quién es el afortunado o afortunada? —Ella parece darse cuenta por primera vez de que lo tiene encima. Debe de ser reciente, porque parece bastante despistada y nerviosa con ello.
De inmediato señalo su joya y ella se lo quita, para guardarlo en sus vaqueros. Eso me hace alzar una ceja, curioso. ¿Acaso sería con un tipo peligroso?
Para mi sorpresa, se toma su tiempo para contestar. No tardo en comprender que es algo... que debe de resultarle complicado y decido no presionarla.
—Se trata de un chico que conocí cuando llegué. No era como los demás, y bueno... —Un sonrojo ocupa sus mejillas mientras habla—. Una cosa llevó a la otra, y pues... Me voy a casar, creo. Sí, me voy a casar, Jacob.
Por la forma en la que habla, todavía rodeando mis piernas, me dice que no es malo. Está feliz y de verdad se ve radiante. Suelta una risa avergonzada y sigue hablando.
—Me lo pidió hace como tres semanas, es solo que todavía no me acostumbro a llevarla puesta. Y fíjate que ni Charlie lo sabe aún, no me atrevo a decírselo. Siento que es muy pronto —cuenta como si cualquier cosa.
Sé, por supuesto, que no debo meterme de por medio. Pero Charlie es un buen hombre, y sé que no se lo tomará a malas. No da la pinta, hombre.
Nuestros hombros vuelven a chocar y ella no aparta sus ojos de los míos, que trato de esconder bajo mis brazos cruzados. No lo consigo. Su mirada es intensa y sonrío, con cercanía.
—Me alegro por ti, Bella. Estoy seguro de que todo saldrá bien. —Me da un pequeño empujón y niega con la cabeza.
Luego me tiende su móvil, sacado de la nada mientras sugiere que agregue mi número de teléfono. Por lo que deshago mi posición tensa para hacerlo, con una ceja alzada.
—¿Y eso? ¿No quieres perder el contacto?
Ella lo acoge en sus manos cuándo agrego mi número, y guardandolo de nuevo, me vuelve a acariciar el hombro derecho. Luego se levanta, sacudiendo ligeramente su ropa y cruzada de brazos, agrega: —Es tarde y sé que no quiere seguir hablando de "eso". Por lo que, volveremos a vernos en unos días, ¿vale? Además, creo que ya es muy tarde y...
No la dejan acabar ni la frase. Charlie, como leyéndole el pensamiento, sale del porche colocándose una chaqueta de cuero y pasando uno de sus brazos por los hombros de Bella, se despide de mí.
—Tenemos que ponernos ya en marcha en la carretera antes de que los animales de la noche salgan a cazar. —Claramente es una broma, yo me río, pero Bella no.
—Eh, nos vemos pronto, Jake —dice, mencionando mi propio apodo de niños. Pero no presto mucha atención a eso, por su comportamiento.
Ya que ella se pone tensa de repente y dándome un abrazo rápido, tira de su padre hacia la camioneta. Parece más nerviosa que antes y hablando a prisas con su padre, termina por tomar el lugar de conductor. Lo que me hace pensar que esa furgoneta es suya.
De repente me siento vacío sin su compañía y me despido con la mano de ella y de Charlie. Los veo desaparecer por los límites de La Reserva, con aquel trasto echando humo negro, y siento que ha pasado de todo.
Me quedo allí parado por lo que parecen horas y cuándo la sombra de la noche parece querer consumirme, olvido los comportamientos raros de Bella y escucho el rechinar de la silla de Billy. Aparece detrás de mí, lo veo de soslayo.
Es tarde, estoy cansado. No quiero hablar con él.
Furiosamente y con movimientos ocultos, me limpio las lágrimas de impotencia que han comenzado a asomar. Muevo unas de mis piernas, ansioso.
—¿Tienes hambre? Estaba pensando en pedir una pizza y... —empieza a sugerir con suavidad, pero frustrado, agotado y rabioso, lo enfrento. No tengo las ganas de hacer esto.
Aunque trato de no ser muy duro con las palabras.
—No tengo hambre. Me doy a dormir. —Es lo único que digo antes de entrar al interior de la casa.
Escucho un resoplido por detrás, luego la puerta cerrarse. Para cuando oigo su chirriar de la silla, ya he cerrado la puerta de mi habitación y con el estómago vacío, me acuesto en mi cama sin pensar mucho en las cosas.
Olvido a Bella, los bajos ruidos de Billy merodeando por la casa, y dejando mi móvil en la mesa de noche con aquella caja de regalo que todavía no he abierto, me propongo a dormir. Ato mi cabello en un bajo moño y cubriéndome hasta un poco más arriba de la cintura, cierro los ojos esperando por un nuevo día.
Con la esperanza, claro, de que mañana sea un poco más fácil soportar toda esta mierda.
🐺🩸... ELSY AL HABLA (!)
muchas gracias por darme su apoyo y no dejar morir la historia. sé que me he tardado en actualizar, pero he estado algo ocupada, aunque realmente nada serio.
ya tengo ordenadoooor, por lo que las actualizaciones se volverán a retomar como antes. que no me he olvidado de esta historia, ¿vale? le tengo muchísimo cariño y a quienes han leído desde la anterior versión, podrán ver todos los cambios en ella.
sé que dije que las ediciones de arriba serían de otra manera, pero decidí cambiarlas y así sabrán que el personaje que está delante, es el que narra. muak muak
el caso, espero que les guste y nos veremos, pronto, mis sanguijuelas.
𓃨
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