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🐺🩸...
capítulo cero.
˓˓ el viaje ˒˒
—¿Me estás tomando el pelo? —Aprieto mis manos, hasta el punto de sentir mis nudillos blancos.
Pero su expresión es fría, su mirada esquiva y sus labios se estremecen violentamente. No parece una mentira. «Tiene que estar bromeando. Por favor, que sea así», pienso mientras sigo analizando el rostro pétreo de mi hermana sin confiar en nada de lo que dice.
Sin embargo nada cambia en ella, a pesar de que literalmente mi rostro se hace pedazos y siento que caigo al suelo; pero no, no es cierto. Sigo de pie, escuchándola y sin decir palabra.
—Sé que esto va a ser muy duro, sobre todo para ti. Pero... es lo mejor, Jacob. Para todos. —Mi hermana, Rachel Black, por fin se atreve a cruzar nuestras miradas.
Y mientras siento que la cólera me sube por la garganta, no puedo dejar de repasar esa última frase en mi cabeza. «¿Lo mejor para todos? No te lo crees ni tú. Sólo quieres deshacerte de mí, ¿verdad?», niego levemente, incapaz de tomarla en serio.
Pero incluso enfrentándonos de esa manera, como muchas otras veces, me parece igual de hermosa que cuándo era pequeño. Con su piel oscura, casi achocolatada, con su cabello oscuro que cae como tirabuzones en su espalda, y esos ojos grandes y soñadores. A mis 19 años recién cumplidos, todavía sigo pensando en que comparada con mi otra hermana (su melliza además) Rebecca Black, ella es la más bonita.
No sólo porque se hiciera cargo de mí, claro.
Realmente no odio a Rebecca por abandonarnos tras la muerte de mamá y todo eso, pero... Sigo pensando a veces en que su deseo de conseguir una familia fue muy egoísta. A pesar de todo, hemos tenido noticias de ella en los últimos meses; ahora vive en Honolulu, por Hawái, y sí, con su reciente esposo. No le conocemos, pero espero que sea feliz. De verdad de la buena.
El caso, tras la muerte de mi madre, Sarah, y de la que tengo escasos recuerdos..., Rachel nos apartó del lado de nuestro depresivo y borracho padre, Billy Black; también guardo pocos recuerdos del hombre. De todas maneras, nos mudamos a Seattle, en Washington, cuándo cumplí ocho años. Como ya he dicho antes, de eso hace bastante tiempo.
Y cuándo pienso en qué mi vida finalmente está tomando sentido, que finalmente estoy encontrando mi propio camino con mis nuevos amigos... La noticia de mi hermana sólo me causa deseos de salir corriendo, de alejarme de todo eso para echar a un lado mis problemas, para no hacerles frente como siempre.
—¡No quiero irme, no es justo! ¡Yo también tengo una vida aquí, tengo amigos...! ¡Y no me vale que me pongas la excusa de qué tu carrera te mantiene ocupada, porque yo voy a empezar la universidad en nada y por tus deseos egoístas me estás quitando mi propia oportunidad! —La voz me sale con pequeños gallos, quizás porque mis nervios están saliendo a flote, no lo sé.
Pero estoy diciendo la verdad. No me queda nada para entrar a la universidad, finalmente me han aceptado en la misma que mis amigos; ya que había escogido la misma que ellos para permanecer juntos. Una locura, por supuesto, pero es que a mí en lo particular no me llama ninguna (todavía) pero quiero pensar que a lo mejor puedo cambiar, que aún estoy a tiempo de arrepentirme..., Y ahora todo eso no importa. Me parece muy injusto arruinar mi vida por alguien a quién no le he importado nunca; por alguien que en todos estos años no ha puesto ni el menor interés en saber ni de mi hermana, ni de mí.
—Jacob. Baja la voz, por favor. —Mi hermana se ahueca el puente de la nariz, tratando de no perder los estribos. Aún me parece increíble que a sus 29 no tuviera nada de paciencia conmigo y, lo peor de todo, conociéndome—. Esto no es un tema de discusión, es nuestro padre y necesita ayuda.
—¿Nuestro padre, dices? —menciono, soltando al momento una risa sarcástica—. ¡¿Llamas padre a ese hombre que ha renegado de nosotros desde que murió mamá?! ¿¡A ese hombre que solo se ha preocupado por vivir una buena vida hasta que ya no ha podido más?!
La situación no mejora para nada, lo veo todo de dos colores: blanco y negro. Nada más, y no creo que pueda hacer nada para cambiar su opinión. Ella me lo demuestra, señalándome y usando esa carta bajo su manga.
—Vives bajo mi techo, y como no eres capaz de valerte por ti mismo, debes obedecerme. No hay más qué decir. —Cierro la boca de golpe, notando que una fuerte presión aparece en mi pecho.
—No me lo creo... ¡Sigue siendo injusto! ¡Eres tú la que en primer lugar no me dejó buscar trabajo! ¡Siempre me tranquilizabas, me decías que me centrase en mis estudios y qué nada de eso importaba, pero ahora... ahora...! ¡¿Ahora nada de eso importa?! —Finalmente, su máscara de cristal se parte en dos y lágrimas saladas caen por sus pómulos, finos, hasta desembocar en su camisa de franela púrpura.
Permanecemos en silencio durante unos tensos segundos en los que el aire parece enrarecer nuestros corazones, helándolos, mostrando su estrecha fragilidad. Ella llora en silencio, ocultando sus labios con el dorso de la mano con una expresión sombría. Mis manos tiemblan y cuándo bajo la mirada hacia ellas, descubro que me he dejado marcas. Marcas con sangre, señales de mi bestia interior. Sí, suelo tener a veces problemas de conducta.
Sin embargo, sigo sorprendiéndome de mi hermana. Rachel es demasiado buena al preocuparse por la salud de un vejestorio como Billy Black, que ahora, después de tantos años al tener diabetes y verse postrado en una silla de ruedas de por vida, es cuándo nos necesita. Ahora es cuándo llora como un niño pequeño al verse incapaz de hacer las mismas cosas que hacía antes; es como un bebé desvalido y lo peor, es que ahora pretende cargar conmigo. Quizás hasta el resto de mi vida.
—Jacob... Lo siento mucho, de todo corazón. Esto es muy injusto, nada de esto tendría que estar pasando, pero no quiere ninguna cuidadora. Quiere que vayamos uno de nosotros dos, y si no... —Cabecea como desechando la cabeza de su idea, luego continúa—: Hubo un tiempo en qué era bueno, cuándo eras más pequeño, ¿lo recuerdas? Pero...
Alzo los ojos al cielo, ya sabiendo lo que piensa soltar.
—Pero la muerte de mamá lo cambió, sí, sí. Como a todos, ¿no te parece? —Me señalo y luego a ella, brevemente mis dedos temblaron un poco—. Esta familia se destrozó después de su marcha, y sé que no tengo opción más que aceptar y sufrir en silencio. Lo sé, pero... esto es realmente una mierda. Él juega todavía con nuestras vidas y no podemos hacer nada, ¿verdad?
Ella frunce sus labios, no admitiendo ni negando ninguna verdad. Lo tomo como una señal, y guardando mi móvil en un bolsillo de mis vaqueros azules, junto con mis propias llaves de casa, le digo: —Voy a salir, no me esperes despierta.
Y cuándo me marcho hacia la salida de la habitación, la veo allí plantada, sola y llorando en la penumbra. Después cierro la puerta y no miro hacia atrás.
El resto de la tarde me la paso en mi motocicleta, en esa que mi hermana me regaló en mi reciente cumpleaños. Pongo mis frustraciones, mis arrepentimientos y todo lo demás, en una caja que tiro metafóricamente a un mar negro y profundo. La llave se va con ella.
Me rio amargamente mientras recorro las carreteras de la ciudad, sintiendo un aire fresco golpear contra mi rostro. Se van volando mis lágrimas, mis deseos, mi ansia de futuro y de volar del nido. Es cierto, no tenía ninguna carrera en mente, pero... Aunque por el momento pensase acompañar a mis amigos, me imaginaba mi vida fuera de la vida de mi padre. Me imaginaba encontrando en un futuro mi carrera soñada y que, todo sería mejor. Pero ahora todo eso se desvanecía como polvo entre mis dedos. Ya no podía hacer nada más que vivir con mi padre, sólo dedicado a estar a su lado, cuidándolo y obligado a no prosperar.
Porque sí, sabía que en la Reserva, por Forks, había una escuela para los chicos que vivían allí, pero no una universidad. No había lugar para mí allí; ni siquiera sabía de qué viviría con mi padre, a lo mejor de su posible pensión. Aunque tampoco sé en qué había estado trabajando los últimos años antes de la diabetes, lo único que sabía es que todo eso iba a ser un muermo y que nada... Nada volvería a ser lo mismo nunca más.
Varios días después, tengo las maletas hechas. Mi vida ha sido metida en esas pobres maletas y observándolas detenidamente, no puedo evitar pensar en lo pequeñas que son. En lo fácil que ha resultado meter allí dentro mis once años de vida alejado de mi padre y de todo lo demás.
Mi hermana habla al teléfono, con Charlie Swan, el padre de una de mis viejas amigas de infancia. El viaje no es muy largo, de unas pocas horas y el hombre nos va a hacer el favor de llevarme, muy majo en verdad. Yo no lo haría, sería un pelmazo de las buenas.
De todas maneras, según mi hermana ya viene en camino. Sólo le había llamado para recordarle la calle de nuestro piso; y sinceramente, el temor me envuelve lentamente. Porque cuánto más cerca esté, más lejos estoy de mi libertad. Muerdo mis labios, fingiendo revisar mi bolsa de mano, los libros o mis pocos discos de música allí resguardados.
Sí, la mayor parte de ellos son de Unearth; mi banda musical preferida, aunque últimamente he estado tan nervioso con el tema del viaje que no he escuchado nada de nada. El caso, estoy allí, plantado sobre mis rodillas tratando de perder el tiempo entre que llega Charlie, cuándo siento un pequeño peso a mi espalda.
Es mi hermana, no veo su rostro pero se deja caer sobre mí.
Me quedo quieto por momentos, incapaz de saber qué es lo que quiere hacer, o de qué quiere hablar. Algo incómodo, vuelvo a cerrar mi bolso de mano y suelto un pequeño suspiro. Ella lo toma cómo su señal para hablarme.
—Yo tampoco quiero que te vayas, ¿sabes? Pero... —Su silencio lo dice todo.
Mi hermana me abraza, me acoge entre sus brazos y llora. Sé que tampoco quería esto para mí y sus palabras susurrantes en mi oído, me consuelan de alguna manera.
—Iré a verte, como sea. Quizás en las próximas vacaciones que tenga y sí de verdad no quieres quedarte allí, o hay algo que te incomode, te traeré de inmediato. Esa es nuestra promesa, ¿confías en mí? —Su voz se ha vuelto suave, delicada.
Allí abrazados, en el frío suelo del asfalto, cierro los ojos, negándome ante la idea de llorar. Me limito a asentir sin decir nada más, lo mejor era que me fuera después de todo. Darle una oportunidad al vejestorio y si lo que decía es cierto, bueno, solo tendría que volver.
Momentos después me deja ir, para ocultar esa expresión de tristeza. Se acomoda un mechón rebelde y oscuro, rizado, tras la oreja. Vuelvo a esquivar su mirada pero es porque las esquinas de sus ojos estan rojizas, me duele verla así.
—Voy a hacer algo de comer para que te lleves, ¿vale? No tardaré.
La oigo devolverse a paso lento y luego me deja solo en mi habitación, que de repente me parece más asfixiante. Me permito llorar en la privacidad, recordando los rostros tristes y nostálgicos de mis amigos cuando les di la noticia; no los volveré a ver, en caso de que no regrese. Y quizás es el hecho de que haber roto nuestras futuras promesas, lo que más me destroza por dentro.
Pero a lo mejor, la lejanía me ayuda a deshacer los terribles nudos de mi estómago.
—Prometo hacer el viaje lo más cómodo para ti, hijo. —Ése es Charlie.
Ya ha llegado y ahora mismo se ocupa de meter mis pertenencias dentro del maletero de su coche de policía, sí, es el sheriff del pueblo de Forks. No borra la sonrisa amable de su rostro, y me cuesta mandarlo al cuerno por ser el encargado de apartarme del lugar al que he considerado un hogar durante mucho tiempo.
Mi hermana me da un beso en la frente. Me dice que todo va a salir bien, aunque lo dudo. No me mira en ningún momento, sólo cuándo Charlie le da la mano y ella le da las gracias por aquel detalle, fue que conectamos miradas. Distingo la forma en la que se aguanta las lágrimas; ya no quiere llorar más, y estoy de acuerdo con ella. Después de todo, yo también estoy triste porque somos hermanos y me ha cuidado desde que tengo memoria. Estar lejos de ella me va a resultar muy difícil.
Entro al interior del coche de policía, tras darle un amague despido con la mano a mi hermana. Sus ojos achocolatados brillan con pena, y me despide de la misma manera. Charlie dice que tenemos que ponernos en marcha, y después solo oigo el motor chirriante del coche de policía encendiéndose. Mi motocicleta se queda en casa, o en mi vieja casa, porque no cabe en el interior del vehículo; aunque ya había sido avisado de ello. No hay porqué sentir pena ahora, mantengo la esperanza de conseguir una en Forks.
No vuelvo a ver a mi hermana mientras nos alejamos a toda pastilla.
Charlie Swan no dice mucho; menciona algo sobre que Bella está ahora en casa y que tiene muchas ganas de verme. Esa era mi vieja amiga de la infancia. Pero no tengo muchos ánimos de hablar, así que después de un rato, pone música en la radio, del estilo country. Luego el silencio se instala sobre nosotros.
Allí es cuándo las preguntas me asolan la cabeza, mientras acaricio mi larga trenza oscura. ¿Cómo hablaré con mi padre después de no haberle visto durante tantos años? ¿Seguirá viviendo en la casa que compartíamos con mi madre? ¿Cuánto habrá cambiado el lugar? ¿Cómo voy a encajar yo allí?
Suspirando, relajo mi cabeza en el asiento. Cierro los ojos, deseando ser invisible para todo el mundo.
«Allá que voy, Forks», pienso, calmando a mi corazón. Todo irá bien, me digo, pero por alguna extraña razón sé que no va a ser así.
🐺🩸... ELSY AL HABLA (!)
muchas gracias por darme su apoyo y no dejar morir la historia. sé que me he tardado en actualizar, pero la vida mundana me retiene con sus cadenas.
en todo caso, aquí se los traje al final. cómo he mencionado anteriormente, probablemente muchas cosas cambien en la trama con la integración de nuevos personajes y demás, pero otras cosas se mantendrán. quienes hayan leído desde el principio, verán que aquí en este capítulo las cosas no cambian mucho.
además, recuerden que en estos primeros capítulos, jacob tiene el cabello largo. aunque creo que se mantendrá como en la vieja versión y se lo cortará antes de su transformación.
por cierto, de la edición arriba del todo, cambiará cuando narren rosalie o edward. así sabrán qué personaje va a contar el capítulo desde su perspectiva. para interactuar un poco, díganme, ¿cuál es su personaje favorito de la saga?
nos veremos, pronto, mis sanguijuelas.
𓃨
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