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—Hades, debo admitir que cocinas mucho mejor de lo que esperaba.

—¿Creías que cocino mal? Eso es ofensivo.

—¿Bromeas? Hubiera apostado mí vida a que ni siquiera sabías cocinar. —Rose llevó el tenedor a su boca, sorprendida por los dotes culinarios que Hades poseía. Luego de tantos días comiendo lo mínimo indispensable era un alivio poder disfrutar de una comida como esa.

Él llevaba puesta una bata oscura que parecía bastante cómoda, y eso era lo que ella buscaba: que Hades se sintiera cómodo y en su zona de confort para poder terminar de sanar. Mientras tanto ambos se encontraban desayunando aunque fueran las tres de la tarde y aunque afuera no hubiera siquiera un rastro de luz solar, pero a esas alturas Rose no lo encontraba para nada extraño. Estaba segura de que ya nada podía sorprenderla.

—¿Cómo te sientes? —cuestionó Rose, dándole un poco de su comida a Cerbero, que parecía no querer alejarse de su lado.

—He estado mejor, aunque creo que no me vendría mal algo de aire fresco, y a tí tampoco ¿Haz visto el Inframundo desde tu llegada? —estaba sentado frente a aquella mesa de mármol, y del otro lado se encontraba Rose que no parecía abandonar aquella faceta sobreprotectora con él, algo que simplemente le gustaba demasiado a Hades.

—He visto al rey del Inframundo dormir varios días seguidos, espero que eso cuente de algo.

—Para nada, conocerás mí reino con la mejor guía turística que vas a encontrar.  —Rose se tomó su tiempo para contestar, probando aquél delicioso té que él había preparado para ella.

—Hécate está trabajando. —las pequeñas bromas eran algo a lo que Rose recurría constantemente, especialmente si estaba de buen humor y esa tarde se encontraba rebalsando de alegría al ver al dios de nuevo de pie y despierto. Se rió cuando presenció la expresión que Hades mostró, y sirvió un poco más de café en la taza de su anfitrión.— Será un honor el poder conocer su reino, su majestad.

Ambos finalizaron su improvisado desayuno, simplemente disfrutando de la compañía del otro. Hades estaba alegre sabía que era su oportunidad para mostrarle a la joven que su hogar realmente no era un infierno como los humanos lo interpretaban; y Rose simplemente estaba agradecida por tener a Hades, que rápidamente se había vuelto alguien muy íntimo, con vida. Al llegar a aquél reino desolado Rose creyó que Hades había muerto por salvarla,  y no se hubiera perdonado algo así nunca en su vida; el morir por una falsa esperanza era algo que ella no le permitiría jamás.

Antes de salir de su casa Hades buscó las llaves de un auto, mientras que Rose eligió vestir prendas bastante discretas para no llamar la atención, su atuendo incluso contaba de lentes de sol que tenía en su bolsillo por si acaso.

—Cariño, aquí no debes de esconder quién eres. —ese repentino apodo desorientó a Rose, y un notorio calor apareció en sus mejillas.— Estás junto a la persona más poderosa de todo el reino, no hay lugar más seguro que a mí lado.

Y aquellas mariposas en su estómago desaparecieron, haciéndola bufar.

—No necesito de un hombre para sentirme segura, cariño. —copió el mismo apodo que éste había usado en ella pero con un tono sarcástico y arrebató las llaves de la mano de hades.— ¿Puedo conducir?

—L-Lo siento, no era a lo que me refería. —la joven sonrió sintiendo ternura al presenciar como este parecía ponerse nervioso por su error, incluso llegando a tartamudear ligeramente. Le restó importancia haciendo un gesto con la cabeza para invitarlo a salir.— ¿Sabes conducir?

—No legalmente. —no tuvo que decir nada más porque ahora fue Hades quién le quitó las llaves con un suave movimiento.

Hades guardó en sus bolsillos sus manos cubiertas por los guantes negros de cuero que él llevaba puestos, y Rose caminó más lento para poder apreciar el buen gusto que éste parecía tener a la hora de vestir. En su hogar Hades llevaba constantemente ropas de trabajo para ayudarla con sus tareas diarias, así que era extraño para ella verlo con aquél traje negro que parecía costar más que todas las pertenencias que Rose tenía.

Claramente no se rehusó a qué él le confiscara las llaves del auto, si ella estuviera en su lugar tampoco la dejaría conducir. Luego de contemplar de forma disimulada al dios Rose se acercó a éste manteniendo una ínfima distancia entre ambos, incluso mantuvo una de sus manos en la espalda del rey como si estuviera alerta por cualquier signo de debilidad física que éste pudiera llegar a tener. No estaba del todo convencida de salir de su hogar tan rápido, pero era lo que él deseaba y ella no se negaría a eso.

Por primera vez Hades condujo a una baja velocidad, jamás había prescindido tanto del acelerador lo cual se le hacía extraño. Pero él deseaba tomarse su tiempo para que su invitada especial pudiera admirar hasta la última esquina del reino que él cuidaba desde hacía eones. Mientras tanto Rose no le prestó siquiera un poco de atención a Hades, ya que estaba muy sorprendida por todo lo que le rodeaba, ese reino era algo de otro mundo para alguien que nunca había dejado su pueblo.

—¿Puedes quitarle el techo a esta cosa? —preguntó Rose sintiendo que no tenía suficiente espacio para deleitarse con esa ciudad de ensueño que no precisaba de luz solar para brillar.

El pecho de Hades se infló con orgullo mientras que apretaba un botón de su automóvil descapotable para que el techo se guardara en un compartimiento en la parte trasera del auto. Le gustaba que a Rose le agradara su hogar, sentía como si miles de años de planificaciones y esfuerzo para hacer de esa necrópolis un lugar al que poder llamar hogar finalmente rendían frutos. Los grandes ojos de Rose brillaban como dos estrellas, reflejando las numerosas luces de neon que decoraban las impecables calles de ese reino.

Él estacionó frente a un gran parque, y bajó primero del automóvil para abrir la puerta de Rose e invitarla a bajar, un gesto que ella aceptó con gusto. Ambos comenzaron a caminar, y Hades dejó que Rose tomara su brazo para poder marcar ella el ritmo de aquella serena caminata; ambos pasaron frente a un puesto de periódicos, deteniéndose a ver cada una de las portadas de las distintas revistas que vendían allí.

—Mierda. —la voz de Hades hizo que ella fijara su atención a las primeras planas que decoraban aquél puesto.

Cada una de éstas revistas tenía fotos de ellos dos, en su gran mayoría de los últimos momentos en la tierra antes de que Rose se marchara de allí con Hades y las otras dos damas, pero varias otras mostraban a ambos compartiendo distintos momentos en la granja en la que Rose había crecido.

—Preferí vestir con ropa discreta por esto mismo. —Rose siguió caminando para que Hades dejara de prestar atención a esas portadas, no deseaba arruinar esa tarde con él con cosas triviales.— Al parecer el collar de Afrodita que llevaba puesto era uno de los objetos que Hefesto tenía bajo vigilancia, así que prácticamente todo tu reino sabe que eres un desquiciado que le ha robado una gallina a una jóven indefensa.

Rose parpadeó repetidas veces, mostrando un rostro inocente perfectamente actuado, queriendo levantar los ánimos del dios para que así él olvidara por unos momentos esa delicada situación que ambos estaban atravesando.

—Siento no habértelo dicho antes, pero acabas de volver de la muerte y no quería darte malas noticias apenas te despertabas.

—Esto es todo obra de Zeus, puso tu vida en exposición como si se tratara de alguna clase de entretenimiento. —Hades apretó sus dientes y sus ojos se tornaron rojos.

Estaba tan perdido en su ira que tardó unos momentos en notar que Rose había soltado su brazo y se alejó un poco de él, con su atención fija en aquella gente que estaba pasando una tarde tranquila en el parque. Un grupo de niños corría de un lado para otro con total libertad, pero había algo peculiar en ellos: varios tenían una apariencia algo distinta, con colores de piel insólitos o características físicas que los hacían fácilmente diferenciables, uno de ellos niños tenía solo un gran ojo en su rostro mientras que otro poseía cuernos y un tercero tenía unos oídos parecidos a aletas.

Ellos reían y convivían con otros niños de apariencia normal. Se dió la vuelta observando como estas características se repetían en los adultos que pasaban su tiempo libre en ese parque; era como si nadie notara las diferentes apariencias que algunas personas tenían, conviviendo pacíficamente con aquellos que eran distintos de alguna forma sin exponerlos o tratarlos como si fueran menos.

—¿Estás bien? —preguntó Hades poneindo una de sus rodillas en el suelo para estar más a la altura de Rose, sin importarle que su pantalón se ensuciara.

El rey había encontrado extraño que repentinamente ella se hubiera quedado callada, y al buscarla con la mirada la encontró totalmente fuera de sí, observando a su alrededor como un ciego capaz de contemplar el mundo que lo rodea por primera vez. La mano de Rose fue a su boca y sus ojos mostraron fácilmente que estaba conmovida por lo que estaba observando.

—Toda mí vida la gente como yo ha anhelado uns igualdad que sabíamos que jamás llegaría. Desde que tengo uso de razón seguí aquél desesperado sueño como si yo fuera una polilla y ese mí única fuente de luz. —mordió su labio inferior, dando una pausa antes de volver a hablarle a Hades y tomó su hombro, dándole un suave apretón.— Lo que siempre he soñado está ahora frente a mis ojos Hades, veo todo aquello por lo que hemos luchado, y luego de lo sucedido con Eris creí que éste sueño era sólo un engaño, tu reino me ha mostrado que no es algo imposible.

Entre la emoción que se había apoderado de ella la joven se permitió reír, como quien siente un indescriptible alivio, y un par de lágrimas salieron de sus ojos pero estas estaban llenas de esperanza.

—Rose, siempre y cuando estés en mí reino serás diferente al resto. —él tomó una de las manos de la mujer con sus dos manos, sosteniéndola como si estuviera sosteniendo todo su mundo.— Y eso es lo que hace al Inframundo especial, aquí todos son diferentes, y a pesar de eso convivimos con estas diferencias sabiendo que nos vuelve a todos especiales. En el Inframundo no tendrás que volver a ocultar tus dones nunca más, todo el reino estará orgulloso de tener a alguien capaz de traer de vuelta la vida a este lugar donde todo llega para morir.

Él señaló el árbol gigante que crecía en la punta del edificio más alto de la ciudad, Rose no sabía cómo no lo había visto antes, pero era algo imponente y magnífico al mismo tiempo, así como lo era todo en la naturaleza.

—Gracias por mostrarme tu hogar Hades. —clamó ella entre lágrimas, con una radiante sonrisa en su rostro; sus ojos emitían un inconfundible brillo, uno lleno de ilusión.— Y por enseñarme que tu pueblo celebra la diversidad como algo cotidiano. Si de algo estoy segura, es que este es el lugar perfecto en el que querría vivir el resto de mis días… gracias.

Jamás sería suficiente agradecimiento para Rose, no había forma en la que pudiera demostrarle a Hades con palabras lo mucho que apreciaba que él le hubiera mostrado que el sueño de su vida no era algo imposible, que aquello por lo que muchos como ella habían luchado e incluso dado su vida era una realidad… sólo que todo ese tiempo estuvieron buscando en un lugar equivocado. Ambos rieron y Rose tomó las mejillas de Hades con suavidad.

El corazón de la mujer parecía estar por salirse de su lugar por lo fuerte que éste latía, siendo esa la primera vez en su vida que podía mostrarse en público sin tener que ser cuidadosa y sin miedo de ser atacada, ya que allí jamás sería víctima de violencia por sus genes. Hades limpiaba las lágrimas que marcaban las rosadas mejillas de la dama, incluso sus ojos estaban cristalizados ahora al ver a la mujer que amaba siendo tan feliz y amando de manera tan pura aquél reino que ella estaba destinada a gobernar.

Rose acarició la mejilla del mayor con su dedo pulgar, y no supo si estaba actuando por la emoción que sentía en ese momento o si solamente estaba quitándose de encima aquella tentación que tenía desde hace días, pero de forma decidida ella cerró sus ojos, y sin decir palabra alguna acercó sus labios a los del mayor para unirlos en un beso.

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Se que actualice ayer, pero quería compartir éste capítulo pq me pareció muy bonis(?

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