
𝟣𝟢.𝟢 𝖻𝖾𝗍𝗋𝖺𝗒𝖾𝖽
El automóvil de Morgan Harrison había estacionado en la puerta de la gran casa y el hombre bajó de este con un largo estuche negro en sus manos, saludando a los niños que iban a recibirlo como si no los hubiera visto en siglos. Mientras tanto Hades estaba con Rose disfrutando de la luz solar, al hombre le costaba cada vez más hacer las actividades diarias debido a lo debilitado que estaba, su tiempo se estaba acabando y lo sabía a la perfección.
—Debes sentir la energía. —explicó Hades tomando la mano de la menor y poniéndola sobre el árbol.— ¿No sientes una clase de electricidad corriendo por tus dedos? Esa es la fuerza vital de Dafne, está por sobre todo el árbol. Lo que debes hacer es tratar de concentrarla en ella, para que finalmente pueda salir de su hibernación.
—Si tanto sabes al respecto ¿Por qué no lo haces tú? —no buscaba ofenderlo, tan sólo tenía curiosidad ya que era capaz de sentir aquella corriente en el árbol, pero no tenía idea de cómo hacer lo que éste le explicó y a su vez lo hacía sonar muy fácil.
—Porque tú eres la representación de la vida, Rose. —explicó, entrelazando los dedos sobre los de ella.— Yo sólo me encargo de la gente cuando ya no están vivos, es mí negocio.
Hades guiñó un ojo luego de decir eso, logrando hacer sonreír a la menor, quién no separó su mano de la de él. Sus horas con Hades se resumían a eso, pocas veces había encontrado alguien que supiera hacerla reír de forma tan natural, y eso era algo que a Rose le fascinaba.
Separó su mano de la de Hades cuando oyó un fuerte bullicio dentro de la casa y se puso de pie rápidamente, entendiendo el instante de qué se trataba eso.
—¡Morgan está de regreso! —exclamó con alegría, a pesar de queél se había ido menos de una semana su ausencia siempre era fácil de notar.— Vamos, tenemos que ir a saludar.
Ella le dió la mano a Hades para ayudarlo a ponerse de pie y éste jadeó por la fuerza que estaba haciendo para lograr mantenerse en pie. Ya había decidido que si su plan de hacerla recordar no funcionaba, esa noche la llevaría de vuelta a casa cuando estuvieran a punto de irse a dormir; aunque se odiaba a sí mismo por eso sabía que no tenía opción, y esta vez no dejaría que nadie la separara de ella, aunque eso significara volverse el villano que todos creían que era.
Con la ayuda de Rose caminó hacia dentro del lugar, y al hacer contacto visual con el hombre que había cuidado de su futura reina por todos esos años él dió un respetuoso saludo con la cabeza. Apenas tuviera la oportunidad le agradecería por todo lo que había hecho cómo era debido, pero ahora aquél hombre estaba observando a Rose con ambas cejas alzadas.
—¿Podemos hablar en privado unos momentos? —preguntó él invitando a Rose a entrar a su oficina.
Rose ayudó a Hades a tomar asiento y le sonrió antes de darle la espalda y entrar a aquél lugar donde su tutor cerró la puerta detrás suyo.
—¿Se puede saber en qué estabas pensando? —le cuestionó a Rose cruzando sus brazos.— Concoes las reglas, ningún forastero es bienvenido, no sabes cuáles son sus verdaderas intenciones.
—Confío en él, es una buena persona.
—Lo conoces hace menos de una semana, y es el único testigo del museo, Rose.
La joven bajó la mirada, se sentía culpable por no haberle avisado antes, pero no tenía forma de contactar con él. Morgan abrió el estuche que llevó consigo y sacó de éste una brillante espada, con una hoja plateada y el mango de un brillante color dorado. Luego de dejarla sobre la mesa volvió donde Rose y apoyó ambas manos en sus hombros.
—Nunca me haz dado razón alguna para no confiar en tu juicio. —comentó él llevando una de sus manos al mentón de la joven para que levantara su rostro y luego peinó uno de sus mechones de cabello.— Si tú crees que él es de confianza entonces le daré una oportunidad, pero la próxima vez deberás consultarlo conmigo antes.
—Entonces la próxima vez que vayas a comprar armas deberías llevar un teléfono contigo. —señaló aquella espada, con un mejor humor por el apoyo que había recibido de parte de él.— ¿Qué se supone que hace esa?
—¿Esta espada? —tomó con delicadeza el arma, ya que su borde era inusualmente afilado para una espada de esa antigüedad.— Dicen que fue creada y bendecida por los dioses, es capaz de matar a un dios con facilidad… pero eso no es lo que me importa, sino las escrituras que tiene en la hoja.
Ella se acercó a leer unas runas que no era capaz de entender, pero una de sus partes favoritas de ese trabajo era poder descifrar esos mensajes. Todos los objetos que habían conseguido tenían una serie de runas ocultas en alguna parte; los gemelos solían pasar horas buscándolas para que Rose luego pudiera decodificar lo que estas querían decir.
—Ahora llama a tu amigo, quiero hablar con él.
Rose asintió, murmurando un corto "gracias" antes de salir. Para su sorpresa el mayor se encontraba ya de pie, y cuando ella se acercó a este para ayudarle a entrar él negó cordialmente con su cabeza, caminando por su cuenta hasta la oficina.
—Esta noche celebraremos con sushi. —dijo dándole unas palmadas a Hades en la espalda, asumiendo desde ya que Morgan dejaría que Hades se quedara.
—¿Qué es sushi?
—Fingiré que no oí eso. Volveré en un rato ¿Si? Suerte. —ambos intercambiaron una mirada cómplice antes de que Rose se marchara a alimentar a los animales.
Había pasado una hora desde que comenzó aquella tarea y, apenas terminó, volvió a entrar a la casa. Extrañada por que la sala estaba vacía entró a la oficina, encontrándose con Morgan leyendo uno de sus libros… completamente solo.
—¿Qué pasó? —cuestionó con curiosidad Rose, apoyando su cuerpo sobre el marco de la puerta y buscando a Hades con la mirada.
—Te advertí que no confiaras en él. —suspiró con pesadez Harrison, haciendo que Rose mostrara una expresión de confusión y sintiera su estómago revolverse.— No tardé en enterarme que sus verdaderos planes eran robar toda la información que conseguimos hasta ahora con tanto esfuerzo. Traté de detenerlo pero huyó Rose, lo siento.
La sangre de la joven se heló, no podía permitirse el no creer en las palabras de su mentor, pero le costaba aceptar que alguien como Hades tenía malas intenciones con ellos. La joven dejó la oficina y a toda velocidad salió corriendo de la casa. Tenía suerte de que los caballos aún estaban sueltos así que se subió a uno de ellos sin siquiera ponerle una montura, el animal contaba con un brillante pelaje blanco y era uno de los más veloces de los cuatro que tenían, así que cabalgó a toda velocidad hasta la salida. Se había topado con la carretera y aún no había rastro de Hades.
Vio un auto antiguo alejarse y en un último desesperado intento hizo que su caballo lo persiguiera, pero aquél vehículo era más veloz que ella. Mientras cabalgaba por el asfalto lo más rápido que el equino podía avanzar, el viento empujaba las lágrimas que se habían asomado en sus ojos, aquellas que exponían que había sido traicionada como nunca antes.
Volvió a su hogar, dejando a su caballo dónde estaba en un primer lugar para que siguiera pastando con los otros. Ella secó las lágrimas que ahora estaban sobre su rostro, pero aún sus ojos cargaban aquél dolor que esta sentía. Fue a sentarse bajo aquél árbol con forma de mujer, uno que años atrás le hubiera asustado, pero gracias a la perspectiva de Hades este ahora había perdido aquello que lo volvía aterrador.
Momentos luego llegaron ambos gemelos, que habían oído la noticia por parte de algunos de los niños y se acercaron a ella, tomando asiento en el suelo frente a la jóven.
—Nos enteramos de lo que sucedió. —habló Fabrizio con cautela, ambos hermanos trataban de olvidar el hecho de que se encontraban frente a aquél árbol que había protagonizado cientos de historias de terror en su juventud.— Tenemos algo importante para decirte, Rose.
Ella apoyó una de sus manos sobre el árbol y observó a los jóvenes con sorpresa. Ambos e callaron al instante cuando notaron que ella puso las dos manos sobre éste y cerró sus ojos con fuerza, ya que ahora podía sentir aquella energía con más claridad.
—¿Qué estás haciendo? —cuestionó Domenico, entrecerrando sus ojos e inclinó su cabeza en dirección a su hermano— Te lo dije, se ha vuelto loca.
Cada vez esa energía estaba más presente, era imposible ignorarla, y así como si intentara moldear un trozo de arcilla ella trató de concentrar toda la energía, hasta que un fuerte resplandor hizo que abriera los ojos y viera en primera fila cómo era que la corteza del árbol se desprendía de éste, y debajo parecía encontrarse la piel de una persona. Los tres jóvenes se observaron, notando que debajo de esa corteza de forma aterradora se encontraba una mujer con unos finos y bellos rasgos. Era muy similar a Rose, sólo que más alta y sus orejas parecían ser puntiagudas.
Cuando Dafne abrió los ojos e hizo contacto visual con los otros tres, estos se levantaron rápidamente y dieron un paso atrás, Domenico y Rose soltando un grito de terror sin poder evitarlo.
Ella cayó del árbol de rodillas y se puso de pié lentamente mientras los dos jóvenes aterrados se encontraban detrás de Fabrizio. Ella llevaba puesta una túnica como la que Hades había usado la primera vez que lo encontraron detrás del museo y apenas vió a Rose, varias flores amarillas comenzaron a crecer en el césped a su alrededor, al igual que en el cabello de la ninfa y el de Rose, pero las flores que estaban allí eran de un notorio comor rojo.
—¡Me alegra mucho verte! —exclamó Dafne saltando a los brazos de Rose, quién se quedó estática viendo a sus amigos con los ojos bien abiertos. Ellos se encogieron de hombros puesto que ninguno sabía cómo reaccionar.— ¿Cuánto tiempo he hiberado? La casa que está por allá es nueva y… —Dafne pareció entrar en razón, recordando porqué estaba allí— Apolo, ese maldito bastardo… sé lo que te hizo Perséfone, y sabes que pase lo que pase no estás sola.
Aún así Rose mantenía aquella mirada de confusión en su rostro. Ella desconocía que Dafne había entrado en un periodo de hibernación años atrás para huir de Apolo, aquél dios que la estaba persiguiendo y la hizo temer por su vida.
—¿Qué? —fue lo único que logró articular Rose, quitando aquellas flores de su cabello.
El episodio de las flores era extraño para ella; hacía años que había aprendido a controlar sus poderes, para así evitar que las flores aparecieran de la nada, o que su cabello creciera en contra de su voluntad, pero esa mujer había parecido descontrolarlo todo.
—¿Estás con Hades? No debes estar sola por aquí, ese bastardo aún puede estar dando vueltas. —el tono de voz de la ninfa daba a entender que estaba preocupada por ella, pero Rose bufó al oír el nombre de Hades.
—¿Ese tipo con cabello blanco y trastorno de personalidad múltiple? Acaba de huir, así que no te preocupes por él… por cierto ¿Quién eres tú?
—¿Cómo que quién soy yo? ¡Soy Dafne! No creo haber cambiado en estos días que estuve hibernando… espero que sólo hayan sido días— bajó la mirada para examinar su cuerpo, y notó que este se encontraba exactamente igual.— Alto ¿Acabas de decir que Hades huyó? Él sería la última perosna en la lista que te abandonaría de esa forma, incluso parece más leal hacia tí que Deméter.
Ambos hermanos interrumpieron en ese momento, mirando a Rose en total silencio y luego fue Domenico quién habló.
—Era eso de lo que te queríamos hablar Rose… hemos visto sus peores miedos, y creemos que de alguna extraña forma está diciendo la verdad. —explicó el joven con suma cautela.— No sé qué sucedió en esa oficina, pero debemos ir a pedir respuestas al señor Harrison porque estamos seguros de que Hades es incapaz de huir, además tú lo viste, estaba bastante debilitado estos últimos días.
—¿Debilitado dicen? —Dafne hablo ahora, con notoria confusión.— ¿Cuánto tiempo ha estado con ustedes aquí?
—Como una semana. —dijo Domenico, haciendo cuentas con los dedos desde el primer día que lo habían visto.— Por cierto ¿Estás soltera?
—¡Hades no puede pasar mucho tiempo fuera del Inframundo! Esto es malo… —Dafne comenzó a moverse en su lugar, completamente nerviosa por no saber qué hacer en esa situación, pero se detuvo cuando oyó la última pregunta de aquél hombre.— En tus sueños, Deimos. Sigue molestandome y le diré a tu madre que te vuelva a castigar.
La discusión entre ambos se oía como un eco distante para ella, quién ahora estaba con su vista nublada y su mente hecha un revoltijo, hasta que Fabrizio llamó su atención, chasqueando los dedos un par de veces frente a ella.
—¡Rose! No tenemos mucho tiempo, te necesito aquí con nosotros. Debemos ir a buscar a Hades. —él llamó la atención de Dafne al haber llamado a Rose por un nombre que no le pertenecía, pero aún así no dijo nada ya que habían cosas más importantes de las que encargarse.
—Vamos, tenemos que hablar con el señor Harrison al respecto. —Rose les llevó la delantera, yendo a toda velocidad hacia el interior de la casa.
—¿Estás diciéndome que no estás soltera o que soy tu sueño hecho realidad? —mientras tanto oía hablar a Domenico, el cuál se ganaría una buena paliza tarde o temprano por parte de Dafne, quién simplemente había hecho crecer un girasol dentro de la boca del chico.
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