
𝟢.𝟣 𝗍𝗁𝖾 𝖽𝖺𝗒 𝗍𝗁𝖾 𝗎𝗇𝖽𝖾𝗋𝗐𝗈𝗋𝗅𝖽 𝗌𝗍𝗈𝗈𝖽 𝗌𝗍𝗂𝗅𝗅
Apenas el juicio había concluído todo fue un caos. Habían cientos de opiniones, todas completamente diferentes entre sí, pero la gran mayoría apuntaba sus dedos a Zeus.
"¿Por qué ella fue condenada y otros dioses que actuaron igual o peor quedaron impunes?"
"¿A caso el Olimpo se rige por favoritismo?"
"¿Es Zeus un gobernante digno?"
Esta última pregunta había corrido de boca en boca, generando una notoria molestia en el rey de los dioses, que no tardó en mostrar su desacuerdo hacia estas acusaciones saliendo a declarar públicamente que Perséfone era una genocida, y así como había cometido crímenes, estos habían sido justamente castigados.
Ésta situación era delicada desde el principio, pero en el momento en que las barreras con el reino mortal fueron selladas por un factor desconocido, el descontrol se desató. Los habitantes del Olimpo tenían pánico y el terror reinó en las calles por un periodo de tiempo, especialmente cuando se enteraron que, aunque pudieran realizar viajes del Inframundo al Olimpo y viceversa… así como eran incapaces de viajar al reino mortal, tampoco podían poner un pie en el reino de Poseidón.
La famosa dinastía de los seis traidores se mostró extremadamente afectada, ya que no solo habían perdido acceso al reino mortal, sino que ahora les era imposible comunicarse con Poseidón. En medio de toda esta locura hubo una significante migración desde el Olimpo hacia el Inframundo; los seres que habitaban en el Olimpo veían el reino de las sombras como un lugar con mejor calidad de vida, si se dejaba de lado el hecho de que el sol no tocaba jamás este lugar.
El juicio a Perséfone había sido transmitido como si de una clase de macabro entretenimiento se tratara, permitiendo así que ambos reinos vieran una cara de Hades más vulnerable, ya que al perder a Perséfone este se había desmoronado al ser reparado de la persona que amaba, negándose a soltar aquellas rosas que la diosa había dejado atrás al desaparecer como si de alguna forma tuviera entre sus manos lo último de ella.
—¿Qué es lo que dice el periódico? —preguntó Hades con una taza de café en su mano. Este vestía un elegante traje color azul aunque se encontrara en la comodidad de su hogar.
—No quieres saberlo. —advirtió Hécate, una dama con carácter fuerte e imponente, quién era considerada la mano derecha del poderoso rey.
—No me importa un demonio lo que piensen de mí. —Hades sonaba malhumorado ¿Y cómo no estarlo? Luego de todo lo que había pasado.
Hécate suspiró.
—Según las encuestas, gran parte de las personas en las redes sociales sintieron empatía por tu pérdida. —comenzó a leer ella.— Al parecer nadie esperaba ver a un rey sufriendo por un amor perdido, parece que ahora te ven como alguien más… accesible.
—Eso incrementará la producción del Inframundo. —respondió con un tono seco y su mirada perdida en la ventana, pero luego se mantuvo en total silencio.
Ambos estaban reunidos en la sala de estar del dios, junto a otro equipo especializado en analizar las opiniones populares para así poder planear sus movimientos a futuro. Todo indicaba que el Inframundo debía prepararse para recibir más población, especialmente de aquellas personas que ya no confiaban en el criterio de Zeus para gobernar; Hades sabía que su reino poseía la infraestructura necesaria para albergar a estos nuevos habitantes, y viéndolo desde un punto de vista económico, el trabajo allí aumentaría de tal forma que no implicaría más que progreso para ellos, pero la cabeza del dios estaba en otro lado en ese momento.
—¿Sabes? Haz sido un regente más que magnífico para la gente del Inframundo. —Hecate tomó asiento junto a Hades, indicando con una dura mirada al resto del equipo que ya podía marcharse.— Lograste crear un reino lleno de abundancia dónde se suponía que nada estaba destinado a vivir, deberías sentirte orgulloso de eso. Antes de que llegaras esto era sólo un desierto.
El hombre suspiró, echando su cabeza adelante como si esta de repente fuera demasiado pesada para sostenerla. Sus blancos cabellos invadieron su rostro mientras que la mano derecha del hombre cubría sus ojos.
—Pero aún así no pude protegerla. —él pareció sucumbir a la culpa que inundaba su alma, sabiendo que si había alguien con quién podía compartir la carga que llevaba sobre sus hombros era ella.— No puedo ir a buscarla, debe de estar aterrada. Kore es una persona sociable, adora estar rodeada de gente ¿Cómo crees que ha de sentirse estando totalmente sola?
—Ella es una mujer fuerte, tú y yo lo sabemos más que nadie, pero si te ayuda en algo yo puedo cubrirte en todo lo que precise apariciones públicas, así podrás trabajar en ti mismo. Creo que a ella le hubiera gustado eso. Sólo hasta que este problema se solucione.
Él pareció pensarlo unos instantes, y terminó por asentir en silencio. Su mano derecha se posó sobre la de su amiga y levantó su rostro, dirigiendo aquellos ojos inundados de dolor hacia los de su amiga.
—Sólo hasta que este problema se solucione.
Al principio parecía algo que no duraría mucho, pero aquello que comenzó siendo algunos días se transformó en meses, y posteriormente en años en los que él seguía esperándola, manteniéndose en las sombras de su propia vida para aferrarse a una idea que ya todos habían dejado ir. Pocas eran sus apariciones públicas, más allá de que sus súbditos ahora sintieran más empatía hacia el hombre y se hubiera vuelto una deidad más querida por la gente, este seguía manteniendo un perfil bajo. Habían veces que incluso se mantenía fuera de las cámaras por décadas, apareciendo en público por períodos muy cortos de tiempo para alguna formalidad en específico, pero la gran mayoría de su tiempo este pasaba sus días en las playas del río Aqueronte, aquél dónde las almas viajaban hacia el más allá cuando su estadía en la tierra finalizaba.
De alguna forma él esperaba allí, con la lejana esperanza de ver llegar a la diosa de la primavera, vagando entre las almas para brindarles bendiciones y ayudarlas a pagar sus deudas para así poder avanzar en el final de sus viajes; pero los siglos habían pasado y Perséfone nunca volvió a pisar aquellas playas, y Hades estaba comenzando a pensar que nunca volvería, dos mil años después de su desaparición éste había sido el último en comenzar a perder sus esperanzas de volver a verla.
Pero el destino siempre torturaba a los más puros de corazón, empujándolos al extremo de la desesperación antes de mostrarles, aunque sea, una pequeña luz al final del camino. Cuando él había vuelto a su hogar luego de una larga jornada entre las almas en pena, un llamado telefónico lo sobresaltó, especialmente al notar que era de Zeus, el hermano al que no le había dirigido la palabra desde lo sucedido en aquél juicio.
Él supo que debía de tratarse de una emergencia ya que Hera pareció llamarlo al mismo tiempo. Aún vestía sus tunicas clásicas para tratar con los mortales pero aún así se dirigió rápidamente al Olimpo, apareciendo en un santiamén en donde varios dioses se encontraban reunidos, dioses que él no había visto en siglos en algunos casos. Hestia, Atenea, Hera, Zeus, Ares, Afrodita, Hermes, Artemisa y Hefesto estaban allí reunidos, se notaba que todos estaban bastante tensos en esa sala pero en el momento en que Hades hizo acto de presencia ellos se quedaron en total silencio, nadie parecía tener el valor para brindarle las noticias.
—No tengo tiempo para esto. —clamó el mayor esperando que alguno fuera el primero en hablar.
Los dioses habían visto sus prendas, aunque ninguno se atrevió a decirle que ya nadie utilizaba esa vestimenta antigua, no desde que nadie tenía posibilidad de viajar al reino de los mortales.
Zeus abrió su boca para ser el primero en hablar, pero al instante volvió a cerrarla cuando se percató de que aquella vez era la primera que veía a su hermano en dos mil años. Por más inmaduro e impulsivo que fuera, el rey se quedó mudo y sin saber si expresarle cuál era el problema o simplemente decirle lo mucho que lo había echado de menos.
—Hace muchos años instalé cámaras en varios objetos de gran poder. —explicó Hefesto rompiendo aquél incómodo silencio.— El objetivo era asegurarme de que ninguno de ellos cayera en manos equivocadas… pero desde que quedamos totalmente aislados del reino mortal éstas cámaras quedaron apagadas por miles de años, ya que la fuente de poder que las alimentaba estaba aquí en el Olimpo.
Hades sería el último en oír esa explicación, que Hefesto ya había brindado en numerosas ocasiones conforme los dioses iban llegando.
—Pero hoy algo extraño sucedió, porque todas estas cámaras volvieron a encenderse simultáneamente.
De repente una ola de calor invadió a Hades, quién tuvo que poner una de sus manos sobre la mesa para sostenerse debido a aquella estremecedora notica. Él no acotó nada, esperando a que Hefesto siguiera con su historia.
El dios de la fragua encendió su computadora portátil, mostrando aproximadamente unas ochenta cámaras distintas, las cuales pertenecían a diferentes objetos antiguos. Varios de estos objetos parecían estar expuestos en alguna clase de museos, muchos otros mostraban una imagen en negro o incluso estática, habían otros que parecían estar incrustados en monumentos más grandes en medio de alguna ciudad… pero había uno que mostraba algo bastante peculiar.
—Éste es el objeto que brindó la energía suficiente como para activar el resto de las cámaras, pero creo que deberías sentarte antes de verlo. —advirtió Hefesto, quién esperó a que Hades se sentara en una de las sillas para mostrar la grabación desde el principio.
Un silencio tenso se apoderó del lugar, mientras que Hades parecía ser el único que veía aquella pantalla, ya que el resto de los dioses ya había recibido la noticia… ahora todos estaban esperando a saber la reacción del rey del Inframundo.
La grabación dió inicio en el momento en que Rose unió ambas partes del martillo de Hefesto, haciendo que todos los antigüos objetos se activaran simultáneamente, mientras que ella y sus compañeros fueron golpeados por esta onda expansiva de energía que los levantó por los aires hasta que chocaron con la pared contraria de la sala, para luego caer al suelo.
Hades quedó atónito al ver eso, pues el rostro de Rose era inconfundible ante los ojos del hombre. Parecía que la eternidad había sido doblada como un abanico en el momento en que volvió a ver los ojos de la diosa de la primavera, como si no hubiera pasado siquiera un día lejos de ella. Su mano derecha se apoyó sobre su corazón, sintiendo como este comenzó a doler por la velocidad en la que estaba latiendo.
Lágrimas aparecieron en sus ojos, sintiendo como un gran peso se liberaba de sus hombros al verla como si nada hubiera sucedido. Hades reprodujo aquella grabación desde el principio una y otra vez, ignorando que aquello era un video en vivo.
No sabía cómo, pero su diosa estaba con vida luego de todos esos años, y seguía viéndose igual de hermosa como la última vez que la vió; Hades sabía que la recuperaría, no importaba lo que le costara, él volvería a verla, la llevaría de vuelta al Inframundo donde pertenecía y esta vez no deperdiciaría un solo segundo, ya que planeaba volverla reina de aquellas tierras dónde sólo ella podía traer vida.
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