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𝟎𝟗 |

¡Sorpresa en el paddock! La noticia de la semana no es solo la emocionante carrera del Gran Premio de España, sino la inesperada visita de Pierre de Orleáns I, el legendario piloto de los años 80 y dos veces campeón del mundo. El abuelo de Pierre de Orleáns III ha llegado con una misión clara: presenciar la supuesta "recuperación" de su nieto tras dos grandes premios ganados.

Con un pasado brillante, Pierre de Orleáns I es un nombre que resuena en los corazones de los aficionados al automovilismo. Pero, ¿es su llegada un apoyo genuino o una intervención en la carrera de su nieto? Algunos expertos sugieren que la presencia de un campeón retirado podría añadir presión adicional a un piloto que ya enfrenta críticas por su inconsistencia del año pasado. "Es evidente que Pierre está luchando este año", comentó un ex compañero de equipo que prefirió permanecer en el anonimato. "Tal vez su abuelo cree que puede inspirarlo, pero también podría ser visto como una señal de que incluso su familia duda de sus habilidades".

No es la primera vez que el apellido de Orleáns se ve envuelto en polémicas y dramas familiares. Recordemos que Pierre de Orleáns I, a pesar de su gran carrera, fue conocido por su carácter explosivo y sus decisiones controvertidas fuera de la pista. Fuentes cercanas al equipo sugieren que la relación entre abuelo y nieto ha sido complicada en el pasado, con rumores de disputas acerca de la conducción del joven piloto y las expectativas que lleva sobre sus hombros. "Es como si Pierre de Orleáns I estuviera aquí para recordar a todos lo grande que fue, mientras su nieto lucha por salir de su sombra", comenta un analista de la Fórmula 1 con una sonrisa irónica.

¿Qué piensan los fanáticos? Mientras algunos celebran la llegada del dos veces campeón del mundo, otros cuestionan si la presencia de un familiar tan influyente, y con un historial tan imponente, podría ser más una carga que una bendición para el joven piloto. ¿Será esta una estrategia de distracción o simplemente una visita familiar cariñosa? Lo cierto es que la tensión está al máximo y las miradas están puestas en el garaje de Mercedes.

La llegada de Pierre de Orleáns I al paddock del GP de España no ha pasado desapercibida, y ya hay quienes especulan si esto afectará la moral del equipo y del propio Pierre de Orleáns III. Solo el tiempo dirá si la leyenda del pasado es una ayuda o un obstáculo en la pista. ¡Las apuestas están abiertas!





📍Barcelona, España

-¡Es que no se que hacer, Jude! -gritó la rubia alterada a la cámara de su computadora-. Este trabajo me está volviendo loca.

-Tranquila, cariño. Era de esperar que esos millonarios tuvieran problemas personales entre sí... -aseguró su amiga mientras se pintaba las uñas de los pies.

-¿Recibiste las entradas para Italia? Te necesito en el próximo premio. Me va a dar un maldito brote psicótico si no me bajas a tierra.

-Sí, sí, ya las tengo -respondió Jude, soplando ligeramente sus uñas recién pintadas-. Pero, oye, ¿de verdad es tan grave? ¿No puedes simplemente ignorarlos y centrarte en tu trabajo?

-¡Ignorarlos! -Margaret soltó una risa incrédula-. No, Jude, no entiendes. ¡Es imposible! Pierre y Santiago son como niños de secundaria, compitiendo por... la chica esa... Me siento como una niñera en lugar de la directora de comunicación.

-Ya sabes cómo son los hombres cuando están heridos -dijo Jude, rodando los ojos- ¿Haz hablado de esto con tu jefe?

-Si yo me siento perdida con este asunto, Rex directamente debe estar peor.

-Claro, porque para ellos todo es una cuestión de imagen, ¿no? -Jude suspiró-. ¿Y la chica? ¿Qué pasa con ella? ¿Es por ella que están así?

-Laura -dijo Margaret con un tono sombrío-. La ex de Pierre y la actual de Santiago. Pierre no lo admite, pero aún le duele. Y Santiago... no sé, parece que está intentando provocar a Pierre o quizás siente culpa.

Jude se quedó en silencio un momento, observando a Margaret con una expresión preocupada.

-Cariño, ¿tú... te sientes atrapada en medio de todo esto?

Margaret asintió lentamente, sus ojos se llenaron de una mezcla de confusión y tristeza.

-Sí. Rex confía en mí para manejar esta situación. Pero siento que cada día es una batalla. Y no sé cuánto más puedo aguantar...

-Entonces, quizás deberías dejarlo -dijo Jude abruptamente, sorprendiendo a Margaret.

-¿Dejarlo? -repitió Margaret, parpadeando-. Jude, no hay manera. No puedo simplemente renunciar. He trabajado demasiado para llegar aquí.

-Lo sé, lo sé -dijo Jude, más suavemente esta vez-. Pero, Maggie, si te está costando tu paz mental... no sé, quizás valga la pena considerarlo.

Margaret miró a su amiga por un momento antes de sacudir la cabeza.

-No puedo, no ahora. No después de todo lo que he invertido en esto. Necesito demostrar que puedo con esto, que soy más fuerte que todo este drama.

Jude suspiró y asintió.

-Está bien, entiendo. Pero por favor, ten cuidado. Y no dejes que te arrastren más al lodo, ¿sí?

Antes de que Margaret pudiera responder, una notificación parpadeó en su pantalla. Era un mensaje de Rex.

Margaret sintió cómo el estómago se le hundía.

-Jude, tengo que irme. Rex quiere hablar sobre la familia de los chicos...

-¡Buena suerte, cariño! -Jude exclamó con un toque de urgencia-. Y recuerda, ¡no dejes que esos dos te hagan perder la cabeza!

Margaret asintió, intentando sonreír mientras terminaba la videollamada. Se quedó mirando la pantalla unos segundos más, respiró hondo y se preparó mentalmente para lo que prometía ser otra conversación tensa y cargada de emociones.

Aquel viernes por la mañana, Margaret se había levantado temprano con intenciones de hacer catarsis con su mejor amiga antes de ir al circuito a enfrentar lo que otro fin de semana de trabajo ardúo le esperaba. Entre reencuentros familiares, invitados especiales y una fiesta grande por organizar, Margaret reconoció a tiempo que no podía con todo y delegó muchísimo trabajo a gran parte del equipo, algo que no le gustaba mucho pero no tuvo otra opción.

Bajando hasta la cafetería del hotel, dispuesta a desayunar algo con su jefe mientras se ponían al día con los sucesos inesperados, una vez allí, la rubia se sirvió una taza de té verde con varios trozos de fruta, cereal y pastelitos, dispuesta a comer bien sabiendo que esa sería probablemente su única comida del día hasta la noche.

-Buenos días, Margaret... -la saludó Rex, sentándose en la mesa en que se encontraba la joven, con un café en mano y varias tostadas en un plato-. ¿Dormiste bien?

-Me levanté hace un par de horas... -confesó la joven, dándole un sorbo a su té mientras miraba al hermoso jardín de la residencia por la ventana-. ¿Qué es lo que no sé sobre la familia de los chicos? -preguntó ya seria, dispuesta a trabajar.

Rex se quedó en silencio por un momento, observando a Margaret con una mirada evaluativa. Luego, suspiró profundamente y dejó su café sobre la mesa.

-Es mi deber avisarte que este fin de semana será duro -dijo con voz grave-. La familia de Santiago no es un problema para nosotros. Son cálidos, apoyan su carrera, y en general, evitan meterse en cualquier conflicto. Pero la de Pierre... Bueno, esa es otra historia.

Margaret asintió, animándole a continuar. Sabía que si Pierre era como era, algo debía haber en su pasado que lo hiciera tan complicado.

-Pierre y su padre no se hablan bien desde hace años -continuó Rex, bajando la voz-. Y no es solo un asunto de diferencias. Su padre y su abuelo... fueron abusivos con él cuando era niño. Es un tema delicado. Pierre rara vez habla de eso, y cuando lo hace, siempre termina enojado o cerrándose.

-Entonces los rumores eran ciertos... -susurró la rubia, haciendo una mueca.

-Sí, desgraciadamente lo son -afirmó Rex con un tono sombrío-. El padre de Pierre siempre fue extremadamente severo. Nunca lo aprobaba, nunca estaba satisfecho con nada de lo que hacía. Y el abuelo... bueno, él era peor. Un tirano. Pierre creció en un ambiente donde el afecto era inexistente y los golpes eran la norma.

Margaret sintió un nudo en la garganta. Había leído hace un tiempo una historia que contaba cómo, al haber perdido una carrera de niño, el piloto francés no se había quitado el casco por horas para evitar que le pegaran. Siempre dudó sobre su veracidad, ya que lo contaba un compañero de equipo cuando eran apenas corredores de karts; pero ahora, la probabilidad de que aquella historia fuera cierta era muy grande.

-Muy bien, ¿Cúal es el plan entonces? ¿Qué hacemos para este fin de semana? -preguntó completamente seria, dispuesta a afrontar lo que sea.

Rex se quedó en silencio un momento más, sopesando las opciones mientras miraba a Margaret con seriedad. Finalmente, tomó un sorbo de su café antes de hablar, su tono más decidido que antes.

-Conociendo a Pierre, él tratará de mantenerse ocupado todo el fin de semana para no enfrentar la situación. Ya ha pasado esto antes, así que sé que actuará así... -comentó Forden-. Sin embargo, los medios ya empezaron a hablar sobre esto, y no hay cosas buenas...

-Yo me encargaré de eso. Sabemos que Pierre no es capaz de hacer una escena ante las cámaras, usaré eso a nuestro favor. ¿Qué más?

-Además de manejar a los medios y controlar la narrativa, también debemos estar preparados para cualquier tensión que surja en el equipo. Si Pierre se vuelve más errático de lo habitual o hay confrontaciones con Santiago, tendremos que intervenir rápidamente para evitar que se convierta en un espectáculo -dijo Rex, con una mirada preocupada-. La última cosa que necesitamos es que esto empeore nuestra imagen ante los patrocinadores.

Margaret asintió, comprendiendo la magnitud del desafío que se les presentaba. Su mente ya estaba corriendo con estrategias y posibles soluciones.

-¿Cómo se llevan las familias de los chicos entre sí?

-Excelente, se adoran entre sí por más que Pierre y Santiago esten peleados...

-Perfecto. Si eso es todo, me voy al circuito antes de que lleguen las visitas... -dijo la rubia dispuesta a irse, pero Rex la frenó en seco tomándola del brazo rápidamente.

-Una cosa más. Las chicas de Sophie corren hoy y mañana. No te pediría esto de no ser porque ya te considero familia, Margaret: Necesito que ayudes a Sophie a patrocinar el evento.

Margaret río ante el pedido.

-Eso sí que será un placer...

La rubia no tardó mucho en terminar de alistarse en cuanto subió a su habitación y se dirigió al autódromo con la mente en plena ebullición. Sabía que el día iba a ser complicado, pero estaba decidida a manejarlo con la mayor profesionalidad posible.

Una vez en el paddock, se sumergió en el trabajo: actualizaciones en redes sociales, preparación de contenido para los patrocinadores, y coordinar entrevistas con los medios para las familias de los pilotos. Y mientras Margaret estaba inmersa en su trabajo, Camille apareció. El ambiente estaba cargado, y la llegada de los De Orleáns ya había comenzado a generar murmullos entre los miembros del equipo y los medios. Margaret la vio de lejos, con una expresión preocupada, y se dio cuenta de que seguramente se encontraba así porque no parecía encontrar a su hermano.

-¿Camille? -la llamó Margaret, acercándose-. ¿Estás buscando a Pierre?

La pelinegra se volteó, su rostro iluminándose con un atisbo de alivio al ver a Margaret.

-Sí. El abuelo y papá ya han llegado, y no puedo encontrar a mi hermano por ningún lado -respondió Camille, con una mezcla de ansiedad y determinación-. ¿Sabes dónde podría estar?

Margaret frunció el ceño, considerando la situación. Pierre probablemente estaba intentando evitar a su familia, y eso lo haría aún más impredecible. Sin embargo, sabía que debía ayudar a Camille.

-Lo iré a buscar...

Margaret comenzó a recorrer el paddock, su mente enfocada en encontrar a Pierre antes de que la situación se volviera aún más complicada. Mientras se movía entre los camiones de los equipos y los medios que ya comenzaban a congregarse, buscaba cualquier señal de él. Pierre solía refugiarse en lugares menos visibles cuando estaba alterado, por lo que su primera parada fue el área de los simuladores, pero no encontró rastro de él allí.

Siguió explorando, verificando el garaje y las áreas de descanso del equipo. La tensión en el ambiente crecía y los murmullos entre los miembros del equipo se volvían más evidentes. Margaret sabía que el tiempo estaba en contra de ella y que tenía que actuar rápido.

Finalmente, decidió ir al motorhome de Pierre, pensando que podría estar allí simplemente escondiéndose de la vista pública, y al llegar, la puerta estaba entreabierta, y un suave murmullo de voces le llegó a los oídos. Margaret pasó con cuidado y entró.

Dentro, encontró a Pierre sin camiseta haciendo ejercicios de cuello con su entrenador, un hombre robusto con el que Margaret no había hablado nunca. La expresión del piloto era feroz, mientras resistía la presión con la que se empujaba su cabeza y le caía sudor a lo largo del cuerpo.

-Pierre -dijo Margaret algo nerviosa, haciendo que el piloto se detuviera en seco. Se volvió hacia ella, su expresión un tanto sorprendida y agotada.

-¿Qué estás haciendo aquí? -preguntó Pierre, tratando de recuperar el aliento mientras se limpiaba el sudor de la frente.

La voz del francés era tensa y un poco áspera, algo que llamó la atención de la rubia, sacándola del trance que conllevaba encontrar atractivo a su compañero de trabajo.

-Tu familia llegó y Camille te está buscando -dijo Margaret, mirando a Pierre con una mezcla de preocupación y determinación-. Deberías estar allí.

-Los veré antes de las prácticas libres... -dijo indiferente el piloto, mientras pasaba una toalla por su rostro.

-¿Puedes darnos un momento, por favor? -le pidió la rubia al entrenador, quien asintió y se retiró sin dudar. En cuanto se quedaron solos en el lugar, Margaret prosiguió-. Pierre, sé que ésta situación es difícil para tí y...

-Tu no sabes nada... -aseguró el joven, riendo con ironía, no dispuesto a escuchar cualquier discurso motivacional que pudieran darle.

-...el equipo está de tu lado, queremos que lidies con esto de la mejor forma posible -siguió Margaret, sabiendo que el francés iba a reaccionar mal ante sus palabras.

Pierre bufó, mirando a Margaret con una mezcla de irritación y desdén. Sus labios se curvaron en una mueca.

-¿De verdad? ¿Y qué sabes de cómo manejar esto? -se burló-. Estás aquí para hacer que todo luzca bonito para las cámaras. No tienes idea de lo que significa.

Margaret sintió como la frustración acumulada durante la semana y el desgaste emocional estaban llevándola al límite. Se acercó un paso más, dejando claro que no se iba a echar atrás.

-Mira, Pierre, estoy aquí porque Rex confía en mí para manejar esta situación. Y lo haré, incluso si eso significa enfrentarme a ti -dijo, su voz endureciéndose-. Si sigues ignorando a tu familia y evitas enfrentarte a la realidad, no solo te estás perjudicando a ti mismo, también estás perjudicando a la escudería.

-Te agradezco los discursos motivacionales, Margaret -respondió sarcásticamente el piloto-. Pero voy a lidiar con esto a mi manera y te agradecería que no te entrometas en lo que no entiendes.

Margaret sintió que la tensión alcanzaba un punto de ebullición. Los comentarios despectivos de Pierre y su actitud indiferente estaban sobrepasando el temperamento de la joven. El motorhome estaba impregnado de un aire cargado de emociones no expresadas y Margaret no estaba dispuesta a retroceder.

-¿A tú manera? -repitió Margaret con desdén, avanzando un paso más hacia él-. Escúchame bien, Pierre, porque no repetiré esto dos veces. Vas a salir ahora de aquí, saludaras a tu familia frente a las cámaras para que la premisa del día sea buena, y luego vuelves a tu cueva el resto del día si quieres. ¿Entiendes lo que te digo?

Pierre parecía estupefacto por la intensidad de la respuesta. Su rostro palideció ligeramente al darse cuenta de que Margaret no estaba bromeando. Nunca la había visto tan seria como aquella vez, aun cuando sus enfrentamientos eran constantes.

-¿Estás amenazándome? -preguntó Pierre, su voz apenas conteniendo la ira.

Margaret no se inmutó, sus ojos fijos en los de él.

-Tienes exactamente cinco minutos para hacer lo que te pido. Si no, voy a actuar en consecuencia. Y créeme, nadie quiere ver cómo se pone esto cuando me pongo seria.

El silencio se instaló en el motorhome mientras Pierre asimilaba las palabras de Margaret. Finalmente, con una expresión de resignación y enojo, Pierre dio un paso atrás.

-Dile a mi hermana que la veo en unos minutos...

Margaret asintió, satisfecha de que Pierre al menos había cedido en parte. Sin embargo, la tensión seguía palpable en el aire mientras él se volvía para prepararse para salir. La rubia salió del motorhome con paso decidido, dejando atrás un ambiente cargado y un piloto claramente agitado.

Al salir, se encontró con Camille, quien estaba esperando cerca, con una expresión preocupada ya que había escuchado parte de los gritos de aquel lugar.

-¿Todo está bien? -preguntó.

-Pierre está en camino -respondió Margaret, tratando de sonar tranquila a pesar del conflicto interno-. Si hay algo más que necesites, mantenme informada.

Camille asintió, agradecida, pero claramente aún nerviosa. Mientras, la rubia se alejó para dar un respiro, tratando de calmarse. Sabía que, aunque había logrado un pequeño triunfo, la situación general seguía siendo extremadamente delicada. El conflicto entre Pierre, el estrés en el equipo y la presión para que todo saliera bien estaba creando una tormenta perfecta de problemas.

Mientras se dirigía nuevamente al paddock, Margaret sintió cómo la presión se alzaba de nuevo. Sabía que necesitaba mantener su compostura, pero la realidad de la situación era que cualquier pequeño desliz podría desencadenar una serie de eventos aún más problemáticos. Mientras se tomaba un descanso, observó a varios miembros del equipo conversando en voz baja, chismeando las últimas novedades de las familias de los pilotos. Su mirada se encontró con la de Rex, quien se acercó con una expresión grave.

-¿Cómo van las cosas? -preguntó Rex, con un tono que denotaba su propia preocupación.

-He logrado que Pierre salga del motorhome y se dirija hacia su familia -dijo Margaret, su voz cansada pero firme-. Nos gritamos en el proceso, pero nada grave...

Rex asintió, su expresión indicaba que comprendía la magnitud del problema.

-Mantén un ojo en todo -dijo Forden, con un tono serio-. Necesitamos que esta situación no se salga de control. Si hay algún problema, avísame inmediatamente.

Margaret asintió y se despidió, su mente aún zumbando con la intensidad del enfrentamiento. Sabía que debía mantenerse alerta y lista para cualquier imprevisto, ya que la tensión en el paddock seguía creciendo, y la calma que había conseguido con Pierre era solo un breve respiro en un mar de tormentas.

Minutos más tarde en el garaje, desde una distancia prudente, la rubia se asomó a ver como el piloto ya se encontraba en los pits con su familia. La tensión en el aire era palpable, y Margaret sintió cómo su pulso se aceleraba. Sabía que la imagen que se desataba allí afuera era crucial para desviar la atención de los medios y para el bienestar de Pierre, por lo que se permitió respirar en cuanto noto como la familia De Orleáns posaba para las cámaras y respondían preguntas de los medios.

-No te preocupes, Pierre se crió con esta presión mediática. Sabe cómo lidiar con el problema... -dijo una voz femenina detrás de ella quien, al notar el nerviosismo de la directora, no dudó en calmarla un poco.

Margaret se voltió exaltada por la sorpresa y se encontró con una mujer de unos cuarenta y tantos de años, con algunas canas en el cabello negro y ojos verdes que la rubia reconocería en cualquier lado.

-¿Señora Montoya?

-Por favor, llámame Isabel -respondió la madre de Santiago con una sonrisa cálida, intentando aliviar la tensión del momento. Margaret se enderezó rápidamente, sintiéndose algo avergonzada por su propia reacción.

-Los medios van a matarlo si esto no sale bien... -confesó ahora cansada la joven.

-No te preocupes querida. A los De Orleáns les encanta aparentar cosas, así que relájate -aseguró nuevamente la madre del piloto español, sonriéndole-. Este ambiente puede ser un poco abrumador, ¿verdad? Con tantos ojos puestos en cada movimiento... Pero tú lo manejas muy bien.

Margaret intentó sonreír, aunque la ansiedad aún la rodeaba. Isabel tenía un aura de calma que contrastaba con la energía frenética del garaje, algo que le hacía pensar que aquella mujer estaba mucho más acostumbrada que ella a aquellas situaciones.

-Han sido días difíciles -admitió.

-Pierre sigue sin querer hablar con Santiago, ¿no?

La joven asintió y su mirada se dirigió automáticamente hacia el francés, quien ahora estaba sonriendo para los fotógrafos, algo que le parecía increíble porque realmente se veía como una sonrisa muy auténtica.

-No tiene intención de hacerlo, y no lo culpo -confesó en voz baja, temiendo que alguien más pudiera escucharla.

Isabel suspiró profundamente, sus ojos mostraban una mezcla de tristeza y comprensión.

-Sé que Santiago cometió un error, y uno grande -dijo con sinceridad-. Pero ambos lo están pagando muy caro... -finalizó por decir, antes de darle una pequeña palmada en el hombre a la joven para despedirse y dirigirse donde se encontraba Pierre y su familia.

Los De Orléans, al notar la presencia de la señora Montoya, sonrieron encantadores, sumándola a la conversación en cuestión de segundos mientras hablaban como si los años no hubieran pasado y los pilotos de aquella escudería no se odiaran.

Las prácticas libres fueron increíbles aquel día, donde el dominio de los Mercedes en la pista evidenció para los televidentes y espectadores que la escudería estaba más fuerte que nunca.

-... y si logramos que nos vaya bien en la clasificación de mañana, tal vez logremos otro podio el domingo -le comentó Rex a Sophie mientras conducía hacia el hotel, con Margaret en la parte de atrás de la camioneta sumergida en su computadora-. Ah, casi lo olvido. Saldremos a cenar con las dos familias...

-¿Eso me incluye? -preguntó curiosa la joven, levantando la mirada al asiento de adelante.

-Por supuesto, la madre de Santiago y la hermana de Pierre insistieron en que vengas -explicó su jefe con una sonrisa.

-Okey... -dijo desinteresada-. ¿Y vendrán a la fiesta del domingo?

-No creo, pero ponlos en la lista...

-Sophie, toma. Ya tengo las estrategias en redes para la carrera de mañana... -agregó extendiendo la computadora a la esposa de su jefe, quien la tomó y empezó a chequear el plan-. Y sobre las estrategias a largo plazo; la idea es que las chicas, con la serie de mini documentales que se publiquen en cada cuenta, generen más cercanía con el público. Aprovechen las nuevas cámaras en los monoplazas al máximo también para hacer POVs de las carreras...

Para las ocho de la noche, Margaret se percató que en serio se encontraba agotada, y que no había sido buena idea el haberse despertado tan temprano aquel día. Sin embargo, el hambre atroz que sentía la motivó a cambiarse, y se dijo así misma que disfrutaría de una buena cena y un par de copas a pesar de todo.

Sabiendo que iría de seguro a un lugar extremadamente caro, con la intención de lucirse y dar buenas impresiones, la rubia optó por un vestido largo y rojo con pequeños volados en vertical y un tajo del lado izquierdo, que resaltaban su suave bronceado y dorado cabello. Sin tanto maquillaje y el cabello suelto, bajó al lobby del hotel, esperando que su jefe y esposa se encontraran allí ya, pero no fue así.

Margaret se detuvo por un momento en el lobby del hotel, observando a su alrededor mientras intentaba calmar sus pensamientos. El lugar estaba lleno de vida, con huéspedes charlando y riendo, mientras algunos se dirigían al bar o al restaurante. Ella cruzó los brazos, sintiendo una ligera brisa que provenía de las puertas automáticas, y observó cómo su reflejo se mostraba en los grandes ventanales.

-¿Vamos? -preguntó Pierre detrás de ella, haciendo que la joven se asustara por segunda vez aquel día.

En cuanto se enfrentó a Pierre, quien estaba vestido con un traje oscuro que acentuaba su porte imponente, el estómago de la rubia dio un vuelco. Acostumbrada a verlo en su equipo de carreras o con vestimentas más casuales, Margaret recordó que la última vez que lo había visto tan elegante fue la noche que lo conoció en Australia, cuyo recuerdo hizo que se sonrojara, poniéndola aún inquieta.

-¿Perdón?

-Me dijo Rex que te llevara, él ya está en el restaurante con Sophie.

-Oh, claro. No sabía... -dijo ella, intentando sonar tranquila mientras se ajustaba el vestido. La incomodidad de la situación y la tensión que aún cargaba se hicieron evidentes en su tono de voz.

Pierre asintió y comenzó a caminar hacia la salida, y Margaret lo siguió con pasos cautelosos. En cuanto el Pagani Zonda llegó en manos del valet parking, ambos subieron en silencio y partieron hacia el restaurante.

-Tengo que decir, Margaret, que me sorprende la habilidad que tienes para caerle bien a todo el mundo como para haber convencido a mi hermana de invitarte hoy... -comentó tranquilo pero asqueado Pierre, rompiendo el silencio entre ambos.

Por más que trataran de aparentar, ambos se encontraban aún enojados con el otro por el roce que habían tenido horas antes en el motorhome, y sabían que, aunque debían lidiar con ello de forma más madura, era inevitable para Margaret no sentirse completamente irritada ante la presencia del francés.

El coche avanzaba con suavidad por las calles de la ciudad, el rugido del motor apenas era audible dentro del habitáculo. Margaret mantuvo su mirada fija en la carretera que se extendía ante ellos, sus dedos jugueteando distraídamente con el dobladillo de su vestido.

La observación de Pierre le cayó como un balde de agua fría.

-No es difícil ser una persona agradable -respondió ella con un tono azucarado, cargado de ironía-. Solo tuve que prometerle que mantendría a su hermano bajo control durante el fin de semana...

Pierre soltó una risa seca, sin apartar la vista del camino. Sabía que Margaret no había terminado de hablar, pero ese pequeño golpe sutil había sido suficiente para provocarlo.

-¿Bajo control? -repitió con una sonrisa sarcástica-. Vamos, Margaret, admitelo. Te encanta estar en el centro de todo, especialmente cuando se trata de mí.

Margaret dejó de juguetear con uno de los volados y lo miró con una mezcla de sorpresa y enfado.

-¿De verdad piensas que todo gira en torno a ti, Pierre? -preguntó con una risa incrédula-. Lamento decepcionarte, pero no todo el mundo vive para atender tus caprichos. Algunas personas solo intentan hacer su trabajo en medio de todo tu... caos.

Pierre apretó el volante con fuerza, sintiendo cómo su paciencia se deslizaba por un borde peligroso.

-Sí, claro -replicó en un tono cortante-. Porque eres tan profesional todo el tiempo, excepto cuando decides entrometerte en cosas que no te conciernen, como esta mañana.

Margaret lo fulminó con la mirada, cada palabra de Pierre encendiendo una chispa más en su creciente irritación.

-Eres un idiota, estaba salvando tu carrera...

-Siempre sabes qué es lo mejor para todos, ¿no? -replicó con una sonrisa amarga-. Quizás si dejaras de intentar manejar mi vida, podrías empezar a preocuparte un poco más por la tuya.

Margaret apretó los dientes, su frustración era palpable. Pierre siempre sabía exactamente cómo tocar las fibras más sensibles.

-Mi vida está perfectamente bien. No soy yo la que tiene problemas con la mitad del mundo.

Pierre sintió un impulso de frenar el coche, de girarse hacia ella y decirle exactamente lo que pensaba, de dejar salir toda la frustración que llevaba acumulada desde hacía semanas. Pero sabía que eso no haría más que empeorar las cosas. En lugar de eso, apretó el volante con más fuerza, respirando profundamente para calmarse.

-No tienes idea de lo que hablas -murmuró finalmente, su voz baja pero tensa.

Margaret lo miró de reojo, su expresión endurecida, pero pudo ver en Pierre un atisbo de algo más. ¿Dolor? ¿Desilusión? ¿Miedo? Por un momento, se sintió tentada a preguntarle, a tratar de entender qué era lo que realmente estaba pasando por su cabeza. Pero sabía que no serviría de nada.

El silencio se hizo pesado entre ellos, cargado de emociones no dichas y resentimientos ocultos. Pierre sintió que el coche era demasiado pequeño, demasiado claustrofóbico, como si el aire mismo estuviera presionando contra él.

Inevitablemente, el piloto recordó la primera vez que vió a la británica, esa noche en la que ella parecía tan fuera de lugar en una fiesta llena de gente superficial. Había algo en ella que lo atrajo, una chispa, una energía que no podía ignorar, y ahora, sin embargo, no había momento en que ninguno de ellos se dejara de cuestionar la visión del otro.

-¿Sabes qué? -dijo finalmente, rompiendo el silencio con un tono más suave, casi resignado-. No voy a discutir más contigo, Margaret. No esta noche. Estoy cansado.

Ella lo miró, sorprendida por su cambio de tono. Parecía que quería decir algo, pero se contuvo. Pierre pudo ver la lucha en su expresión, como si estuviera debatiéndose entre seguir peleando o dejarlo estar. Al final, ella simplemente suspiró, desviando la mirada hacia la ventana.

-Bien -dijo, su voz más suave ahora, casi un susurro-. Yo también estoy cansada.

El coche siguió avanzando en silencio, cada segundo pareciendo alargarse. Pierre se dio cuenta de que no quería que esta tensión continuara, pero tampoco sabía cómo romperla. No sabía cómo llegar a Margaret, cómo hacerle entender que, a pesar de todo, él no era su enemigo.

Cuando finalmente llegaron al restaurante, Pierre se estacionó y apagó el motor, pero no se movió de inmediato. Miró a Margaret, buscando alguna señal de que tal vez, solo tal vez, ella también estaba dispuesta a dejar las armas.

-Margaret... -comenzó, su voz dudosa-. Yo...

Pero antes de que pudiera continuar, la rubia ya estaba abriendo la puerta y saliendo del coche. Pierre observó cómo la luz del restaurante iluminaba su figura mientras caminaba hacia la entrada, su vestido rojo ondeando detrás de ella como una llama. Se quedó un momento más en el coche, exhalando un suspiro largo y cansado, antes de decidir seguirla.


DEBO SER LA PERSONA MÁS FELIZ DEL MUNDO DESPUES DE ÉL

GRACIAS FRANQUITO, SOS LO MAS GRANDE QUE TENEMOS

Ahora, saliendo de la emoción, les comento que abrí un ig para subir cositas de la historia que no pondré aquí. Les sugiero seguirme: _harpyaharpyja_

Nos vemos mañana ♥

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