𝟎𝟔 |
📍Suzuka, Japón
-¡Llegaron los nuevos cascos! -gritó Margaret entrando al garaje con dos grandes cajas en manos, el martes por la mañana.
Santiago, que ni siquiera podía visualizar bien a la chica porque los paquetes tapaban gran parte de su cuerpo, la ayudó con una de las cajas. La joven se lo agradeció y ambos dejaron los envíos en una de las mesas del lugar.
-Justo a tiempo... -afirmó Rex, acercándose a las cajas, ansioso de ver cómo habían quedado-. Vamos a ver qué tal...
La rubia se apartó un poco para dejar espacio a su jefe, quien ya estaba abriendo uno de los paquetes con rapidez. Santiago, a su lado, observaba con curiosidad mientras Rex sacaba uno de los cascos envueltos en plástico, cual justo era el suyo.
Con líneas cromadas de reflejos celestes y violetas, ambos cascos blancos con diferentes patrones grises a los alrededores representaban una fantasía futurista digna de Japón. Mientras que el casco de Pierre hacía alusión a las montañas y la tierra firme de aquel país, el de Santiago estaba inspirado en los movimientos del agua. Además, mientras que una de las viseras era morado oscuro para el español, la otra era azul eléctrico. Aquellos diseños únicos definitivamente darían tema de conversación.
-¡Wow! -exclamó Santiago, tomando el casco en sus manos-. Es impresionante ¿Lo hiciste tú?
-Trabajamos en los diseños con todo el equipo -aclaró la joven, sacando ahora el casco de Pierre de la envoltura.
Rex asintió con aprobación mientras examinaba el casco de cerca.
-Es perfecto.
Orgullosa de su trabajo, Margaret comenzó a sacarle fotos a ambos cascos juntos, preparando para promocionarlos en sus historias con un filtro difuminado, anunciando que se venía una sorpresa para aquel fin de semana.
Sin embargo, se vió interrumpida en cuanto sintió la presencia de alguien detrás de ella, respirando prácticamente en su hombro por la cercanía.
-¿El azul es mío? -preguntó Pierre, con una expresión seria en su rostro.
Margaret se sobresaltó levemente al sentir la cercanía de Pierre y giró la cabeza para encontrarse con su mirada, notando la intensidad de sus ojos oscuros mientras observaba la nueva parte de su uniforme.
-Sí, el azul es tuyo -confirmó ella, con una voz firme, intentando mantener la calma. Sabía que Pierre era exigente y que cualquier detalle que no le gustara podía ser motivo de tensión.
Pierre frunció el ceño, evaluando el casco con la visera azul como si estuviera buscando algo que criticar, haciendo que Margaret contuviera la respiración, esperando su veredicto. Después de unos momentos de silencio, el francés sufrido finalmente habló, con un tono bajo pero claro.
-No está mal... -murmuró, acercándose más para tomar el casco en sus manos. Lo giró lentamente, observando cada línea, cada detalle, mientras Margaret lo miraba con atención-. De hecho, es bastante bueno.
Margaret soltó el aire que no se había dado cuenta que estaba conteniendo. Pierre raramente daba elogios tan abiertamente, y eso hizo que sus palabras fueran aún más significativas.
-Me alegra que te guste -dijo ella, con una leve sonrisa. Sin embargo, Pierre no la miraba a ella, sino que seguía centrado en el casco, como si aún estuviera procesando la elección del color.
-El azul... -continuó Pierre, finalmente levantando la vista para encontrarse con los ojos de Margaret-. No es lo que hubiera elegido, pero creo que le dará un toque especial en la pista. Será algo diferente.
Margaret asintió, sintiendo una mezcla de alivio y satisfacción. Había arriesgado con el azul, sabiendo que podría ser un acierto o un error, pero parecía que Pierre estaba dispuesto a aceptar el cambio.
-Esa era la idea -respondió ella-. Que te destaque de los demás, que sea algo único. Creo que el azul resalta bien tu estilo.
Pierre la observó en silencio por un momento, como si estuviera decidiendo algo más allá del casco. Finalmente, asintió con una leve sonrisa, una que apenas rozaba sus labios.
-Gracias, Margaret. Buen trabajo -dijo, su tono más cálido que antes.
Antes de que ella pudiera responder, Santiago, que había estado observando en silencio, intervino con una sonrisa maliciosa.
-¿Y qué hay del casco con visera morada? -preguntó, levantando la parte de su nuevo uniforme para que Pierre lo viera-. Parece que tenemos un duelo de colores.
Pierre soltó una pequeña risa, algo raro en él, y se propuso a responder con un toque de humor.
-Veremos cuál se ve mejor en el podio -dijo, lanzándole una mirada desafiante a Santiago.
La tensión habitual entre los dos pilotos parecía haber disminuido por un momento, algo que efectivamente los presentes no podían creer. Margaret observó la interacción con interés, sintiendo que había logrado algo más que solo diseñar cascos; había ayudado a crear un punto de conexión, al menos aquel día, aunque fuera temporal.
Pierre se giró hacia ella una vez más antes de salir del garaje.
-Nos vemos mañana, Margaret -dijo, y con un último vistazo al casco, salió por la puerta.
Santiago, aún sosteniendo su casco, se acercó a Margaret y le dio un pequeño golpe en el hombro.
-Buen trabajo, rubia. Aún así, espero que sepas que el morado ganará -bromeó, guiñandole un ojo antes de seguir a Pierre fuera del garaje.
El jueves por la mañana de aquella semana en Suzuka se había publicado oficialmente la sesión fotográfica de los pilotos con la edición especial de los cascos para la carrera del fin de semana, la cual no tardó en hacerse viral. ¿La foto que fue portada de todos los medios ese día? Una de Montoya con De Orleáns chocando puños uno al lado del otro. Lo que la gente no sabía, sin embargo, era que las sesiones fotográficas se habían hecho por separado y editado luego para que estén juntos.
-No puede ser que no podamos hacerles fotografìas juntos para algo tan simple como una campaña para promocionar nuevos cascos -reclamó la rubia a su jefe, mientras ambos se encontraban merendando té con pancakes en forma de pokémon en la cocina del hospitality, organizando las últimas estrategias del equipo.
-Podríamos emboscar a Pierre en la entrevista de mañana -sugirió Forden, sin dejar de masticar tranquilamente su comida-. Sumamos a Montoya en la reunión sin que él lo sepa. Conociéndolo, frente a las cámaras no hará nada.
Margaret dudó unos segundos, tomando su té.
-Es una opción... -respondió finalmente-, pero si Pierre se da cuenta de que lo manipulamos, a tí no te va a echar la bronca sino a mí.
Rex no pudo evitar asentir con una sonrisa. Sabía que Margaret tenía razón.
Desde la perspectiva de Forden, la pelea entre Pierre y Santiago era un problema que trascendía la simple rivalidad en la pista. Como director del equipo, había visto su cuota de tensiones entre pilotos, pero la dinámica entre el francés y el español le preocupaba de manera especial.
Aun recordaba aquella tarde hace aproximadamente quince años atrás, cuando los vió correr por primera vez a los dos juntos, cuando apenas eran unos niños compitiendo entre ellos pero protegiéndose de los demás en la pista. Lo que más le impresionó entonces fue la conexión natural entre ambos, aun cuando eran diferentes en casi todos los aspectos: Santiago, el extrovertido que corría siempre determinado a hacer lo que sea a los límites de las reglas, y Pierre, el analítico que medía cada decisión como si se tratara de un problema matemático, quien conducía como si de cada movimiento hiciera arte. Sin embargo, cuando estaban juntos, se complementaban de una manera que Forden rara vez había visto en pilotos tan jóvenes. Se entendían sin necesidad de palabras, sabían cuándo dejar que el otro tomara la delantera y cuándo cubrirse las espaldas.
Esos días hicieron que una chispa apareciera en el austriaco, y se juró a sí mismo que los tendría tarde o temprano a ambos en su equipo. Había visto el potencial que tenían, no solo como individuos, sino como una pareja que, si se unía, podría revolucionar el automovilismo. Y así fue por un breve momento dos años atrás, hasta que meses atrás se vieron separados por una chica.
-Si esto no mejora, seré el único director de equipo sin pilotos para mediados de año -comentó abatido Forden, haciendo que su acompañante levante el ceño.
-¿A qué te refieres? -preguntó intrigada la joven, haciendo que su jefe suspirara.
-Santiago no va a renovar su contrato con nosotros si no mejoran las cosas con Pierre, me lo dijo esta mañana... -confesó Rex.
-¿Y qué hay de Pierre?
-Si su rendimiento en la pista y la visión que tienen las cámaras de él no mejora durante las próximas carreras, tendré que dejarlo ir. Y por rumores, se que ninguna otra escudería lo quiere.
Margaret tomó un sorbo de su té, pensativa. Efectivamente, estaba en medio de una situación extremadamente frágil.
-Sé que puedo mejorar la imagen de Pierre, pero es tu trabajo hacer que ambos vuelvan a, por lo menos, llevarse relativamente bien -lo enfrentó la rubia sonando lo más gentil posible.
-Ya intenté de todo, Maggie. No hay manera de que esto sane más que con tiempo, algo que no tenemos -confesó el hombre, acabando el último bocado de su merienda-. Las actividades juntos, las reuniones con recursos humanos... Nada funciona.
-La semana pasada Santiago se veía dispuesto a cambiar las cosas... -recordó la rubia aquella interacción en el garaje-. El problema es Pierre.
-Está en todo su derecho de estar enojado, de todas formas -aseguró Rex-. Tuvo situaciones realmente difíciles el año pasado, además de la doble ruptura.
La británica dudó, pero asintió lentamente aun cuando no sabía a qué se refería el hombre frente a ella. No insistiría sobre el tema por educación, pero estaba de acuerdo con lo demás porque era cierto. El francés sufrido era quien más había perdido en la situación que ella conocía.
-Déjame a De Orleáns a mí, estoy dispuesta a hacer de su vida un infierno con tal de mejorar las cosas. Solo necesito tu apoyo para lo que ideare.
El viernes por la mañana, el ambiente en la sala de prensa estaba cargado de expectativa. Los medios se acomodaban en sus asientos, preparándose para la conferencia de prensa del piloto de Mercedes, ya que la noticia de la sesión fotográfica de los cascos había generado un gran interés, y todos esperaban escuchar las últimas declaraciones de la escudería.
Margaret estaba en una esquina nerviosa, revisando sus notas y asegurándose de que todo estuviera en orden. Había organizado la conferencia con esmero, y cada detalle había sido cuidadosamente planificado para manejar la imagen de Pierre y, esperaban, comenzar a suavizar las tensiones.
Las luces se atenuaron y el micrófono principal se encendió. Pierre, vestido con el uniforme de la escudería y una gorra puesta, se dirigió al estrado. Su expresión era una mezcla de determinación y nerviosismo. Él realmente odiaba ese tipo de exposición, pero sabía que tenía que estar allí de todas formas.
-Gracias a todos por venir -comenzó Pierre, su voz resonando en el micrófono. Se veía elegante y profesional, aunque su mirada revelaba la tensión que sentía-. Estamos aquí para hablar sobre la nueva campaña de cascos y el gran evento de este fin de semana.
Comenzó a responder preguntas sobre el diseño del casco, las expectativas para la carrera y los desafíos recientes. A medida que avanzaba la conferencia, los periodistas hicieron preguntas más incisivas sobre su rendimiento y la situación del equipo. Pierre respondió con cuidado, manteniendo una fachada de calma.
Mientras tanto, en la trastienda, Hundleton y Forden estaban en contacto con los organizadores del evento. Todo estaba listo para el siguiente paso del plan. Margaret lanzó una rápida mirada hacia el reloj del teléfono; era el momento.
Justo cuando Pierre estaba en medio de una respuesta a una pregunta sobre su carrera ganada en Jeddah, la puerta de la sala de prensa se abrió de repente, dejando ver a Montoya con el merch del equipo también puesto.
Pierre se detuvo en seco al ver a Santiago. El murmullo en la sala de prensa se hizo evidente. Los periodistas se agitaron, fascinados por la inesperada aparición del español. Pierre intentó mantener la compostura, pero su sorpresa era evidente.
-Buenos días a todos -sonrió encantador Santiago levantando un brazo para saludar a los presentes-. Espero que no les moleste mi interrupción, perdí la invitación para estar aquí hoy -bromeó, provocando que los periodistas rieran.
Colocandose a un lado de Pierre, quien aún vivía con asombro la situación, el español le sonrió a su compañero tocándole el hombro, sabiendo que este no haría nada para dejarlos mal frente a las cámaras.
Confundido aún por todo, el francés miró al frente aún con dudas en mente mientras el español empezaba a responder preguntas improvisadas por el público. Sin embargo, sus dudas duraron hasta que vio a la joven directora de comunicación morderse las uñas con la mirada nerviosa; la misma mirada que tenía el día que se conocieron.
Mirando la cicatriz de su mano derecha, el piloto entendió que todo esto no era una simple coincidencia. El plan de Santiago para aligerar el ambiente y la sorpresa de su aparición no había sido un capricho del destino, sino una estrategia cuidadosamente orquestada. Pierre, quien mantenía la sonrisa en su rostro para no desentonar, sintió un leve asombro mezclado con una gran ira hacia Margaret. Ella había planeado esta interacción para ayudar a suavizar la tensión entre él y Santiago, y ahora estaba claro que el objetivo de su presencia inesperada era parte de un plan más amplio para mejorar la imagen del equipo.
Con esta nueva comprensión, Pierre volvió su atención hacia Montoya, que seguía respondiendo preguntas con su usual carisma. No podía negar que le parecía gracioso el juego que estaba jugando Margaret para hacerlos aparecer a ambos en público, sin embargo, estaba enojado, y eso lo iba a terminar pagando alguien.
-Hace mucho que no se los veía juntos de este modo -mencionó uno de los periodistas presentes en cuanto le dieron la palabra-. Cuenten, ¿cómo manejan los desacuerdos o diferencias de opinión en el equipo para asegurar que el rendimiento no se vea afectado?
-Siempre tratamos de abordar cualquier desacuerdo de manera profesional -respondió Pierre rápidamente riendo irónicamente, sabiendo que nadie más que el equipo entenderían su reacción- Hablarlo y encontrar soluciones entre nosotros es clave para mantener el rendimiento.
Montoya, aún a su lado, se puso tenso por lo dicho, y miró a su compañero unos segundos.
-Exactamente -agregó el español actuando lo mejor que podía-. La comunicación abierta es fundamental. Si hay algo en lo que no estamos de acuerdo, lo discutimos y buscamos la mejor solución para ambos y el equipo.
-En las últimas carreras del año pasado, se los ha visto separados y peleando, algo que no pasaba desde Silverstone en F2. ¿Cómo recuerdan esos tiempos conflictivos entre ustedes siendo compañeros de equipo?
Un silencio invadió la sala unos segundos y Margaret contuvo la respiración, ya sin uñas para morder.
-Esos momentos fueron difíciles, especialmente considerando cómo algunas acciones pueden cambiar la dinámica entre compañeros de equipo -respondió suspirando Pierre ya cansado de las preguntas y el engaño-. De mi parte aprendí que, en el mundo de las carreras, la confianza es tan importante como la habilidad en la pista. A veces es complicado cuando alguien que creías que estaba en tu esquina resulta tener otros intereses. A pesar de todo, el objetivo sigue siendo el mismo: mantener el enfoque en lo que realmente importa.
-Sí, claro. A veces, las tensiones pueden surgir cuando las cosas no salen como esperábamos -agregó Santiago, sin perder la sonrisa de millones que siempre tenía-. Creo que esas experiencias nos muestran quién está dispuesto a dejar de lado las diferencias y realmente trabajar en equipo. Por supuesto, aprender de las traiciones también es parte del proceso de crecimiento. Al final, lo importante es cómo superamos esos desafíos y seguimos adelante.
Rex miró inevitablemente a Margaret, quien estaba rezando en su interior para que nadie entendiera las indirectas que se estaban tirando ambos pilotos en aquel momento.
Luego de dos preguntas más, la conferencia finalizó, provocando un ambiente bipolar en donde todo era una mezcla de nervios y satisfacción. Sin embargo, la tarde en el paddock, luego de las vueltas libres fue, sin duda, incómoda.
-Se lo que estás intentando -la enfrentó Pierre cuando noto a la rubia sola en el garaje-. Y te voy a pedir amablemente que no lo hagas más.
-No sé de qué estás hablando... -respondió la rubia, sin apartar su mirada de su tableta, y se levantó del asiento antes de que el francés pudiera decirle cualquier otra cosa.
Dispuesta a evitar mas drama aquel día, Margaret juntó sus cosas y se dirigió al parking del circuito, sintiendo tensión en sus hombros. Decidió que era mejor irse al hotel y tratar de relajarse, esperando que el tiempo y la distancia ayudaran a calmar las aguas. Con algo de suerte, incluso podría ir al spa del recinto para poder disfrutar unos masajes o un baño termal después de aquel día pesado.
Cuando Margaret salió del edificio del circuito y caminó hacia el parking, sintiendo el frío concreto bajo sus tacones, el sol comenzaba a ocultarse; tiñendo el cielo con suaves tonos anaranjados, mientras el murmullo distante del equipo de carreras se desvanecía a sus espaldas.
Con la vista fija en su auto, se apresuró a llegar a su refugio móvil, ansiosa por dejar atrás el caos del día. Pero justo cuando estaba a pocos metros de su vehículo, escuchó que la llamaban desde un costado. Cuando volteó, se encontró a Philip con el uniforme del equipo papaya puesto, sonriendo mientras se dirigía a ella.
-Ey, hola Philip -lo saludó la rubia, acomodándose uno de sus mechones en la oreja.
-Que gusto encontrarte. Ví la movida publicitaria que estuvieron haciendo para este fin de semana -comentó Philip con entusiasmo-. Supuse que eran parte de tus planes maestros.
-Algo así... Si... -respondió algo sosa la rubia, algo que llamó la atención del britanico-. Fue parte de lo que estuve organizando estos días. Me alegra que te haya gustado.
-Más que eso, me impresionó. Haces que todo se vea muy sencillo -dijo Philip, con una sonrisa, pero al notar que el halago no fue recibido tal y como éste esperaba, alzó una ceja-. ¿Estás bien? -preguntó, esta vez con un tono más suave, genuinamente preocupado.
Ella sonrió levemente, agradecida por el cumplido, pero su mente seguía atrapada en el agotamiento del día. Margaret suspiró, dándose cuenta de que no podía ocultar su cansancio.
-Es solo que ha sido un día largo, ya sabes cómo es esto -respondió, intentando restarle importancia.
Philip asintió, pero no parecía convencido. Sabía que Margaret no era de las que se quejaban, lo que hacía que su desánimo fuera aún más evidente.
-Lo entiendo. Pero, oye, si te sirve de algo, unos amigos y yo vamos a salir a cenar esta noche, algo tranquilo y sin mucha formalidad -dijo con una sonrisa cómplice-. Podrías unirte a nosotros, despejarte un poco. Seguro te vendría bien.
Margaret se quedó en silencio por un momento, procesando la invitación del britanico. Una parte de ella quería aceptar sin pensarlo dos veces; era la primera vez en su vida que estaba en Japón, y en aquellos días no se había animado a salir del hotel sola porque realmente no le gustaba mucho la idea de no estar acompañada de alguien, estando ella en un país desconocido. Sin embargo, la idea de una cena relajada, rodeada de personas que no conocía, no parecía un buen antídoto para el estrés que la había acompañado todo el día.
Philip, notando su vacilación, dio un paso hacia ella, inclinándose ligeramente para captar mejor su atención.
-No tienes que decir que sí por educación -dijo con un tono cálido y tranquilizador-. Entiendo si prefieres descansar. Pero, de verdad, creo que te vendría bien un cambio de aires. Nada de presión, solo algo de buena comida y risas. Podrías marcharte cuando quieras.
Ella se mordió el labio, sopesando sus opciones. La preocupación genuina en los ojos de Philip era difícil de ignorar. Además, la idea de pasar un rato en un ambiente distendido, sin las formalidades del trabajo, se hacía cada vez más atractiva. Tal vez, pensó, una noche fuera de la rutina sería justo lo que necesitaba para recargar energías y afrontar el próximo día con una mejor actitud.
-No sé, Philip... -empezó, su voz dudosa.
El britanico sonrió, como si supiera que estaba a punto de ganar la batalla.
-Pero claro... Si no vienes, estarás encerrada en un hotel repleta de papeles que leer...
Ella no pudo evitar sonreír ante su insistencia. Philip tenía esa habilidad para hacer que todo pareciera más sencillo, menos complicado. Y en ese momento, eso era exactamente lo que necesitaba.
-Está bien, los acompaño -aceptó la joven, ahora sonriendo. Estaba dispuesta a hacer algo que no fuera trabajar aquella noche.
-Excelente. Su hotel está en Nagoya igual que el nuestro, ¿verdad? -preguntó Philip, para organizarse.
-Así es.
-Perfecto, te pasaré a buscar entonces en dos horas. Dame tu numero, asi me mandas la dirección y te llamo cuando este afuera.
Margaret sacó su móvil del bolso y se lo pasó a Philip, mientras él hacía lo mismo. Sus dedos rozaron brevemente cuando intercambiaron los teléfonos, y ella sintió una pequeña chispa de nerviosismo. No era algo común para el piloto compartir su número privado con personas que no fueran de su equipo, pero la espontaneidad de la situación lo hizo sentir curiosamente ligero.
Philip rápidamente guardó su número y le devolvió el teléfono con una sonrisa amistosa.
-Nos vemos en un rato entonces... -se despidió con un saludo al aire y se dirigió a su auto.
Margaret asintió e hizo lo mismo. El motor rugió al encenderlo, y mientras salía del parking, dejó que sus pensamientos vagaran, dándo se cuenta luego que aquellos planes la habían puesto de buen humor. Dudaba todavía un poco, preguntándose si había hecho bien en aceptar la invitación, pero había algo en la actitud de Philip, en la forma en que la había animado sin presionarla, que la hizo sentir que, por una vez, podía permitirse algo de diversión.
Bueno, esta es la primera parte del cap, porque si subía todo junto sería extremadamente largo.
Lo que disfruté escribiendo esto. Comienza la acción wujuu
Según la IA, algo así son los cascos como los describí, y la verdad es que son hermosos.
Para el viernes está la segunda parte. Saludos...
Harpy Out
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