𝟎𝟓 |
📍Shanghái, China
Margaret llegó a Shanghái el jueves por la tarde, en el mismo jet que Santiago. Durante el vuelo, él estaba particularmente animado, bromeando sobre lo que los esperaba en la ciudad.
-Margaret, ¿te has enterado de que en Shanghái tienen una torre que te da vértigo solo con mirarla? -dijo Santiago, con una sonrisa traviesa mientras miraba por la ventana del jet tomando una Pepsi. Para estar viajando por cuestiones de trabajo, era entretenido ver a alguien aun emocionarse por aquella semana.
Margaret levantó una ceja, divertida, dejando su computadora a un lado.
-¿La torre Jin Mao? Recuérdame no ver hacia abajo el domingo cuando sea la fiesta de Petronas ahí -respondió segura la rubia y Santiago soltó una risa.
-¡Es uno de los edificios más altos del mundo! Tienes que mirar abajo, las vistas son preciosas.
-Procuraré estar calmada y fingir que no es algo extremadamente terrorífico estar a 370 metros de altura del suelo entonces -aseguró volviendo a tomar su computadora y trabajar.
-Es verdad, siempre me sorprende cómo puedes mantener la calma. Creo que tú eres la única que no se pone nerviosa antes de una carrera -cuestionó ahora el español, viéndola intrigado.
-Eso es porque no tengo que subir a un coche de carreras a 300 km/h -replicó Margaret, sonriendo.
Cuando finalmente aterrizaron y llegaron al hotel, Santiago se mostró intrigado por el hecho de que no había interactuado tanto con Margaret como esperaba hacerlo. Si bien, ya habían trabajado juntos en dos campañas y cosas de redes, era de las personas más jóvenes del equipo y quería disfrutar eso.
-Tengo una idea -la interrumpió antes de que la joven tome el ascensor-. ¿Qué te parece si vienes a cenar con mi novia y conmigo esta noche? Laura siempre está interesada en conocer a las personas con las que trabajo, y esta sería una buena oportunidad para relajarnos antes de que comience la verdadera locura del fin de semana.
Margaret, que estaba pensando en cómo debía organizar su maleta y preparar algunos documentos para el día siguiente, se detuvo y miró a Santiago con una mezcla de sorpresa y curiosidad.
-¿Tu novia? ¡No sabía que estaba aquí! -exclamó la joven y Santiago se puso un tanto nervioso, algo que ella noto y no entendió porqué-. Claro, me encantaría. No tenía planes para la noche, así que....
-Genial -dijo Santiago, claramente complacido-. Laura es una gran fan, estoy seguro de que tendrás una conversación interesante con ella. Y el restaurante al que vamos está en el centro de la ciudad, y se dice que tiene una de las mejores vistas nocturnas de Shanghái.
La joven asintió despidiéndose y agradeció mentalmente que hubiera empacado más de tres vestidos decentes para aquel viaje. Sin embargo, con el pasar de las horas, Margaret se encontraba en su habitación de hotel, rodeada de papeles, informes y su computadora portátil. A través de la ventana del piso 25, los rascacielos de Shanghái brillaban con las luces de la ciudad que comenzaban a encenderse al caer la tarde. Ella estaba absorta en la revisión final de los materiales para la carrera del fin de semana, haciendo ajustes a última hora en las estrategias de comunicación y asegurándose de que todo estuviera listo para el gran evento.
Pero el reloj en la pared marcaba las 7:00 p.m. y, a pesar de su inmersión en el trabajo, Margaret sintió un pequeño tirón en su conciencia, recordándole que debía prepararse para la cena con el piloto español y su pareja. Dejó el teclado y estiró los brazos, notando el cansancio acumulado del día.
-¿Hora de dejar el trabajo, Margaret? -murmuró para sí misma, mientras se levantaba de la cama y se dirigía hacia sus bolsos.
Abrió la maleta principal y examinó su selección de ropa, optando por un elegante vestido verde oscuro con finas tiras y volados brillantes que llegaba hasta sus tobillos. Sabía que el restaurante al que iban era sofisticado, y quería asegurarse de estar a la altura, por lo que, luego de darse una ducha rápida, se lo colocó después de secar y planchar su cabello. No se maquilló mucho, pero se veía bien, y detrás de su cabeza escuchó la voz de su madre en su conciencia cuestionándola, diciendo que era muy joven para trabajar tanto y seguir soltera.
Sin embargo, otro pensamiento la distrajo, y era el hecho de que nunca había visto alguna noticia de Santiago con su pareja en ningún medio, además de que jamás la había visto en el garaje o escuchó a alguien mencionarla.
Margaret se detuvo un momento frente al espejo, reflexionando. Aunque Santiago era conocido por su sentido del humor y su carácter extrovertido, no parecía el tipo que mantendría una relación en secreto. Su mente comenzó a hacer conjeturas y a pesar de su curiosidad sobre la vida personal de su compañero de equipo, se concentró en la idea de pasar una noche tranquila y amena.
Cuando llegó al vestíbulo del edificio donde estaba el restaurante en el que había acordado verse, Maggie sintió una ligera vibración de anticipación. Santiago estaba allí, vestido con un elegante traje oscuro, y su novia, a su lado, llevaba un vestido azul marino que complementaba su estilo sofisticado.
-¡Maggie! -exclamó Santiago al verla, sonriendo ampliamente. -Te ves fantástica.
-Gracias, Montoya. Tú también estás muy elegante esta noche -respondió Margaret, devolviéndole la sonrisa mientras se acercaba. Se había dado cuenta que nunca lo había visto de traje-. Hola, soy Margaret: una de las directoras del equipo de Santiago -la saludó a la morena de ojos verdes-. Es un gusto conocerte.
-Si, se quien eres. Te sigo en redes, ¡y eres increíble! -dijo realmente entusiasmada, haciendo que Maggie se sonroje por la sorpresa. Era verdad entonces cuando Santiago le dijo que era fan-. ¡Ay!, que torpe. Mi nombre es Laura.
Maggie rió nerviosa.
-Es un gusto, me dijo Montoya que me seguías pero no le creí -comentó mientras Santiago se acercaba a la recepción para confirmar la reserva, dejando que ellas se quedaran a solas.
-¿De verdad? ¡Qué chismoso! -Laura rió, alzando las cejas en señal de sorpresa-. Pero si, me gusta muchísimo tu estilo, y sigo tu trabajo desde hace años. Además de que la F1 siempre ha sido una pasión para mí, y cuando me enteré que trabajarías ahí, fue una fiesta. Y claro, Santiago siempre habla muy bien de ti, así que sabía que debía conocerte hoy...
-Eso es muy amable de tu parte, gracias. A veces, es raro para mí saber cuánta gente sigue nuestro trabajo detrás de las cámaras -admitió Margaret, sintiéndose un poco más relajada.
Santiago regresó con una sonrisa triunfante, indicando que todo estaba listo.
-Todo en orden, chicas. Vamos a la mesa.
Mientras caminaban hacia el lugar, Santiago y Laura mantuvieron una conversación animada, y Margaret se unió con entusiasmo.
El restaurante era hermoso, quedando en el último piso del edificio y estando ambientado con temática del océano. Había un acuario enorme en el centro de la sala con varios peces y una mantarraya, además de que las luces estaban iluminadas con tonalidades azules y destellos blancos.
-Bueno, tengo que admitir que este lugar es impresionante, pero si fuera un poco más oscuro, me preocuparía por encontrar a Nemo en el menú -dijo con una sonrisa Santiago, provocando que las dos chicas estallen de la risa mientras tomaban asiento.
Con los primeros platos en mesa, la noche se volvía alocada entre chistes y varias copas de vino. Mayormente el tema de conversación que predominó era sobre el mundo del automovilismo y los próximos grandes eventos en la industria, pero la calidez y el interés mutuo en la vida profesional de Margaret y las experiencias personales de cada uno hicieron de la noche una experiencia agradable y enriquecedora.
-Sabes, Maggie; antes de venir, les estaba contando a Santiago sobre tu campaña de Gucci con Harry Styles y lo increíble que fue -comentó Laura, antes de llevarse una rebanada de carne a la boca.
Margaret sonrió, agradecida.
-Pues si, fue de mis trabajos favoritos. Con Harry queríamos combinar su estilo único con una narrativa fresca y accesible; entre los dos ideamos la idea de jugar con las rayas amarillas y negras en el jardín de flores como si fuera una abeja -contó nostálgica la rubia mientras sonreía al recordar aquella sesión de fotos.
-Me parece una locura que hayas trabajado con alguien de esa magnitud -aseguró el piloto, atónito-. Tienes que invitarlo a una de las carreras, sería genial tenerlo de invitado.
-Puede ser que le haya mandado un mail para Silverstone hace unos días... -contó Margaret, haciendo que ambos acompañantes se emocionen.
Una vez esperaban el postre, la pareja del piloto no tardó en interpelar a la joven directora sobre más cosas del trabajo.
-Entonces, Margaret, cuéntame, ¿Cuál ha sido tu mayor desafío en lo que va del año? -preguntó Laura emocionada por saber la respuesta.
Margaret pensó por un momento, disfrutando la conversación informal.
-Bueno, vienen muchísimas cosas importantes de las que no puedo hablar aún, pero cuando pasen va a ser grandioso -aseguró la rubia anticipando los grandes planes que tenía-. Ah y bueno, la idea ahora es en serio cambiar la visión del equipo ante los ojos de los fans; queremos tener más acercamiento con ellos, mostrar el lado humano de todo -contestó la rubia mientras colocaba una mano en su boca y seguía pensando-. Y claro, no es un trabajo tan fácil cuando uno de los pilotos se resiste a eso...
Laura asintió con interés, pero su expresión cambió sutilmente al escuchar las últimas palabras de Margaret.
-Ah, entiendo -dijo Laura, tratando de mantener la conversación fluida-. ¿Te refieres a Pierre?
Margaret asintió, sin notar el cambio de tono en Laura.
-Sí, Pierre ha sido un poco más reservado en cuanto a mostrar su lado personal al público. Es algo que estamos trabajando, tratando de encontrar la manera de que se sienta cómodo abriéndose más, sin que sienta que estamos invadiendo su privacidad.
Santiago, que estaba sirviendo vino en las copas, levantó la mirada hacia Laura con una ligera preocupación, pero no dijo nada.
-Eso debe ser complicado -dijo Laura, con una sonrisa algo tensa-. Cada piloto tiene su propio estilo y personalidad, y es importante respetar eso.
Margaret notó una ligera tensión en el aire, pero no estaba segura de su origen. Decidió seguir adelante con la conversación.
-Exactamente, y Pierre es alguien muy enfocado en su trabajo, lo cual es admirable, pero a veces es difícil balancear esa dedicación con la necesidad de conectarse más con los seguidores. Vender un equipo no es fácil, sobre todo si no se apoya en eso.
Laura asintió nuevamente, pero esta vez parecía menos entusiasta.
-Sí, entiendo... Es todo un reto.
Laura forzó una sonrisa, pero permaneció en silencio. Santiago intervino rápidamente, intentando aliviar por un momento el lugar antes de cambiar de tema abruptamente.
-Hablando de retos, ¿han visto la agenda para mañana? ¡Parece que va a ser un día muy ocupado!
Margaret notó el cambio repentino de tema, pero decidió no insistir, siguiendo la corriente.
-Sí, mañana va a ser intenso, pero emocionante. Tenemos varias reuniones importantes y un par de entrevistas clave.
A medida que la conversación continuaba, Margaret no pudo evitar sentir que algo había quedado sin decir. Había algo en la manera en que Laura había reaccionado al mencionar a Pierre que la había dejado intrigada. Aunque la velada continuó de manera agradable, la incomodidad persistente en el ambiente dejó a Margaret con una sensación de que había algo más en esa historia, algo que Santiago y Laura habían decidido no compartir.
Después de la cena, Margaret regresó al hotel con la mente aún ocupada por la extraña tensión que había percibido durante la conversación con Laura. Decidió dejarlo de lado, enfocándose en los eventos del día siguiente. Sin embargo, al entrar en el vestíbulo, se encontró con Forden, el director del equipo, que la esperaba con una expresión seria.
-Margaret, ¿tienes un momento? Necesito hablar contigo -dijo Rex, con una tonalidad grave.
Margaret asintió, sorprendida por la seriedad de su jefe.
-Claro, Rex. ¿Ocurre algo?
-Acabas de salir a comer con Santiago y Laura, ¿no? ¿Te parece ir al bar del hotel unos minutos?, es un tema delicado -respondió, haciendo un gesto para que lo siguiera.
Intrigada y un poco preocupada, Margaret lo siguió hasta el bar pensando la peor de las posibilidades. No emitió sonido alguno en el momento, pues los nervios no le permitían pensar en nada más. ¿Había hecho algo mal?
Ambos se sentaron en la barra, y luego de pedir algo para tomar, Rex sacó unos documentos doblados que tenía en sus bolsillos.
-Margaret, antes de hablar de lo que quiero contarte, necesito que firmes este contrato de confidencialidad -dijo, empujando el documento hacia ella.
Margaret frunció el ceño, tomando el documento y leyéndolo rápidamente. No era raro que el equipo manejara temas confidenciales, pero el hecho de que Rex le pidiera firmar un acuerdo específico la hizo sentir que lo que estaba a punto de escuchar era especialmente delicado.
Después de revisar el contrato, Margaret tomó el bolígrafo y dudó.
-¿Puedes asegurarme que lo que me estás por contar no afectará mi carrera y reputación? -preguntó con la voz más firme que pudo lograr en el momento, pues la joven tenía los pelos de punta.
-Te lo aseguro.
Atando a las consecuencias de que ella se vea involucrada en algo que sea grave, la joven firmó, esperando que Rex no le fuera a tender una trampa y la hubiera arrastrado a algo realmente feo.
-Muy bien, gracias. Ahora, esto es lo que necesitas saber -dijo Rex, dejando el contrato a un lado y mirándola directamente a los ojos-. Laura, la novia de Santiago, es la ex novia de Pierre -Margaret parpadeó, sorprendida. Eso explicaba la incomodidad durante la cena-. Pierre estuvo con ella los últimos dos años, pero claro, lo mantuvo en privado. El problema comenzó cuando se enteró que Santiago y Laura se llevan bastante bien, incluso más de lo normal. Una noche, a mediados de octubre, los encontró ambos juntos y todo acabó para ellos; tanto su relación de amistad con Santiago como su relación personal con Laura -Rex se tomó una pausa para suspirar y darle un sorbo al Martini que había pedido.
-¿Por qué no me dijiste esto antes? -preguntó atónita margaret, sin poder creer que se enteraba de aquello tan tarde.
-No pensé que iba a ser necesario hasta que hablaste hoy con Santiago, quién claro, me llamó después de la cena reclamando el por qué no te había dicho qué es lo que había pasado.
-¿Te llamó?...
-No terminé de contarte todo -continuó Rex, viendo su expresión-. La relación entre ellos no terminó bien, y Pierre ha sido muy reservado al respecto. Por respeto a su privacidad y para evitar cualquier tipo de conflicto dentro del equipo, necesitamos mantener esta información en absoluto secreto. Los dos pilotos aún se odian, pero aceptaron trabajar juntos en lo profesional hasta que este año sus contratos terminen.
-¿Fue tan feo el asunto? -preguntó curiosa la joven mientras miraba su copa de aperol con uno de los codos apoyados en la barra.
-Pierre y Santiago eran inseparables desde los diez años. Ambos crecieron prácticamente juntos. Los conocí juntos... -hizo hincapié el director ejecutivo un tanto frustrado-. Cuando aposté por ellos para el equipo, fue porque creí que trabajarían excelente uno con el otro...
Margaret asintió lentamente, asimilando la información. Era verdad, nunca había visto a Pierre interactuando con Santiago o viceversa. Y si bien había entrevistas de ellos juntos, era cierto que ya no había ese toque de complicidad entre ambos cuando la cámara los veía juntos.
-Dios, ahora entiendo todo... -dijó entre un suspiro Margaret, mientras acomodaba su cabello detrás de las orejas-. Entonces, ¿Cuál es mi trabajo aquí? -preguntó ahora mucho más relajada la rubia, pero aun intrigada.
Rex dudó qué responder.
-Si logras que ambos se lleven mejor ante las cámaras, es más que suficiente para mi -agregó divertido Forden, sabiendo que lo que pedía era mucho.
-¿Qué hay del comportamiento fuera de cámaras? -preguntó Margaret, levantando una ceja-. No puedo hacer milagros, Rex. No soy la directora de recursos humanos.
Rex soltó una risa seca, claramente aliviado de que Margaret tomara la situación con un toque de humor.
-No espero milagros, Margaret. Pero si puedes encontrar una forma de que, al menos frente a la prensa, parezca que no están a punto de arrancarse la cabeza, sería un gran avance. Detrás de las cámaras... eso es algo que tendremos que manejar poco a poco.
-Entendido -Margaret se inclinó hacia atrás en su silla, pensando en la tarea monumental que le acababan de asignar.
Para el fin de semana, Margaret ya tenía el chisme completo del garaje y, sabiendo que tenía que trabajar en algo para arreglar eso, se sentía de igual forma relajada.
Y es que todo aquel sábado estaba tan bien planeado y en orden que Margaret pudo darse el lujo de pasear, por primera vez desde que trabajaba allí, por todas las instalaciones que se le permitían. Y eso no solo era señal de que sería un excelente fin de semana para el equipo desde el área que ella gestiona, sino que, además, se propuso por primera vez a disfrutar de los hechos. Estaba viajando por el mundo, estaba generando tendencias en donde iba y estaba produciendo buen dinero, además de mejorar su reputación más que nunca. La rubia se sentía en la cima de todo en aquellos momentos, y sobre todo, se sentía intocable.
Saliendo del garaje de su escudería, se dirigió a los boxes, donde prácticamente estaba todo aquel que tuviera pase de trabajo esa fecha. Y aunque fueran las diez de la mañana, el pit estaba realmente agitado.
Con su vaso térmico repleto de té y el móvil en mano, procedió a admirar las instalaciones de otros equipos desde la calle, visualizando como los monoplazas de cerca eran todos bastante diferentes y cada escudería tenía su propia forma de gestionarlo. Sin embargo, se encontró a si misma deteniéndose cerca de uno de los móviles de color naranja que se encontraba en los pits, y se tomo unos segundos para leer los sponsors que tenía.
-Hermoso, ¿no? -escuchó decir a alguien a sus espaldas con un acento británico extremadamente marcado. Margaret se giró para encontrar a un joven piloto de uniforme naranja y negro dirigiéndose a ella-. Y la forma en que atrae a la gente; siempre me pareció impresionante cómo un monoplaza puede condicionar un ambiente.
La joven sonrió amable y volteó su vista hacia el monoplaza nuevamente.
-No estaba mirando el automóvil, estaba leyendo a los patrocinadores -reconoció Margaret sin vergüenza alguna y el piloto frunció el ceño, notando como la rubia vestía una camiseta gris de Mercedes con una falda y botas celestes que combinaban de alguna forma con el merchandising. Ella se giró de nuevo hacia él.
-¿Afición o trabajo? -preguntó divertido el corredor.
-Trabajo.
-Pero eres nueva, ¿no? -prácticamente aseguró el uniformado-. No te había visto por aquí antes...
Margaret se tomó su tiempo para analizarlo. Sabía quién era; el piloto estrella de McLaren, Philip Edwards. Había ganado la primera carrera de la temporada y conseguido dos podios hasta la fecha, posicionándolo tercero hasta el momento en el campeonato de pilotos. Era conocido por ser de las personas más carismáticas de la parrilla, además de todo un casanova. Y es que, ¿Cómo no iba a serlo? El hombre tenía lo suyo, con su cabello castaño y claro alborotado, la piel bronceada y ojos verdes encantadores.
-Soy Margaret, la nueva directora de comunicación en Mercedes -se presentó sutilmente aunque por dentro dudaba que tan buena idea era estar hablando con la competencia.
-¿Tu eras la encargada de que el Inter Miami estuviera en el paddock la otra vez?
-Así es.
-Nuestra directora de relaciones públicas te odio muchísimo por eso -contó divertido el piloto mientras se sujetaba parte del cabello y lo empujaba hacia atrás, mirando al piso-. Teníamos a un ex presidente de los Estados Unidos como invitado, y prácticamente nadie habló de ello -Margaret no pudo evitar reírse encantada. Ese había sido su plan desde siempre-. Que tonto, olvidé presentarme. Soy Philip.
-Lo sé, el gusto es mío.
-¿Qué la trae por nuestro garaje, directora de comunicaciones? -preguntó ahora simpático Philip, posicionándose a un lado de ella con las manos en los bolsillos, viéndose como la persona que era; una muy relajada.
-Disfruto las vistas... -respondió tranquila sin dejar de verlo.
-Es mi parte favorita de los fines de semana de carrera, la energía que hay en los boxes siempre es contagiosa.
Y tenía razón. Tal vez no lo había notado antes, pero era verdad que el ambiente en esos momentos previos a la tercera práctica y a la clasificación era extrañamente agradable.
-Margaret, te necesitamos... -apareció de la mismísima nada Santiago quien, al notar con quien se encontraba la rubia, fingió que no era algo raro de ver-. No estamos pudiendo grabar lo que nos pediste con la marca de manís.
-Vamos entonces -aseguró sin más Margaret, dispuesta a irse-. Un gusto conocerte, Philip. Suerte hoy.
Santiago saludó a su colega con un gesto de hombres y se alejó con la que era directora de comunicación de su equipo hasta el garaje de la escudería. Parte de él se moría de ganas de saber de qué estaban hablando aquellos dos antes, pero sabía que no podía preguntárselo a Margaret aún, por lo que interpelará a su amigo británico después.
-¿Qué necesitan? -preguntó ya en el lugar la rubia, mientras le daba un sorbo a su té que aún permanecía caliente.
-Jefa, no está quedando bien el tiktok -aseguró Ligaya, la community manager del equipo.
Ligaya era dos años más joven que Margaret, y tenía un gran talento para hacer que los posteos en redes sean cómicos, por lo que era extraño que la joven de ascendencia filipina no pudiera con aquella tarea.
-No te preocupes, es que el diálogo que nos pidió usar la empresa de snack es realmente malo -la calmó su jefa mientras colocaba en un trípode el celular y empezaba a grabar-. Pero es humor para este país, así que úsalo de todas formas... Intentemos de nuevo.
En cuanto la clasificación terminó, el equipo de comunicación terminó por retirarse al hotel mientras que Margaret se quedaba gestionando un par de cosas en el garaje, y al mismo tiempo, el hombre que estaba encargado de todo se aseguraba que los monoplazas estuvieran en buen estado para mañana antes de que el toque de queda llegará.
-La verdad, Margaret; estás haciendo que mi trabajo estos días sea muy fácil... -comentó Rex mientras la miraba con una sonrisa de orgullo. Pues si, el hombre estaba orgulloso de sí mismo por haberla contratado-. Ya, vete al hotel a descansar. No te molestaré más hasta mañana.
La joven se sintió tranquila y, luego de tomar su bolso, fue directo al estacionamiento para poder buscar la camioneta que la empresa le había asignado para ese fin de semana.
El domingo de la carrera amaneció nublado, y el ambiente en el paddock estaba cargado de la usual mezcla de nerviosismo y anticipación. Santiago había despertado temprano, más inquieto de lo habitual, y con una determinación que no había sentido en mucho tiempo. Luego de la cena del jueves, el piloto se dio cuenta que, para que las cosas mejoren, una parte de la culpa era suya por no haberse tomado el problema con la responsabilidad que correspondía el año pasado.
Mientras caminaba por el garaje, observó cómo los mecánicos se movían con precisión milimétrica, preparando los monoplazas para la carrera; todo estaba en orden, aun cuando sabía que todo estaba mal. Santiago se dirigió hacia el área donde sabía que encontraría a Pierre, con la esperanza de que, al menos en este día, pudieran dejar atrás las tensiones.
Cuando lo encontró, Pierre estaba limpiando su casco, sacándole la mayor cantidad de brillo posible: concentrado en sus propios rituales previos a la carrera. Santiago sintió un nudo en el estómago, pero se forzó a dar el paso. Se dijo asimismo que era hora de solucionar las cosas. Cuando se detuvo a unos metros de Pierre, buscando las palabras adecuadas, lo llamó.
-Pierre... -dijo finalmente, su voz calmada, aunque internamente luchaba con una tormenta de emociones-. ¿Podemos hablar un momento?
Pierre levantó la cabeza, su expresión impasible mientras lo miraba. El piloto español esperó, manteniendo la esperanza de que su antiguo amigo accediera a darle una oportunidad para arreglar las cosas, o al menos para entenderlas.
Pero en lugar de responder, Pierre se limitó a hacer un breve contacto visual con Santiago; sus ojos reflejando una mezcla de frialdad, algo que Santiago sólo podía describir como resignación. Sin decir una palabra, el francés sufrido desvió la mirada, volvió a centrarse en su casco, y continuó con sus preparativos como si el español no estuviera allí. El desprecio fue claro, un golpe directo que dejó a Santiago sin aire por un instante. Durante un segundo, pensó en insistir, en decir algo más, pero se dio cuenta de que no serviría de nada.
Si había un momento del día donde el francés esperaba que nada raro pasara y que nadie lo molestara, era cuando estaba a minutos de correr. Ahora, con la mente alborotada y rabia en el alma, el piloto ya se encontraba completamente distraído, sin poder controlar ningún tipo de pensamiento intrusivo que pasaba por su cabeza.
Miradas curiosas habían visto la escena, y entre ellos, Rex y Margaret.
Rex, quien normalmente mantenía una expresión imperturbable, ahora fruncía el ceño, claramente preocupado por lo que acababa de presenciar. Sabía lo delicada que era la relación entre sus dos pilotos y lo vital que era mantener la paz, al menos un domingo antes de la carrera. Margaret, por otro lado, no podía ocultar la mezcla de empatía y frustración que sentía. Desde que se había involucrado en esta situación, había comprendido la profundidad del conflicto entre Santiago y Pierre, pero ver la frialdad del joven de ojos oscuros tan abiertamente era un golpe duro.
Pierre, decidido a escapar de la tensión, decidió ir a su habitación por un momento de soledad antes de la carrera. Pero al pasar por el garaje, donde los mecánicos ultimaban los detalles y el bullicio de la preparación era palpable, Margaret lo vio y se acercó con intención de hablar.
-Pierre, un momento -dijo Margaret, intentando sonar amable mientras lo alcanzaba justo antes de que entrara a su habitación.
Pierre se detuvo, pero no giró completamente hacia ella. Solo se volvió lo suficiente para ofrecerle una mirada fría, una mezcla de agotamiento y desdén.
-¿Qué quieres? -respondió Pierre con un tono seco y cortante, claramente irritado.
Margaret, que había intentado ser diplomática, sintió el peso de la respuesta.
-Solo quería ver cómo estabas. ¿Todo bien?
Pierre no se molestó en disimular su enojo.
-No estoy de humor para esto -dijo con un tono de desdén, sin darle más importancia.
Minutos después, mientras los motores rugían y el mundo se preparaba para ver otra carrera llena de adrenalina, Santiago solo podía pensar en lo que había perdido. Y aunque sabía que tenía que concentrarse en lo que venía, no pudo evitar preguntarse si algún día podrían recuperar lo que una vez tuvo con De Orleáns.
Ya cuando este estaba apunto de subir al monoplaza, Margaret se acercó a él discretamente, como si no quisiera llamar la atención. Santiago, que la vio venir por el rabillo del ojo, no dejó de revisar su equipo.
-Montoya -dijo ella suavemente, su voz cargada de una preocupación que intentaba ocultar-, ¿estás bien?
Santiago asintió, sin mirarla directamente, centrado en ajustar sus guantes.
-Sí, estoy bien -respondió, aunque sabía que no sonaba convincente-. Es solo otro día de carrera.
Margaret suspiró, pero no insistió. Sabía que no había mucho más que pudiera decirle en ese momento.
Cuando el piloto español finalmente se subió al monoplaza y se colocó el casco, se permitió un segundo de silencio, encerrado en su propio mundo. El rugido del motor comenzó a llenar sus oídos, apagando todo lo demás. Sabía que en la pista podría encontrar algo de paz, aunque solo fuera por un par de horas.
La carrera de hoy había comenzado bajo un cielo gris, típico de la región, con una humedad que hacía el aire más denso y el asfalto más resbaladizo. Los miembros del equipo estaban pegados a las pantallas, observando cada movimiento de los monoplazas en la pista.
Margaret, de pie junto a Rex, observaba con el corazón en la garganta cómo los coches se lanzaban a toda velocidad por la larga recta trasera. Se encontró a sí misma nerviosa por primera vez en una carrera, algo que su jefe notó y le dio gracia; no pudo evitar pensar que ya era parte del equipo.
Los problemas comenzaron en la vuelta veinticuatro, cuando Pierre y Santiago estaban en medio de una lucha feroz, sus autos separados por apenas unos centímetros mientras se dirigían a la temida curva catorce. Todos en el garaje sabían que ese era el lugar donde las carreras podían cambiar en un instante, un punto crítico donde los errores se pagaban caro.
-No se peleen entre ustedes, cédanse el espacio -ordenó Rex desde la radio.
Sin embargo, el francés no hizo mucho caso, acelerando más en curvas, dejando atrás a su compañero en tan solo dos vueltas.
De repente, los gritos de los comentaristas y el cambio brusco en los monitores de tiempos anunciaron el desastre. La imagen se llenó de humo y escombros cuando dos monoplazas colisionaron violentamente, envueltos en una nube de polvo y fragmentos de fibra de carbono.
El tiempo pareció detenerse en el garaje. Los mecánicos, ingenieros y demás personal del equipo se quedaron congelados, con los ojos fijos en las pantallas. Las radios estallaron en un caos de voces, tratando de entender la magnitud del choque. Al parecer, uno de los Ferrari había chocado con uno de los Red Bull, provocando que Pierre, al querer evitar el choque, saliera disparado contra las barreras de protección. Santiago, que había evitado por poco el choque, continuó la carrera con un monoplaza dañado, pero logró mantenerse en pista. A pesar de todo, solo pudo cruzar la línea de meta en la novena posición, muy lejos del podio que había esperado alcanzar.
-Es un mal fin de semana para Mercedes... -se escuchó declarar al comentarista por la televisión.
Es de mi agrado informarles que el parón veraniego de la F1 terminó y ES SEMANA DE CARRERA AHHH
Bueno, ahora a lo importante: este último capítulo y el anterior eran medio de contexto histórico, por lo que me toca ahora anunciarles que se viene lo bueno a partir de acá. Los capítulos van a ser un poco más largos y vamos a empezar a ver a Margaret en acción wujuu
Harpy out
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