𝟎𝟐 |
📍Montreal, Canadá
—¡Buenos días a todos! —sonrió a su cámara la joven mientras agitaba una mano para saludar a sus seguidores—. Son las ocho de la mañana aquí, hace algo de frío, pero eso no nos detendrá. ¡Get ready with me para ir a la clasificación de la Fórmula 1 hoy!
Muchas personas cuestionan la vida mediática, pensando que es efectivamente una vida de lujos y lluvia de rosas, cuando en realidad, para Margaret, había sido algo bastante complicado el llegar donde estaba. Siendo una joven de pueblo que estudió en una universidad para nada prestigiosa, las chances de tener éxito en lo que hacía actualmente eran muy bajas. Sin embargo, estudiando las tendencias, sabiendo cómo atraer a la gente, la joven era extremadamente inteligente como para convencer a cualquiera de consumir un determinado producto. Y a eso se dedicaba mientras tenía muchísimo éxito en su marca personal: asesorar empresas de moda, trabajar campañas de branding para firmas de lujo. Era, realmente, muy buena en lo que hacía.
De todas formas, este no era el primer plan que tenía en mente la joven cuando empezó a tener millones de seguidores y llamados de trabajo para asesorías en marketing, ya que, raramente para los ojos de otros, ella estaba más interesada en ser creadora de contenido en el mundo deportivo antes que de lujos. Las cosas claramente se dieron de otra manera, pero cuando fue invitada a un nuevo proyecto por parte de uno de los deportes más peligrosos y caros del mundo, creyó que sería una buena idea para reconectar con su primera gran afición.
Y allí se encontraba, en el completo norte del continente americano, a finales de marzo, vistiéndose con un vestido de mangas largas negro y una chaqueta rompe viento que le habían mandado de su casi nuevo trabajo como parte del merchandising que debería usar ahora. No se quejaba de la situación, pues se encontraba viajando prácticamente gratis por el mundo y su único trabajo actual era, además de generar estrategias de comunicación, generar mayores consumidores de Fórmula 1. Sin embargo, el nuevo uniforme que se le pedía usar era realmente horrible, por lo que estilizarlo con joyas plateadas era una obligación antes que una simple opción.
Luego de haber estado bastante tiempo peleando con su bolso y las cosas que habia traido en una no tan pequeña maleta, Margaret dejó mentalmente de odiar su aspecto, terminó de filmar su look final y se dirigió al circuito en una de las camionetas privadas de la empresa Mercedes-Benz que la estaba esperando hace varios minutos debajo del hotel. Aún cuando estaba llegando tarde según el horario que había acordado con el director del equipo, era lo suficientemente temprano para que no haya aún tanto tráfico en la entrada al autódromo y pudiera caminar con total normalidad, mientras veía como todos los fanáticos de aquel deporte disfrutaban el día fresco y soleado, tomando champagne y sacandose fotos.
Con el pase vip que le habían dado, tenía entendido que aquel fin de semana podía entrar a cualquier zona, algo que no sería usual porque ella no estaría en todas las carreras de la temporada, y cuando la inviten a las fechas puntuales, es porque el trabajo que tendrá que realizar esos días sería realmente arduo. Sin embargo, Margaret tenía que admitir que había estudiado algo las últimas semanas sobre el tema y tenía además un montón de ideas que quería llevar a cabo.
Era gracioso como ella no entendía nada de ese mundo, pero podía hacerse ideas por la reacción de la gente a su alrededor. Por ejemplo, en un momento, un joven pasó a toda velocidad en una patineta por al lado de ella, y por cómo lo miraban ciertas chicas, dedujo que probablemente era un piloto ante el asombro y fascinación de ellas.
Llegando al hospitality de Mercedes, la esperaba en las puertas del lugar el director de la escudería, Rex Forden, con una camisa blanca medio desabotonada decorada con los logos de varias marcas conocidas, entre ellas, Mercedes-Benz. Al notarla, sonrió encantador y se acercó a ella.
—Es un gusto al fin conocerte y poder trabajar contigo, Margaret —empezó por saludarla mientras le extendía ambas manos para poder agitar una de ellas. La joven se impresionó por el extraño acento austriaco del hombre, aun cuando su inglés era excelente.
Rex Forden era un hombre de porte imponente, con una estatura que superaba la de la mayoría, lo que le otorgaba una presencia casi intimidante aún cuando era de las personas mas simpaticas que alguien podía conocer. Su complexión era atlética, por más que el hombre ya había pasado los cincuenta años, con hombros anchos y una postura siempre erguida, reflejando tanto su disciplina como su control. Su rostro, de rasgos angulosos, estaba enmarcado por un cabello oscuro y bien peinado, que a menudo lleva hacia atrás y ojos penetrantemente grises.
—El gusto también es mío, señor Forden.
Y no mentía, pues tenía enfrente a uno de los directores de equipo más exitosos de la historia, algo completamente diferente a su carrera como piloto en el pasado, que había sido en verdad poco próspera. Sin embargo, aquel hombre había formado la carrera de 5 exitosos pilotos campeones del mundo en los últimos veinte años, y era conocido como uno de los showman más valorados del deporte, ya que, además de destacarse por su enfoque estratégico y su habilidad para gestionar talentos, siempre tenía algo que decir y una excelente forma de verbalizarlo. Maggie sabía que trabajar con una mente tan inteligente y hábil sería divertido.
—Ven, te presentaré al equipo... —prosiguió tomándola de la cintura y guiandola dentro del edificio.
Durante los siguientes treinta minutos, la joven británica había conocido tanta gente del equipo de trabajo que juraba saber a qué se debía el dolor de cabeza que comenzaba a gestarse por encima de ella. Sin embargo, todos habían sido extremadamente amables y simpáticos, y más que una persona le había reconocido por su trabajo y halagado por ello, lo cual le hacía sentir conforme.
—...por ello, lo que buscamos esta temporada es atraer la mayor cantidad de público a la marca —aseguró ahora su nuevo jefe, mientras la guiaba por una sala que los llevaría a los boxes, por debajo del paddock club en donde había estado ella la carrera anterior en Australia—. Creemos que tu habilidad en redes, además de tu perfil profesional, nos ayudaría muchísimo para la creación de contenido, la organización de eventos, y sobre todo, mejorar la imagen del equipo. Queremos hacerlo más juvenil, adaptarnos a un nuevo público sin perder el prestigio de la insignia Mercedes.
—Suena como un desafío divertido —agregó sonriente la joven rubia mientras admiraba a su alrededor. Le parecía extremadamente impresionante la cantidad de personas de uniforme que se encontraban gestionando un solo monoplaza.
—Margaret, te presento a Santiago Montoya; nuestro primer piloto —señaló el señor Forden a un joven que se encontraba examinando uno de los móviles hasta que oyó su nombre y se volteó para admirar la situación. Al notarla, el alto piloto de cabello extremadamente negro con ojos verdes y piel bronceada le sonrió y extendió la mano.
—Un placer conocerte, Margaret. Mi novia te adora —se atrevió a agregar el simpático joven frente a ella con un acento marcadamente español, y la rubia no pudo evitar reír. No esperaba que alguien como él la conociera por ello—. Hablo completamente en serio, se sabe tu rutina de skin care desde comienzo a fin.
—Que tierno, muchas gracias —dijo sin más, sin saber muy bien qué responder. Algo que no incomodaba a Margaret eran los halagos, sin embargo, nunca supo muy bien que responder a ellos.
—Nuestro piloto estrella del momento. Con él casi no trabajaras porque es un tipo fácil de lidiar en redes —aseguró Rex sonriendo, muy orgulloso por quien tenía enfrente—. La cámara lo adora, la gente lo ama. Hacer contenido con él te será sencillo, creeme.
—Me parece correcto. Nos vamos a divertir entonces, Montoya.
El joven movió la cabeza agradecido y volvió a darse vuelta para seguir dando indicaciones a los ingenieros sobre el auto.
Margaret entendía que los pilotos acababan de dar su última práctica libre, y la clasificación sería en un par de horas. Lo que seguía a continuación era la carrera de una categoría inferior que, por lo que le contó su padre, era muy subestimada por las personas. Eso era algo en lo que también quería trabajar.
—Ven, te presentaré al otro piloto... —señaló su casi jefe ahora, mientras la guiaba por fuera de boxes hacia la pista.
Margaret no pudo evitar contemplar el lugar, repleto de monoplazas estacionados a los costados, otros ya dentro de sus casillas, con montones de personas atendiendo tanto a los móviles como a los pilotos uniformados. Por detrás de unas rejillas incluso se podía ver el resto del circuito, el cual era impresionantemente enorme. Además, personas con credenciales similares a las de ella se encontraban paseando por el lugar, observando todo, y luego había cámaras por doquier, filmando el lugar y a las personas. Era un día realmente hermoso, y todos se veían entusiasmados, por lo que el ambiente era realmente agradable; o al menos, eso creería la joven unos segundos más.
La realidad era de que Margaret era muy fan de las carreras cuando era adolescente; sin embargo, fue una afición que se apagó con los años y se encontraba un tanto desactualizada con el deporte en esos tiempos. Sería interesante volver a los viejos hábitos pero ahora desde el otro lado.
Mientras que Margaret seguía anonadada por el lugar, el señor Forden se había adelantado unos pasos por sobre ella y se dirigió al otro de los monoplaza, cual estaba pintado de color negro con franjas aquamarinas y montones de adhesivos de empresas muy conocidas. Al lado del automóvil se encontraba con su traje completamente puesto un piloto alto, que aún llevaba vistiendo su casco celeste y blanco, dando indicaciones nuevamente a otros ingenieros que tenían portátiles y tabletas que leían el rendimientos de las vueltas dadas.
—¡Pierre, ven un segundo! —le gritó Rex al conductor para llamar su atención; pues, había mucho bullicio en la pista en esos minutos. El joven se volteo distraídamente al escuchar el llamado de su jefe y se disculpó unos segundos con los demás integrantes del equipo—. Margaret, él es Pierre De Orleáns. Nuestro segundo piloto.
Sin prestar mucha atención aún, mientras que Margaret buscó demostrar su mejor sonrisa para presentarse, Pierre se desabrochó el casco y se retiró este y el pasamontañas antes de siquiera centrar su visión en la acompañante de Forden. Margaret lo reconoció al instante y su sonrisa se borró de inmediato, mientras que Pierre, al por fin notarla y contemplar quién era, dejó caer torpemente su casco al suelo. Rápidamente lo alzó de nuevo y maldijo por lo bajo. Ambos se encontraban igual de sorprendidos con la presencia del otro, y la realidad les cayó encima a ambos como balde de agua fría.
En el incidente de Melbourne, con una resaca realmente detestable, cuando Margaret despertó en una habitación de hotel que no era la suya, recordó el incidente de la noche pasada y se apresuró por huir del lugar lo antes posible. No solo se le caía la cara de vergüenza de haber sido tan torpe la noche pasada por estar tan ebria, sino que la situación realmente era demasiado incómoda para ella como para lidiar con el asunto; por lo que prefirió no enfrentar los hechos y se movió por el lugar lo más rápido y silenciosa que pudo para irse de allí lo antes posible. Sin entrar al baño y ver su aspecto, sin siquiera percatarse que aún seguía con un vestido relativamente escotado y largo de seda color crema, salió del hotel lo antes posible para volver al suyo.
La mañana de aquel lunes en Australia era realmente radiante para ser las siete de la mañana, y mientras el promedio de las personas de la calle se dirigían a sus respectivos trabajos, las miradas curiosas no tardaron en dirigirse a la joven británica, quien trató de verse lo más natural posible a la situación mientras caminaba a su hotel con el teléfono en mano, cual le señalaba la mejor ruta. Una vez establecido el camino, comenzó a marcar el número de teléfono de su mejor amiga para llamarla.
—¿Maggie? Son las diez de la noche. ¿Qué pasó?
La rubia se percató tarde del cambio de horario entre un continente y el otro.
—Jude, acabo de hacer algo realmente muy estúpido —comenzó por explicar mientras veía a ambos lados de una calle para cruzar.
—Uhh, como amo cuando me llamas para esto —sonrió encantada Jude desde el otro lado de la línea. Si bien, ella estaba a punto de quedarse dormida en su cama, prendió la luz de su lámpara de mesa y se sentó para prestar atención al asunto muy entusiasmada. Margaret era alguien cuya vida era una comedia constante, porque siempre le suceden cosas bastante trágicas y cómicas al mismo tiempo, por lo que escuchar el chisme, siendo ella la primera a quien siempre recurre para esas cosas, era más que un placer.
—Ayer le corté la mano a un hombre en una fiesta —explicó mal la rubia.
—¿Literal? ¿Un hombre perdió su mano?
—¡No! —frunció el ceño Margaret, por lo que intentó explicarse mejor— Me refiero a que hice que un hombre se cortara la mano con su copa, y acabo de despertarme en una suite carísima. Y el sujeto este fue un completo idiota toda la noche, y yo una completa estúpida.
—Pero, ¿dormiste con él?
—Obviamente no, te estoy diciendo que es la persona más desagradable que conocí en mi vida. Y lo único que sé de el es que es un idiota y de seguro tiene mucho dinero. Tenías que ver la suite donde se quedaba, era realmente enorme.
—¿Y cuál es tu preocupación?
—Que fui una completa estúpida toda la noche. Estaba en serio muy ebria; le vomite encima, además de que insistí en acompañarlo para que le curaran la mano y... —la rubia se detuvo en cuanto escuchó la risa de su mejor amiga desde el otro lado del móvil —. No es gracioso, Jude. Si me reconoce y le cuenta a los medios lo que pasó, va a ser extremadamente vergonzoso.
—Pero, ¿le dijiste quién eras? —preguntó aun entre suaves carcajadas su amiga.
—No...
—Y entonces, ¿por qué te preocupas? Muy probablemente él no te conozca y no te lo vuelvas a cruzar en tu vida...
Sin embargo, allí estaba Pierre, frente a ella, casi un mes después de su encuentro, sin poder creerlo.
El hombre desagradable de Melbourne es piloto, pensó la joven.
Y no era cualquier piloto, sino que además era el que ocasionó el accidente en la carrera de Australia y dejó afuera a ambos corredores de la escudería. Las mejillas de Margaret se tornaron rojas al recordar que había vomitado en los zapatos de él, y no podía parar de pensar de que ahora tendría que trabajar con él, sabiendo que de seguro este pensaba que ella era realmente una tonta. Y no solo ello, sino que ahora el porque él estaba tan enojado aquel día tenía sentido para la rubia, aun cuando eso no justificaba el que fuera un idiota.
Mirando al suelo unos segundos, la joven respiró profundo y se forzó a ser lo más profesional posible. No iba a permitir que su primer encuentro arruinara la oportunidad de su vida, por lo que prefirió fingir demencia y le extendió la mano.
—Maggie, mucho gusto —sonrió falsamente. Desconcertado, Pierre con la mirada seria tomó su mano y decidió seguirle el juego.
—Soy Pierre —respondió, tomándose unos segundos para admirar a la joven rubia que tenía enfrente.
La vida de Pierre había sido un caos extraordinario luego de la noche en que conoció a Margaret, por lo que mucho en el incidente de aquel día no pensó. Sin embargo, la primera semana, cada vez que miraba la herida de su mano derecha, se preguntaba por la torpe joven rubia de ojos azules de aquella vez.
—La idea, Margaret, además de que te encargues de todo lo relacionado con la divulgación de la escudería, es que dirijas un poco la imagen de los pilotos por igual —interrumpió Rex, sacando del transe de ambos—. Pierre, ella será la directora de estrategias de comunicación esta temporada. Trabajaran de la mano durante el año para mejorar nuestra credibilidad.
La mente prejuiciosa del joven piloto no pudo evitar pensar en cómo podría estar capacitada para semejante puesto alguien como ella; alguien que, hasta incluso, olvidaba presentarse en una noche de puros incidentes. Sin embargo, allí estaba Margaret, mirándolo como si pudiera leer sus pensamientos.
Alguien llamó al señor Forden desde boxes, y él se disculpó unos segundos para retirarse, dejándolos a ambos solos. La situación no podía ser más incómoda de lo que era, pero el silencio era aún algo menos tolerable para Margaret, por lo que rompió el hielo segundos después mientras miraba hacia otro lado fingiendo indiferencia y cruzaba sus brazos.
—¿Cómo está tu mano?
Pierre hizo una mueca y dejó de verla para mirar ahora a donde se encontraba su guante derecho. No había pensado en ello hace ya varios días.
—Ahora tiene una cicatriz —respondió vagamente y volteó hacia ella de nuevo. Era tal y como creía recordar, pero sin tanto maquillaje como aquella noche y vestida un poco más casual para la ocasión —. Así que trabajaremos juntos ahora...
—Aún no firmé el contrato —agregó rápidamente Margaret, sabiendo que estaba más nerviosa de lo que podía admitir; y pensó que si tan solo se hubiera tomado el tiempo de investigar sobre aquella propuesta de trabajo antes, hubiera sabido a que se iba a enfrentar ese día. Pero claro, ¿Qué posibilidades había de que el hombre que conoció aquella noche fuera piloto? Si solo hay veinte en el mundo y en aquella fiesta había miles de personas.
—Rex te estuvo buscando como directora desde hace semanas, por lo que escuche. No creo que te deje ir tan fácil —comentó desinteresado el joven, pero al mismo tiempo quería ver su reacción a aquello.
No tardó Margaret en voltear a verlo con una de las cejas alzadas.
—Pero no sabías quién era —insinuó ahora Margaret, provocando que Pierre relajara los hombros.
—Tú tampoco tenías idea de quién era hasta hoy. De ser así, hubieras dicho algo en la fiesta.
Y tenía razón.
Cuando Margaret fue invitada por Rolex hace unas semanas a la carrera inaugural de F1, no le había parecido algo raro porque ya había trabajado con la empresa varias veces, teniendo mucho éxito. Le parecía una invitación de cortesía, y como el viaje era completamente pago, no iba a perder la oportunidad de viajar por primera vez al continente oceánico. Era una aventura que se había dispuesto a hacerla divertida, hasta que, a la mañana siguiente del incidente, le llegó un mail con una oferta de trabajo bastante interesante. Hasta aquel momento, si tenía sospechas de que todo era parte del plan de Rex Forden para atraerla como directora. Ahora, estaba más que segura de que todo había sido ideado y le daba bastante gracia.
El señor Forden no tardó en aparecer segundos después.
—Bien, ¿Te parece si hablamos unos minutos en mi oficina, Margaret?
La joven asintió y se despidió con un gesto de Pierre, dejándolo solo en la pista mientras seguía los pasos del director de equipo por el lugar. Pero antes de alejarse mucho, volteo unos segundos a verlo por última vez.
Una vez en la oficina, para no hacer el asunto tan formal, tanto Margaret como Rex se sentaron en un sofá en la esquina del lugar dejando de lado el escritorio. Hablaron de negocios, términos y condiciones unos cuantos minutos, pero todo ya había sido previamente establecido antes; solo faltaba firmar.
La mente de Margaret era un tanto caótica en esos momentos. Sabía que estaba por firmar un contrato de trabajo que la consumiría en los próximos meses, no permitiéndole trabajar con nadie más que Mercedes por un largo tiempo. Pero ya había chequeado el contrato, y fuera de que las cláusulas de confidencialidad eran muchísimas, nada le parecía realmente anormal tanto a ella como a su abogada.
—¿Hacemos negocios entonces? —preguntó Rex extendiendo un bolígrafo.
El mal presentimiento que rodeaba a Margaret, sin embargo, la hizo dudar unos segundos. Era la oportunidad de su vida, y aun así, el encuentro con Pierre la había dejado desconcertada. Pero ya no había vuelta atrás; aún menos cuando se encontró a ella misma firmando automáticamente aquellos papeles que la encadenarán a trabajar con el que es conocido como el piloto más difícil de tratar de toda la parrilla.
Hasta acá el reencuentro.
Creo que está de más señalar que Rex está inspirado en Toto jajaj pero bueno, por si acaso. Nos vemos en unos días.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro