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𝕮𝖆𝖕 3 ❱ 𝖔𝖕𝖊𝖗𝖆𝖈𝖎𝖔𝖓𝖊𝖘 𝖈𝖔𝖒𝖇𝖎𝖓𝖆𝖉𝖆𝖘 🌷༉

Tsubasa se perdió los meses de marzo, abril y mayo por culpa del accidente, justo terminando el ciclo lectivo fue cuando despertó, sus padres habían hablado con los directivos de su escuela, y ellos accedieron a pasarlo de año, y la maestra que tenía en quinto año era bastante amable, tuvo mucha lástima al reprobarlo por perder tres meses, ¿qué culpa tenía él de que lo golpeara ese auto? Absolutamente ninguna. Lo promovieron de año, y Tsubasa, de algún modo, sintió un alivio en su alma, porque si hubiese reprobado y lo hubiesen dejado de repetidor, se hubiese sentido terrible consigo mismo, la decepción que se hubiesen llevado sus padres al ver que tenía que recursar... Afortunadamente eso no pasó.

Hay días que piensa: "¿Y si nunca hubiese despertado del coma?". Es que carece de tanta autoestima, que por un lado no le hubiese importado estar en coma por años, o directamente morir tras el choque. Lo único para lo que sirve es para ser el hazmerreír de la clase, o para darle problemas a sus padres. Eso piensa él. Solamente es feliz cuando está con ellos, y con su balón, agradece con su corazón todo lo que tiene, su casa, sus padres, una economía bastante estable (debido a que su padre es el capitán de un crucero, y se pasa gran parte del año navegando por el océano), tener salud (física, porque salud mental... es otra historia), y su balón de fútbol, también agradece tener una gran televisión para ver partidos de fútbol de alta definición. Tsubasa, aparte de ser el mejor jugador del mundo y llevar a su país a ganar una copa del mundo, quiere congelar el tiempo, y quedarse con su familia, que es lo que más aprecia. No tiene hermanos, no tiene tíos, no tiene primos, solamente tiene dos abuelos, sus abuelos maternos. Tenía una abuela paterna, pero murió cuando Tsubasa tenía nueve años. Amaba con una cuarta parte de su corazón a esa señora, le dio momentos muy lindos de su infancia, pero le dio un ataque al corazón y murió. Tsubasa estuvo un año yendo a terapia para superar ese episodio tan terrible que fue ir al entierro de Yoshie Ozora, aun sigue sin superarlo. Recordar su dulce rostro es una de las decenas de cosas que lo hacen llorar. Su abuelo paterno resultó ser un desgraciado, dejó solo a Yoshie con Kodai cuando era un niño, por eso Yoshie le puso su apellido, Ozora, en vez de Okajima, el apellido de Ryounosuke, el padre de Kodai. El padre de Tsubasa solamente le habló eso a su hijo sobre su padre; no lo puede ni ver en fotografías. Los abuelos maternos de Natsuko, Nanako y Minoru Sato, viven en un campo en Aomori, al norte de la isla de Honshu, la isla más grande de Japón. Solamente van a verlos en verano y en las vacaciones de invierno. Tsubasa los adora, sus abuelos son amorosos y lo hacen sentir bien consigo mismo. Si algo les pasara, sería el fin de su vida. 

─Joven Ozora─ su maestro golpea el marcador de pizarra en el pupitre de Tsubasa. Estuvo llamándolo alrededor de siete veces, pero el niño estaba muy enfocado en sus pensamientos relacionados a: el fútbol, ir al campo de sus abuelos en Aomori, salir de ese salón apenas suene el timbre e irse corriendo a casa con él, cualquier cosa, menos en las operaciones combinadas que había puesto su maestro en el pizarrón.

─¿E-eh?─ finalmente sale de su trance. Sus compañeros lo observan y se ríen de él.

─Pase al frente y resuelva la primera operación.

─¿Y-yo? Pero no sé...

─Al frente, Ozora. Vaya y haga la operación.

Tsubasa toma el marcador y se pone de pie para caminar lentamente hacia el pizarrón. Con cada paso que da, su corazón late más rápido, como si fuese una bomba apunto de estallar. Su cuerpo se empieza a calentar, cuando se pone muy nervioso siente mucho calor, principalmente en el rostro y en toda la parte superior de su cuerpo, de la cintura hacia arriba. Sus piernas tiemblan, el pobre casi da un paso en falso y cae. Una niña a la que pasa por al lado, al notarlo, se empieza a reír en voz baja junto con otra compañera, lo que provoca más angustia en el joven azabache.

─Camine más rápido, Ozora, usted no es tortuga─ le dice el maestro, y todos se ríen más fuerte.

Tsubasa acelera el paso, y por fin queda cara a cara con el famoso pizarrón. Lo mira de arriba hacia abajo, y casi le dan tres ataques cardíacos al ver las operaciones combinadas propuestas para los alumnos. Para un alumno común y corriente, son pan comido, pero para Tsubasa, que apenas sabe cuánto es dos más dos, es como que le hablaran en árabe.

─Si sumamos diez más dieciséis, le restamos ocho, lo dividimos entre dos y lo multiplicamos por nueve, ¿cuál es la respuesta correcta? Esto lo hemos visto durante las primeras dos semanas de clase a modo de repaso, lo vieron en cuarto y quinto grado, así que son operaciones que supongo que eres capaz de resolver...

─Cállese, por favor─ piensa él, al borde del llanto. Que digan esas cosas, suponiendo que Tsubasa es capaz de hacer cosas que debería poder hacer pero no puede, hace que le den ganas de morirse. Se siente un inútil. Comienza a temblar, está duro, parado en su lugar, sosteniendo el marcador.

─Vamos, joven Ozora, haga esa ecuación, es muy fácil, hay más compañeros que quieren resolver el resto─ le vuelve a hablar el maestro, lo que termina de tensarlo a un más. A Tsubasa se le cae el marcador al piso por culpa de los nervios. La clase estalla en risas y el maestro termina de irritarse─. ¡Ah, ya fue suficiente! ¡Se nota que no prestas atención a nada, Tsubasa! Me haces sentir horrible cuando no pones atención, no sabes el esfuerzo que le pongo a las clases para que ustedes entiendan y sean alguien en la vida, cómo se nota que no valoras a los maestros.

─...

─Kiyoko, pasa tú a resolver la primera ecuación. Y explícale el procedimiento para que entienda─ le dice a otra compañera.

─Sí, maestro─ se pone de pie y le quita el marcador a Tsubasa─. Mira, Tsubasa, si sumamos diez más dieciséis nos da veintiséis, ¿no? Y a esto le restamos ocho, nos da dieciocho. Lo dividimos entre dos, nos da nueve, y a este resultado lo multiplicamos por nueve, y nos da como resultado final ochenta y uno─ le explica mientras escribe todo el procedimiento en el pizarrón. ¿Ves? No era tan complicado, es sólo cuestión de prestar atención y razonar.

Pero Tsubasa no hizo absolutamente nada de eso. Quedó parado en su lugar, reteniendo las lágrimas por la vergüenza que acaba de vivir en la clase.

─¿Entendiste?─ Kiyoko se para frente a él, esperando su respuesta. Él la mira, y asiente, muy tímidamente.

─Si entendiste entonces resuelve cualquiera de las operaciones restantes─ le pide el maestro.

─¡Uuuuuuh!─ lo molestan el resto de sus compañeros.

Tsubasa vuelve a sentir el corazón latiendo a diez mil por hora, el calor corporal y el sudor.

─¡Dale! Toma el marcador y hazlo─ Kiyoko alza la voz, asustando al niño, quien agarra el marcador y mira la siguiente operación: nueve por tres, más trece, dividido diez, menos dos. Comienza por la multiplicación, la hace bien, el resultado es veintisiete, pero estuvo quince segundos contando con sus dedos hasta llegar a dicha cifra... Ni multiplicar le sale igual que a sus compañeros. Luego al ver el resto de la operación se empieza a tensar y a temblar.

─Tsubasa, te voy a decir una cosa. El año pasado te aprobaron porque te tuvieron lástima por el accidente, pero eso no se va a repetir este año. Estás en sexto de primaria, si no puedes hacer bien una operación de este tipo, entonces no vas a lograr nada en la vida─ le dice el maestro. 

─Es verdad─ añade Kiyoko─. Yo no quiero que te vaya mal en la vida, así que te pido por favor, deja de mirar a esos inútiles jugando fútbol en la tele y haz algo productivo como la tarea.

─Sí, y poner atención no te cuesta nada, esto es una bobada a comparación de lo que veremos en secundaria, bachillerato y universidad─ dice otro compañero.

─Aprender es tu responsabilidad─ termina de decir el maestro.

Esas palabras tan hirientes terminaron de despedazar el corazón de Tsubasa en mil pedazos. 

Sus compañeros hicieron todas las operaciones sin problemas, y Tsubasa quedó sentado en su pupitre, mirándolos triunfar y llevándose halagos del maestro, algo que Tsubasa muy rara vez consigue. Se quiere morir, no quiere estar en ese lugar tan hostil que es el salón de clases, quiere irse a su casa, estar con sus padres, comer del pastel de chocolate que su madre va a preparar para esta tarde, beber un chocolate caliente y mirar televisión.

Detesta ir a la escuela, excepto cuando tienen Educación Física y juegan fútbol. Solo ahí tiene el respeto del maestro de esa actividad, y digamos que también de sus compañeros, pero fuera de Educación Física, lo hostigan, igual que el maestro de clases.

Y su maestro particular no se queda nada atrás...

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