
𝗫𝗩𝗜𝗜
—¿Qué acabas de decir?—su respiración se cortó al ver los ojos atentos de Morfeo en ella, cargando con mil infiernos contra una pequeña hormiga como ella. Sí, no era más que una pequeña hormiga que él podía pisotear con facilidad, pero también que no pudiera vez, tan pequeña que no alcanzaría a poner un ojo en ella y la pasaría por alto, después de todo, solo era un asunto de ella, no de Robin ni mucho menos de un Eterno con mil obligaciones que cumplir. No tenía tiempo para pisotear a una hormiga.
—Lo que has escuchado, Eterno. Mi alma debe regresa con Lucifer después del plazo de un año. No tengo tiempo, debo ir ahora con Oberón o podría ser demasiado tarde, él quizá pueda ayudarme. ¿Podrías moverte o es mucho pedir?—fingía sostener aquella mirada de cuchillas que buscaban perforar más allá de cualquier corazón y sentimientos que alguna vez tuvo por él, pero sus palabras que le lanzaba dolían más que cualquier cuchillo que le pudiera lanzar, ella misma se estaba matando sin que él hiciera el mínimo intento por acabar con ella. Estaba realmente perdida, desde el primer momento de conocerlo lo supo, se lo habían dicho mil y un veces. Todo terminaría en una tragedia, pues él no era humano ni nunca lo fue. Todo fue gracias al engaño que ocultaba el cristal de la mentira que había sido construida por ella. ¿De verdad pensaba que podía tener de amigo a alguien que no se dignaba ni de dirigirle la palabra? Siempre había sido así, solo que no quería ver la verdad.
—Deja de llamarme así, ¿por qué lo haces y de verdad crees que él podrá ayudarte? Volvamos a la ensoñación, yo iré con Estrella de la Mañana, tengo que recuperar mi yelmo—¿por qué se preocupaba por la carga que llevaba una hormiga, por qué volvía a ser de aquella forma con ella y no la dejaba en paz? Solo quería olvidar, borrar todas sus memorias y construir una nueva vida. No pedía mucho. Solo quería volver a empezar antes de toda aquella locura. No quería comprenderlo, solo quería diferenciar su mentira de la realidad. Nunca podría estar con él, nunca lo pudo estar y de esa forma, al menos podía bajarse un rato de aquellas nubes a las que escaló sin esmero al caer en aquella miraba profunda que exclamaba mil oscuridades repletas de luces brillantes, cada una más brillante que la otra. Como mil luciérnagas en la noche. Era un Eterno.
—Eterno, mi respuesta sigue siendo la misma, ¡solo quiero liberarme de una vez por todas! Ya no quiero las malas memorias y ya no quiero que me sigas hiriendo, por favor, basta y déjame libre—todo fue sombras a su alrededor, consumiendo el hermoso paisaje que habían presenciado hace unos momentos sus ojos, llenando de oscuras sombras que se rompían como olas ante los destellos de los rayos a su alrededor, aquellos ojos parecían oscurecerse cada vez más, tan lentamente como el pasar de los segundos, haciendo que su presencia la hiciera temblar a pesar de los metros de distancia que mantenía ante él. Pero no iba a retroceder, había luchado tanto para llegar a ese ahora como para retroceder y acabar con todo por un simple capricho del señor que los Sueños.
—¡Avic!—escuchó la voz distorsionada de Robin, al momento que su figura se borraba entre aquellas sombras que se acercaban cada vez más a ella. Todavía no podía regresar ni la podría castigar, tenía una palabra por cumplir. Un gato que adoptar un departamento que rentar.
—He perdonado tantas veces aquellas palabras tuyas que salen de tu boca como una blasfemia, Avic, regresa ahora a la ensoñación. Robin se quedará aquí, pero tú vienes conmigo, no puedes faltar tu palabra a un Eterno
—¡Se lo prometí a Sueño, no a un Eterno!
—Es lo mismo, ahora, vámonos—los destellos eran cada vez más brillantes, en aquella bruma oscura que dilataba sus iris, sumiéndola en la oscuridad a la que ellos querían llevar a toda flor que tocaban, volviéndola no más que una planta marchita por tantas pesadillas.
—¡No es lo mismo! Sueño tan solo vivió en mi imaginación, lo que creí que tú eras: Alguien como yo
—¿Alguien como tú dices, cómo puedes compararme con alguien de tu clase? Yo soy Sueño, de los Eternos y no permitiré que me llamen de aquella forma—quería llorar, realmente deseaba soltar todas las lágrimas que ya había soltado, ¿era una llorona por llorar tanto, era una niña por desear ocultarse detrás de su madre para cubrirse de una bestia que asecha como un cazador en la noche de luna llena, rompiendo su luz y dejando salir a los demonios de aquel ser que había considerado un amigo. Aquella persona que alguna vez llegó a amar.
—Sí, me equivoqué. Eres peor—estuvo nuevamente en aquella escena. Cuando las moscas zumbaban alrededor del cuerpo de aquel hombre, en ese instante cuando las larvas y gusanos salían a través de su podrida piel, realzando la pus y los moretones a lo largo de todo su cuerpo, su estómago abierto por la mitad dejando ver el rojo de sus tripas. Quería vomitar, gritar y huir de aquel lugar lo más rápido posible, dejar de oír aquellos gritos en su cabeza y olvidar la luna roja cuando casi comía el corazón de aquel hombre en un festín del Diablo.
—Retractaté de lo que dices y te perdonaré, es tú última oportunidad Avic, si me sigues y cumples tu palabra, no volverás nunca a ninguna pesadilla. Estarás por siempre en el mundo de los sueños, conmigo, con Caín, Abel, Gilbert y Lucienne. Nunca había perdonado tanto a alguien, considérate afortunada—quería escupirle en la cara, darle algo más que una mirada cargada de odio, patearlo por hacerle revivir aquella pesadilla a la que se enfrentó por simplemente haberlo algún día amado. Quería lanzar a un horno todo lo que sintió y ver cómo lentamente, desaparece entre las llamas, quemarlo y pisotearlo, pero no podía hacer nada más que expresar todo lo que ahora sentía por él a través de su mirada, imaginando mil formas de escapar de él, una cada vez más fantasiosa que la otra. O simplemente quería decirle que se joda y huir de todo—Oberón no podrá ayudarte con Lucifer, no tiene el poder de hacerlo. Si me sigues, olvidarás tu deuda con el infierno y no volverás a este lugar—seguía escuchando los gritos, queriéndola arrastrar hacía aquellas moscas, bajo aquella luz roja. Pero no había sido lo único que pasó aquella noche, estaba lejos de ser todo lo que vivió en el infierno. Conoció a Robin y a Ethan, aquellos dos con una relación rara, más similar a la de un padre que regaña a su hijo, quien a pesar de llevar en su hombro a un cuervo como lo hacía Morfeo, eran tan diferentes. Él la había sacado del infierno y Morfeo la había llevado a él. No podía abandonarlo, no después de todos los secretos que le contó, debía descubrirlos antes de ir con él, sus razones por abandonar aquello por alguien como ella. Una hormiga que no llegaría ni a los cien años. Él había sido el verdadero significado tras aquella luna, despegando su mente del pegamento que tenían aquellos gritos a su oído que sacrificaban bellas memorias que habían sigo ocultadas por todo el humo de tristeza que la ataba a su pasado que no podía olvidar, la diferencia era que no todo había sido malo, incluso en un momento como ese había tenido un momento el cual recordar con una sonrisa.
—Nunca, si me has de castigar, será con la cabeza en alto. Nunca debí amar a alguien como tú—escupió cargada con odio, mientras aquella figura de sus pesadillas se esfumaba, quedando solo aquel que la envío a aquella memoria tan repugnante que se quedó impregnada en ella como sudor después de correr sin descansar. Era una serpiente a punto de morder a un conejo herido.
—Bien—esperaba su destino a manos de aquel Eterno, ¿cómo sería el castigo de un Dios, será como el que le dieron a Loki en la mitología nórdica, o será mucho peor? Después de todo él era más que un Dios, sus castigos debían ser mil veces peor. No podía evitar temblar al pensarlo y tener nuevamente, a la muerte mirándola de frente, porque si había estado muerta gracias a su hermano, lo volvería a estar nuevamente a manos de la persona que alguna vez amó, ¿era acaso tan despreciable que cualquier persona con la que tuvo algún vínculo la quisiera matar? No, nunca había tenido un vínculo con él, fue la soledad que la empujó a creer eso.
—¡Espere mi señor, volveremos, se lo prometo pero no la lastime!—sintió unos brazos envolverla, protegiéndola como si fuera su hermano siendo una armadura contra su padre enojado por no cumplir una de sus normas—¡Tan solo queríamos recuperar su alma!
—¿Y si es así por qué no me dijeron?
—No queríamos molestarte con asuntos tan banales como aquellos, después de todo, debe recuperar su arena para volver a reconstruir su reino. No pensaba que nuestros asuntos le preocuparan tanto. Solo es una humana y solo un mitad duende, ¿por qué alguien como usted podría preocuparle algo así?—era como volver a vivir aquel momento en el que su hermano la protegió con su cuerpo de aquel monstruo que la había condenado a un destino que no había deseado, había replicado a su padre por no querer continuar con los estudios de economía, pues le resultaban tan aburridos como una habitación sin ningún dibujo, había alzado su bastón, dispuesto a darle el primer golpe por ir en contra de su palabra, pero su hermano la había abrazado, recibiendo el golpe y los demás. No quería que fuera como aquella vez.
—Iré, con la condición que me ayudes a recuperar mi alma y que me dejes aquí hasta que recuperes la arena o el yelmo, lo que sea primero—no quería verlo, no quería ver a Roderick con aquella mirada amenazante en aquel Eterno, ¿cómo escapó de una jaula para terminar en otra?
—¿Me estás poniendo condiciones a mí?—lucía más enojado, lleno de furor y odio hacía ella por todo lo que le había dicho en unos simples minutos. Unos minutos que quizá, serían su condena y su pase directo al infierno.
—No, solo... Quiero tener respuestas, quiero saber cómo me conoció Robin y por qué dio algo tan importante como la inmortalidad a cambio de-
—No seas tonta, no dio nada. Solo me sirve y es todo. Él solo pidió ser humano, pero no podía dárselo sin antes tomar algo a cambio, tomé su parte mitad duende, pues quería que me sirviera en mi reino y un humano no podría ser de mucha ayuda, así que lo hice. No le concedí su deseo a la mitad, por si llegaba a arrepentirse de su decisión, de quedarse con su Ilitía, pero ahora veo que ese no era su verdadero nombre—su cabeza empezó a doler con la mención de aquel nombre, le recordaba a algo, pero no sabía el qué, sin embargo ahí estaba, siendo un fragmento volátil en su cerebro que amenazaba con la poca paz que le quedaba—Les daré el tiempo, después de todo ya sé lo que quería conocer, ¿fue tan fácil dejar todo atrás por tu alma gemela, no es así? Son parte de la ensoñación, ya no son más unos simples mortales, ahora forman parte de mí reino. No olviden su lugar y Avic, está fue tu última oportunidad, no me vuelvas a hacer enfurecer o lo pagarás—dio una última mirada al señor de los sueños por encima del hombro de Robin, pudo ver un destello de tristeza en medio de toda su bruma de furia, tan fugaz y repentino como una estrella en el cielo nocturno, algo tan corto que bien podría haber imaginado su cabeza en busca de un consuelo por su frialdad después de haber salido de su jaula. Todas las sombras y relámpagos desaparecen, dando lugar a aquel paraje que le asemejaba a un cuento donde todos los buenos eran los que ganaban, aunque la realidad fuera tan lejana a eso. Un portal aparece con el sonido de mil vientos, de todos los colores que pudiera imaginar, tan colorido que podría alegrar su día, pero tan misterioso que si no llevara a la ensoñación, entraría sin dudarlo. Con una última mirada que revela un pesar en su ser, Morfeo entra desapareciendo junto con aquel colorido círculo que giraba como un espiral en medio de los árboles, dejando solo aquella imagen su memoria.
—¿Cómo entraste?—su mente no lograba procesar lo que había ocurrido en esos momentos, las palabras amenazantes de aquel Eterno que llegó a creer su amigo, ¿tan fácil sería para él desecharla y castigarla a pesar de todo lo que hizo por él? Nunca debió esperar nada a cambio, pues no sabía lo que realmente contenía el cristal. Un ser sin corazón, un verdadero monstruo para los humanos que no veía más allá de sí mismo, con una roca helada sobre su pecho, cargándola con lástima hacía sí mismo, lastimándose por el peso, sin saber que ese mismo peso y esa frialdad la ponía él mismo.
—Supongo que, por el poder del amor o algo así, o por el poder de mi parte duende, lo que sea, pero lo importante es que estás aquí y no con Nada—sí, no tenía corazón. Había amado a un monstruo y por poco, es ella quien lo ayudó a escapar de su jaula.
—¿Alma gemela, eso siquiera existe?—no soltó nada de su boca, solo aferraba sus manos a sus hombros, como si estuvieran a punto de darse un último adiós y nunca volverse a ver—Creo que viene siendo hora que veamos a Oberón, no sé no siquiera cómo hablarle al rey de las hadas, no sé por qué otro motivo vamos con él, si no puede ayudarme a recuperar mí alma, ¿lo sabías?
—No, pensaba que él podría ayudar, pero tienes razón, debemos apresurarnos. Tal vez cuando Sueño encuentre su arena sea cuando apenas demos el primer sorbo al té, el tiempo sin duda es tan fácil de deducir pero tan difícil de recordad que existe—sus brazos se separan de ella, dándole una extraña sensación de frialdad a su cuerpo, como si quisiera permanecer en aquella posición por más tiempo, segura y protegida de todos los monstruos que tratan de encerrarla—Te lo contaré en el camino, pero ahora debemos ir—sacude su ropa, siguiéndole por toda aquella jungla de extrañas flores que parecían saludarla con sus hojas, de colores que nunca pensó ver o imaginar, podría verlas todos los crepúsculos del reino de las Hadas, pero no tenía el tiempo de detenerse, ni siquiera para ver las luciérnagas que bailaban en el aire como si estuvieran en un cielo, las hadas se escondían cuando ella pasaba, podía oír sus tintineos y el brillar de sus alas de libélulas al compas de los rayos solares. Un verdadero cuento que estaba viviendo—Dicen que Zeus partió a la mitad a los humanos por su orgullo, destinándolos a caminar por la Tierra en busca de su otra mitad. ¡Pero esas son mentiras! Es en realidad el viejo Destino quien las une, sienten el verdadero amor cuando se encuentran, pero cuando el corazón de una mitad le pertenece a alguien más... Es diferente—¿entonces él ya había conocido a su otra mitad, era acaso Ilitía, por qué quiso ser humano por ella si ya tenía a su mitad con él? No lograba entender y sus teorías que su cabeza la hacía plantear no le ayudaban mucho al querer comprender toda la historia de aquel duende—La otra mitad no lo reconocerá, pero el otro en cambio lo seguirá haciendo, dándole el peor de los dolores por el inmenso amor no correspondido, porque ellos lo saben al momento de mirarse y cuando uno de las partes no lo sabe pues... Supongo que es como estar en el infierno. ¡Pero bueno! Quisiera mostrarte mi mundo, pero no hay tiempo, no existen noches aquí, ni amaneceres, era algo mágico del reino de los humanos, sobre todo cuando podría desviarlos en la noche y en los amaneceres, fingir que soy un gato negro en su ventana, por alguna razón, eso asustaba mucho a los campesinos. La sangre era lo que más les asustaba—sus palabras eran frías, no logró reconocerlo, a aquel rostro cargado de una sonrisa macabra en su rostro le indicaba que él no era a quien conoció—Sangre, sí, esa sangre—sus ojos se volvieron rojos, como la sangre que decía entre murmullos, carmesí como la luna de sus pesadillas. Entro en un trance, deteniéndose al lado de un arroyo, sumido en su cabeza mientras sus ojos se volvían cada vez más irreconocibles al color que estaba acostumbrada a ver. No lucía humano como antes, era la misma expresión de aquellas hadas al ver carne humana. No era humano, lo había olvidado, al igual que olvidó que no debía confiar en él, ¿si no era en él, en quién debía de confiar? Se sentía más sola que nunca.
—Robin—su nombre y su voz pasó sacarlo de su cabeza, volviendo al ahora en el que no quería estar, sus ojos rojos vuelven a su color normal y su sonrisa tétrica cambia por completo—Debemos irnos o no llegaremos. ¿Estás bien?
—Sí... Solo el pasado, como todos, aunque no es desagradable del todo pero es... Difícil no volver a él, tienes razón, debemos continuar—confundida, asiente siguiéndolo por un pequeño puente de madera que dudaba si podría sostenerlos a ambos—Pasa, es capaz de sostener a un troll, no creo que peses más que uno de ellos, ¿o sí?—pregunta con tono burlesco, al momento que lo cruzaba hacía un gran castillo que se alzaba a la lejanía, cada vez más cerca de ellos.
—Al contrario, pienso que se debió caer contigo, y no deberías haber pensado que yo podría caer en él—puede oír una pequeña risita salir de su boca al momento de pronunciar aquellas palabras.
—Sí que has cambiado, bien, si no se cae, ¿entonces por qué no cruzas el puente si piensas que no podrá sostenerte?—traga saliva al ver aquel puente, tan largo pero tan angosto que apenas cabría un pie suyo, si podría aguantarla, ¿de qué temía?
—¿A qué te refieres con que he cambiado?—preguntaba intentando cambiar el tema, para no cruzar por aquel puente, que no lograba el por qué lo habían construido de aquella forma, si los trolls eran tan grandes como en los cuentos, ¿estaría bromeando con ella? Un pie de troll no es capaz de caber por aquel lugar.
—Sí, antes era: Morfeo y Morfeo, no pensabas en nada ni en nadie más—aquello la hizo molestar, ¿cómo podría decir aquello en una situación como aquella? Debían ir por su alma, sin embargo, él estaba hablando de aquel Eterno como un esposo celoso de haberle dirigido la palabra a otro hombre que no sea a él. Quería golpearlo. Sus pies pasaron por aquella madera, sin importarle que en cualquier momento se rompiera y cayera al arroyo. Pero no de la forma en la que creyó—¡Cuidado con las...!—un pie sostiene su tobillo con tanta fuerza que podría jurar que lo hubiera perforado si quisiera, arrojándola al agua fría que congelaba cada uno de sus músculos, escuchaba unas risas debajo del agua, ¿cómo alguien podía reír en el agua? Si por aquellas zonas no había sirenas, había creído que solo eran del mar—Náyade. Bueno, no es el resultado que esperaba—su brazo la toma por su muñeca, halándola hacía sí, pero aquella mano seguía aferrándose a su tobillo, sin quererla soltar, fundiéndola en el pánico.
—Sácame de aquí, no sé si quiere asesinarme o algo así, ¡no sé por qué mierda querías que me quedara en un lugar como este!—a donde quiera que fuera, parecían quererla matar de una forma u otra.
—Solo están jugando, no te asustes. Suéltala ahora o te asesinaré
—Como quieras, mitad duende—su cuerpo sale como bala del agua, cayendo encima de Robin sintiendo la brisa helada por todo su cuerpo.
—¡Mi ropa, maldita sea, me la acababan de regalar Caín y Abel, tienes que pasar muchos eones para que eso vuelva a ocurrir!
—Eso te pasa por mencionar que solo pensaba en él, idiota, y por no mencionarme que existían sirenas de arroyo
—Pero ¡Hey! Cruzaste, mojada y con ganas de golpearme pero lo hiciste
—Te odio
—Muy en el fondo me amas, yo lo sé. Tal vez muy en el fondo puedes pensar un poco en mí y no en él—no entendía sus palabras pero sus ojos le hacían entender lo que trataba de decirle, aquellos ojos que serenaban su ser y le hacían entender el crepúsculo que se extendía detrás de ellos, arropándola en medio de las tinieblas y encontrando la verdadera luz en las tinieblas, como si nunca hubiera existido la oscuridad, ocultándola de los monstruos y dándole un abrigo para cobijarla de aquel frío que habían dejado aquellos ojos negros—O puede que esa imposibilidad se haya convertido en una posibilidad—la frialdad de sus dedos rozan su mejilla, sintiendo la corriente eléctrica por aquella zona que se extendía como la sangre a todo su cuerpo, sintiendo como si toda las poesías que le asqueaban de niña por fin tuvieran un significado. Pero no podía evitar pensar en Morfeo, la compañía que le dio por tanto tiempo y todo lo que le hizo sentir, todo lo que lloró por él, lo que sacrificó, sus duras palabras y sus brazos sujetándola. Lo odiaba, pero más odiaba seguir sintiendo aquel mal por la persona que intentó asesinarla.
—Vamos o no llegaremos—al momento de alejarse, siente como si una parte se hubiera despegado de ella, pero no era correcto darle esperanzas cuando había alguien más en su cabeza.
—O supongo que no, no importa. Debemos ir con él, ¿quieres respuestas no? Él te las puede dar mejor de los que yo te las podría dar—continúan por un campo, repleto de aquellas mismas flores hipnotizantes y árboles que competían por ser el más alto, queriendo alcanzar aquel cielo de ámbar y miel, como si el verano fuera eterno. Algo tan simple pero tan mágico que le hacía olvidar el encuentro con aquellas hadas que querían devorarla, maldecirla y hacerla bailar hasta morir por el cansancio. Era encantadoramente peligroso. Un gran castillo se extendía sobre ella, con decorados de oro de figuras antropomórficas y monstruos que nunca hubiera logrado imaginar, tenían rubís y esmeraldas sus ojos, realzándose en el atardecer, con un brillo de esplendor que podría dejarla mirando en aquel lugar por más tiempo del que pudiera contar, las puertas se abren, mostrando un patio lleno de gente jubilosa que parloteaba con expresiones inconformes, aunque de espaldas parecieran personas, aquella imagen se distorsiona cuando voltean a ella. Algunos de ellos tenían cabeza de burro, otros pies de gallinas y aves, otras de cerdo, sus pieles eran de diferentes colores, uno de ellos era regordete y azul, tan grande que de una simple pisada podría dejarla en el suelo aplastada. Todos le hacían sentir fuera de lugar, sobre todo sus miradas, otras curiosas, unas llenas de odio y muchas de ellas, juzgando cada movimiento que hacía, o simplemente, por ser una humana en el reino de las Hadas.
—El traidor regresó—escuchó sus susurros, viniendo de todas partes.
—Y trajo a una humana, ¿la ofrecerá a Oberón como disculpas por su traición? ¡No puedo creer que vuelva con la cara en alto y luciendo tan horrible como los demás de esa inmunda especie!—no podía ignorar aquellas palabras. Desconfiaba de él a pesar de todo. A pesar de haber hecho tanto por ella, no sabía lo que era mentira y verdad, no podía sacar a la luz sus secretos y mentiras, ¿cómo alguien podía amar tanto a alguien como para ser humano siendo él inmortal y teniéndolo todo, realmente quería ofrecerla a su rey, si esa no era su verdadera forma al igual que William nunca fue su verdadero nombre? Sí, dudaba de él a pesar de ser la única luz que tenía en aquellos momentos, pero era parpadeante, podría desaparecer y volverse una sombra más si no decía la verdad, aunque aquel Eterno se lo haya afirmado, él mismo se lo había dicho: Que no confiara en él. ¿Cómo podría confiar en alguien que amenaza de muerte a aquellos que conoce? No podía bajar la guardia, aunque en un lugar como ese no podía hacer nada, menos con alguien a quien todos en aquel lugar parecían temerle. Si era verdad lo que decía aquella hada, estaba frita. Antes de entrar a la puerta de aquel castillo, un guardia con cabeza de caballo corpulento los intercepta.
—¿Tienes una invitación para ir a ver al rey? Aunque no me sorprendería que fuera así, está furioso contigo, Goodfellow, no quiere que vuelvas a pisar su reino y mucho menos en compañía de una humana, lárgate antes de que yo te saque junto con tu humana
—Verás, señor caballo, nuestro tiempo se acaba y no tengo tiempo para esto. Solo quiero ver en la bóveda de memorias una pequeñita, si no cooperas-
—¿Qué me hará un mitad duende como tú? Ya no eres el mismo, ni aquel deseo de sangre en tus ojos que antes era tan grande como mil reinos unidos pero ahora ni una copa de vino puede llenar
—¿Quién dijo que no?—su sonrisa fue la misma, aquella curva de sus labios era tan lúgubre que le hacía desconfiar de aquel que la liberó del infierno. Era una bestia que podría atacar a su acompañante en cualquier momento—El trato es: Déjanos pasar y no te arranco la cabeza, ¿simple, no?—no se movió ningún centímetro, lucía temeroso, pero no retrocedió. No podía dejarle el paso por órdenes de su rey, aún si perdiera la cabeza en el proceso en manos de aquel maniaco. No entendía cómo había sido el joker de Oberón alguien como lo era él. Alguien a quien no le importaba la sangre, alguien que solo veía por su propio disfrute y divertirse con los humanos, aunque hubiera caído por una—Bueno, supongo que no me dejas opción—de unos golpes con su empeine del pie, unas ramas con espinas sujetan por el cuello a aquel hada, clavándose como agujas a su cuello y la sangre escurría mientras trataba de zafarse de ellas, lo hacían retroceder mientras más fuerza hacían. Un gemido de dolor escapa de aquel guardia, revolviendo su estómago aquella escena que presenciaban sus ojos, como apretaba su puño mientras aquellas ramas se aferraban más a aquella hada que solo quería cumplir con su deber. Eso no estaba bien. Pero Robin parecía pensar lo contrario, sus ojos se habían vuelto de aquel color que tanto decía amar, como hace unos momentos, pero no tenía ninguna expresión en su rostro, como si lo que estuviera haciendo no tuviera ninguna clase de importancia para él, ¿quién era realmente, un santo salvador o un demonio más de aquel mundo a la que la condenaron vivir?
—Robin, basta—apretó más el puño, haciendo que aquel hada cayera de bruces sobre la tierra húmeda, pero nunca grito, por alguna razón no se defendió y mantenía su cabeza gacha—¡Robin, basta ya!—pareció obedecerle, ya que aquellas ramas desaparecieron junto con destellos verdes, quedando solo la sensación de haber visto un muy mal sueño, mientras las marcas en el cuello del hada seguían en aquel estado, tan profundas que no parecía querer parar la sangre, corriendo como un manantial que daba la vida, pero en aquel caso, ahogarlo en la muerte.
—Las espinas tenían un veneno que paraliza al objetivo en unos simples segundos que él deje pasar, algo bastante estúpido no haberlas arrancado antes. Tomaría uno de tus ojos si viniera solo, pero tengo algo más importante que hacer ahora, bai, bai. Fue divertido—no parecía de confianza alguien como él, aquel carmesí en sus ojos era peligroso, él lucía de esa forma, aunque al mirarla lucía tan diferente a lo que había presenciado. Tan humano que parecía mentira—Desconfía de mí, pero no me temas, fue necesario para poder pasar—pero cada una de sus palabras eran como mentiras tan obvias que eran verdades disfrazadas, un disfraz es fácil de arrancar, ¿quién era verdaderamente él, la parte que la protegía de todo mal y aquel chico bromista o aquel duende sanguinario que estuvo a punto de asesinar a alguien de su misma especie con tan de ir a una audiencia con Oberón, era luz en oscuridad o aquel que la volvería a arrastrar al infierno? Antes de darle una respuesta, las puertas se abrieron.
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