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SU RESPIRACIÓN LA ESTABA DELATANDO, SUBÍA Y BAJABA SU PECHO CON DIFICULTAD, no sabía qué decir o qué pensar, sólo estaba ella y la nada de su mente perdida en alguna parte que desconocía completamente, entre la oscuridad y un sentimiento de traición que se acumulaba en su pecho, como si la hubieran herido de muerte pero no quería creer que estaba sangrando, aunque aquel gesto serio y frío le decía que sus palabras eran todas tan reales como la existencia del infierno. Era una mentira, una mentira para separarla de él, desde el inicio quiso hacerlo, tal vez lo había logrado por un tiempo, un pequeño tiempo hasta que la luna volviera a brillar,  ¿pero a qué se refería él con que ya lo había conocido? Su mente era un nudo de problemas, haciéndose cada vez más duro, más fuerte e imposible de desenredar, cada hilo se cruzaba con el otro hasta formar una perfecta bola de malos sueños sin resolver, aquel aire parecía ser venenoso, pues sus pulmones empezaban a pesar como el plomo, al mismo tiempo que sus piernas comenzaban a sentir aquel peso cada vez más grande, temblando como un pequeño perro temeroso por un golpe que le daría su dueño.

—¿Qué, a qué te refieres con que ya lo conocí?

—Antes vivía en el mundo de los humanos, era muy diferente al Robin que conoces ahora, hizo un trato conmigo, por una humana que conoció en su estadía en el mundo de la vigilia. Creo que esa humana eres tú—siente como si su estómago cayera al vacío, una caída fría y tan larga que no lograba sentir el final, hasta que cayó en la oscuridad de los ojos del Eterno, ya no había ninguna estrella en ellos, solo se encontraba la oscuridad de un alma.

—¿Qué trato?

—No soy el adecuado para decírtelo y no creo que quiera que te enteres por boca de alguien más

—¿A qué te refieres con que ya lo conocí? No volveré a preguntar otra vez—aquel Eterno pareció soltar un suspiro de agobio, como si estuviera arrepentido por revelar uno de los tantos secretos que guardaba aquel duende. Primero su nombre falso, ahora era un pasado relacionado con ella, ¿por qué no lograba recordarlo? No olvidaría a nadie tan bromista y desesperante de la noche a la mañana, ¿qué tantos secretos y mentiras guardaba muy dentro?

—Bien. Antes de ser un duende mitad humano-

—¿Qué?—se empezó a sentir mareada, su mente daba vueltas muy dentro, llenádose de dudas y ninguna respuesta, ¿qué significaba que fuera mitad humano y mitad duende, tenía algo que ver eso con el trato? Y vinieron las nauseas a su garganta.

—Déjame terminar. Antes de ser un duende mitad humano era un duende, el bufón del rey Oberón, de Fairie, el más molesto de todos, hizo una ofensa contra mí una de las tantas veces que lo conocí, fue cuando llevé a William Shakespeare con el rey y la reina de las hadas, ya hace tiempo ellos no bajaban al mundo de la vigilia y fue una oportunidad perfecta para él, antes que se dieran cuenta, era el verdadero Puck quien había ido al mundo de los humanos y se quedó ahí por un tiempo, para hacer bromas y atormentarlos mientras todos los demás habitantes se marchaban por wendell, la historia que tienes con él puede que la recuerdes más adelante, como ya te dije humana, no soy quien para contarte la historia trágica que tuviste con él, será mejor que te lo diga él y te haga recordar 

—¿Mitad humano, William Shakespeare, Puck, bromas y tormentos, wendell, historia trágica, qué mierda es todo eso? No entiendo, no tengo ni una pizca de recuerdo de él, ni su nombre en boca de alguien más, Eterno, por favor dime—se sentía como si fueran completos desconocidos con un pasado compartido, pero su "romance" fallido era lo último que importaba en esos momentos, pues no sabía si verdaderamente conocía a Robin, con un secreto tan grande en los labios del Eterno que quería arrancar para saciar su curiosidad. Pero aquella curiosidad la había matado en el pasado, quizá, lo volvería a hacer.

—Ya te dije, no soy quien para decirlo, es toda la información que puedo darte, se veía muy diferente en el pasado, a diferencia de ahora, que es mitad duende y mitad mortal, sigue manteniendo su magia porque era un duende puro, pero tiene la apariencia de uno de los tuyos, aunque Titania y Oberón se parecen más a ustedes de lo que imaginas. Era un trasgo, duende, hada, como tu especie mayormente le diga, ahora solo comparte la mitad por un enamoramiento mortal. Un tonto—sus dudas no descansaron, como si su mente fuera disoluta ante la duda y curiosidad, queriendo saber más acerca de él y todos sus secretos acompañados de mentiras dulces que la hacía adentrarse más a la boca del lobo. ¿Qué era un Puck?

Y su cabeza empezó a doler.

Fue a principio algo punzante, una pequeña molestia que no se apartaba de su cabeza e insistía de forma infausta, cada vez sintiéndose más débil y con poco control sobre su cuerpo tembloroso, sintiendo la sangre correr por las venas, deslizándose como una serpiente venenosa, matando su visión cada borrosa. Tan distante que podría sentir el abrazo de la nada y la oscuridad.

—¿Avic?—escuchó la voz preocupada del señor del sueño, movía su boca de forma desesperada, pero no lograba escuchar nada más allá del sonido seco, como si estuviera escuchando un disco rayado por los años, que mantenía su padre por la nostalgia de su madre fallecida, a pesar de haber tenido tanto tiempo de ser cuidado con esmero, su destino era el mismo, ser un disco rayado del montón, a punto de ser desechado. Su cuerpo se desploma cansado sobre la arena, apenas consiente de los brazos que la rodeaban de forma desesperada, como si fuera a morir por segunda vez, era tan similar a aquel día donde todo sueño se destruyó para ella. El Eterno volvió a tener las estrellas en la oscuridad de sus ojos, no parecía el intento de Dios que fue en su reencuentro, era ahora aquella persona que conoció en el pasado, Sueño, el mismo que la escuchó por tanto tiempo, aquel que se preocupaba por ella sin importar lo que fuera, mortal o no, eso nunca le importó a Sueño, pero tal vez sería la última vez que lo viera de esa forma, ahora no eran más que dos extraños buscando un camino separado del destino que los había unido alguna vez en forma de diez años que por primera vez pudo conocer el significado del amor. Ese mismo amor platónico que alguna vez llegó a sentir por tanto tiempo volvió a cobrar forma en un segundo, ese momento que el amor dejaba de ser tonto y solo para mortales, en el momento que solo existían ellos dos y nadie más, rompiendo todas las paredes de lo que había conocido como una imposibilidad, pero era una dulce mentira en su mente a pesar de sentirse desvanecer. Pero fue como volver al pasado, en donde para ella no era un Eterno ni un amor imposible, en ese mismo lugar donde se permitió imaginar con la mente de una niña enamorándose por primera vez de aquellos rasgos finos y afilados de Sueño, de su suave mirada, cuando no era fría, cuando no eran Eterno y humana, solo dos amigos disfrutando de la compañía del uno del otro dentro de una jaula más grande que ellos. Sin reglas, sin Dioses, ni castigos, donde ni mil infiernos podían separarlos. Hasta que llegó la muerte y todo su imperio de felicidad se había derrumbando antes de si quiera empezar a construirse. Quería sentirlo por una vez, al Sueño que alguna vez amó, aquel de gesto preocupado y desesperado por su desvanecimiento de la nada, su mano lentamente se acerca a sus facciones arrugadas y a aquellos ojos agrandados, su boca se movía, pero no escuchaba, debía ser algo importante, pero ahora solo quería dormir. Su brazo cae rendido antes de si quiera llegar a rosar la suavidad de su piel. Viendo al ser que alguna vez amó por primera vez en mucho tiempo y quizá, la última.

PODÍA VER UN PEQUEÑO DESTELLO DE LUZ INTERPONIENDOSE EN SU VISIÓN. NO TENÍA NADA EN SU mente hasta que recuerda su desmallo en brazos de Sueño. Se levanta de golpe de aquella suave cama confundida por su alrededor, de cómo llegó a aquel lugar, con un desconocido que tenía un rostro afable, pero lo último que quería era confiar en alguien que lucía de aquella forma, a veces resultaban ser las peores personas que pudiera imaginar, incluso un anciano podría significar un peligro por el que no quería pasar. 

—¡Espera, espera! Con calma señorita—sonó la voz de un hombre preocupado por su estado actual, ¿dónde estaba? Sus sentidos de alarma despiertan al ver a un hombre de traje con una prominente barba tratando de volverla a recostar—No te vamos a hacer daño, queremos cuidarte, Caín y yo-

—¿Queremos o el señor nos volvió a meter en sus mierdas y en sus amoríos? ¡Como si fuéramos niñeras de una mocosa!—sonó una voz más dura en la habitación, sonaba irritado por toda aquella situación. El lugar se sentía hogareño, como si estuviera en un cuento de la era medieval gracias a la madera combinándose con la farola naranja que alumbraba de forma casi nula, dejando apenas salir a las sombras de la habitación.

—¡No trates de esa forma a nuestra invitada! De verdad lo siento mucho, por el comportamiento de mi hermano, es un poco... Difícil. Tenemos té y galletas, ¿gustas ir a la cocina?—su mente estaba en blanco, hasta que ve por la ventana a la resplandeciente luna cubierta por las nubes que dejaban ver su luz resplandeciendo a pesar de la lejanía en la que se encontraba. Casi era la hora de la "sorpresa" que tenía planeada Robin, cualquiera que fuera, ellos no debían estar ahí, agradecía su hospitalidad, sí, pero tenía que esperar a Robin o la acusarían de su escape con el señor de los sueños, no estaba dispuesta a correr el riesgo.

—¿Nuestra invitada? ¡Es la invitada del señor Morfeo, solo nos vino a aventar a su amante para que se lave las manos!

—No soy su amante caballeros, considero que las peleas entre ustedes dos no deberían hacerse frente a mí por respeto, estoy aquí y he pasado por suficientes cosas como para pasar por una pelea, me iré de este lugar si así gustan, pero por favor, no quiero peleas, ya no quiero más peleas—recordó todas los conflictos que tuvo con el Eterno y luego su preocupación, no lo lograba comprender, ¿se preocupaba por ella pero a la vez era una vil plaga, entonces por qué la llevó a su mundo? Incluso la dejó al cuidado de Caín y del otros sujeto que desconocía su nombre, no la había dejado tirada como esperaba de él. Se había preocupado. Eso la confundía, ¿la quería o simplemente tendría un mínimo sentimiento de empatía? Prefería que fuera lo segundo, o su pobre corazón no lo soportaría más y explotaría en emociones de mil colores, la mayoría de ellas en rojo y rosa, no quería hacerlo. Quería odiarlo. Pero no podía, se culpaba a sí misma de seguir sintiendo las mismas mariposas en su estómago después de todo lo que le pasó, después de toda la mierda que le dijo sin temblar a la cara, después de sentirse su dueño. Recupera la cabeza ante aquellos recuerdos que le traían un mal sabor de boca, pero su semblante preocupado que le hacía brillar de esperanza, luego descendió a las tinieblas por la frialdad de sus palabras.

—De verdad lo siento señorita, después de todo el señor nos pidió que la cuidáramos muy bien, parece preocuparse mucho por usted—su corazón se detiene en su pecho mientras el brillo volvía a aparecer en su interior, una luciérnaga en un paraje de muerte, a pesar de no querer volver a ver aquella luciérnaga por esos lares, seguía apareciendo, como una ilusión cargada de esperanzas huecas que no quería creer para no lastimar ni lastimarse a sí misma. Caín patea de forma disimulada a su hermano—¡Auch! ¿Por qué hiciste eso?

—No creo que alguien tan ocupado y gruñón se preocupe por una simple humana, ¿podrían dejarme descansar un rato? Estoy algo cansada y creo que necesito descansar un rato—preguntaba mirando a la ventana, ansiosa por la tan esperada sorpresa que le traería Robin, un pequeño descanso para su mente después de tantas emociones queriendo arrasar con ella, un lindo momento con su amigo era lo único que pedía, tal vez escapar de ahí, a aquel Eterno poco le importaría, después de todo no era más que una simple humana en busca de la paz después de la tormenta que la había destruido por completo, no la buscaría, estaría en paz buscando cómo recuperar su alma con las hadas, danzando con ellas, o eso quería creer, las dudas de su pasado con el la corrompían, empezando a desconfiar en él, pues alguien que guardaba muchos secretos y le mentía nunca podría ser de confianza, o quería creer que se lo contaría todo después de decirle que sabía la verdad, pero solo eran esperanzas fantasmas que no la llevarían a ningún lado si seguía ilusionándose con personas muy diferentes a ella, alguien que no tuviera repulsión por ella ni que guardara mil y un secretos.

—Supongo que tienes razón, si necesitas algo puedes avisarnos-

—¿Yo qué? No voy a cuidarla 

—Puedes avisarme, cualquier cosa estaré en el piso de abajo preparando la cena—aunque tal vez confiar en él no podría ser tan malo, lucía como una persona amable que no dañaría ni a una mosca.

—Muchas gracias...—piensa en su nombre, tratando de recordar si se lo había dicho en toda aquella noche, pero ningún nombre viene a su mente.

—Abel, es un gusto—¿Abel y Caín, cómo en la biblia? Antes que pudiera abrir su boca para preguntar ellos dos salen del lugar, dejándola sola con el bailar de una vela que lloraba cera blanca. ¿aquellos eran los hermanos que alguna vez leyó junto con la señora Poppy? Era lo último que le faltaba para completar su mundo mágico de terror que había conocido en tan poco tiempo, sintiéndose tan irreal, como un sueño del que pronto podría despertar y amanecer en la fría cama con madame Poppy esperándola con una regla en mano, para repasar todas las conductas que debía tener en la mesa, aunque esa ya estaba muy lejos de ser su realidad, no quería volver a esa realidad, pero tampoco quería seguir ahí, dañándose cada vez más, pero estaba cerca de la libertad que tanto deseaba con fervor. Solo era cuestión de esperar a que de aquella luna se liberara de aquellas nubes que la encarcelaban y no la dejaban brillar en todo su esplendor. Se acerca aquella ventana sin ningún barrote a diferencia de las demás, esperando ver al cielo despejarse con impaciencia, pero aquellas nubes se movían tan lento que podrían tardar una eternidad entera, ¿acaso fue una broma? Pero en el alfeizar había algo que la dejó helada en su lugar, sin poder mover ni un solo músculo gracias a la confusión. Era una rosa. Pero era diferente a todas las que había visto en los años que llevaba muerta y viva, nunca había visto nada más bello que aquella flor, parecía contener el universo entero en pétalos frágiles de cristal, entre los colores del espacio exterior, con estrellas pequeñas brillando de manera reluciente dentro de ellas, podrían iluminar el mundo entero en un parpadeo, aquellas pequeñas estrellas y galaxias parecían moverse, como tener un pequeño dulce universo en sus manos, tan fácil de romper que su mano temblaba presa de las posibilidades de un descuido tirarla.

—Tranquila, no se va a romper—aquella voz masculina la hace saltar en su lugar, mirando nuevamente por aquella ventana encontrándose con el rostro que esperaba ver en aquella noche—¿Me extrañaste? No importa tu respuesta, sé que lo hiciste—su mirada se dirigió a la flor que mantenía entre sus manos, sin saber qué decir, ¿debería reclamar por sus secretos y mentiras o debería agradecerle por aquella rosa que no tuvo motivos para dársela? Aquellas galaxias las estaban alejando del sentimiento de traición que la había hecho sentir hace unos momentos, su danzar en la oscuridad profunda la hipnotizaban—Oh, eso, es un regalo que... Quise darte antes de que ya no existiera más, no es un universo real, pero es una perfecta simulación del nuestro, solo se dan una vez cada siglo y son difíciles de encontrar, supongo que tuve la suerte de encontrarla-

—¿Por qué?—preguntó sin levantar su vista, siendo lo único que podía salir de su boca, confundiéndolo con aquella pregunta ambigua. Incluso ella no sabía qué quería decir al hacerla.

—¿Por qué, qué?—aún sentía su sonrisa con hoyuelos sobre ella, una boba sonrisa que ocultaba tantas mentiras que no quería seguir cargando—¿Por qué te la di? Supongo que, me he encariñado contigo y... Solo tómalo como un obsequio 

—No, ¿por qué me mentiste? Sobre tu nombre, me ocultaste que ya nos habíamos visto en el pasado, lo peor es que no te logro recordar por más que trato de encontrarme con un chico que se mofa cada vez que puede, ¿por qué me ocultaste que diste tu mitad por un amor mortal?—no sintió aquella sonrisa, fue como si se desvaneciera de un momento a otro, tan inexpresivo que podía imaginárselo. 

—¿Quién te lo dijo, acaso fue Morfeo?—no respondió, porque era verdad y no podría mentirle. No de la misma forma que él le había mentido a ella, suelta una risa seca, provocando un escalofrío en su nuca y una gota de sudor frío cayó por su frente—Sí que es celoso, escucha, yo sé que lo peor que te he hecho es guardarme eso pero no quería hacerte sufrir-

—¿Hacerme sufrir? Lo estás haciendo ahora que no confiaste en mí, pensé que yo podía confiar en ti

—¿No confiar en ti? Eres en la única persona que confío en este mundo y universo, Avic, tú eres mi universo entero, te lo estoy dando, en tus manos, mi destino y mi futuro, quiébrame, úsame, mátame si así lo gustas, lo único que no te dejaré hacer es que vuelvas a dudar de mí—su respiración se detiene, sintiendo su corazón volverse del mismo cristal que aquella flor, mientras su cuerpo entero se estremece con aquellas palabras llenándose de vida todas aquellas sombras y parajes oscuros que la rodeaban, hablando junto con el susurrar del viento su mente estaba, perdiéndose en su suave viaje que la encaminaba a aquel universo en forma de rosa, encapsulado para quedarse ahí por siempre—Lo daría todo por tu beso, aunque la muerte se encuentre ahí, pero no me interesa nada que no pueda matarme—siente el constante golpeteo de su corazón en su pecho cuando la frialdad de su mano choca contra la calidez de su mejilla—¿Crees que haya alguna manera de salir con vida de ti?—sentía que el tiempo no existía, olvidándose por completo del tic tac del reloj a sus espaldas, sintiendo el roce peligroso de su mano sobre su mejilla. De alguna forma sentía aquel toque tan peligroso como el veneno de una viuda negra, tan prohibido como querer saber cuántas lágrimas cabían en un solo rostro. Simplemente era una de sus muchas imposibilidades. 

—El Eterno me dijo que diste la mitad de tu parte duende por el amor de una mortal—su mano cae de su mejilla, dejando aquella frialdad del viento sobre la zona—Yo creo que viene siendo hora que te vayas-

—Nos iremos, prometo contarte de eso después-

—¿Tiene que ver con Ilitia, por favor, no más mentiras ni secretos—pareció callar unos momentos, pensando su respuesta con detenimiento.

—En realidad tiene que ver más contigo de lo que imaginas. En fin, deberíamos irnos antes que Caín y Abel empiecen a sospechar, Morfeo les pidió que te vigilaran para que no escaparas está noche conmigo

—¿Si nos atrapa que hará?

—La verdadera pregunta es, ¿qué no hará? Se volverá loco por tu ausencia, quizá nos vaya a buscar y nos encuentre, pero podemos soltar la excusa de tu alma para que no nos asesine o vuelva a mandar al infierno, ahora ni Lucifer podría sacarnos 

—¿No suena un poco peligroso?

—Amo el peligro, aunque más amo hacerlo sentir a los demás, quizá las cosas cambiaron después de tener un cuerpo mortal. Estarás bien, te he dicho que yo te protegeré 

—¿Y si no quiero protección?

—Lo siento pero mi deber es cuidar de mi acompañante está noche, no importa si ella quiera o no

—¿Cuidarme de un mundo lleno de hadas y cuentos?

—A veces suelo compararlo con el infierno, solo que con colores más bonitos y sin torturas, aunque algunos comen humanos... ¡Nada de qué preocuparse!—dio un leve respingo al oír la posibilidad de ser comida por dulces hadas de fantasía—Estarás bien, ¿confías en mí?—quería confiar en él, después de todo, conocía uno de sus mil secretos.

Parecía estar flotando, siendo sostenido únicamente por el aire que lo cargaba con el agua carga a un pez, extendió su mano a su dirección, con la luz de la luna resplandeciendo detrás de él, iluminando sus cabellos rubios con la misma suavidad que tenía aquella rosa que le dio, como si la eternidad fuera real y estuviera presente en una sola mirada, en un solo suspiro y en un solo corazón. No sabía lo que brillaba más, aquella mirada cargada de piezas que completar o la luna llena, cuando ya no era roja, aquella luna tan pura como el blanco. 

El reloj dio las doce y al tomar de aquella mano la rosa cayó en la alfombra roja, en el silencio de dos miradas que expresaban más que cualquier palabra.

Ella sostuvo su mano como si no existiera una posibilidad de morir en aquel reino, olvidando por completo sintiendo el susurro del viento por su rostro, viendo el reflejo difuso de aquella bella luna sobre el agua cristalina de un estanque en donde se pintaban las ondas tranquilizadoras. Podía verlo todo, cada rincón de aquel verde lugar llenado por la oscuridad de la sombra de la luna. No le dio tiempo de pensar cuando cielos de ámbar se reflejaron en su visión, sentía su cabeza pesada, algo insoportable al pasar por aquel gran agujero que se había puesto en el cielo como un gran aro que tenía que atravesar. Cerraba los ojos esperando llegar al inicio de una tormenta o mejor dicho, al reino de las hadas.

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