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𝗫𝗜𝗜

INHALABA EL AIRE FRESCO NOCTURNO, ESCUCHANDO EL CANTAR DEL GRILLO que sonaba molesto cuando intentaba dormir en sus noches de insomnio prolongado, ahora sólo era el cantar de la vida y de una victoria contra el señor del averno, (aunque no era por mucho tiempo) suelta un grito de euforia saboreando el dulce aire liviano en sus pulmones, el frío del verde debajo de sus pies y como la tierra lograba meterse entre sus dedos en un abrazo de bienvenida a su hogar, aquel árbol que la guiaba a su mundo ahora lucía más verde, lleno de vida, ¿cuánto tiempo había pasado? Pues era mucho más frondoso de lo que recordaba, dándole la sombra a un pequeño conejo blanco, quien al verlos, escapa corriendo perdiéndose en un arbusto, el tronco era más fuerte, capaz de soportar la peor tempestad después de un día soleado. La mansión se veía a la lejanía tan fría que podría confundirse con un lugar abandonado dueño de miles de leyendas, una cada vez más tétrica que la otra, apenas siendo iluminada por una pequeña farola amarillenta que iluminaba una pequeña fracción de toda la oscuridad que la rodeaba, como una cortina de humo ocultando la verdadera cara del lugar, una cara con sangre en su rostro y una sonrisa de hipocresía que iba a borrar a toda costa, lo haría sufrir de la misma forma que lo había hecho con ella. Iba a mandarlo a un peor infierno del que había pasado ella. Quita aquella rama espinosa de su pelo, sintiendo las heridas acabar con ella, pensaba que su cuerpo seguiría intacto después de cruzar, pero incluso aquel mal recuerdo vino con ella.

—Bien, supongo que es hora de tu asesinato, no me convence del todo pero si es lo que quieres... Con gusto pongo la bandeja de plata, no, mejor de plástico, debe estar muy cara pero que también esté en rebaja, para aprovechar—pero está vez no podía sonreír por sus malos chistes, la escena de aquel baile y su cercanía no se iba de su mente por más que lo intentaba, era un sonido vibrante que no escapaba—Bien supongo que estás incómoda por lo que pasó recién...—rasca de forma nerviosa su cabeza al leer su rostro que trataba de ocultarlo, pero no era muy buena en ello—Fue un simple impulso, olvídalo y podemos ir a liberar a tu amargado Morfeo, puede que nos ayude con nuestro pequeño problemita que tendremos al plazo de un año, si es que no es demasiado orgulloso para ello—asiente una vez con su cabeza, sin saber exactamente qué responderle, pero no tenía por qué hacerlo en esos momentos, pues habían llegado a aquellas puertas y lo último que quería hacer era ruido. Robin acerca su mano al pomo, deteniéndose unos segundos, hasta que un ligero click llega a sus oídos y abre la puerta, rechinando en el silencio de penumbra. El hall se encontraba polvoriento y lleno de botellas de alcohol tiradas por toda la habitación, parecían recientes gracias al vino fresco tirado sobre la alfombra—Vaya, no invitaron, ¡ya que hiciste que tirara mi vino!—pone su dedo índice sobre sus labios, forzándolo a callar o los podrían atrapar los guardias del lugar y dispararles, o al menos esperaba que fueran los mismos y darles un susto de muerte—Pff, está bien, está bien—susurró examinando todo el lugar. Le da la espalda, mostrando una herida grande sobre el costado de su brazo, la sangre estaba seca, pero se veía profunda y dolorosa, no pudo evitar soltar un gemido de sopresa.

—Tu brazo, debo ir a buscar algo

—No, está bien, es una pequeña herida, ¿qué hay sobre no hablar?

—No hables y espera aquí, no quiero oír ningún pero, iré por el botiquín—su padre solía cambiarlo de ubicación de forma constante, pero ya no estaba, no tenía ni idea sobre dónde lo pondría Alex, pero para su suerte, siempre conservaba uno en la habitación donde solía curar a su hermano cuando caía de algún árbol o se raspaba la rodilla, pero eso sólo era parte de su pasado igual de polvoriento que todo aquel lugar, no después de haber estado en el infierno y haber ido por su culpa, no era la culpa de Sueño, no era la culpa de Roderick, sólo la de Alex por haberla apuñalado por la espalda, como una sucia rata rastrera sin darle ninguna oportunidad de defenderse. Al pasar por el espejo puede verse en aquel reflejo de la verdad, su ropa estaba sucia después de huir por su vida por segunda vez, su rostro lucía cansado y las ojeras se asentaban más debajo de sus ojos, su piel era pálida cual papel, como si no hubiera respirado por más de un siglo y tal vez era así, pues no sabía cuánto tiempo había pasado desde que piso aquel suelo, desde que vio su reflejo en aquel mismo espejo cuando era no era más que una niña que jugaba a curar a alguien, ese tiempo pasó con su primera pelea fuerte, luego de eso no volvió a cruzar por ese pasillo nunca más, hasta ese momento, pero ahora para ayudar a curar a Robin de aquella herida que seguramente se hizo gracias al demonio con espinas, aparta su vista con un sentimiento agrio en su garganta para empezar a subir por las escaleras metálicas con rapidez, pues no tenía tiempo para andar lloriqueando algo que perdió desde antes de darse cuenta, aquel tiempo se había acabado como un soplido en el viento. Abre la puerta del lugar, encontrándose con una sorpresa que la deja helada y con su corazón retumbando en su garganta. Era Morfeo. Sentado sobre una silla como si fuera un trono, siendo acariciado por la luz que se infiltraba como un ladrón por la ventana, con las sombras sobre su rostro acariciando cada fina facción de él como si fuera una mera obra de arte creada por el más grande y poderoso Dios, parecía estar esperando a alguien A pesar del ambiente frío, pudo sentir una calidez latiente sobre su pecho al verlo, pues después de tanto tiempo, al fin podía ser libre y regresar a su reino, su corazón se encoge cuando se levanta de aquella silla, con los ojos más oscuros que las sombras que lo acarician con lividez. Sentía que había pasado más de un siglo, un siglo que volvería a repetir con tal de volver a verlo, al menos eso pensaba, hasta que habló dejándola confundida por aquellas palabras más frías que la habitación.

—¿Por qué no respondiste a mi carta?—sus pasos resonaban de forma coordinada junto con los latidos desenfrenados de su pecho, no los podía calmar, era el efecto que tenía sobre ella a pesar del tiempo—Te hice una pregunta—se sintió pequeña a su lado, estando tan cerca que podía sentir la calidez que emanaba de su cuerpo, tan cerca de poder abrazarlo y decirle lo mucho que lo había extrañado, pero prefirió guardárselo.

—Tuve que ir a la cena de la luna roja, para poder escapar de ese lugar—pero la mirada de Sueño se intensificó aún más.

—Te dije que me esperaras, te llevaré al mundo de la ensoñación después pero ahora-

—No iba a esperarte en ese lugar como una niña buena esperando a que me devore algún demonio, si no hubiera sido por Robin—pero ahora es él quien la interrumpe, con el ceño fruncido acercándose de forma peligrosa a ella, envolviéndola en su telaraña lentamente, sin darse cuenta estaba atrapada a su merced.

—¿Quién es Robin? Y no interrumpas cuando hablo, primero déjame terminar—ese fue el punto en donde le colmó la poca paciencia que tenía y explotó.

—Crucé el maldito infierno sólo por ti, para que me recibas con este tipo de preguntas estúpidas y con un reclamo por no seguir una de tus órdenes, ¿de verdad, Sueño? ¡Ya no puedo más, de verdad, pasé lo peor en ese lugar, todo lo que vi, todo lo que sentí, estoy al borde de...!—no supo cuándo pasó, pues había acortado toda la poca distancia que los separaba, sintiendo por primera vez lo que era tocarlo sin que un vidrio se interpusiera entre ambos, podía sentirlo, sus latidos, su calor, el subir y bajar de su pecho de forma pacífica, encontrando un alivio en toda la tormenta que habían pasado, fue cuando se aferró a él, correspondiendo aquel abrazo que decía más que mil palabras, sintiéndose en su lugar seguro entre los brazos del Eterno, unas lágrimas comenzaron a acumularse sobre sus ojos, como una marea silenciosa y tranquila que empezaba a desbordarse, pero no quería, no por segunda vez en aquellos momentos que había pasado, era como si en su presencia pudiera expresarse sin que se sintiera como una niña boba que lloraba por todo, simplemente era ellos dos contra el mundo, al menos su pecho lo sentía de esa forma, él la hacía sentirse de aquella forma y quería odiarlo por eso, pero no podía odiarlo, no cuando la tenía bajo su hechizo, en paz siendo protegida por sus brazos—Te extrañé—susurró a pesar de la pequeña pelea que estaba a punto de armar con él, pero no pudo evitar decirlo pues apenas era una fracción de todas las cosas que quería sacar de su corazón, era un ruido que se volvía más fuerte, acabando con ella. Sin esperar nada de su parte, intenta separarse de él, alejándose de aquel sentimiento de refugio que le daba en su sistema, dándole el sentimiento de bichos volando sobre su estómago, que crecieron como la marea gracias a las palabras que salieron de su boca.

—Yo también te extrañé—sintió volar en el aire con aquellas palabras, elevándola al paraíso de su mirada y de su corazón, al punto máximo de la felicidad y euforia que le dio a conocer hasta apenas hace unos momentos, una sonrisa se extendió por su rostro, expresando una pequeña parte de todo lo que sentía—¿Quieres esperar aquí? Tengo un asunto rápido que atender con tu hermano—sonaba frío, dejándola caer al odio y rencor que le generaba la sola mención de aquel nombre, dejando caer la antes sonrisa que había tenido, se alejaba de ella, dejando a su paso el sentimiento de soledad aplastando su pecho como una pesa y con el frío recorriendo su cuerpo. 

—Quiero hacerlo sufrir, Sueño, por todo lo que me hizo—se detiene en su camino, dándose la vuelta para mirarla con intensidad a sus ojos, poniendo sus nervios como el sentimiento que predominaba sobre todo lo demás—Quiero acabar con él, justo como lo hizo conmigo, quiero que arda en el infierno como lo hice yo—pero el cuerpo del amo del sueño volvió a estar junto al suyo, sus manos tomaron las suyas con delicadeza, intentando calmar lo que sea que hubiera salido de ella de aquella forma tan agresiva y sedienta de venganza—No estás hecha para matar, Avic, podremos vengarnos, pero espera aquí y te prometo que lo haremos—los recuerdos cruzaron por su memoria, negando varias veces aquello, pues había matado a su propio padre.

—No, yo lo maté, yo maté a Roderick—aquella sensación electrizante en sus dedos se había extinguido, como la llama de una vela, dejando a la desesperación incrustarse en su pecho de forma tortuosa y violenta, dispersando fragmentos que no quería volver a recolectar, quería separarse, quería alejarse antes de que se diera cuenta de la verdad que quería esconder incluso de sí misma.

—No, tú no lo mataste—su agarre sobre ella fue más firme, forzándola a mantenerse a su lado a pesar del incendio que se convertía su cabeza—Fue un accidente, tú no querías matarlo

—Quería matarlo desde el primer momento que me hizo sentir mal, ¿eso me hace una mala persona y merecedora del infierno?—su mano tocó su pómulo con sutileza, un simple roce que le dio la misma sensación que hace unos momentos, un toque electrizante e incluso mortal para ella, pues si seguía tratándola de aquella forma iba a ser imposible quererse separar de su lado, el veneno de la araña ya estaba sobre su cuerpo, adormeciéndola, dejándola caer en su sueño profundo del que no quería despertar, tan sólo quería seguir soñando a su lado por toda la eternidad, seguir sintiendo su toque sobre su mejilla, sus caricias resonando sobre su piel en una dulce melodía y su voz en un tacto que pudiera palpar.

—No, tu lugar es en mi reino, ¿lo recuerdas? Caín y Abel—sonríe verdaderamente ante ese recuerdo, cuando él le había dicho que la llevaría a la ensoñación. Sin demonios, sin ángeles, sin personas que pudieran dañar, sólo los sueños y la persona que amaba, en el sueño eterno que siempre deseó, devolviéndole la respiración que tanto le faltaba—Pero antes de eso, tengo que darle las buenas noches a Alex, puedes despedirte—asiente mientras su mano se aleja de ella, regresando a la frialdad de la noche que tanto detestaba pero era necesario, para que aquel frío ya no estuviera en su cuerpo, si no en su boca, saboreando la dulce desesperación del rostro de su hermano, las suplicas y el perdón que tanto necesitaba su alma—Antes de que vaya a un lugar peor que el infierno—asiente, escondiéndose entre las sombras de la habitación viendo a Sueño salir de la habitación transformado en un gato. Fue cuando lo recordó:

El botiquín para Robin.

Se da un golpe con la palma de su mano al olvidar algo tan importante como lo había sido aquel duende con una herida profunda en su brazo, ¿cuánto tiempo había pasado? No lo sabía, se sentía como unos segundos en el vacío, pero seguramente había pasado mucho más tiempo del que podría imaginar, le esperaba una gran queja de parte del rubio pero quería despedir a su hermano antes de que se fuera a un lugar mucho peor, creía que la entendería, al menos eso quería pensar, la puerta crujió, dejando ver al gato negro en el que se había convertido sueño y a su hermano, quien lucía joven, como la vez que la apuñaló, la rabia comenzó a hervir su sistema, pero iba a esperar lo que fuera necesario para verlo sufrir, unos segundos no eran nada comparado con todo el tiempo que pasó allá abajo. El gato se transforma en Morfeo, una imagen imponente que le hacía temblar a pesar de haber estado cara a cara con Lucifer hace unos instantes.

—Hola—el rostro asustado de su hermano le hacía sentir satisfacción, a pesar de no ser visible ante él gracias a que parecía una con aquellas sombras que la ocultaban.

—Eres tú... Estás libre

—Así es—los ojos amarillos de sueño resplandecían junto con los relámpagos de la lejanía, provocando un cosquilleo en su nuca—¿Tienes alguna idea de lo que sentí, encerrado en una jaula por más de un siglo, como mataste a Jessamy y a Avic ante mis ojos?—una corriente de viento la hizo titubear, sacándola de las sombras y llenando de sorpresa el rostro de Alex y de temor sobre su rostro, bajando a un abismo del que nunca le permitiría salir. Estaba tembloroso, en sus ojos lágrimas gruesas comenzaban a salir mientras podría oír los latidos de su pecho aún estando a unos metros de él. Justo como lo quería tener, oliendo su miedo, temblando por su vida y el mismo futuro que le arrebató cual caramelo a un niño con un simple cuchillo.

—Hola, Alex—caminó de forma peligrosa al lado de Morfeo, viéndolo detalladamente sin pestañar, imaginando mil y un formas de cómo acabar con su miserable vida—Ha pasado un tiempo, hermanito—escupió de forma venenosa y glacial, viendo como el color de su piel lo abandonaba por completo, de la misma forma que la había abandonado cuando toda la sangre dejó su cuerpo

—Avic... Estás viva, ¿cómo puede ser?

—Verás, Lucifer puede tener cierta misericordia con las almas, tenía tantas ganas de verte, que, he venido de visita—sonríe de forma hipócrita, dejando ver las ganas que quería su cabeza en la bandeja de plástico que le regalaba Robin.

—Avic, yo lo siento muchísimo, de verdad no quería-

—¡Cállate! Tú sabes muy bien lo que hiciste, nadie te obligó a sostener el cuchillo, no se te "resbaló", no fue un accidente, fue desde el fondo de tu alma—lo rodea, justo como lo habían hecho con ella, haciéndola sentir indefensa y tan pequeña que no podría ni alzar la voz, ahora, era quien rodeaba a su presa, como un animal de caza—Justo así—su dedo índice choca contra su espalda y un escalofrío recorre su columna vertebral. No podía huir, no sabía el destino que le esperaba a mano de ellos dos.

—Por favor, no me lastimen, yo no sabía—se retira de aquel lugar, viéndolo encogerse mientras Morfeo se acercaba más a él, volviéndolo un niño nuevamente—Por favor—suplicaba, justo como lo había pedido, por alguna razón, aquella escena no era tan satisfactoria como lo era hace unos momentos, pues sentía que algo estaba cruzando aquella linea que no debía romperse.

—Tu castigo será también un obsequio, te voy a dar esto: El don del sueño eterno—no quiso ver como Sueño se ponía en cuclillas para esparcirle su arena en sus ojos, con un simple soplido, lo mandó a un sueño del cual nunca podría despertar, ¿por qué no se sentía de la misma forma que lo esperaba? Fue cuando despertó de golpe, viendo el botiquín a la lejanía de una esquina del cuarto,  se acerca a el para después tomarlo y sentir la soledad del cuarto, ¿había sido sólo un sueño? Se había sentido tan real, que podía aún sentir la sombra de su mano acariciando su pómulo frío, careciente de todo contacto con él, el brillo de sus ojos, sus latidos en sincronía con los suyos, sus brazos y su calor, no, ahora debía ir con Robin a curarle la herida. Pero la figura de Morfeo en el marco de la puerta niega todo rastro de posibilidad que había planteado su cabeza, había sido real, incluso aquella suavidad de las palabras con las que la había recibido en su estadía en aquella casa, sonando como eco dentro de su pecho, un eco que no quería callar.

—Debo ir por...—pero Robin aparece, con su rostro desviado al techo de aquella casa.

—Me tomé la molestia de traerlo, ¿es quien decías que te ayudó en el infierno?—antes que pudiera hablar, comienzan las quejas del duende.

—¡Me dejaste sangrando en el hall sólo para andar de caliente, maldita marrana!—su rostro enrojeció, como si todo el color que perdió durante años ahora estuviera sobre su rostro a punto de explotar por la vergüenza que le ocasionaban las palabras de Robin. Ahora quería asesinarlo a él.



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